casco insumissia fusil roto
x
casco insumissia fusil roto

Para ponerse en contacto con nosotr@s envíanos un email a noticias @ antimilitaristas.org.

Resquicios nº 3

Un diálogo entre gente extraña: dogmatismo y pasión creadora en el movimiento libertario

Un diálogo entre gente extraña: dogmatismo y pasión creadora en el movimiento libertario

Del número 3 de la revista Resquicios, de reciente aparición, extraemos este texto porque nos parece interesante por lo que pueda aportar al debate acerca de las formas de acción, organización y vida dentro de los movimientos sociales de base realmente existentes. Recomendamos al lector o lectora que sortee la palabrería posmoderna y algún que otro concepto abstruso (el de «caosmosis» se lleva la palma) proveniente de filósofos políticos italianos que gozan de una popularidad casi pavloviana en determinados círculos. Una vez aventada esta paja se puede encontrar una ilusionante perspectiva y una descripción del actual patio de los movimientos sociales anarquistas de identidad o de inspiración, aderezado todo con algunas perlas para los más maliciosos, como calificar las posturas de Miguel Amorós de «catolicismo sui generis» o de pesim-ismo (lo pésimo como ideología), las ideas de revistas como la propia Resquicios o Los Amigos de Ludd, o de ideólogos como John Zerzan.


Un diálogo entre gente extraña

Este diálogo fue desarrollado a lo largo de los meses de Enero y Febrero de 2007 en varias sesiones en el Centro Social Atreu! de A Coruña y a través de diversos flujos de bytes. Se decidió optar por su publicación (por parte de los autores debido al posible aporte que pueda suponer a los debates abiertos actualmente en el ámbito anarquista y en otros tipos de círculos revolucionarios.

Rosendo González: Es una alegría para mí el que nos reunamos y hablemos, poniendo sobre el tapete, en la medida de lo posible, nuestros puntos de vista sobre el panorama del pensamiento radical actual y más especialmente del anarquista, del que ambos hemos formado o formamos parte, cada uno con sus peculiaridades claro está, aunque también, creó, con bastantes puntos comunes. En mi caso, y debido especialmente a mi juventud, he deambulado por los ámbitos insurrecionalistas, post-situs, veganos, okupas y primitivistas que tan en boga están hoy en dia en ese collage del anarchist way of life. Llegado cierto punto, y creó que ambos coincidimos en esto (con diferentes matices), sufrí cierta descontento o quizá sea más adecuado hablar de cierta pasión de abolición, etapa que afortunadamente dejé atrás. [...] Yo mismo, al igual que muchos otros, me vi arrastrado por esta corriente «destructivista», este nihilismo pasivo (quizá sea más conveniente llamarlo así) que aboca tanto a un suicidio politico como personal.

[...] Son principalmente estas posturas las que niegan el carácter experimental del espíritu anarquista, las que niegan su vitalismo, encorsetándolo en cerradas visiones del mundo. Vitalismo que por otra parte también sigue vigente y que es sin duda alguna uno de los componentes del anarquismo que más me atraen: esa «locura» por la experimentación de nuevos formas de vida, por la creación de nuevas galaxias en la consciencia. Por mi parte, pienso que quizá sería conveniente empezar a tratar el tema por aquí, es decir, por esos dos aspectos que parecen impregnar la sociedad, el anarquismo, la adolescencia y la totalidad de la vida: por un lado la pasión de abolición y por otro la pasión de creación.

