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El manual de contrainsurgencia del general Petraeus es desbaratado por incluir innumerables plagios

Prostitución de la antropología al servicio de las guerras del Imperio

Prostitución de la antropología al servicio de las guerras del Imperio

David Price
CounterPunch
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Nota de los editores: Esta denuncia de estudios robados en el nuevo manual del ejército [de EE.UU.] al que el general David Pretaeus ha prestado su nombre también fue circulada por CounterPunch y en formato pdf a su servicio especial para suscriptores. Normalmente CounterPunch no publica material de su servicio especial en su sitio en la Red, pero hizo una excepción en este caso por considerar que el trabajo de David Price merece la circulación más amplia y rápida, no sólo por los “préstamos” de fuentes no acreditadas, sino también por la prostitución de la antropología en perversos emprendimientos militares. AC / JSC

Si pudiera resumir el libro en unas pocas palabras, serían: “Debes ser cortés, debes ser profesional, debes estar dispuesto a matar.”
John Nagl, The Daily Show.

En diciembre pasado, el ejército y el Cuerpo de Marines de EE.UU. publicaron un nuevo “Manual de campo de contrainsurgencia” (No. 3-24). En círculos políticos, el Manual se convirtió en un artefacto de esperanza, un indicador de un alejamiento de la brutal lógica de “choque y pavor” hacia conjeturas de que soldados armados puedan conquistar los corazones y mentes de Iraq ocupado mediante un nuevo aprecio de los matices culturales.

Algunos ven el Manual como si contuviera planes para una nueva “bomba inteligente” con combustible intelectual, y lo están vendiendo al público como si representara una guía estratégica a la victoria en Iraq, con base erudita. En julio, esa argucia fue reforzada cuando University of Chicago Press volvió a publicar el Manual, en una edición elegante, color verde olivo, supuestamente listo para su uso sobre el terreno y diseñado para que cupiera en una chaqueta militar o en un bolso de complemento de Urban Outfitter. La edición en Chicago incluye el original presentado por el general David Petraeus y el teniente general James Amos, con una nueva presentación del teniente coronel John Nagl y una introducción de Sarah Sewell, de la Escuela JFK de Gobierno de Harvard. La nueva publicación en Chicago del Manual de campo provocó una pequeña orgía mediática, y el teniente coronel Nagl, experto en contrainsurgencia, se convirtió en el tipo que decora el afiche del Manual, apareciendo en NPR, ABC News, y en las páginas del New York Times, Newsweek, y otras publicaciones, promoviendo el Manual como la expresión filosófica de la estrategia intelectual para la victoria en Iraq.

El ruido mediático que rodeó al Manual sostiene que es una obra rara de erudición aplicada. Robert Bateman escribe en el Chicago Tribune que es “probablemente la pieza más importante de doctrina escrita en los últimos 20 años,” adscribiendo este éxito a los altos estándares académicos y la integridad que el historiador del Colegio de Guerra del ejército, Conrad Crane, contribuyó al proyecto. Bateman promociona la devoción de Crane por el uso de un proceso “honesto y abierto [proceso] de evaluación profesional,” y su dependencia de un equipo de destacados eruditos para redactar el Manual. Ese equipo incluyó a “miembros actuales o anteriores de una de las ramas de combate del Ejército o del Cuerpo de Marines.” Además de ser excombatientes, “el aspecto más interesante de este grupo era que casi todos ellos tenían por lo menos una maestría, y bastantes también podían agregar ‘doctor’ a su rango militar y título. Arriba en la lista está el oficial que concibió la necesidad de una nueva doctrina, en aquel entonces el teniente general doctor David Petraeus."

La campaña de relaciones públicas del Manual ha sido extraordinaria. En una entrevista en el Daily Show, John Nagl exageró al presentarse en uniforme con Jon Stewart pero, en medio de las bromas, Nagl cumplió con su misión y describió cómo el general Petraeus reunió a “un equipo de escritores quienes produjeron el Manual de estrategia que el general Petraeus está implementando ahora en Irán.” Cuando Jon Stewart comentó la rapidez con la que fue producido el Manual, Nagl observó que fue “muy rápido para un manual de campo del ejército; el proceso usualmente dura un par de años”; pero para Nagl tampoco fue “suficientemente rápido.” El primer borrador de cada capítulo fue producido en dos meses antes de ser adaptado en una conferencia del ejército en Ft. Leavenworth. La mayoría de los académicos sabe lo que puede suceder cuando escritores marginalmente capaces deben producir cantidades ambiciosas de escritos en períodos muy breves; algunas veces las únicas calamidades resultantes son abominaciones gramaticales, pero en otros casos las presiones para presentar resultados conducen a prácticas académicas de mala calidad. Ninguna de estas consecuencias es especialmente sorprendente entre gente desesperada de capacidad limitada - pero parece ser que Petraeus y otros que dirigían la embestida no se preocuparon por trivialidades semejantes: tenían que apañar una nueva estrategia para calmar la creciente cólera en el interior ante los fracasos militares en Iraq.

