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Documental «La pesadilla de Darwin»: viaje a los infiernos de la globalización en África

Documental «La pesadilla de Darwin»: viaje a los infiernos de la globalización en África

La pesadilla de Darwin: los desastres de la globalización

"Dale un pez a un hombre y comerá un día.
Enséñale a pescar y ..."

En su obra «El origen de las especies» (1850), Charles Darwin concluía que de no existir en los ecosistemas un equilibrio entre la supervivencia de unas especies a costa de otras y la posibilidad de que todas ellas prosperen, no es posible un futuro para ninguna, ni siquiera las más fuertes.

Para el documentalista austriaco Hubert Sauper, lo que ha pasado en los últimos años en el Lago Victoria, el mayor de África, constituye la perversión de los postulados expuestos por el naturalista decimonónico, y el principio de una escalada de degradación que termina por recalar a orillas de los espectadores que se atrevan a sufrir esta espeluznante y magnífica película.

La pesadilla de Darwin, muestra el caos ecológico y humano provocado en Tanzania por la cría intensiva de peces destinados al mercado europeo, el tráfico de armas, la violencia y la prostitución que están sumiendo a África en un desastre anunciado. El documental lleva meses en gira triunfal de recogida de premios en festivales de todo el mundo.

El filme, coproducido entre Austria, Francia y Bélgica, fue realizado en el 2004 en la región de los grandes lagos de África Central, concretamente en el lago Victoria, en Tanzania, «cuna de la humanidad». En palabras de la empresa productora, se trata de «una historia de personas atrapadas entre el Norte y el Sur, una historia de pescado y globalización». Este documental excepcional «observa los efectos aberrantes de un sistema económico que fuerza a los negros a pasar hambre para que los blancos puedan alimentarse», en palabras del periodista francés Jean-Marc Lalanne, de la revista Les Inrockuptibles.

A 50 toneladas de filetes de blanco pescado por avión destino al Primer Mundo, casi nadie está libre de no haber comido alguna vez un pescado que se vende en las pescaderías como «mero». Los filetes de «mero» no son los de otra especie que la de la perca del Nilo protagonista de La pesadilla de Darwin. Cada uno de nosotros contribuimos comiendo filetes de «mero» a la realidad que se narra en esta paradoja mortal de la que somos responsables.

Este film, considerado el mejor documental europeo del 2004, empieza con la sombra de gigantescos aviones atravesando el lago Victoria, el lago tropical más grande del mundo, -de 68.000 km2, dos veces la superficie de Cataluña. El ruido ensordecer de los motores de los aviones de carga acompaña a los centenares de miles de pescadores que diariamente faenan entre redes las aguas del lago a la caza de la inmensa perca del Nilo. En los años 50 y casi clandestinamente, un funcionario colonial relacionado con el departamento de pesca, introdujo esta especie en el lago Victoria que resultó ser un gigantesco y voraz depredador. A lo largo de miles de años, los diferentes géneros de peces de las más de 300 especies endémicas de cíclidos catalogadas, se habían especializado en los diferentes nichos ecológicos del inmenso lago, muchos de ellos ciclando los detritos manteniendo el equilibrio natural y la salud de las aguas. Años después, la perca se ha multiplicado rápidamente, ha extinguido a más de 210 especies de cíclidos provocando la multiplicación de algas, la creciente eutrofización y la consiguiente anoxia en las profundidades del lago. Pero La pesadilla de Darwin no termina aquí; la perca se ha convertido en la especie más capturada, impulsando el florecimiento de una industria privada de procesado y comercialización de filetes destinados, exclusivamente, a la exportación hacia mercados extranjeros. En el año 1970 el volumen de pescado capturado de otras especies ascendía a 100.000 toneladas, veinte años después el volumen de perca capturada alcanzaba las 325.000 toneladas, representando el 65% del volumen total de pesca.

