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La guerra contra el terrorismo como sistema internacional (Yassin al-Haj Saleh)

La guerra contra el terrorismo como sistema internacional (Yassin al-Haj Saleh)

Este proyecto se ha presentado desde el inicio de la guerra, sea cual sea esa guerra, como un proyecto para el mundo. La guerra significa violencia, asesinato y destrucción de recursos. También significa invertir en la industria armamentística y dedicar mucho dinero a ello. Significa, por otra parte, declarar la alarma y provocar la movilización por razones de odio, además de la producción de ideologías y doctrinas que justifican tanto la guerra y como el odio, dando preferencia siempre a los poderosos de la industria bélica y armamentística, y a los ricos y aquellos que controlan la información.


Lo más parecido a un foco de atención mundial tras los atentados del 11-S y en cierto modo desde el fin de la guerra fría es «la guerra contra el terrorismo». Y lo que plantea este artículo es que se trata de una cuestión altamente peligrosa, pues la situación en el mundo hoy va a continuar yendo de mal en peor, a no ser que se produzca un cambio rápidamente.

Para empezar, el mundo necesita un foco, un punto al que dirigirse, o que sea omnipresente en la actividad de las instituciones internacionales y las de las grandes potencias, con el surgimiento de una estructura mundial de pensamiento que ello conlleva. Algunos pensadores en Occidente han observado «el fin de las grandes narrativas» y el fin del «progreso» y la “modernidad". De sus análisis, cargados de etnocentrismo, brota un enorme sentimiento de impotencia. Las cosas siguen ese curso y el mundo (entiéndase Occidente) no da más de sí, y solo puede describirlo y observar los cambios, sin hacer nada. Como mucho,se puede denunciar la situación por medio de utopías aun cuando ya no queda utopía en la que todos estén de acuerdo en el mundo actual. Todo esto sucede mientras el mundo se vuelve más mundo que antes, debido a la caída de las barreras políticas e ideológicas que antes lo dividían, el avance irrevocable de un capitalismo sin competencia y la revolución de las comunicaciones.

En el vacío del proyecto mundial, se ha colado el proyecto de los internacionalistas más poderosos: «la guerra contra el terrorismo». Este proyecto se ha presentado desde el inicio de la guerra, sea cual sea esa guerra, como un proyecto para el mundo. La guerra significa violencia, asesinato y destrucción de recursos. También significa invertir en la industria armamentística y dedicar mucho dinero a ello. Significa, por otra parte, declarar la alarma y provocar la movilización por razones de odio, además de la producción de ideologías y doctrinas que justifican tanto la guerra y como el odio, dando preferencia siempre a los poderosos de la industria bélica y armamentística, y a los ricos y aquellos que controlan la información.

La guerra contra el terrorismo fue la prioridad estrella de la administración de Bush hijo, que provenía de una familia petrolera acaudalada. Su padre había sido presidente antes que él, y previamente, director de la CIA. Él mismo se rodeó de los máximos representantes neoconservadores, que creían firmemente en las virtudes de la violencia para hacer un mundo más seguro para los estadounidenses y para que el siglo XXI fuera su siglo. La guerra contra el terrorismo es también muy útil para Israel, armado hasta los dientes y apoyado de forma escandalosa a la par que rastrera por EEUU. La guerra permite a Israel abrir un paréntesis en la lucha palestina y despojar a los palestinos de su lucha, habiendo sido ya despojados de su patria ocupada. Desde que EEUU decidió inmiscuirse en la lucha siria hace aproximadamente año y medio, quedó patente que lo que hacía era insertar la cuestión siria en la guerra contra el terrorismo. Con ello, los revolucionarios sirios fueron despojados de su causa y, a cambio, se les dio una a los semejantes de Bashar al-Asad. «La guerra contra el terrorismo» conviene mucho al régimen de la dinastía asadiana cuyo imponente ministro de Asuntos Exteriores dijo hace unos días que un terrorista es «todo aquel que se levanta en armas contra el Estado». Esto le permite, igual que a Israel, convertir toda resistencia en una forma execrable de terrorismo, a fin de que las potencias internacionales se posicionen a su favor. La guerra contra el terrorismo es también muy conveniente para la Rusia de Putin, por ejemplo, porque permite echarle el guante a Siria. Así, hoy, «la pobre Siria parece un hueso entre los colmilos de un perro», tal y como dijo el gran poeta sirio que murió joven, Riad al-Salih al-Husayn [1]. Por último, la guerra contra el terrorismo es muy útil para los gobernantes de todos los países árabes sin excepción, porque les permite despojar a sus gobernados de armas y de política, y ponerlos bajo las órdenes de los poderosos que gobiernan.