El año pasado, el antropólogo Roberto González determinó que los antropólogos Montgomery McFate y David Kilcullen escribieron secciones del Manual y contribuyeron a los nuevos programas de contrainsurgencia para Iraq, basándose en etnógrafos empotrados en equipos de “Sistema de Terreno Humano”, utilizando a antropólogos para ayudar a los soldados que toman decisiones en el terreno, empleando el conocimiento cultural como un arma de “pacificación.” Los doctores McFate y Kilcullen se han convertido en favoritos de los medios. Kilcullen llegó a la condición de guerrero-antropólogo en el retrato acrítico de George Packer del año pasado en el New Yorker; reseñas de McFate en el New Yorker, el S.F. Chronicle Magazine, y More (una satinada revista para mujeres “que celebra a las mujeres de más de 40”) esculpen imágenes de Kilcullen y McFate como heroicos soldados-pensadores, que enjaezan intransigentemente el conocimiento por el bien de la agenda del Estado. Esta campaña mediática ofrece a McFate frecuentes oportunidades para caracterizar en público a sus críticos (como lo hizo recientemente en el Wall Street Journal) como carentes de ideas sobre las fuerzas armadas que vayan más lejos de “agitar una gran pancarta frente al Pentágono, diciendo: ‘¡inútiles!’” Aunque arranques semejantes hacen parecer a la doctora McFate como si fuera un personaje salido directamente de “La policía del mundo” [Team America], la comunidad de las fuerzas armadas y de la inteligencia la toma, a ella y a su trabajo, muy en serio.

Montgomery McFate tiene un título en derecho de Harvard y un doctorado en antropología de Yale y ha trabajado para varias organizaciones vinculadas a agencias militares y de inteligencia de EE.UU., incluyendo a RAND, a la Oficina de Inteligencia Naval, y al Instituto para el Programa Conjunto de Guerra Avanzada del Instituto para Análisis de la Defensa. Actualmente es Consejera Sénior en Ciencias Sociales del Sistema de Terreno Humano del Ejército de EE.UU. El papel actual de McFate como Consejera Sénior en Ciencias Sociales del Sistema de Terreno Humano demuestra como las fuerzas armadas implementan el enfoque del Manual del uso de la cultura como arma en el campo de batalla. Los Equipos de Terreno Humano incluyen actualmente a antropólogos junto a soldados que operan en Iraq y Afganistán. Algunos antropólogos de Terreno Humano se han identificado en público (el antropólogo Marcus Griffin incluso escribe un blog sobre elementos limitados del trabajo de Terreno Humano durante su trabajo en Iraq), mientras que otros no revelan su identidad. Los antropólogos de Terreno Humano utilizan el conocimiento etnográfico para asesorar e informar a los soldados en el terreno mientras viajan con escoltas armados y, en algunos casos, van armados ellos mismos y portan uniformes; no obstante, McFate sostiene que esos antropólogos cumplen con los básicos estándares éticos antropológicos, que exigen que los participantes en proyectos de investigación participen bajo condiciones de consentimiento voluntario informado.

En un reciente intercambio con la doctora McFate, el coronel John Agoglia y el teniente coronel Edward Villacres en el Diane Rehm Show, presioné a McFate para que explicara cómo el consentimiento ético informado voluntario se producía en entornos dominados por las armas. Al responder, McFate me aseguró que no era un problema porque “la gente local en Afganistán rural es lista y puede hacer la distinción entre una unidad letal de los militares de EE.UU. y una unidad no letal.” También sigue siendo poco claro como los Equipos de Terreno Humano cumplen con estándares éticos básicos, que exigen que su investigación no lleve a que los individuos que estudian sufran daños como resultado de su trabajo.

La investigación de Terreno Humano reúne datos que ayudan a informar lo que el Subsecretario Adjunto de Defensa John Wilcox describió recientemente como la “necesidad de delinear mapas del Terreno Humano a través de la Cadena de la Muerte.” La revelación de que los antropólogos producen conocimiento para los que dirigen la “cadena de la muerte” provoca serias preguntas sobre el estado de la antropología.

Los secretos del Tercer Capítulo

Montgomery McFate y un “especialista de la inteligencia militar” anónimo escribieron en conjunto el capítulo 3 del Manual, el más largo y crucial del Manual sobre “Inteligencia en la Contrainsurgencia.” El capítulo 3 introduce puntos de vista básicos de la ciencia social sobre elementos de cultura que subyacen al enfoque del Manual a la enseñanza a los contrainsurgentes sobre cómo convertir en un arma la información cultural indígena específica que encuentran en teatros de batalla específicos. El general Petraeus apuesta a que los soldados que trabajan junto a equipos de Sistema de Terreno Humano pueden aplicar los principios del Manual para estabilizar y pacificar Iraq desgarrado por la guerra.

