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Algunos de los históricos objetivos de la guerra de Afganistán son ocultados con eficacia por los gobiernos de la OTAN

Batalla por la hegemonía mundial

Batalla por la hegemonía mundial

Batalla por la hegemonía mundial

Ver artículo original en www.nazaninamirian.es (ilustración de Mikel Jaso para el diario Público)

“Afganistán es
la única llave de acceso
a toda Asia Central
para las compañías
occidentales de energía”


“El pueblo afgano
ha sido la gran
víctima de este
plan geoestratégico
y económico”

El objetivo de los ejércitos
de una treintena de países
al invadir y ocupar Afganistán
no ha sido ni proporcionar
el bienestar a
sus sufridas gentes, como afirman
unos, ni la lucha contra el terrorismo
para garantizar la paz mundial, como
señalan otros. Las falsedades sobre
Irak nos invitan a buscar las otras razones
para agredir al país centroasiático

y saber por qué Afganistán se va a convertir
en la prioridad de la política exterior
de la Administración Obama.

Sin rodeos, son dos las principales
razones por las que la milenaria Ariana,
la Tierra de los Arios, sea hoy el
enclave más importante en la lucha
de las superpotencias para hacerse
con la hegemonía mundial. Primero,
su posición estratégica: este peculiar
“Estado tapón” comparte fronteras
con China, las repúblicas ex soviéticas,
Pakistán e Irán. Y segundo,
Afganistán es la única llave de acceso
a toda Asia Central para las compañías
occidentales de energía, impacientes
por echar mano a los 236
billones de metros cúbicos de gas [1] y
los 160 millones de barriles de petróleo
que esconde en su seno. Instaladas
ya en esta región tras la caída de
la URSS y, sobre todo, tras los criminales
atentados del 11-S, estas multinacionales,
de paso, querrán hacerse
con la tercera reserva de uranio del
mundo –ubicada en Kazajstán–, con
la reserva de oro de Kirguizistán y con
los 115 billones de barriles de crudo
de la cuenca caspia. Hacer realidad
este sueño significa poseer el control
casi absoluto sobre los mercados de
todo el planeta. Claro que antes habría
que dominar dichos recursos y
luego transportarlos desde una zona
que presenta un grave problema: no
tiene salida al mar. Es así como aparece
la “solución afgana”, un país sin
Estado y huérfano que se convierte
en la ruta obligatoria de tránsito de
dichos productos hacia aguas libres.

Manos a la obra, en octubre de
1995, la Central Asia Gas (Centgas)
–filial de la norteamericana Unocal–
y el Gobierno de Turkmenistán firmaron
un acuerdo para construir el gasoducto
que atravesará Afganistán y
llegará al puerto paquistaní de Karachi,
a orillas del Mar Arábigo.

El 4 de diciembre de 1983, una delegación
talibán había sido recibida por el
presidente de EEUU Ronald Reagan,
quien se negó a pagarles los cien millones
de dólares por año que pedían
por el peaje. Tiempo después se decidió
poner fin a la existencia de esta
pandilla de criminales dando luz verde
a los medios de comunicación para
emitir imágenes de lapidaciones y
demás barbaridades, con el fin de que
la opinión pública legitimara una intervención
para “liberar a las mujeres
afganas del burka y al mundo del
terrorismo”, deshaciéndose así de unos
colaboradores ineptos y poco fiables.

Para los socios de la OTAN, aquella
agresión iba a ser una oportunidad
única de implantarse en el suelo de
Asia central. Así, en 2002 las compañías
norteamericanas firmaron el
Acuerdo de Ashgabat, por el que se
puso en marcha la construcción del
oleoducto turkmeno-afgano-paquistaní,
que deberá estar terminado antes
de 2010. Con ello, EEUU podría diversificar
sus fuentes de energía, romper
el monopolio ruso sobre los yacimientos
y el transporte de petróleo
y gas de la región, impedir cualquier
posibilidad de reunificación euroasiática
bajo el paraguas de Moscú y frenar
el desarrollo de la economía China,
país en cuya frontera común con
Afganistán ya ha instalado una base
militar, al igual que en los límites que
comparte este país con Irán.
Por su parte, India ha conseguido
hacerse con un acuerdo petrolífero
con Kazajstán y un asentamiento militar
en Tayikistán. El principal perdedor
de este juego ha sido Pakistán,
bastión de los talibanes que, sin ser
recompensado por los servicios en
la “guerra contra el terror”, ha visto
burlada su soberanía por las operaciones
no autorizadas de la OTAN en
sus territorios.