Antón Fernández de Rota: Para acercarnos a lo que planteas permíteme que lleve esta problemática de los dos polos (abolición/creación o tristeza/alegría) a otro terreno, el de la adolescencia, un terreno enredado y transversalizado en el corazón mismo de cualquier movimiento vital. Félix Guattari define la adolescencia como una revolución molecular que se debate entre un polo autodestructivo y otro eminentemente creativo. El polo autodestructivo es evidente, más evidente aún nos sería si viviésemos en Estados Unidos. Allí, por ejemplo, el suicidio, y más concretamente el suicidio adolescente, está considerado un «problema nacional». El polo triste de la adolescencia sería el del suicidio, o aquel que hace producir al cuerpo el deseo anoréxico, el deseo hooligan y tantos otros distintos. A veces nos quedamos con esta polaridad sin ver nada más allá. Sin embargo, la adolescencia tiene también una polaridad «alegre». Es un devenir fascinante de recomprensión del mundo, de apertura de posibles, de transmutaciones mágicas, de muy distintas conexiones maquínicas: un devenir-músico, un devenir-héroe mitológico, un devenir-otro constante corno el devenir-negro del joven Rimbaud, toda una gama de devenires-rebelde que abren en el individuo nuevos e inusitados mundos perceptivos y nuevas formas de pensarse a «sí mismo». Por otra parte, existe otra polaridad transversal que se articula con la anterior polaridad. En nuestra sociedad la adolescencia se sitúa en un terreno híbrido, «impuro», fronterizo o más bien fantasmal, ni niño ni adulto, y de esta situación híbrida se vivencian unos electos que igualmente podemos interpretar como polos de alegría-tristeza: el polo alegre de la inventiva que no se deja atrapar en la normalidad del niño infantilizado por el adulto ni del adulto infantilizado por el poder; incluso podría interpretarse esta fuga como una expresión revolucionaria. El otro lado, el polo triste, es el de la asfixia que el futuro acomete contra el presente, esto es, el de la asfixia por la entrada en la semiótica capitalista: la amenaza del trabajo, la entrada en el mercado, en los modelos producidos y publicitados, la presión interna/externa que exige la metamorfosis del cuerpo en un adulto-normal. Aquí el polo triste se trata de un sentirse larva atrapada, asqueada de la oruga que fue pero sin ganas de salir al suicida afuera de la mariposa que le espera. La mariposa es bella, ciertamente atrae, pero su vida voluptuosa no dura más que un día o unos pocos días.

[...] La adolescencia como línea fuga que escapa del mundo del infantilizado y también del adultizado. Creo que el anarquismo siempre es esto: rechaza el estado de infantilización política, rechaza la normalización adulta.

En mi caso, desde temprano formé parte de este movimiento anárquico, sobre todo en su sector autónorno pero también en el sindicalismo y la lucha estudiantil. Poco después empecé a participar en las luchas «anti»-globalización, anti-guerra, del Prestige, y ahora localizo mi resistencia y creatividad en la Autonomía post-lo-que-sea. [...]

El anarquismo es un movimiento variopinto en el que conviven, mejor o peor, distintas fracciones. Generalizando, el anarco-sindicalismo [...] no parece tener muchas ganas de nomadear el intelecto; está demasiado cómodamente amarrado a unas viejas ideas, viejos mitos, viejos recuerdos. [...]

Por su parte, el sector autónomo es un poco más dinámico. Sin embargo, creo que está demasiado sujeto a la vieja contracultura, a un hippismo-insurreccional cargado de las teorías de los 1960 freudomarxianas (en relación al consumo, a la alienación, a la tecnología, a la sexualidad, etc.). En cierto sentido, esto sigue siendo revolucionario con respecto a la sociedad general donde vivimos, pero no lo es en relación a las nuevas posibilidades teóricas y políticas que en los últimos 40 años han aparecido.

[...] Pero el problema es cuando esta revolución molecular, esta micro-revolución, se queda quieta, se petrifica, se vuelve dogma e incluso deviene una norma impositiva para el resto de miembros de los grupos revolucionarios en los que, tal vez, cada persona tiene sus distintas formas y deseos de revolucionar sus cuerpos. Cuando se guettiza y se vuelve impermeable a otras líneas de fuga revolucionarias (prácticas y teóricas) que actualicen los movimientos es cuando deja de interesarme esta política: deja de ser revolucionaria.

