casco insumissia fusil roto
x
casco insumissia fusil roto

Para ponerse en contacto con nosotr@s envíanos un email a noticias @ antimilitaristas.org.

Exclusiva para Tortuga.

Wallajeh: una breve historia de la colonización judía de ahora y de siempre

Wallajeh: una breve historia de la colonización judía de ahora y de siempre

Dr. Meir Margalit, Comité israelí contra la demolición de viviendas (1)

La mañana del martes 18 de enero de 2005, fuerzas de seguridad acompañadas de inspectores del Ministerio del Interior y del ayuntamiento de Jerusalén, llevaron a cabo una redada en el pueblo de Wallajeh, lo declararon área militar cerrada y emprendieron una operación de hostigamiento y destrucción. Tras cuatro horas de devastación, cinco edificios y siete corrales y establos quedaron reducidos a escombros. Para los residentes de Wallajeh el asalto no era una novedad. La actividad militar previa les había llevado a la certeza de que los buldozers no tardarían en volver y emprender una nueva oleada de demoliciones. Los habitantes de Wallajeh -un pueblo de agricultores a medio camino entre Jerusalén y Beit Jallah- están familiarizados con el sufrimiento. En 1948 fueron expulsados de sus tierras y asentados en una colina que dominaba lo que quedaba de su pueblo -actual emplazamiento del Zoo Bíblico. A principios de los 80, la calma relativa que había caracterizado la vida del pueblo quedó destruida cuando las autoridades se dieron cuenta de que la mitad del pueblo se encuentra dentro de la jurisdicción de Jerusalén: hasta ese momento se había considerado parte del distrito de Belén.

Un abogado avispado lo descubrió al presentar una demanda contra la demolición de una casa por la Administración Civil. Al estudiar la demanda -basada en que la Administración carece de potestad jurídica para demoler la casa por encontrarse en territorio israelí- resultó que al concluir los enfrentamientos bélicos de 1967, cuando se estudiaron y cartografiaron las lindes fronterizas de Jerusalén, el pueblo fue dividido accidentalmente en dos. La parte occidental quedó bajo jurisdicción de Jerusalén. El ayuntamiento, desconocedor de este extremo hasta principios de los 80, transformó la otra mitad del pueblo en “parte integrante de la ciudad reunificada”, pero no proporcionó a sus ciudadanos los servicios municipales correspondientes, aduciendo la imposibilidad de conectar el pueblo con la ciudad. Y aunque el sistema legal confirmó que el territorio se encuentra dentro de las fronteras nacionales, el Ministerio del Interior se negó a proporcionar a sus habitantes los correspondientes documentos de identidad de Israel. La situación resultante era bien extraña: se había anexionado la tierra pero no sus habitantes. Era la primera vez que se producía una circunstancia en la que los residentes de un territorio que es parte del estado de Israel no están inscritos en el censo y hasta el día de hoy siguen con documentos de identidad de los Territorios Ocupados.
Es difícil perturbar a los vecinos de Wallajeh, aunque reconocen que hasta ahora no tenían experiencia de intimidaciones tan extremas.

Unas veinte construcciones han sido demolidas en los años recientes y se han emitido órdenes de demolición para otras treinta -hasta el momento estas órdenes permanecen en suspenso en razón de un proceso legal que requiere la redacción de un proyecto de ordenamiento urbanístico del pueblo. En este maltratado pueblo de unos 2000 habitantes casi todas las casas se encuentran bajo amenaza de demolición. La razón o excusa para ello es la falta de permisos de construcción, o lo que es lo mismo, la construcción ilegal. En la práctica los vecinos de Wallajeh se encuentran en una situación imposible -no pueden obtener permisos de construcción porque no existe un plan urbanístico. Ante tan paradójica tesitura, los residentes siguieron adelante y construyeron sin permiso, impulsados por la necesidad o, como señalan, creyendo que existe una ley más imperativa que la Ley de Planificación y Construcción: la Ley de Vida que asigna a todas las personas el deber moral de construir una casa para sus hijos. De este modo, en el curso de los años nuevas construcciones se fueron desparramando hacia el Oeste, desde el núcleo del pueblo hacia la sección de Wallajeh que corresponde a Jerusalén, en la que quedan reservas de suelo pertenecientes al pueblo.

Se trata de algo más que una historia de demolición de viviendas. El Estado de Israel ha puesto sus ojos en el pueblo y desde hace casi un año sus fuerzas de seguridad han estado día y noche hostigando a los vecinos valiéndose de la circunstancia de que tienen documento de identidad de los Territorios Ocupados. Agentes de la policía de fronteras asaltaron las casas acusando a los ocupantes de cargos falsos como, por ejemplo, “presencia ilegal en el territorio de Israel”. Los hombres se ven sometidos a arrestos, juicios, multas y luego se les traslada al lado palestino del puesto de control. Huelga decir que acto seguido retornan a casa y el guión vuelve a ponerse en marcha una y otra vez. Los vecinos dirigieron hace poco una petición al tribunal para que emitiera una orden judicial prohibiendo al Estado el hostigamiento de los residentes por no estar provistos de documentos de identidad de Israel. Pero, acto seguido, las fuerzas de seguridad cambiaron de táctica y se dedicaron a confiscar coches, incluyendo el único autobús del pueblo, arguyendo que estaban circulando en territorio israelí sin permiso. Varios residentes han confirmado que después de cada ataque o demolición reciben una llamada anónima de un hombre con acento árabe que les propone comprar su terreno. Piensan que se trata de un “agente de paja” que trabaja para una oficina gubernamental o para alguna asociación de colonos interesada en hacerse con las tierras del pueblo.