Cuando leí una copia en línea del Manual el invierno pasado, no me impresionaron sus explicaciones antropológicas diluidas, pero por haber investigado contribuciones antropológicas a la Segunda Guerra Mundial, estaba familiarizado con semejantes sobre-simplificaciones. Pero hubo algunos en las fuerzas armadas que consideraron que el Manual de Contrainsurgencia es revolucionario. McFate afirma que el Manual es tan radical que “es considerado ‘teñido de Zen’ no sólo por los medios, sino por numerosos miembros de las fuerzas armadas que piensan que el Manual, y el capítulo 3 en particular, son ‘demasiado innovadores’ y ‘demasiado políticamente correctos.’” Como cualquier manual, el Manual de campo de contrainsurgencia está escrito en la voz seca, distanciada, de la instrucción básica. Pero al releer el capítulo 3 hace algunos meses, descubrí que mis ojos se esforzaban por pasar a través de una frase construida de modo rudimentario y que luego me honraban con una línea fluida de prosa precisa:

“Un ritual es una secuencia estereotipada de actividades que involucran gestos, palabras, y objetos realizados para influenciar a entidades o fuerzas sobrenaturales por cuenta de los objetivos y del interés de los participantes.” (Manual de contrainsurgencia, 3-51)

La frase “secuencia estereotipada” resaltaba en la página. No sólo estaba fuera de lugar, sino evocaba un recuerdo. Sabía que había leído esas palabras hace años. Con una pequeña búsqueda, descubrí que esa línea sin mención de su fuente había sido tomada de un artículo escrito en 1972 por el antropólogo Victor Turner, quien escribió brillantemente que el ritual religioso es:

“una secuencia estereotipada de actividades involucrando gestos, palabras, y objetos, realizados en un sitio retirado, y destinados a influencias entidades o fuerzas preternaturales por cuenta de los objetivos e intereses de los participantes.” (Vea la cita completa en la sección final de “comparación” de este artículo.)

El Manual simplificó la voz poética de Turner, recortando algunas grandes palabras y reemplazando “supernatural” en lugar de “preternatural.” El Manual no utilizó comillas, mención de la fuente, o citas para identificar la autoría de Turner de esta línea apenas alterada. Por haber encontrado a estudiantes que presentaban el trabajo de otros eruditos como propio, sabía que tales actos son pocas veces casos aislados; esa única línea plagiada de Turner me hizo pensar si posiblemente el Manual se apropió de otros pasajes sin acreditarlos. Aunque no realicé investigaciones exhaustivas, con un poco de búsqueda sólo en el capítulo 3 encontré unos veinte pasajes que muestran o el uso directo de otros pasajes sin citarlos, o se basaban considerablemente en materiales sin mencionar las fuentes.

En la sección final de “comparación” de este artículo enumero algunos de los pasajes cuyas fuentes no fueron mencionadas que identifiqué en el tercer capítulo del Manual, junto con las fuentes no acreditadas que encontré. Esos ejemplos muestran un modelo consistente de uso no acreditado en este capítulo. Cualquier autor puede olvidar accidentalmente una comilla en un trabajo durante el proceso de producción, pero la magnitud y el modelo consistente de esta práctica en este Manual es más que un descuido editorial común. El efecto cumulativo de esas no-acreditaciones es devastador en cuanto a la integridad académica del Manual.

La incapacidad de los autores de este capítulo de crear sus propias definiciones básicas de conceptos socioculturales tan simples como “raza,” “cultura,” “ritual,” o “estructura social” no sólo provocan preguntas sobre la ética de los autores sino también nos da una medida útil del Manual y del débil fundamento intelectual de sus autores.

Otras secciones del Manual contienen préstamos sin mencionar sus fuentes. El antropólogo Roberto González estableció que el Apéndice A del Manual fue “inspirado por T.E. Lawrence, quien publicó en 1917 el trabajo ‘Veintisiete artículos’ para Arab Bulletin, la publicación de inteligencia del Buró Árabe británico basado en El Cairo.” González comparó varios pasajes de Lawrence con el Apéndice A de Kilcullen, y encontró construcciones paralelas cuyas construcciones estaban expresadas con otras palabras pero que seguían construcciones prefiguradas entre los dos textos. González observó que aunque son visibles esas construcciones paralelas, “nunca se menciona a Lawrence en el apéndice. González muestra que el resto del trabajo escrito de Kilcullen hace una referencia de pasada, pero no reconoce el grado en el que han influido las ideas y el estilo de Lawrence-“

Fuentes para los pasajes robados del Manual van desde el texto preliminar del sociólogo británico Anthony Giddens para los escritos del antropólogo simbólico estadounidense (y objetor de conciencia en la Segunda Guerra Mundial) Victor Turner, a una guía de estudio en línea para un curso de antropología del MIT, al libro de texto de antropología de Fred Plog y Daniel Bates “Cultural Anthropology,” a los escritos de Max Weber.