[...] Lo que me preocupa es cierta proliferación del polo «triste». Estoy pensando en el guettismo y la parálisis de la experimentación teórico-política. Esto es muy evidente en los últimos escritos de la gente del colectivo La Felguera o la revista Resquicios, por ejemplo. Su pesimismo es realmente deprimente. Más aún, su pesimismo imposibilita una reinvención de las políticas antagonistas que pudiesen empoderar las luchas. Si la lacra del anarcosindicalismo es el repliegue sobre el pasado, el de la anarcoautonomía es un repliegue sobre lo pésimo. Lo habitual suele ser el describir el mundo como una miseria atroz, todo alienación, muy al modo Escuela de Frankfurt, para al final no acabar diciendo nada, salvo frases panfletarias y seudopoéticas sobre la «alternativa» que no llegan a imaginar, mejor dicho, que no se esfuerzan en pensar. Ya los títulos de los artículos lo dicen todo [...]. Los escritos de esta gente son realmente tétricos: el consumo es alienación, el hedonismo es alienación, el estar feliz o al menos no frustrado del todo es para ellos el mejor síntoma de alienación: «En su tiempo de ocio el individuo desea lo que la oferta le impone. A más libertad, mayor imposición, o sea, más esclavitud» (Miguel Amorós). Se trata de un puritanismo en nombre del placer, un catolicismo suii generis. Parece como si por despreciar más el mundo (contemptus inundi) se estuviese más cerca de la «verdad», o de la radicalidad, o de un pensamiento crítico, pero no tiene nada de crítico. Cuando se llega al punto de las alternativas todo se vuelve oscuro, calla, otorga. Al igual que la fracción del sindicalismo ortodoxo, Amorós aconseja que los revolucionarios de verdad (osease, los que piensan como él) se replieguen sobre los guettos para conservar su pureza revolucionaria, esa pureza que al parecer está siendo tan atacada por el mundo de la corrupción moral y material. Caen en el mismo error que le critican al anarcosindicalismo. Pero al menos el anarcosindicalismo tiene una alternativa, aunque sea caduca, aunque ya no valga, aunque haya dejado de valer hace al menos 70 años.

Estos otros ni siquiera tienen una alternativa, a lo mucho apuestan por participar en alguna lucha y siempre en negativo (contra el TAV, por ejemplo), como si el replegarse sobre sí mismos y participar en alguna lucha esporádica fuese en sí una estrategia novedosa o radical. De lo que realmente se trata es de la subsistencia como política de movimiento, no tienen más pretensiones, no tienen más originalidad que esta, no quieren experimentar con nada; cero experimentación, cien por cien de conservación de la pureza. [...] Es muy cómodo criticar a quienes se esfuerzan en pensar formas de cambiar el estado de las cosas y ocultar tras la máscara pseudo-poética lo que no es sino un nihilismo pasivo. Es una posición muy cómoda que por desgracia suele ser un recurso habitual: otros quieren acabar con la sociedad industrial y lo que proponen para tan colosal proyecto son estrategias ínfimas, guettistas, auto-marginalizantes. ¿Se puede acabar con el industrialismo repartiendo unos panfletos y e intentando boicotear una antena de telefonía móvil? Es normal que se sientan tan pesimistas cuando en ellos hay tan brutal desfase entre unos ambiciosísimos deseos y unas minúsculas estrategias políticas.

[...]

Por desgracia, estos pseudo-críticos discursos del pesim-ismo -lo pésimo como «ismo», la crítica como mera exageración sin alternativas- parecen calar, reproducir y producir subjetividad pésima en esa polaridad «triste» del anarquismo y del devenir-adolescente. Una polaridad que no sólo se construye desde activistas jóvenes. Y ahora estoy pensando en el pesimismo claudicante de Amorós, Zerzan, etc. [...] Para todos ellos su momento glorioso [...] parece eclipsar el presente. Aunque de diferente manera, todos lloran lo que no hay, lo que un día fue y se perdió. Es como si no supiesen encajar que el mundo ha cambiado pero que también, en este periodo post-obrerista de luchas, existen innumerables oportunidades, fugas y excesos donde se puede expresar y afirmar la «alegría de ser anarquista». [...]

Creo que nos hace falta rescatar de esta vitalidad, y también las polaridades alegres de la adolescencia (y de la infancia), el constante gozo de redescubrir el mundo a cada día, y la voluntad de recomponer nuestro cuerpo a cada instante con los resultados de esta fascinante aventura corporal y cerebral. Actualmente, desde hace décadas ya, el anarquismo no parece ir ni para adelante ni para atrás y creo que uno de los problemas es que suele cerrarse en sus dogmas, ya sean anarcosindicales, situacionistas o lo que sea. Por un lado, es como si quisiese transformarlo todo, inventar todo de nuevo; existe en este sentido un esperanzador «instinto» de vivir diferente, de cambiar la vida cotidiana y los valores, lo veo con claridad en las okupas y los centros sociales, por ejemplo. Por el otro, lado está este repliegue hacia dentro, hacia lo pésimo, hacia lo patético, hacia la automarginalización de los movimientos.