Hubert Saupert deja hablar a los protagonistas del film. A través de miradas tuertas de impotencia de secadoras de cabezas de perca llenas de gusanos, canciones de jóvenes tanzanesas prostitutas de pilotos comerciales y gritos de peleas entre niños de la calle por algo de arroz o de cola para esnifar (que ellos mismo fabrican quemando los embalajes sobrantes en los que se envasan los filetes de perca que salen camino de Europa), Saupert explica la desgarradora situación de 25 millones de personas que viven en los alrededores del lago, más de la mitad de las cuales se encuentra en situación de desnutrición. Mientras en un bar de pescadores la televisión recuenta los sacos de harina y arroz de donaciones de ayuda internacional que aterrizan para combatir las hambrunas que azotan el país, la exportación anual de perca entre los tres países que se reparten el lago Victoria (Uganda 43%, Tanzania 51% y Kenya 6%) asciende a los 72 millones de kg (datos del 2002). La comunidad local no se pueden permitir ni tan siquiera comprar el pescado que ellos mismos han pescado o que han ayudado procesar. Se limitan a consumir los desperdicios de la industria procesadora y las espinas.

En España el consumo semanal de perca se sitúa cerca de las 150 toneladas y, cada día, dos millones de personas del mundo rico comemos perca del Nilo probablemente sin saberlo, pensando que es filete de un pez inofensivo. Esta cantidad de pescado que comemos en el Primer Mundo cubriría las necesidades básicas de proteina de una tercera parte de la población desnutrida de los alrededores del lago. Un antiguo profesor de escuela reconvertido a pescador no duda en su respuesta enfrentado a la brutalidad con que el mundo desarrollado somete a estas comunidades: «es la ley de la selva, el más fuerte se queda con los recursos y, está claro, que el europeo es más fuerte que el africano».

No es hasta que el espectador está completamente inmerso en el brutal expolio de las comunidades a las orillas del lago Victoria que Sauper empieza a estirar el hilo de la sorpresa deplorable que nos depara la segunda mitad del film. Mientras un pescador mira a su hijo cómo con los brazos extendidos imita el ruido de un motor de avión, comenta que se sentiría orgulloso que su hijo fuera uno de esos pilotos que transportan pescado a Europa. «Y podría traer muchas cosas de Europa... Podría traer... cosas.» La mirada perdida y el silencio interrogante a modo de respuesta. Las respuestas esquivas de los pilotos comerciales de la antigua Unión Soviética cuando se les pregunta qué mercancía descargan cuando aterrizan hacen temer lo peor.

Éste es uno de los elementos centrales del documental. Y es que Sauper logra demostrar que estos aviones fletados con el fin de llevar ayuda a sitios como Ruanda, tras la fachada humanitaria, en realidad transportan armas de contrabando a las numerosas guerras africanas y vuelven a Europa con toneladas de pescado. Negocio redondo. «En 1977 fui testigo por primera vez de la extraña yuxtaposición de dos aviones gigantes, ambos llenos a reventar de comida. El primer avión de carga traía 45 toneladas de guisantes amarillos provenientes de EEUU para alimentar a los refugiados en los campos cercanos de la ONU. El segundo avión se llevaba a la Unión Europea 50 toneladas de pescado fresco. Conocí a los pilotos rusos y nos hicimos ‘camarada’. Pero pronto resultó que los aviones de rescate con guisantes amarillos también transportaban armas hacia la misma dirección, de manera que los mismos refugiados que se estaban beneficiando de los guisantes amarillos podían ser disparados más tarde durante las noches».

La «cuna de la humanidad» es hoy el «corazón de las tinieblas»

El director argumenta que «es increible que allí donde un materia prima es descubierta, los habitantes de las comunidades locales mueren en la miseria, sus hijos se convierten en soldados y sus hijas en sirvientas o prostitutas. Escuchar y ver una y otra vez las mismas historias me pone enfermo. Después de centenares de años de esclavitud y colonialismo en África, la globalización de los mercados africanos es la tercera y más aniquiladora forma de humillación para la gente de este continente. La arrogancia de los países ricos hacia el Tercer mundo (que representan 3/4 partes de la humanidad) está creando inconmensurables peligros futuros para todos».

