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Guatape, Antioquia-Colombia 10 de Agosto de 2005

Objetur. Servicio Militar Obligatorio ¿Asumirlo o cuestionarlo?

Objetur. Servicio Militar Obligatorio ¿Asumirlo o cuestionarlo?

¿Entonces quien cuidara las fronteras?, ¿Quién defendería a la población de los grupos subversivos?, ¿Quién protegería a los habitantes de los pueblos que están ubicados en recónditos lugares del territorio Colombiano? ... Son estos algunos de los cuestionamientos que en ámbito escolar argumentan los y las jóvenes a la hora de plantear el debate sobre la obligatoriedad del servicio militar. De entrada habría que manifestar que no es nada fácil hablar de objeción y desobediencia en una sociedad que se ha regido en los imaginarios del patriotismo y la sumisión a los deberes ciudadanos, haciendo del militarismo una institución intocable, equiparable casi proporcionalmente a la adoctrinación de la fé católica; ¿En qué le afecta a la iglesia católica el que yo deje de creer en Dios? - en nada, ¿En qué le afecta a las fuerzas militares el que yo me declare objetor por conciencia? - en nada, las instituciones sustentadas en la alienación, la subyugación del sujeto a un poder autoritario se caracterizan por arrasar las posibilidades creadoras de cada ser humano, formando filas integradas por miles de personas que obedecen ciegamente ordenes absurdas, ya sea en los asientos de una catedral, al interior de una fabrica, o dentro de un cuartel militar; expresado con menos palabras, las instituciones basadas en el autoritarismo nos absorben, nos robotizan e idiotizan, imposibilitando en nuestras vidas cualquier expresión o sensibilización por lo verdaderamente humano - que no es otra cosa que valorar y respetar a cualquier ser -.

Si bien es cierto que actualmente se carece de estudios serios y sistemáticos que den cuenta de los perjuicios que se generan en la personalidad y el carácter de alguien, luego de pasar unos meses dentro del régimen militar, bastaría con recopilar esas historias cotidianas que por años hemos escuchado de las afectaciones físicas y psicológicas que se presentan en un jóven luego de hacer su servicio militar, todas ellas pruebas fehacientes de los efectos negativos que puede causar la formación y el entrenamiento militar en una persona. Como escudos protectores del militarismo, se manifiestan en los y las jóvenes simpatías por la disciplina, la obediencia a un ser superior que pueda orientar, corregir y castigar, la formación de un carácter firme, la definición plena de las expresiones, ademanes, actitudes y comportamientos que caracterizan al género masculino, haciendo verdaderamente difícil para los y las activistas de la noviolencia la labor de resignificación de conceptos y prácticas como la desobediencia, la cooperación, el replanteamiento de las relaciones de género y la búsqueda de la reafirmación de la condición propia de la juventud en lo que son los gustos, habilidades, afinidades, los modos de ser y de estar de los y las jóvenes.

El discurso de la noviolencia no es suficiente para penetrar sus mentes y desatar el nodo que sujeta y reprime su imaginación, sería un error que los y las activistas nos casáramos con la idea de que esto de alguna manera se convierte en un “lavado de cerebro” a los jóvenes, en mi opinión, ese es un temor con el que debemos romper, se trata de encontrar las pedagogías y las metodologías apropiadas para liberar una mente que por diez años - primero en la escuela y luego en el colegio - a sido reprimida: (El tallo de la flor es verde, hágase siempre en el puesto asignado, responda siempre al número y el apellido que le corresponde, la historia es entender que las guerras son necesarias para ser libres de la opresión y la esclavitud, hay que hacer el servicio militar para ser hombres de bien, cuidadito se dejan convencer por esas ideas revolucionarias que no sirven para nada). Ese debe ser el reto principal para cualquiera que se denomine activista de la noviolencia, o al menos para cualquier educador o pedagogo que se haya atrevido a soltar los libros de historia, los manuales de enseñanza tradicional y se haya aventurado a buscar otras posibilidades para acercarse a un estudiante haciendo a un lado la tradicional relación alumno - maestro.