Rosendo: [...] Este problema (de la alegría/tristeza) me lleva directamente al de la caosmosis, que es justamente el que nuestro filósofo, Guattari, trata en varios de sus escritos. La caosmosis funciona como un interfaz que segrega interioridad y exterioridad entre lo virtual y lo actual hacia la creación de nuevos universos o hacia nuevos niveles de complejidad dentro de un mismo universo. En realidad se podría decir que ambos procesos se dan al mismo tiempo ya que son muchos los filums que lo atraviesan. Así, el niño, desde el comienzo entraría en este juego de creación de segmentaridades duras dentro de su subjetividad o de nuevas líneas de fuga. Este proceso de caosmosis lo podemos ver claramente reflejado en el arte, tema, por cierto, en el que estoy tremendamente interesado. [...]

En contraposicion a esta postura (y similares) me gustaría exponer mi punto de vista sobre la existencia pues considero puede ser importante a la hora de delinear estrategias revolucionarias. Siguiendo a Nietzsche ésta vendría definida por su:

a) Irracionalidad. La razón solo supone una perspectiva más (le esta realidad. El hombre no tiene porqué someterse a este supuesto ordenamiento del cosmos en el que se basa la Razón, debido a su parcialidad. Tras este cosmos únicamente se escondería el caos, la multiplicidad, el devenir. b) Inconsciencia. La fuente que determina el actuar humano no es ni mucho menos consciente, aunque a veces aparezca como tal. La consciencia como tal nunca debería suponerse como principio de perfección. c) Falta de finalidad. Las diferentes manifestaciones que toman las fuerzas de la vida no tienen ningún fin u objetivo, no buscan nada, son así porque no hay nada en su interior que les marque un destino. (d) Impersonalidad. Estas fuerzas no pueden identificarse con un ser personal; incluso puede sugerirse (como hicieron muchos otros filósofos entre ellos Deleuze y Guattari) que en realidad tenemos propiamente un cúmulo de fuerzas (al estilo de la «conclusión» sobre el lobo estepario) y no una básica que supuestamente está en la base de todas las visibles (a modo de super-yo), sino una multiplicidad de fuerzas que buscan la existencia y el ser más: es decir, la voluntad de poder. Ésta es la tan temida dimensión trágica de la existencia que para mi aparece como todo lo contrario, es decir, como un campo de juego cuya única posible regla sería el dialogo con los diferentes cuerpos.

Trasladando el problema de la subjetividad al antagonismo anárquico podemos ver, como muy bien comentas, que estos universos se han petrificado, acabando por dar lugar en muchos (los peores) de los casos a una férrea moral; moral triste; moral de esclavo. Nietzsche decía de este tipo de anarquismo que era un caldo de cultivo ideal para el resentimiento y que (como vemos en la actualidad) servía de freno a la experimentación, a la creación de valores que caracterizaba lo que definía como moral aristocrática. Por su parte Deleuze y Guattari explicaban bastante bien esta cuestión en su capítulo «Micropolitica y segmentaridad» del libro Mil Mesetas. En él nos relataban cuatro peligros que podían afectar a las líneas de fuga: Miedo, Poder, Claridad y Hastío o pasión de abolición. El que nos interesa en este punto es el de la Claridad.

Esta Claridad lo que realmente supone es la conversión de la línea de fuga en un universo igualmente cerrado e incluso más estriado que el anterior. Citándolos: «Uno se desterritorializa, se hace masa, pero precisamente para ahogar y anular los movimientos de masa y de desterritorialización, para inventar todas las reterritorializaciones marginales todavía peores que las otras» y - ¡ojo! - cuando se habla aquí de masa no me refiere a ese concepto clásico despectivo o vacío sino al lugar de producción y reproducción de flujos descantes. Deleuze y Guattari calificaban a este proceso de micro-fascismo.