La deuda oculta del tercer capítulo con el gran sociólogo alemán Max Weber es desconcertante. Weber tuvo su propio coqueteo de salón con la contrainsurgencia cuando apoyó la represión militar del levantamiento de radicales alemanes de 1919, proclamando que “¡Liebknecht debería estar en el manicomio y Rosa Luxemburgo en el jardín zoológico!” Los puntos de vista de Weber sobre “poder y autoridad” son reproducidos en el cuerpo del Manual, sin comillas, como si fueran las palabras del personal de Petraeus (vea sección de Comparaciones al final del artículo), mientras que la sección 3-63 está organizada siguiendo la división tripartita de las estructuras de la autoridad de Weber: “Autoridad Racional-legal,” “Autoridad carismática” y “Autoridad tradicional.”

En algunas frases, el Manual sigue tan de cerca el vocabulario y la estructura de las frases en otros trabajos que es posible identificar con facilidad las fuentes. Por ejemplo, la anotación para “grupos étnicos” en el Manual (3-26) dice:

“Un grupo étnico es una comunidad humana cuyas prácticas culturales, lenguaje, historia, ascendencia, o creencias aprendidas lo distinguen de otros. Los miembros de grupos étnicos se ven a sí mismos como diferentes de otros grupos en una sociedad y son reconocidos como tales por otros.”
Elementos de esta definición de hacen eco de cerca de un pasaje en el texto “Introduction to Sociology” de 2006 de Anthony Giddens (5ª edición, p. 487) en el que discute la etnicidad:

“Diferentes características pueden servir para distinguir a algunos grupos étnicos de otros, pero las más usuales son lenguaje, historia, o ascendencia (real o imaginaria), religiones y miembros de grupos étnicos se ven a sí mismos como diferentes desde el punto e vista cultural de otros grupos en una sociedad, y por su parte otros grupos los ven como si lo fueran.”

Varias secciones del Manual son idénticas a anotaciones en fuentes enciclopédicas en línea como www.answers.com. Por ejemplo, la definición de “lenguaje” es la misma de http://www.answers.com/topic/durati...).

El elemento más condenatorio de la dependencia del Manual de fuentes no mencionadas es que el Manual incluye una bibliografía de más de 100 fuentes, pero que no incluye ni una sola de las fuentes que he identificado. Mi experiencia con estudiantes que tratan de hacer aparecer trabajos previamente publicados por otros como si fuera propio es que invariablemente omiten citar las fuentes bibliográficas que copian, para no atraer atención a ellas. Incluso sin el uso de citas bibliográficas, el Manual podría haber utilizado simplemente citas y haber nombrado fuentes en el mismo formato periodístico estándar utilizado en este artículo, pero en estos casos no lo hizo.

Los pocos exámenes críticos publicados sobre el Manual se concentran en la proveniencia del texto y en sus raíces filosóficas. En The Nation, Tom Hayden vincula el Manual con las raíces filosóficas de las Guerras Indias de EE.UU., las políticas de reservaciones, y el Programa Phoenix de la Guerra de Vietnam. En la revista del Instituto Antropológico Real “Anthropology Today”, Roberto González critica las contribuciones de McFate y Kilcullen al Manual, señalando que el Manual “se lee como un manual para un régimen colonial indirecto. Que una editorial tan empapada en críticas “reflexivas” del colonialismo como Chicago publique un manual semejante es un testimonio irónico de hasta que punto las críticas posmodernistas de salón se han despolitizado; y una reciente pieza editorial del antropólogo chicagoan Richard Shweder en el New York Times indica una postura de inacción desde la cual las farsas de Terreno Humano pueden ser criticadas a la ligera mientras se insta a los antropólogos a que no se declaren “en contra de la contrainsurgencia.”


Papel de University of Chicago Press

El papel de University of Chicago Press al presentar el Manual a una audiencia más amplia es curioso. Que semejante trabajo de pacotilla haya pasado tan fácil y rápidamente a través de las puertas bien protegidas de esa editorial provoca dudas sobre el interés de Chicago al publicar rápidamente este falso trabajo académico. Forzar el proceso de producción de un libro en una prensa académica en aproximadamente medio año es una guerra relámpago que requiere un serio enfoque voluntarioso. Hubo más que un interés casual en sacar este libro al mercado - sea por un simple reconocimiento astuto de las fuerzas del mercado, o por el reflejo de preocupaciones o compromisos políticos. Chicago Press obtiene contundentes ventas de un título novedoso (fue uno de los 100 máximos de Amazon en septiembre); pero no consideró el daño a la reputación de Chicago Press que podría resultar de su asociación con este manual de servicio para un Imperio profundamente empañado.