Sí una falsa idea de la obediencia, la disciplina y la hombría pueden denominarse como los escudos protectores del imaginario militarista, podríamos decir que el miedo y una intención arraigada y obsesiva en los jóvenes por cumplir el deber se convierten en la espada que lo defiende, los activistas - y lo sustento desde mis propias experiencias - debemos controlar nuestra emotividad, pues no se puede creer que todo joven que expresa motivación o atracción por el discurso antimilitarista, tiene de sopetón la intención de asumirse como objetor por conciencia, de hecho en la mayoría de los casos, cuando se analiza la situación fríamente, podemos darnos cuenta que la mayoría de los jóvenes temen hacer el servicio militar, pero creen ciegamente que la libreta militar definitivamente es un documento indispensable para hacer realidad ideales propios de los y las jóvenes de nuestro tiempo, como realizar estudios superiores, ser un profesional con un buen empleo, no tener problemas con la fuerza pública, y ven en la objeción por conciencia no una alternativa de transformación de la cultura militarista, sino una alternativa para evadir la prestación del servicio militar, creyendo que al ser objetores, igual tendrán una libreta militar, aunque han habido casos - aunque pocos - en los que en la primera charla o el primer taller contamos con la suerte de que hay jóvenes que de inmediato se sienten identificados y sensibilizados políticamente por el ideal antimilitarista.

En este panorama, la labor de los objetores y objetoras hoy declarados y declaradas públicamente debe centrarse en servir como referentes de posibilidad; no es lo mismo decirle a un jóven del grado once del colegio municipal de Guatape que la objeción por conciencia es un derecho, a decirle que yo soy un objetor por conciencia declarado, que hace 5 años rechazo la prestación del servicio militar, que no apoyo ni los ejércitos ni las guerras, y que todos estos años he procurado crear las condiciones y las alternativas para mostrar que la vida sin libreta militar es posible, rompiendo así con un mecanismo de presión que se ejercía sobre mi, si me asumo como civil, ¿para que voy a portar una libreta militar?. A la hora de plantear a los jóvenes estudiantes la posibilidad de hacer objeción por conciencia al servicio militar, más que promover un discurso o una ideología, se requiere visibilizar alternativas, pues son estas las que de alguna manera hacen que se rompa esa barrera generada por la incredulidad, el escepticismo y la aferración constante al discurso tradicional guerrerista.

En este proceso, hay que asumir con cautela el rol que le compete al activista, partiendo de la claridad de que no somos profetas ni tenemos la verdad absoluta sobre nada, como en todos los fenómenos y relaciones que se presentan en nuestra condición de humanos, tenemos un punto de vista: “las guerras y los ejércitos están llevando al exterminio de la humanidad”, y desde ese punto de vista interlocutamos, proponemos, debatimos y en nuestra labor de difusión constante de nuestra visión del mundo procuramos PERSUADIR a cualquiera que se anime a escucharnos, claro está, y eso jamás podríamos negarlo, nos valemos de mostrar desde todos los medios que nos son posibles utilizar, lo que han causado las guerras en nuestras vidas, en nuestro país y en el mundo, teniendo muy claro de que eso no es ninguna garantía, - aunque nuestra filosofía sea la noviolencia- de que el adversario, el que detenta el poder autoritario, pretenda reprimirnos, amedentrarnos o eliminarnos. Partiendo de esta reflexión, cada ves que interactuamos con los jóvenes de los colegios, sobre todo en los grados décimo y once, hay que procurar exponer con tranquilidad nuestros puntos de vista, tratando siempre de que surjan los debates, pues no son posibles las transformaciones de los imaginarios si primero no se evidencian los desencuentros de estos, finalmente, y luego de exponer claramente nuestra postura antimilitarista, queda abierta la invitación a cada jóven, a cada ser, a reflexionar, a tomar en la soledad y en la intimidad esa decisión que a todos en algún momento nos compete, y definirse de una ves por todas en el eterno dilema de la historia de la humanidad, matar o morir en una guerra, defendiendo ideales e intereses privados, o atreverse a vivir y morir por el ideal que nos hace ser iguales, aunque seamos de, no se que cultura, de no se que país, de no se que color de piel, LA VIDA.

Por:

Leonardo Jiménez

leoeldesobediente hotmail.com

RED JUVENIL DE MEDELLIN

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