Se dice que Rifaat al-Asad, hermano de Hafez al-Asad y vicepresidente suyo en su momento, además de tío de Bashar y dirigente de las Brigadas de Defensa, la formación militar-securitaria responsable de las masacres de Tadmor en 1980 y Hama en 1982, dijo: «Di Palestina y erige las horcas». Parece una frase demasiado inteligente como para que la dijera Rifaat, pero una similar sirve como lema para la guerra contra el terrorismo: «Di terrorismo y prepara las horcas». O «Di terrorismo y ocupa países, inaugura cárceles como Guantánamo o Abu Guraib, o destruye países como Chechenia, Afganistán, Iraq, Gaza y Siria. Los islamistas tienen su propio equivalente:»Di islam y degüella a quien quieras«o»Di que Dios es grande y confisca todos los bienes públicos y privados que gustes«.»La guerra contra el terrorismo" es un asunto central en el Estado, que debido a que se encuentra luchando contra el terrorismo, no puede considerarse terrorista. Ni EEUU, ni la Rusia de Putin, ni Israel, ni los Asad han sido nunca fuerzas terroristas. Ello a pesar de que la última de ellas ha provocado una ingente crisis internacional que a día de hoy se ha cobrado la vida de 470.000 sirios según publicaba The Guardian hace unos días, y ha dejado un total de muertos, impedidos y heridos, que ronda los dos millones, lo que supone más del 11% de la población siria. Eso no es terrorista, porque los terroristas son aquellos que se resisten a su gobierno, y al hombre que tiene en su historial la destrucción de Grosny. Todo aquel que tiene un Estado no es terrorista, y de hecho conviene que sea nuestro aliado en la lucha contra el terrorismo, aunque sea un despreciable asesino como Bashar al-Asad.

La lucha contra el terrorismo como una cuestión internacional no implica que una cuestión claramente securitaria con la que deben tratar los cuerpos policiales se convierta en aquello a lo que aspiran las políticas de los estados y las corrientes de pensamiento, sino que es mil veces peor. Lo que permite es que los poderosos se erijan sobre los cuellos de los débiles, y que los poderosos y ricos ejerzan la autoridad en un mundo que nunca había visto tal concentración de riqueza y poder, ni tal falta de sentimientos por parte de los poderosos y ricos que gobiernan, ni tal salvajismo por su parte.

Pero si hemos aprendido qué es la guerra y cuál es su sistema, ¿qué es, pues, el terrorismo y quiénes son los terroristas? Lo cierto es que la autoridad conoce el terrorismo, y el terrorismo, por tanto, está en manos de quienes llevan a cabo la guerra contra el terrorismo, y quienes la escogen como punto de focalización global. El terrorista es quien yo, el poderoso y rico dueño del ‘Estado’, decido que representa una amenaza para mí. Toda revolución y toda oposición armada es terrorismo, según dicha lógica.

Los terroristas de hoy tienen dos características claras: la primera es que son débiles, pues en su mayoría no son estados. La tendencia general es considerar que todos los estados son algo bueno (esa ha sido la evolución de Bush hijo a Obama), y los no-estados son todos malos, siendo la resistencia al “Estado” lo peor de todo. En contrapartida, la guerra contra los terroristas es buena, pues da trabajo a la industria armamentística y sus empresas, y permite probar las nuevas armas y entrenar a las fuerzas armadas, sin ser una carga para los presupuestos, tal y como dijo el luchador contra el terrorismo, Putin, sobre su guerra del lado de los asadistas. La segunda característica de los terroristas es que a día de hoy, el 100% de ellos son musulmanes. Esta es una característica cada vez más acentuada que, o bien nos llevará a un sectarismo internacional que regresará a la Edad Media sobre las bases de la ultra-modernidad, o bien a una gran masacre contra los musulmanes. No es necesario que la masacre tome la forma de cámaras de gas en cuarteles de detención según el precedente nazi, pues nada impide que se trate de una masacre química (el primer ensayo fue la masacre de Bashar al-Asad en Al-Ghouta oriental en agosto de 2013) o nuclear (a la que Putin hizo referencia hace dos meses). La realidad es que probablemente veremos un primer capítulo de esta masacre en Siria donde las posibilidades de que Bashar al-Asad se mantenga como gobernante son cada vez mayores, aun cuando el número de sus víctimas llega al medio millón.

Los islamistas, y especialmente la corriente salafista yihadista, están verdaderamente preparados para el terrorismo, pues no diferencian entre lo civil y lo militar, lo que refuerza la debilidad de su sentimiento humano y social, y ha provocado un daño alarmante en Siria, Iraq y Afganistán. Sin embargo, la guerra contra el terror no es una guerra contra terroristas habituales, sino un enfrentamiento mundial para que los poderosos dominen e impongan su autoridad mundial sobre los pobres y débiles en todas partes. Si uno mira desde la perspectiva internacional, verá que esos terroristas apenas suponen un problema de seguridad, y que enfrentarse a ellos no debería haber sido principal objetivo en un mundo que insiste en alejar la paz y la política y que precisa continuamente de la guerra.

Queda decir que la guerra contra el terrorismo, como punto de referencia global es lo que explica el acuerdo estadounidense-ruso que sigue sorprendiendo a muchos. No es que los estadounidenses, que han inventado esa guerra, no sepan qué decir cuando Rusia se adentra en el escenario sirio bajo el amparo de su propia invención, sino que, más bien, ello obedece a cuestiones estructurales más profundas: el mundo de los poderosos y los estados contra los débiles desperdigados. La guerra contra el terrorismo es el terrorismo de los poderosos contra los combatientes desperdigados y desorganizados, más que la guerra de los poderosos contra los débiles.

El Estado de hoy es un terrorismo organizado, o bien, el monopolio del proyecto del terrorismo y la definición del mismo y de la legalidad. Se trata de un terrorismo organizado contra toda resistencia. Putin, Obama, Bashar y Netanyahu están muy próximos entre sí en este sentido, que es mucho más importante que cualquier otro, pues es el de la guerra interminable.

[1] Poeta sirio nacido en Daraa en 1954 que murió en circunstancias sospechosas en 1982.

Publicado por Traducción por Siria

Texto original: Al-Hayat

Alternativa Antimilitarista - Moc
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