Destacar las fallas intelectuales del Manual no significa que se le esté midiendo según algún estándar externo demasiado exigente de integridad académica. Sin embargo, las pretensiones de integridad académica constituyen el fundamento mismo de la estrategia promocional del Manual. En algún momento, el doctorado de Petraeus se hizo más importante que sus estrellas de general, pregonado por la clac de Petraeus en los medios como símbolo de un cambio del tiroteo estilo vaquero (¡que vengan!) de Bush a una guerra de un hombre de pensamiento más matizado.

El editor de adquisiciones de University of Chicago Press, John Tryneski, me dijo que el Manual pasó por un proceso de crítica por pares, pero que existe una dinámica poco usual en el estudio de un trabajo ya publicado cuyos autores no sólo son desconocidos (algo común en un proceso de crítica por pares), sino esencialmente incognoscibles. Tryneski reconoció que los pares reseñadores provinieron de círculos políticos y de think-tanks. Cuando pregunté a Tryneski si había habido algún debate interno sobre la decisión de Chicago Press de diseminar doctrina militar, dijo que hubo algunas discusiones y luego, sin entrar en detalles, cambió de tema, argumentando que Chicago Press vio esta publicación siguiendo más bien la línea de que se estaba volviendo a publicar un documento histórico crucial. Esto podría tener sentido si se tratara de un documento histórico, no de un componente de una campaña que libra contra el pueblo estadounidense un Pentágono, que se alza para convencer a un público estadounidense escéptico de que Bush todavía no ha perdido la guerra en Iraq.

La importancia de la republicación del Manual por la University of Chicago Press debe ser vista en el contexto de la campaña de propaganda interior del Pentágono a fin de generar apoyo para una presencia indefinida de EE.UU. en Iraq. Se trata de una prensa académica “independiente” que actúa como base en la producción de propaganda política pseudo-erudita. Como me sugirió recientemente el experto en Oriente Próximo Steve Niva: "La contrainsurgencia del general Petraeus en Iraq ha fracasado, pero su campaña interior por los corazones y mentes estadounidenses está teniendo éxito a través de un libro de texto; la estrategia es debilitar la exigencia por la retirada dividiendo a los insurgentes (los activistas contra la guerra) de la población en general (el público estadounidense).”

Que los militares se incauten de alimentos, riquezas, y recursos para servir las necesidades de la guerra es una regla bélica esencial - tan vieja como la guerra misma. Tucídides, Heródoto, y otros historiadores antiguos registran prácticas normales de capturar a esclavos y alimentos para alimentar a los ejércitos en movimiento, y la historia de la guerra encuentra confiscaciones similares para mantener en pie a los ejércitos. Pero los requerimientos de la guerra moderna van muchísimo más lejos en sus necesidades de fondos y sustento; agencias militares y de inteligencia también requieren conocimiento, y esas agencias requisan ideas para utilizarlas para sus propios propósitos de maneras que sus autores no habían previsto.

Forzando a los eruditos para que participen en guerras sucias

La requisa de conocimiento antropológico para aplicaciones militares ha ocurrido en contextos coloniales, guerras mundiales y guerras por tercero interpuesto. Después de la Segunda Guerra Mundial, el antropólogo de Harvard, Carleton Coon, relató como produjo un texto de 40 páginas sobre la propaganda marroquí para la OSS tomando directamente páginas de texto de su libro “Principles of Anthropology.” Lo rellenó con suficientes términos técnicos para que sonara pesado y misterioso, ya que había descubierto que la gente en el mundo académico expresa mucho más respeto reverencial y admiración cuando se ve frente a algo complicado que no entiende enteramente que ante algo simple y claro.”

El ejemplo más ilustre que se haya conocido de reciclaje por los militares de un texto antropológico ocurrió en 1962, cuando el Departamento de Comercio de EE.UU. tradujo en secreto, y sin autorización o permiso del autor, del francés al inglés el informe etnográfico “Hemos comido el bosque” del antropólogo Georges Condominas sobre la vida en las aldeas de los montagnards en las tierras altas centrales de Vietnam. Los Boinas Verdes usaron el documento como arma en el terreno. La utilidad para los militares de este conocimiento etnográfico era obvia, cuando campañas de asesinatos trataron de poner a punto sus habilidades para aprender a atacar a dirigentes de las aldeas. Durante años, ni el editor ni el autor supieron que este trabajo había sido robado, traducido, y reimpreso con fines militares. En 1971, Condominas describió su enojo ante este abuso de su trabajo humanista, diciendo:

“Cómo puede aceptar alguien, sin temblar de rabia, que este trabajo, en el que quería describir en su plenitud humana a estos hombres que tienen tanto que enseñarnos sobre la vida, sea ofrecido a los técnicos de la muerte - ¡de su muerte! ... Comprenderéis mi indignación si os digo que supe de la ‘piratería’ de mi libro sólo unos pocos años después de recibir la prueba de que Srae, cuyo matrimonio describí en ‘Hemos comido el bosque.’ había sido torturada por un sargento de las Fuerzas Especiales en el campo de Phii Ko.’"