Frente a ello y como cierta solución, Guattari, a través de la descripción de su proyecto ecosófico (que debo admitir, me encanta) en su libro Caosmosis proponía la creación de una subjetividad mutante, una subjetividad esquizo/abierta que huye de todas estas Verdades y que autoenriquece de manera continua las relaciones entre cada uno de nosotros y el medio. Guattari creía que éste era el principia) objetivo revolucionario y la única finalidad humana (si es que existía una). En cierta manera esto me recuerda a ciertos filósofos de lo oculto cuando hablaban de que el «Amor es la ley, el Amor bajo voluntad», afirmación que hace referencia tanto a la emergencia y centralidad del deseo como a su realización a través del diálogo y la voluntad. Ahora bien, ¿cómo crear esa subjetividad mutante? ¿0, más bien, cómo lanzarla en fuga? [...]

Antón.: Mencionas un concepto que creo que es muy útil e interesante, el de la «subjetividad». También me gusta ese otro calificativo que le pones a lo que entiendo que es una ética de la experimentación contra toda reificación epistemológicamente realista mediante la «Claridad», es decir, la «ética del caminante». Ambas cuestiones nos remiten a una problemática que me parece de lo más interesante y que tiene relación tanto con la enorme creatividad que se vivió durante casi todo el siglo XX como el minado y la ofensiva en contra de las concepciones petrificantes de la «naturaleza humana» o las «ideas transcendentales» de la Ilustración, de clara raigambre platónica. Me estoy refiriendo a la sensibilidad por aprehender la producción de enunciados. [...]

[...] De lo que se trata es de desprenderse de la «verdades absolutas» (en la moral, en la ciencia, en la revolución) y de practicar políticas de experimentación. Permíteme ahora que vuelva sobre el anarquismo. En el anarquismo lo que creo que está pasando es que esa política de la experimentación no se da o se da de una forma muy insuficiente, es decir, muy por debajo de las posibilidades actuales, posibilidades que han sido construidas por todos los ciclos de luchas y todas las deconstrucciones. En el caso del anarcosindicalismo creo que lo que estoy criticando es más que obvio. [...] Como decía antes, el caso del anarquismo autónomo parece ser más dinámico, aunque no lo tengo muy claro. Hay un interés y una mayor receptibilidad por escuchar nuevas ideas, sin embargo parecen estar sujetos en los viejos planteamientos de hace cuarenta años (Escuela de Frankfurt, Situacionismo, etc.). Su política identitaria es tan excluyente como la del sindicalismo, incluso más. Su guettismo es evidente. Muy a menudo se excluyen de los contextos más amplios de los movimientos sociales antagonistas. Creo que en esta política de movimiento automarginalizante son muy representativos los argumentos de los autores y colectivos que anteriormente he mencionado. Me gustaría preguntar por cuál es tu visión del asunto. En mi opinión se trata de una cuestión lamentable, sobre todo en el momento actual cuando parece claro que no será una sola forma de ver el mundo la que cambiará las cosas, que ni siquiera sería esto deseable, sino que las posibilidades están en el agenciamiento de las multiplicidades, en la polifonía articulada y celosa de su singularidad, esto es, en lo que llama Jesús Sepúlveda las posibilidades del «jardín de peculiaridades».

Rosendo: Es muy interesante lo que comentas respecto a la situación actual del anarquismo, visión, la tuya, con la que comparto mucho puntos. En cierta manera vemos como planteamientos anclados en hace 30 años (o incluso hace más tiempo) aun siguen vigentes en la actualidad, y lo que es peor, ya cristalizados en la forma de universos cerrados y aislados. En el caso del situacionismo esto es claro. Debord et al argumentaron vehemente que cualquier intento de calificar a su teoría de situacionismo era solo «una actitud tomada por sus adversarios». Los situacionistas decían esto por una sola razón: querían mantener la puerta abierta a la «alegría» y al cambio. Quizás no bastaba solo con eso, pues, por el simple hecho de mantener un determinado discurso, como apuntaba Foucault, basado en una serie de verdades universales ya estamos favoreciendo la cristalización de esta teoría. De todas formas, quizás tampoco sea cuestión de trabajar con suposiciones sobre las nubes, lo que si está claro es que estos discursos parecen querer permanecer ciegos ante los últimos devenires histórico/sociales. Lo vemos nítidamente en el nuevo prefacio que escribió Debord a «la sociedad del espectáculo». En él se afirmaba que nada había cambiado desde que escribió el libro original veinte años antes. Lo vemos también claro en la teoría post-situ que principalmente corrigió de Debord su excesiva simpatía hacia el industrialismo. Hago especialmente hincapié en situs y post-situs pues creo que estos forman el principal transfondo teórico del anarquismo autónomo actual. [...]

