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Análisis: tropas norteamericanas en Paraguay

EE UU en la triple frontera

EE UU en la triple frontera

Diagonal

Robert Matthews

Robert Matthews, analista de asuntos internacionales y colaborador del Seminario de Investigación para la Paz (Zaragoza), repasa el aumento de tropas estadounidenses en Paraguay así como los intereses del Pentágono en la zona de la triple frontera.

RÍO PARANÁ. Marines estadounidenses realizan unas prácticas de tiro junto con el Ejército paraguayo cerca de Asunción.
El rumor desatado en 2005 sobre la inminente instalación de una base militar de los EE UU en el área de la triple frontera entre Paraguay, Brasil y Argentina provocó una intensa y polémica respuesta en América Latina. Ahora parece haber sido algo parecido a una tempestad en un vaso de agua. Pero merece la pena hacer una retrospectiva.

En mayo de 2005, EE UU y Paraguay firmaron un acuerdo que permitía a personal militar de los EE UU entrenar, trabajar y actuar en diferentes regiones del país durante un periodo de 18 meses. Se concedió a EE UU el derecho de realizar una serie de 13 maniobras militares en la base aérea Mariscal Estigarribia, lo que se produjo entre los meses de julio de 2005 y diciembre de 2006. El Gobierno de Nicanor Duarte también pactó inmunidad diplomática para proteger a los soldados estadounidenses de posibles acusaciones domésticas o internacionales por crímenes cometidos durante su estancia en el país, algo que ningún otro gobierno latinoamericano aceptó. Muchos observadores regionales no tardaron en expresar su convencimiento de que estos acontecimientos señalaban la primera fase de un plan de EE UU para construir una base militar en Paraguay, con el objetivo de transformar el país en un ‘nuevo Panamá’.

EE UU negó enérgicamente la intención de establecerse como una presencia militar permanente en Paraguay, pero la reacción en Latinoamérica continuó siendo de escepticismo. Los observadores mencionaron, por ejemplo, que el Pentágono minimizó la importancia de la construcción de una base de 80 millones de dólares en Manta, Ecuador. La que una vez fue descrita como un solar arcaico que funcionaría como base meteorológica pronto se convirtió en una base militar de primer orden con tareas de alta seguridad, como controlar el tráfico de drogas y la actividad de la insurgencia en el área. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha prometido cerrar la base de Manta en 2009.

Intervencionismo

Los críticos de la creciente presencia militar estadounidense en Paraguay sin duda han tenido en cuenta la lista de intervenciones de Washington contra aquellos que han desafiado su política económica neoliberal. Se puede citar su apoyo al golpe de Estado contra Chávez en 2002, su implicación directa en el derrocamiento de Jean Bertrand Aristide en Haití, así como sus amenazas en 2002 de cortar el suministro de ayudas a Bolivia si Evo Morales era elegido. La existencia en la actualidad de un eje anti EE UU entre La Habana y Caracas (con tangentes en Nicaragua y Ecuador) elevó las posibilidades de intimidación militar, si no de una intervención en Bolivia.

Pero en segundo lugar, esta respuesta alarmista frente a las motivaciones de los EE UU ha sido tal vez un reflejo de la militarización de la política latinoamericana de la Administración Bush. Analistas militares de Uruguay y Bolivia sostienen que la amenaza del terrorismo ha sido utilizada como excusa para la intervención militar y la monopolización de los recursos naturales.

Tras los ataques del 11-S, la política exterior de los EE UU se ha convertido en una de las más militarizadas del mundo desde la II Guerra Mundial. En términos de gasto, el presupuesto del Pentágono, que alcanza los 440.000 millones de dólares en 2007, no tiene precedentes. De hecho, el alcance global de los EE UU no es tanto el de un imperio en sentido clásico, sino más bien el de una fortaleza global. Pero toda esta presencia militar muestra lo que hace a la hegemonía estadounidense única: son capaces de mantener una presencia global como ningún país en la historia ha conseguido, pero sin ningún control formal sobre grandes extensiones de tierra o centros de población.

Sobre Latinoamérica, la Administración Bush ha mantenido siempre que la triple frontera es una fuente de terrorismo internacional. Incluso hoy, cuando no existe prueba alguna de la presencia de al-Qaeda, los EE UU insisten en que desde allí se juntan y lavan fondos para grupos terroristas. Aunque no parece que haya intentos de establecer otra base norteamericana en el Cono Sur, la influencia del Ejército de los EE UU en Colombia sigue siendo fuerte.

Por ahora el impulso expansionista del Pentágono está siendo contenido en la región de la triple frontera. De todos modos, la ayuda militar a los países de este hemisferio dobla hoy la cantidad de ayuda económica prestada, mientras que en los años ‘90 sucedía a la inversa. Actualmente hay pocos signos que indiquen un cambio en la obsesión de los EE UU con las soluciones militares para problemas globales (desde la “guerra global contra el terror” hasta las aventuras militares fallidas en Iraq o Afganistán). Los latinoamericanos tendrán que permanecer alerta ante estas circunstancias para defender la soberanía de la región.

Alternativa Antimilitarista - Moc
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