Actualmente, antropólogos “empotrados” que sirven en Equipos de Terreno Humano estudian a los iraquíes pretendiendo que enseñan a los soldados cómo reconocer y proteger a no-combatientes. Pero como informa Bryan Bender en el Boston Globe, “un responsable del Pentágono comparó [a los antropólogos de Terreno Humano] con el proyecto de Operaciones Civiles y Apoyo al Desarrollo Revolucionario durante la Guerra de Vietnam. Ese esfuerzo ayudó a identificar a vietnamitas sospechosos de ser comunistas y colaboradores del Vietcong: algunos fueron posteriormente asesinados por EE.UU.” Esta escalofriante revelación aclara el papel que los responsables del Pentágono prevén para los antropólogos en las actuales campañas de contrainsurgencia.

La antropología de McFate

La comunidad militar y de la inteligencia adora a McFate y sus programas no porque su pensamiento sea innovador - sino porque, más allá de información sobre actitudes y costumbres específicas de países que ocupan, las visiones simplistas de la cultura que suministra les dicen lo que ya saben. Esto ha sido desde hace tiempo un problema enfrentado por antropólogos que trabajan en semejantes escenarios militares confinados. Mi investigación en la que examino las frustraciones de antropólogos de la era de la Segunda Guerra Mundial identifica un patrón recurrente en el que antropólogos que poseen conocimientos que fluyen contra los preceptos burocráticos de los militares y las agencias de inteligencia enfrentan a menudo barreras institucionales imposibles de superar. Enfrentan la elección entre coligarse con visiones institucionales arraigadas y así avanzar dentro de esas burocracias, o sufrir crecientes frustraciones y una condición marginada. Esas frustraciones del tiempo de la guerra condujeron a Alexander Leighton a concluir, desesperado, que “el administrador utiliza la ciencia social tal como un borracho utiliza un poste de la luz: para apoyarse en lugar de iluminar.” En este sentido, el uso selectivo por Montgomery McFate de la antropología - que ignora las críticas antropológicas del colonialismo, el poder, la militarización, la hegemonía, la guerra, la dominación cultural y la globalización - provee a los militares precisamente el tipo de apoyo que buscan, en lugar de iluminación. En gran parte, lo que los militares esperan de la antropología es que ofrezca cursos básicos en actitudes locales para que puedan continuar su tarea de conquista. El que los antropólogos militares aparezcan desconectados del cuestionamiento de la conquista denuncia el problema fundamental de la antropología militar.

Estoy seguro de que los autores del Capítulo Tres no tenían la menor idea de que el Manual estaría expuesto a semejante escrutinio público; y que no aparecían en el horizonte nociones de una distribución por University of Chicago Press cuando plagiaron esos pasajes identificados. Sigue siendo poco claro cómo esos pasajes cuyas fuentes no fueron mencionadas entraron al Manual. Si el Ejército o Chicago Press se preocupan por el conocimiento erudito, realizarán una investigación y publicarán sus resultados. Hay bastante culpa como para que alcance para todos. Sería fácil culpar al general Petraeus y a University of Chicago Press por dirigir una operación tan negligente, pero las áreas de profesionalismo de Montgomery McFate son las que coinciden consistentemente con los pasajes robados del capítulo. Tengo tanto respeto por el trabajo académico y el sentido de la decencia de Jon Nagl que no puedo imaginar que haya participado a sabiendas en un trabajo tan descuidado, pero su nombre, como elemento importante en la cara pública de este proyecto, ha sido mancillado. Esos pasajes usurpados hacen que sea curiosa la insistencia de McFate en que “es la naturaleza del conocimiento que se escape de los lazos de su creador; creer otra cosa es perseverar en una suprema ingenuidad sobre la naturaleza de la producción y la distribución del conocimiento.” No nos queda otra cosa que preguntarnos cuánto conocimiento “escapado” cuya fuente no fue mencionada aparece en documentos confidenciales, que ahora permanecen ocultos a la vista del público.

En cierto sentido los detalles concretos de cómo el Manual llegó a reproducir los escritos sin mencionar a los autores carecen de importancia. Si las comillas y las menciones fueron eliminadas por otra persona que los autores del capítulo, el resultado final viene a ser el mismo como si los autores hubieran sacado intencionalmente dicho material. El silencio sobre la reproducción de esos pasajes, la falta de alguna errata de algún autor, y el que no se hayan agregado comillas incluso cuando Chicago Press volvió a publicar el Manual parece argumentar contra la probabilidad de una simple confusión editorial, pero quién lo sabe. Los sistemas mediante los cuales los procesos de producción del Manual abusaron tan fácilmente del trabajo de otros nos informan sobre la dinámica más amplia en acción, cuando eruditos y prensas académicas prestan su reputación, y entregan el control, a proyectos que mezclan objetivos académicos y militares.