Pero ha sido el pueblo afgano la
gran víctima de este plan geoestratégico
y económico: cerca de un millón
de muertos, unos tres millones de
mutilados, cinco millones de refugiados
y un país entero aplastado a
causa del uso indiscriminado de todo
tipo de armas de destrucción masiva,
incluido el uranio empobrecido.
El presupuesto, que iba a ser el Plan
Marshall para Afganistán, en parte se
ha esfumado y en parte ha sido destinado
a la construcción de infamias,
como un lujoso hotel en Kabul o los
ingentes sueldos de los occidentales,
que cobran unos 200 veces más que
uno local por el mismo trabajo.

El presidente del país, Hamid Karzai
–un ex consultor de la petrolera
estadounidense Unocal–, gobierna
el primer narco estado del planeta,
que abastece el 92% del mercado de
opio y heroína. Su probable sucesor,
Zulmay Khalilzad, es un afgano-estadounidense,
pastún y sunní, también
ex asesor de Unocal y actual embajador
de Washington ante la ONU. Antes
de marcharse, Karzai dejará claro
que Afganistán, hoy, no es más que
una colonia.

Tratado de Shangai contra la OTAN

Sin embargo, los primeros sueños
teñidos de fuel y de poder se desvanecen
en el profundo descontento
de los ciudadanos afganos que servirá
para engrosar las filas de los insurgentes,
y sobre todo por las gestiones
de la Organización de Cooperación
de Shanghai (OCS), constituida
en 2001 y formada por China,
Rusia y las repúblicas de Asia central
(Tayikistán, Kazajstán, Kirguizistán
y Uzbekistán); India, Irán y Pakistán
como miembros observadores;
y la perspectiva de integrarse Brasil
y Venezuela.

¡Casi nada! Un pacto económico,
político y militar que, tras crear
la Estructura Regional Antiterrorista
(RATS), ha pedido a EEUU
un calendario de retirada de la región.
Las presiones de Uzbekistán a
Washington para que desmantele
su base en Janabad han sido recompensadas
por Moscú permitiendo
su ingreso en el mercado libre de la
Comunidad Económica Euroasiática.
Desde Kirguizistán, el presidente
Bakíyev estudia despedir a los militares
de la OTAN alojados en la base
de Manás.

Y en cuanto al codiciado gas, la
china National Petroleum Corporation
acaba de construir un gran gasoducto
que nace en Turkmenistán
y termina en su territorio... dejando
claro que los forasteros ya no tienen
nada que hacer en Afganistán, aunque
lo llenen de soldados.

Nazanín Amirian [2], iraní afincada en España, es Profesora de Ciencias Políticas en la UNED.


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[1Nota de insumissia: Ver mapa de la producción mundial de gas natural (fuente: wikimedia) No confudir este concepto con «reservas estimadas»


[2Nazanín Amirian salió de Irán en 1983 por motivos políticos y llegó a España, donde fijó su residencia en Barcelona, de forma accidental. «Según las normas internacionales, hay que pedir asilo político en el primer país democrático que uno pisa», comenta.

Licenciada en Ciencias Políticas y profesora-tutora en la UNED es una de las voces de referencia en nuestro país en temas relacionados con el Golfo Pérsico. A través de una docena de libros, trata de dar a conocer «el verdadero Irán, que tiene poco que ver con el que ven en los medios de comunicación«, afirma. Recientementeha abierto un blog»para que la comunicación sea más fluida».

RADIOGRAFÍA:
Una palabra: Paz.
Una manía: Contar las estrellas.
Un logro: ¡Sobrevivir a una guerra y al exilio!
Un lugar: La montaña.
Un maestro: Karl Marx.
Admira: La generosidad.
Aborrece: El egoísmo.
Olvida: Las fechas.
Recuerda: A mis seres queridos.
Un sueño: Pan parta todos.
Una pesadilla: La violencia.
Una virtud: Saber olvidar.
Un vicio: ¡Tomar mucho té!

  • 3 de diciembre de 2008 12:26, por Alberto

    Editar lo de que en 1997 Ronald Reagan era presidente por favor.

    • 3 de diciembre de 2008 13:54, por insumissia

      Gracias por la observación. Nos aclara la autora que se ha tratado de una errata en el año. Editamos añadiendo la foto que lo ratifica.

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