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Tráfico de armas talibán en «zona española»

Tráfico de armas talibán en «zona española»

Los talibanes venden misiles y otras armas en territorio asignado a la
Brilat
04/09/2005

La Voz entra en el mercado de armas de Shiwan, en el distrito Bala
Buluk, tomado por los rebeldes

Los ataques contra las tropas y las oenegés se pagan con dinero paquistaní.

Fará se convierte en el quebradero de cabeza del contingente español

LA VOZ DE GALICIA

«No os engañéis. Aquí el 90% de la población es talibán o seguidora de
Gulbuddin Hekmatyar, que ahora viene a ser lo mismo. Así que, en cuanto
entremos en Shiwan, no digáis nada, no habléis inglés y no os separéis
de nosotros. Y no saquéis la cámara de fotos si no queréis que nos maten
a todos».

G., un antiguo alto mando del Ejército afgano que ahora trabaja para
Naciones Unidas por sus contactos en la zona, nos mira muy serio
mientras entramos en su coche. «Creo que todo irá bien. Vestidos así,
como afganos, parecéis del valle del Panshir», dice nuestro anfitrión
mientras indica a nuestra escolta -dos antiguos comandantes talibanes de
la zona- que abran la marcha hacia Shiwan.

Estamos en el distrito de Bala Buluk, corazón de la provincia afgana de
Fará, una de las cuatro cuya seguridad estará en manos de la Brilat
durante las elecciones del próximo 18 de septiembre. Si hay un epicentro
para las preocupaciones de los mandos del contingente español, éste
debería ser Bala Buluk.

Aquí la mayor parte de la población pertenece a la tribu de los
pasthunes durranis, que forman el núcleo duro del movimiento talibán.
Por las montañas de este distrito, que en ocasiones patrulla la Brilat,
campan a sus anchas grupos armados de talibanes. El bandidaje es
continuo y en los últimos meses se han producido varios secuestros. Ni
la policía ni el Ejército afgano se atreven a entrar en la zona.

En Shiwan, una pequeña población en medio del desierto, los martes y los
viernes se celebra un mercadillo donde se puede comprar opio y todo tipo
de armas. Desde un fusil Kalashnikov hasta un misil tierra-aire capaz de
derribar un avión. Por eso estamos aquí. Para ver el mercado.

Peligros

«Hay varios tipos de misiles, pero a mí los que más me preocupan son los
misiles norteamericanos Stinger», dice G.. Los Stinger son la
materialización de cómo la política que Estados Unidos llevó a cabo en
Afganistán en el pasado se está volviendo ahora en su contra.

En los
ochenta, en plena lucha de los afganos contra la invasión soviética, la
CIA distribuyó centenares de estos misiles entre los guerrilleros
muyahidín. Era un arma ligera, portátil, fácil de usar e ideal para
abatir los helicópteros y los aviones soviéticos. En Fará, donde la
resistencia contra la ocupación era muy fuerte, se distribuyeron
centenares. Muchos de ellos están ahora en manos de los talibanes.

«Conozco a un mulá, el mulá Faqhir, del distrito de Anardará, que tiene
al menos diez», comenta G. «Irán envía regularmente agentes a comprar
misiles aquí, a Bala Buluk. La mayoría de los que han vendido lo han
hecho a los iraníes», dice un comandante de la zona. Estados Unidos ha
subido la apuesta y ahora paga 200.000 dólares por unidad, pero la gente
no se fía. «Conozco a uno que quiso venderles a los norteamericanos. Le
dijeron que fuera para su base, pero él, como no tenía garantías de
seguridad, envió a un emisario. Los soldados detuvieron al
intermediario. Ya no se supo más del tipo ni de su misil. Si quieres
recuperar esas armas no puedes hacer ese tipo de cosas», dice este
miliciano. El bazar, a unos cuantos metros de la escuela, no es más que
una sucesión de tiendas en medio del polvo del desierto. Los
comerciantes se esconden del sol impenitente bajo la sombra de sus
toldos. Huele a comida y a la sangre de los animales que se matan ahí
mismo siguiendo el ritual islámico, dejándolos desangrarse.

El opio está
expuesto al público. Preguntamos al vendedor por el precio. «120 dólares
el kilo», contesta. Es tan barato porque se planta aquí mismo, en el
distrito de Bala Buluk. En unos meses esta zona estará plagada de
ampolas de adormidera. Las semillas, que también se pueden comprar en el
mercado, no cuestan más de 6 dólares el kilo. Las armas no están a la
vista. En el mercado se hace el contacto y la negociación se sigue en
una casa.

Según fuentes locales hay a la venta unos 2.000 fusiles
Kalashnikov, unos 300 rifles de francotirador, cientos de lanzagranadas
RPG, muchos cañones antitanque y varias decenas de misiles antiaéreos.
El mercado de Shiwan es un peligro no sólo porque tenga armas para
nutrir a un pequeño ejército, sino porque el desencanto de este distrito
y su agresividad hacia el Gobierno y las tropas internacionales amenaza
con crear un foco de resistencia en plena zona de responsabilidad de la
Brilat.

«La gente está muy descontenta por la detención por parte de los
americanos del mulá Sultán. Al fin y al cabo, había sido elegido por la
Shura (el consejo) de la ciudad. ¿No dicen los americanos que quieren
darnos la democracia? Pues nosotros le elegimos a él», cuenta uno de
nuestros guardaespaldas que, además de antiguo comandante talibán, es el
mulá de la madraza de la ciudad. «Shiwan es ahora una olla a presión y
hay además gente interesada en que explote. Está entrando dinero
paquistaní a la zona, dinero para pagar ataques contra las tropas, las
fuerzas del Gobierno y sobre todo las oenegés», cuenta un militar afgano.

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