En retrospectiva, las respuestas de la doctora McFate a consultas y críticas sobre la información del Manual parecen extrañas. En respuesta a la crítica de González en “Anthropology Today”a la débil base antropológica del Manual, McFate identificó el Manual como “doctrina militar, no un tratado académico” e inexplicablemente proclamó que la “doctrina no tiene notas al pie.” Pero McFate sabe que el Manual tiene notas al pie y citas cuando sirven su propósito (por ejemplo vea las notas al pie en páginas 53, 151, 188 de la edición de Chicago Press. y vea las citas en 6-85. 6.87, etc.; y menciones por el uso de materiales cubiertos por derecho de autor en la versión de Chicago, páginas 151, 188). Una medida de la condición del Manual como extrusión de ideología política en lugar de labor erudita es que cuando utilizan citas y menciones de las fuentes, son frecuentemente colocadas en el contexto de citas de las palabras, al parecer sagradas, de generales y otros personajes militares - denotando por lo tanto, no sólo niveles diferenciales de respeto sino un trato diferente de quien puede o no ser citado sin mencionar la fuente. En agosto pasado, envié un correo a McFate en Afganistán para confirmar que había sido co-autora del Capítulo 3 del Manual. Respondió espontáneamente: “Palabras, frases y conceptos que estaban relacionados conmigo fueron eliminados por otros autores o los editores para hacerlo más accesibles a los lectores en general. Mis notas al pie también fueron eliminadas (naturalmente).” McFate enumeró palabras, frases, conceptos, y notas al pie como elementos de texto eliminados, sin mencionar la eliminación de comillas o de menciones de las fuentes narrativas. En lugar de protegerla, las denegaciones de la doctora McFate me llevan a preguntarme si sabía que en algún sitio de la operación textos académicos no identificados habían sido robados por razones de Estado.

En los últimos años, McFate y otros antropólogos militarizados han estado exigiendo más respetabilidad académica. Aunque algunos que forman parte de este grupo producen estudios interesantes de calidad sobre la comunidad militar y de la inteligencia, el Manual muestra el tipo de trabajo de baja calidad que se puede hacer pasar como si representara usos “innovadores” de la antropología para fines militares. El capítulo Tres se lee como el trabajo de perezosos estudiantes de grado C, que toman promiscuamente frases y oraciones de varias fuentes, y las reúnen a toda prisa en una especie de versión antropológica de Cliffs Notes [publicaciones simplificadas para el aprendizaje superficial de una serie de temas [N. del T.] que University of Chicago Press ha blanqueado ahora como si fuera un objeto de respetabilidad académica.

Considerando la importancia del Manual para Iraq, tal vez sea sólo adecuado que estrategas estadounidenses estén tratando ahora de ganar una guerra basada en mentiras con las palabras y pensamientos robados de otros.

Comparaciones de fuentes no mencionadas de pasajes en el “Manual de campo de contrainsurgencia”

Siguen algunos ejemplos específicos de porciones del “Manual de campo de contrainsurgencia, derivados de otras fuentes no mencionadas. Los números unidos mediante guión que preceden a los pasajes indican la cita utilizada en el Manual de Contrainsurgencia. La escritura en negrita indica la porción del pasaje que ha sido utilizada sin mención de otra fuente; pasajes con sangría presentan el pasaje original de la fuente no mencionada (referencias para los pasajes originales aparecen entre paréntesis).

Manual de contrainsurgencia, sección 3-20: Sociedad

“... los sociólogos definen a la sociedad como una población que vive en la misma área geográfica, que comparte una cultura y una identidad común y cuyos miembros están sometidos a la misma autoridad política.”

Fuente no mencionada:

“Formalmente, los sociólogos definen a la sociedad como una población que vive en la misma área geográfica, que comparte una cultura y una identidad común y cuyos miembros están sometidos a la misma autoridad política.” (Newman, David. Sociology. 6th ed. Pine Forge Press, 2006. P. 19.)

Manual de contrainsurgencia, sección 3-24: Grupos

“Un grupo es dos o más personas que interactúan regularmente sobre la base de expectativas compartidas de la conducta del otro y que tiene estatus y roles interrelacionados.”

Fuente no mencionada:

“Grupo: dos o más personas que interactúan regularmente sobre la base de expectativas compartidas de la conducta del otro y que tiene estatus y roles interrelacionados.” (Silbey, Susan. Sociology study notes. 2002. http://ocw.mit.edu/NR/rdonlyres/Ant...)