[...] Deberíamos tener claro que el movimiento lo crea quien se mueve, si uno no es capaz de participar de estos movimientos, que realmente tienen un cierto potencial, no tienen mucho de qué quejarse, y es que muchos nos sentimos reticentes a participar en ellos por esa serie de Dogmas que tenemos montados en la cabeza. Convergiendo con este tipo de movimientos «menos politizados» quizá se podría fomentar una «hibridación» que enriquezca a todos; una hibridación con otras formas de entender el mundo.

Realmente estos «otros movimientos» ya los veo en marcha, ya sean luchas vecinales, anti-precariedad, copyleft, por una vivienda digna, etc, pero también veo como en gran medida a los anarquistas nos pasan de lado sin participar en ellos. Y es que deberíamos empezar a reflexionar con los pies en la tierra sobre la verdadera potencialidad de estas propuestas para ver si es posible el llevarlas a un nivel más allá. [...] ¿Que ocurriría si se consiguiera la renta básica? No sólo conseguiríamos vivir «más dignamente» si no que supondría un ataque directo a la ética del trabajo, a la misma economía política.
¿Si todo el mundo gana dinero sin trabajar? ¿Quién trabajaría? El que quiera, éste es el verdadero cambio más allá del dinero. [...]

Antón: [...] La cuestión es pensar en qué contexto estamos, cómo se dan en ese contexto concreto y cómo funciona ciertas reivindicaciones en su seno.

[...] Las reivindicaciones no son ya poca cosa. La ciudadanía universal es de por sí una propuesta radical contra las fronteras en este mundo de migración global. [...] La renta básica es un paso hacia un ideal, la «vida gratis», frente al ideal productivista obrerista que prefería pedir más trabajo. De alguna manera pone la primera piedra para un combate real contra la lógica de la Economía Política. No se pueden evaluar estas reivindicaciones sin tener todo esto en cuenta, es decir, tanto el contexto movimentístico en el que se dan como el contenido diferido de la reivindicación.

[...]

A este respecto creo que el movimiento “anti” globalización, con todos sus errores y aciertos, supone una inyección de optimismo. Hemos presenciado la primera fase de la articulación de unas luchas que cada vez se están haciendo más globalmente transversal izadas, la primera fase de una lucha global muy prometedora. [...]
En mi opinión, si el anarquismo quiere ser algo ha de dejar de mirarse al ombligo, salir de sus guettos, experimentar con las estrategias, pensar movimentísticamente. Está claro que el reivindicar el fin de la «sociedad industrial», como suelen hacer muchos anarco-autónomos, no es una proclama muy realista, de todas formas, aún los que deseen esto tendrán que empezar por crear políticas más asequibles y que consigan, en un momento ulterior, aunar la gente suficiente como para iniciar tan colosal tarea -esperar al «colapso» o «al fin del mundo» no es una alternativa creíble-. Y este segundo paso es lo que no se quieren plantear hoy los anarquistas autónomos, sean anti-industriales o no. [...] La tristeza la definía Spinoza como aquello que despodera el cuerpo. En este sentido este nula política de movimiento, este política guettista, creo que tiende hacía la tristeza política, enfatiza los polos tristes ya sean de la adolescencia ya sean de la adultez (o senectud).

Rosendo: Creo que es muy interesante, sino totalmente necesario, sacar a relucir el tema del 68 como lo has hecho, más que para hacer hagiografía revolucionaria, para evaluar la situación actual. La teoría situacionista o más bien post-situacionista es una de las subjetividades imperantes en el panorama anarco-autónomo actual.
Hoy, al igual que para Debord, la revolución parece algo realmente distante (si no imposible) y él pensaba que esto era así debido principalmente a dos factores: un supuesto estado de «bienestar» y una sociedad que calificó de «espectacular». Pero la cuestión es que a pesar de esto la «revolución» finalmente estalló y para colmo no fue la toma de un palacio de invierno la que la definió, sino una serie de vertiginosos cambios a nivel micropolítico; con lo de «micro» no me refiero en cuanto a nivel cuantitativo o de estructuras, sino a nivel de afectos, de formas de entender, interactuar y cambiar el mundo. En el 68 asistimos a una tremenda explosión creativa, una tremenda explosión que marcaría el devenir de la sociedad post-industrial. [...]

