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Mayte Carrasco

Guerra sucia en el Cáucaso Norte

Guerra sucia en el Cáucaso Norte

El Kremlin y las milicias paramilitares leales al presidente checheno están llevando acabo una estrategia de acoso y derribo contra la población civil como modo de combatir el terrorismo. Las desapariciones son ya algo cotidiano en la zona.

Casi todas las madres exhiben al visitante las fotos de sus hijos, sonrientes y felices frente al cámara. Pero la defensora chechena de los derechos humanos Kehda Saratova colecciona y enseña fotos de desaparecidos y cadáveres ajusticiados en las calles de Grozny. Las tiene grabadas en su maltrecho móvil, uno con cara desfigurada, otros dos tiroteados muy cerca de aquí, explica. Llama la atención el color rojo púrpura de la sangre que resalta en la minúscula pantalla del aparato, como si la hubieran retocado para aumentar el impacto en la audiencia. Pero las fotos son reales, una pequeña documentación de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones sin resolver en el Cáucaso Norte que ella se encarga de denunciar.

Uno de ellos es el caso de la familia de Abdul Yazid, un anciano de 70 años que habló frente al Parlamento Europeo en Estrasburgo el pasado mes de junio para narrar su desgracia. Viven a las afueras de Grozny, a varios kilómetros de la capital. Su hijo mayor fue tiroteado muy cerca de su casa a sangre fría y con rumores previos infundados sobre la supuesta jefatura de su hijo del emirato de su distrito, explica el patriarca. Unos desconocidos tiraron el cadáver en el patio de la casa, lo golpearon y pisotearon, le dieron una paliza al anciano y se llevaron a su otro hijo que está en paradero desconocido desde entonces. Unos días después trajeron armas, las amontonaron en su patio y grabaron imágenes, concluye, con tristeza infinita.

Según el informe del Comisionado para los Derechos Humanos del Consejo de Europa de finales del 2009, en el Cáucaso Norte persisten las prácticas ilegales y violentas puestas en marcha por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado amparadas en la lucha antiterrorista. Desapariciones, actos de tortura, tratos degradantes, ejecuciones extrajudiciales y fabricación de procesos. “La impunidad de las fuerzas del orden en nombre de las operaciones contra la insurgencia es total”, escribe el parlamentario europeo Dick Marti, autor del informe. Los responsables políticos no hacen nada para dar trámite a las denuncias del gran número de desapariciones que la ONG Memorial cifra en 3.000, aunque Saratova aumenta la cifra hasta los 8.000. “Muchas familias no denuncian por el clima de miedo y el temor a represalias. Si tienen un familiar sospechoso de terrorismo su vida corre peligro también”, explica Saratova, que ha constatado los incendios de las viviendas de los familiares de presuntos insurgentes, las amenazas de muerte, los despidos y el acoso.

Las desapariciones han regresado con fuerza a la zona desde mayo del 2008 tras un largo periodo de relativa paz desde el fin de las hostilidades con Rusia hace ocho años. En el 2008 hubo 42 secuestros en Chechenia, pero de enero a abril del 2009 se produjeron 58 casos de este tipo no registrados, 45 de las personas retenidas fueron liberadas tras haber sido torturadas y amenazadas, de acuerdo con el informe. Todo apunta a que los secuestros fueron cometidos por el ministerio del Interior checheno. Las organizaciones de derechos humanos señalan la presencia de escuadrones de la muerte monopolizados por los kadírotze, milicias paramilitares leales al presidente checheno, Ramzan Kadírov, además de las estructuras federales rusas con silovikis (veteranos de la KGB que ocupan hoy importantes puestos en el aparato de seguridad del Estado) al mando, que escaparían al control de Moscú y que buscarían ganar galones con procesos amañados.

Los defensores de los derechos humanos en la zona trabajan con altísimo riesgo para su vidas.

Desde el verano del 2009 se vive un clima de violencia sin precedentes tanto por parte de la insurgencia como de las fuerzas del orden y su guerra sucia. La actividad de la insurgencia, conectada con Al Qaeda según las autoridades rusas, es aún mayor y los combatientes ilegales llamados también sheitan o scelerat, están más organizados, coordinados, masivos y mejor equipados técnicamente. El número de atentados con suicidas ha aumentado y en el verano del 2009 142 agentes de las fuerzas del orden murieron y 280 resultaron heridos. Se trata del periodo más sangriento en cuatro años en un momento en el que los atentados terroristas se dirigen cada vez más hacia la población civil. El conflicto se ha propagado a Ingushetia y Daguestán, y amenaza con contagiar también a otras repúblicas hasta ahora tranquilas, como Kabardino Balkaria u Osetia del Norte. En Daguestán destaca la presencia de la temida Sección 6, un departamento de lucha contra el terrorismo que se cree defensor del verdadero islam, y secuestra y tortura a los adeptos del salafismo, a los que califican de terroristas o extremistas. En Moscú el problema preocupa sobre manera, especialmente tras el doble atentado en el metro de la capital rusa que puso de manifiesto la vulnerabilidad de las fuerzas de seguridad y la supervivencia de un movimiento insurgente que creía finiquitado. Rusia finalizó el régimen especial de actividades antiterroristas en Chechenia, pero continúa con las operaciones especiales del FSB (ex KGB) en la zona para aniquiliar, en palabras del presidente, Dimitri Medvédev, a todos los terroristas islámicos que se esconden en el Cáucaso Norte. El inquilino del Kremlin ha admitido el fracaso de una lucha contra el terrorismo que encuentra grandes escollos como la corrupción, el sistema de clanes que reina aún en esta área y la ineficiencia de los órganos de poder y de las fuerzas del orden. A esto hay que añadir la deuda de sangre o vendetta para vengar la muerte de los tuyos, una práctica que permanece anclada en la tradición popular desde hace siglos, lo que complica el conflicto convirtiéndolo en un asunto de familia.

Los defensores de los derechos humanos en la zona trabajan con altísimo riesgo para su vidas, hasta el punto de que una oleada en el verano del 2009 de secuestros y asesinatos llevó a Memorial a dejar Grozni. Kheda Saratova sigue haciendo su trabajo y lo lleva a cabo con la satisfacción del deber cumplido, con la normalidad del que todo lo ha visto y se codea periódicamente con la muerte. Su despacho está forrado con fotografías de muertos, muertas en este caso, aunque retratadas en vida, sonrientes y felices. Son compañeras de viaje como Anna Politkóvskaya o Natalia Estemírova, su íntima amiga, asesinada el 15 de julio del año pasado. Ya quedan pocas defensoras de los derechos humanos con vida, afirma sin temblarle la voz, con una mirada profunda y valiente, mientras guarda el móvil de los horrores.

http://fp-es.org/guerra-sucia-en-el...

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