Manual de contrainsurgencia, sección 3-25: Raza

“Una raza es un grupo humano que se define o es definido por otros grupos como diferente en virtud de características físicas innatas. Biológicamente, no existe algo como raza entre seres humanos; raza es una categoría social.”

Fuente no mencionada:

[Raza] “se refiere a un grupo humano que se define o es definido por otros grupos como diferente en virtud de características físicas innatas e inmutables.”
“(Encyclopedia Britannica. «Race.» 1974, vol. 15.)

Manual de contrainsurgencia, sección 3-26: Grupos étnicos

“Los miembros de grupos étnicos se ven como diferentes de otros grupos en una sociedad y son reconocidos como tales por otros.”

Fuente no mencionada:

“Los miembros de grupos étnicos se ven como culturalmente bien diferenciados de otros grupos en una sociedad y son reconocidos como tales por otros.”(Giddens, Anthony. Sociology, 2006, 5th ed, P. 487.)

Manual de contrainsurgencia, sección 3-27: Tribus

“Las tribus son generalmente definidas como grupos autónomos, genealógicamente estructurados en los cuales los derechos de los individuos son determinados en gran parte por su abolengo y su afiliación a un linaje en particular.”

Fuente no mencionada:

“Una tribu es un] grupo autónomo, genealógicamente estructurado en el cual los derechos de derechos de los individuos son determinados en gran parte por su afiliación en grupos de descendencia colectiva tales como linajes.” (Brown, Kenneth. «A Few Reflections on the ’Tribe’ and ’State’ in Twentieth-Century Morocco.» In F. Abdul-Jabar & H. Dawod, eds., Tribes and Power. Saqi Books, 2001. P. 206.)

Manual de contrainsurgencia, sección 3-37: Cultura

“La cultura es un sistema de creencias, valores, costumbres, conductas, y artefactos compartidos que los miembros de una sociedad utilizan para hacer cara a su mundo y a ellos mismos.”

Fuente no mencionada:

“El sistema de creencias, valores, costumbres, conductas, y artefactos compartidos que los miembros de una sociedad utilizan para hacer cara a su mundo y a ellos mismos.” (Plog, Fred and Daniel Bates. Cultural Anthropology. Random House, 1988. 2nd ed. P. 7.)

Manual de contrainsurgencia, sección 3-44: Valores

“Un valor es una creencia duradera en que una forma específica de conducta o estado final de existencia es preferible a un modo de conducta o estado final de existencia opuesto o converso.”

Fuente no mencionada:

“Un valor es una creencia duradera en que una forma específica de conducta o estado final de existencia es preferible a un modo de conducta o estado final de existencia opuesto o converso.” (Rokeach, Milton. The Nature of Human Values. Free Press, 1973. P. 5.)

Manual de contrainsurgencia, sección 3-51: Formas culturales

“Un ritual es una secuencia estereotipada de actividades que involucra gestos, palabras, y objetos realizados para influencias a entidades o fuerzas supernaturales en función de los objetivos y del interés de los actores.”

Fuente no mencionada:

“Un ritual religioso es una secuencia estereotipada de actividades que involucra gestos, palabras, y objetos realizados en un sitio retirado, con el objeto de influenciar a entidades o fuerzas preternaturales en función de los objetivos y de los intereses de los actores.” (Turner, Victor. W. «Symbols in African Ritual». In J. Dolgin, et al., eds., Symbolic Anthropology. Columbia Univ. Press, 1977. P. 2.)

Manual de contrainsurgencia, sección 3-51: Formas culturales

“Los símbolos pueden ser objetos, actividades, palabras, relaciones, eventos, o gestos.”

Fuente no mencionada:

“Los símbolos que observé en el terreno fueron, empíricamente, objetos, actividades, relaciones, eventos, gestos, y unidades especiales en una situación ritual” (Turner, Victor. The Forest of Symbols. Cornell University Press, 1967. P.19.)

Manual de contrainsurgencia, sección 3-55: Poder y autoridad

“El poder es la probabilidad de que un actor dentro de una relación social esté en una posición de realizar su propia voluntad a pesar de encontrar resistencia.”

Fuente no mencionada:

“El poder [Macht] es la probabilidad de que un actor dentro de una relación social esté en una posición de realizar su propia voluntad a pesar de encontrar resistencia.” (Weber, Max. Economy and Society. Univ. Calif. Press, 1978 [orig. 1922]. P. 53.)


David Price es autor de “Threatening Anthropology: McCarthyism and the FBI’s Surveillance of Activist Anthropologists” (Duke, 2004). Su próximo libro: “Anthropological Intelligence: The Deployment and Neglect of American Anthropology in the Second World War,” será publicado por Duke University Press en marzo de 2008. Para contactos escriba a: dprice stmartin.edu

http://www.counterpunch.org/price10302007.html

  • 27 de febrero de 2008 19:26, por sun

    Muy buena critica, digna de elogia.
    felicidades

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