[...] Mayo del 68 pudiera concebirse como un proceso minoritario (una especie de agujero en el tiempo), pero al contrario de lo que nos podría parecer, y vinculado con otros muchos procesos (anticolonialistas principalmente), llegó a dar lugar a la situación actual (post-fordista, post-moderna). Fueron estas «minorías» creadoras/alegres las que en cierta manera crearon el mundo tal como ahora lo conocemos. El papel de los situacionistas (con sus purgas, sus dogmas) en el Mayo del 68 quizá esté sobrevalorado por los anarquistas. Fueron realmente esas minorías, la multitud en acción, las que marcaron el rumbo de este acontecimiento. El Capital de por sí jamás hubiera iniciado todos los cambios estructurales que hoy le afectan si no fueran por estos jóvenes alegres. Y así, al contrario de lo que piensa la «mayoría» anarquista, a este proceso no le siguió la recuperación total, la caída en el agujero negro del simulacro y el espectáculo. Bien es cierto que las luchas fueron en cierta manera recuperadas y el Capital consiguió al final manejarlas, pero también es cierto que todas estas micro-revoluciones provocaron una serie de vertiginosos cambios a nivel subjetivo global. Así, subjetividades como la verde, la queer o la del trabajo-cero jamás hubieran calado si no fuera por este movimiento recombinatorio (cambios que muy bien comentaste). Este tipo de ideas ahora forman parte de todos nosotros cuando a principios de siglo ni siquiera se planteaban (o muy superficialmente). Por tanto, el 68 supuso una especie de mindfuck a nivel mundial; los beatnicks, en cierto sentido, lograron así su objetivo.

[...] Me gustaría para acabar hacer mención a un viejo proverbio japonés que creo viene al pelo y que decía: «Es mejor viajar lleno de esperanza que llegar».

Antón: Por ahora, no tengo yo nada más que decir, ese sabio proverbio japonés habla, grita y teje nuestra boca común.


Más información:

- Resquicios 3: Bajo el régimen de la movilidad
- Resquicios: revista de crítica social
- Sobre la energia nuclear y el estado militarizado: Bajo el volcán (Los Amigos de Ludd)
- Entrevista imaginaria con Günther Anders: estado de excepción y defensa legítima

  • 2 de julio de 2007 18:25, por Crates

    No quiero hablar por la tristemente disuelta -e inédita- «Escuela de traductores Intelectual-Castellano». Nuestra principal preocupación fue siempre ahorrar tiempo de lectura a los sufridos activistas con preocupaciones intelectuales, desde la convicción de que la principal característica del idioma intelectual es alargar textos que en castellano serían más cortos.

    Si hubieramos seguido funcionando, me imagino que el resultado de someter el presente texto a nuestras manos habría sido el siguiente:

    «La principal moraleja de la obra de pensadores muy citados y de los últimos cuarenta años de historia mundial es la siguiente: ’Lo importante es participar y divertirseeee’. Es decir, un consejo que ya nos dieron Torrebruno y Miriam Díaz Aroca desde los concursos televisivos para niños. A nosotros nos gusta tanto este consejo como el piripipi y como imitar a esos pensadores muy citados. Y al que no le guste este consejo, o el vino, o el piripipi, es un animal, es un animal, chim, pum. Pensamos lo que Gila: si los insurreccionalistas no entienden una broma, que se vayan del pueblo».

    Todo hay que decirlo, dos de esos pensadores muy citados abandonaron su amistad y sus citas mutuas en cuanto tuvieron que tomar posición sobre cómo apoyar a un colectivo de personas que estaban siendo reprimidas, o sea, personas que estaban teniendo que aguantar una broma. Y es que la jerga engaña, la prueba del algodón no.

    Quizás por eso las otras escuelas de traductores -«castellano-intelectual»- gozan de buena salud.

  • 14 de julio de 2007 04:07

    El texto completo de los diálogos puede leerse en http://caosmosis.acracia.net/?p=393

    Ver en línea : Texto completo

Alternativa Antimilitarista - Moc
Administración RSS