Recordando a Conrad, Sauper compara esa región de África asolada por guerras civiles, hambrunas y epidemias con «el auténtico corazón de las tinieblas». El éxito en la adaptación del pez a su entorno le sirve de «irónica y terrorífica alegoría del nuevo orden mundial». Pescadores, obreros, pandilleros, prostitutas, pilotos rusos, políticos africanos, industriales, enfermes de SIDA, pastores que se niegan a recomendar el uso del condón sus fieles, y comisarios europeos son los actores de un drama que va más allá de las fronteras de África.

Cómo se hizo

Los medios para rodar este documental filmado de manera sobria y despojada de efectismos han sido mínimos. En la mayoría de las ocasiones tan solo estaban presentes Hubert Sauper y su colaborador Sandor Rieder. Para rodar en un lugar como Tanzania tuvieron que hacerse pasar por todo tipo de personas menos cineastas. Para viajar en los aviones de carga se identificaron como pilotos, en los poblados los confundían con misioneros, y en las fábricas de pescado pensaban que eran inspectores de sanidad pertenecientes a la Unión Europea. Fueron empresarios australianos en los bares de los hoteles e inofensivos mochileros que hacían fotos en los montes de África. La policía y los militares los detuvieron en varias ocasiones, llegando a ser acusados de rodar una película porno. Parte del presupuesto del documental fue destinado a pagar las correspondientes multas y fianzas.

La pesadilla de Darwin ha ganado, entre otros, el Premio del Mejor Documental Europeo en París, el Premio Europa del Festival de Venecia, Mejor Filme del Festival de Copenhague, premio ARTE y el Gran Premio del Festival de Friburgo, además de diversos galardones en Montreal, Toronto y Belfort.

Actua

La pesadilla de Darwin es un film crudo, lleno de detalles y aderezado con una extraña mezcla de la resignación y la dignidad que destilan los protagonistas entrevistados, a los que el director consigue acercarse con asombrosa facilidad. Consigue estar lo suficientemente cerca de pilotos, políticos y propietarios de fábricas procesadoras de filetes para mostrarlos no como villanos sino simplemente como personas que intentan sobrevivir. Precisamente esto es lo que hace el visionado del film más revelador: permite experimentar la brutalidad de las injusticias desde múltiples ángulos con personas «normales», cercanas como protagonistas. Y revelador; después de la dureza de estos 107 minutos, difícilmente alguien puede quedarse sin reaccionar. No es este un documental cómodo, y no solo por las escalofriantes imágenes que contiene (esos niños hurgando en montañas de espinas podridas, esos peces putrefactos colgando de estacas de madera), sino por su contundente moraleja: la tan publicitada globalización necesita alimentarse del hambre y la muerte de aquellos que no tienen recursos para sobrevivir. Somos como la perca del Nilo, monstruos sin alma que cierran los ojos para no ver a quién devoran.

En Francia hay una campaña de boicot contra la perca del Nilo procedente del Lago Victoria. En España, diversas entidades advierten de la pesadilla que supone la alimentación global con la campaña No te comas el mundo, una propuesta destinada a promover el reconocimiento de la deuda ecológica y la exigencia del derecho a la soberanía alimentaria de todos los ciudadanos.


Ficha técnica

Director: Hubert Sauper
Colaboración artística: Snador Rieder y Nick Flynn
Guión: Hubert Sauper
Montaje: Demose Vindevolgel
País: Francia, Austria, Bélgica
Título original: Darwin’s Nightmare
Categoría: Documental
Productora: Mille et une productions, Coop99 Film Produktion, Saga Films
Duración: 107 m
Año de Producción: 2004
Web oficial: http://www.coop99.at/darwins-nightmare/

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