El sentido del hostigamiento tiene que ver con un plan, dado a conocer hace un año, para construir un nuevo asentamiento judío, que ocuparía unos 3000 dunams (2) y en los que se edificarían 13.500 viviendas, en ese emplazamiento. El nuevo asentamiento, bajo la inocua denominación de Givat Yael, tiene la finalidad de constituir un punto de enlace de Jerusalén con Gush Etzion, estableciendo la contigüidad territorial entre ambos. El plan muestra que las primeras transacciones de compra de tierras fueron realizadas hace una década por una filial de Keren Kayemet (3), pero se mantuvieron en secreto hasta hace poco. Los vecinos de Wallajeh han tenido noticias de vagos rumores sobre la venta de tierras del pueblo utilizando documentos falsificados, un asunto que ha desencadenado una oleada de disputas y abocado a la expulsión del pueblo de una familia y al asesinato de uno de sus miembros. El Estado tenía claro que, dado el embrollo legal, gran parte del plan no tenía posibilidades de llegar a buen término. Justo en ese momento fue rescatada de un cajón polvoriento la Ley de Propiedades de Ausentes, como último recurso para hacerse con la titularidad de la tierra del pueblo.

Esta es la razón por la que el Estado se aplica tan metódicamente a la tarea de demoler cada una de las viviendas construidas en la parte israelí de Wallajeh, la razón por la que se niega a proporcionar a los vecinos el permiso de residencia y por la que los detiene aduciendo la ilegalidad de su presencia en territorio israelí. Efectivamente, su presencia en territorio israelí desbarata la posibilidad de que la tierra pueda ser declarada como propiedad de ausentes. Esa tierra sólo puede ser obtenida en un largo y costoso proceso de expropiación que no siempre supera el examen del Tribunal Supremo. De modo que el pueblo está en el punto de mira del Ministerio del Interior y la secuencia de hostigamiento se ha intensificado el pasado año, en el momento justo en que terminó la fase de planificación y el Estado quiso iniciar la fase de construcción. Así pues, su presencia en territorio israelí obstaculiza el desarrollo de todo el programa y el Estado está desplegando un esfuerzo concertado para liberar la tierra de sus residentes con miras a poder declararla como propiedad de ausentes y en consecuencia asumir el control.

Los acontecimientos que se suceden en Wallajeh resumen la historia entera de la colonización sionista, la apropiación de la tierra, las dudosas transacciones de compraventa mediante documentos falsificados, la denegación de derechos básicos, la persecución de los ciudadanos, los atentados al derecho de propiedad, la confiscación de equipamiento y el desprecio del sistema legal. Y para completar la secuencia, el muro, que amenaza con transformar al pueblo en un ghetto y separar a los vecinos de su tierra. La vida en Wallajeh transcurría en una relativa calma hasta que el “nuevo vecino” se dispuso a hacer la mudanza, es decir, hasta que el Estado decidió edificar un vecindario judío a su lado. Los asentamientos judíos llevan consigo hostigamiento, persecución, acoso y humillación. También en este caso la lucha por el espacio territorial ha llevado a pisotear los derechos humanos. Desde sus inicios, el proyecto sionista se apoyó en un modelo de actuación basado en la fuerza que no dejaba espacio para la coexistencia, se resumía en: o ellos o nosotros. Los habitantes de Wallajeh, en su mayoría pertenecientes a la segunda generación de refugiados, se han convertido en blanco del hostigamiento exclusivamente porque el Estado ha decidido construir un barrio judío en los aledaños. Wallajeh compendia, pues, la historia del sionismo. La “redención de la tierra” implica el desplazamiento de los ciudadanos indígenas, un proceder que parece estar inscrito en el núcleo del proyecto sionista.

El gobierno trabaja ahora sin descanso según ese esquema. Sigue buscando fórmulas “legales” para apropiarse del máximo de tierra al mínimo coste, convencido de que el fin justifica los medios. Puede al efecto apoyarse en un mecanismo de probada eficacia que escruta la manera de apropiarse de la tierra valiéndose de cualquier maniobra imaginable. Tiene a la cabeza la Oficina del Fiscal General, ocupada en encontrar lagunas en la legislación otomana, británica, jordana o israelí, que hagan posible quedarse con la tierra “legalmente”. Y a su lado se encuentra el aparato de seguridad, que se ha convertido en el brazo ejecutor de la ideología nacionalista. Cien años de asentamientos constituyen una vergonzosa historia de expropiación y robo de tierras que acarrea desastres sin cuento para ellos y para nosotros, de forma recurrente. Debe ser eso lo que quería decir el profeta Habacuc cuando sentenció: “¡Ay de quien edifica una ciudad con sangre y funda un pueblo en la injusticia!”.

Febrero 2005

(1) ICAHD, The Israeli Committee Against House Demolitions (www.icahd.org).

(2) 1 dunam equivale a 1000 metros cuadrados.

(3) Keren Kayemet le-Israel , KKL, por sus siglas en hebreo, es el Fondo Nacional Judío, propietario de un 13% del suelo de Israel. El KKL fue fundado hace unos 100 años por el movimiento sionista para reunir fondos destinados a “redimir la tierra”, es decir, a comprar tierras en Palestina. (Estos y otros datos de interés sobre el la función pasada y presente del KKL en Uri Avnery: “Dunam after dunam”, 5-2-05, en www.gush-shalom.org).

Traducción y notas: Martín Alonso

Alternativa Antimilitarista - Moc
Administración RSS