Nueva Directiva de Defensa Nacional - Tortuga
Administración Enlaces Contacto Sobre Tortuga

Nueva Directiva de Defensa Nacional

Lunes.15 de junio de 2020 742 visitas - 1 comentario(s)
Consolidando el militarismo y cerrando la crítica al gasto militar. #TITRE

Juan Carlos Rois
Tortuga.

El 11 de junio se ha publicado la Directiva de Defensa Nacional (en adelante DDN), el máximo documento del planeamiento de la defensa en España, que define «los objetivos de la política de defensa española».

Intentemos profundizar en este documento, que consagra nuestra minoría de edad en materia de defensa y el despotismo de nuestros gobernantes, sean del signo que pinte en cada momento.

  • La DNN; un documento muy peculiar

Las peculiaridades de este documento son muchas.

La primera, que viene a ser un calco de la directiva correlativa que aprueba la OTAN cíclicamente, lo que habla de nuestra dependencia respecto del verdadero centro de decisiones geopolítico en materia de defensa del que dependemos.

La segunda, que, a pesar de definir los objetivos de la defensa (esto es, de qué hay que defenderse, cómo hay que hacerlo, quién tiene las competencias para ello y un largo etcétera condicionado a la respuesta a preguntas fundamentales) y aún cuando su trascendencia para nuestras vidas es tan evidente, su aprobación está absolutamente hurtada al debate social, a la deliberación compartida e incluso a la discusión parlamentaria, porque no pintamos nada, no sabemos nada y no tenemos opinión relevante ni derecho a ella.

Las DDN son unos documentos que se aprueban casi siempre coincidiendo con el inicio de cada legislatura. El artículo 6 de la Ley Orgánica de la Defensa Nacional (por cierto, de fecha posterior a varias de estas directivas) establece que corresponde al Presidente de Gobierno «formular» la DDN. El Presidente «establecerá las líneas generales de la política de defensa y las directrices para su desarrollo» y la DDN servirá para «Definir y aprobar los grandes objetivos y planteamientos estratégicos».
Que la norma no contemple ningún tipo de cauce de debate público (ni tampoco de control parlamentario) sobre tan trascendental disposición política, es harina de otro costal ¡y qué costal!

A diferencia de las políticas sectoriales de cualquier otra materia, como pueden ser la educación, la inmigración, la ciudadanía y la integración, la transición ecológica, y un largo etcétera, no se sigue en el caso de la DDN ningún proceso de diálogo social, ni de debate público, ni siquiera de tramitación parlamentaria (sería lo mínimo), ni se llama a su discusión a ningún consenso social, sino que es elaborada por una oficina obscura de planeamiento militar, para ser luego presentada al Pleno del Consejo de Defensa Nacional (presididos por lo general por el Rey o, a falta de este, por el Presidente de Gobierno, los ministros de defensa, interior, Asuntos Exteriores, Economía y Hacienda, así como por los jefes de Estado Mayor de los ejércitos, el Director del CNI y el Director de Gabinete de Presidencia de Gobierno) y más tarde, una vez «aprobada» por el Presidente de Gobierno, es «informada» al Parlamento para que la cámara tenga conocimiento de todo ello, pero sin posibilidad de debate ni enmienda alguna.

Las DDN (10 hasta la fecha desde 1980, normalmente coincidiendo con el inicio de cada legislatura) fueron secretas hasta el año 1996, lo que nos hizo creer que contendrían algo importante. Pero la magia no existe, y cuando conocimos su contenido vimos que tanto experto para tan poca enjundia decepcionaba un poco. Cualquiera en su casa se hace una directiva de esas con la gorra, menos desatinada y más sensata sin necesidad de haber pasado por el Curso de Estado Mayor ni ningún otro centro de formación al uso.

  • Política de estado e inmovilismo de la defensa

¿Qué justifica que la política de defensa y la definición de sus objetivos no sea objeto de contraste, debate, cotejo de alternativas, participación de la sociedad, . . . ?
Si hacemos caso (no siempre conviene) a nuestra politi-casta en materia de seguridad y defensa, la opacidad y falta de participación que subyace a toda la política de seguridad y defensa tiene que ver con que la materia es un bien esencial y una «Política de Estado», que es como decir, un tabú, lo que quiere decir que incuestionable y cerrada a cualquier alternativa desde que, en el supuesto pacto constitucional y después con la entrada en la OTAN ordenada por Calvo-Sotelo y consolidada con Felipe González y su ministro (luego jefe de la OTAN) Solana, las élites poliárquicas se pusieron de acuerdo en sus líneas principales.

El mantra de las «políticas de Estado» es el subterfugio de los grandes partidos para reducir el debate acerca de determinadas materias que pudieran alterar mínimamente los encorsetados consensos de mesa-camilla que fraguaron el régimen vigente y que siguen cerrando su evolución, pero, en el caso de la política de defensa, se desborda más allá, para significar el absoluto inmovilismo, la completa ausencia de debate social y la opacidad con que se conduce esta dimensión de la política de espaldas a la ciudadanía impúber.

Ello puede observarse de la sucesión de DDN dictadas desde 1980 (1980, 1984, 1986, 1992, 1996, 2000, 2004, 2008, 2012 y la recientemente publicada), las cuales consagran un modelo de defensa militarista, enfocado al intervencionismo exterior (90 operaciones militares en el exterior desde Felipe González a la fecha y más de 16.000 millones invertidos en éstas), mantenedora de un ejército que tiene una de las ratio más altas de personal militar de nuestro entorno (2,5 militares en activo por cada 1000 habitantes, que se elevan a 4,3 si contamos a la Guardia Civil y a 67,6 si contamos los más de 3.200.000 personas que dependen mensualmente del gasto militar si añadimos las clases pasivas militares y funcionarios civiles al servicio de la defensa), con un gasto militar opaco y brutal (entre los más de 24.000 millones que afirma el moderado Centro Delás y los más de 31.000 que detectamos nosotros al año) y un descarado fomento de una industria militar y de la venta de armas (séptima potencia planetaria en la materia).

Llama la atención, si hacemos un repaso de la oferta en materia de defensa que ofrecen en sus programas políticos los diversos partidos, nuevos y viejos, la repetición de lugares comunes y la ausencia de una verdadera alternativa a la política de defensa inamovible que nos amordaza: ningún planteamiento para abordar los múltiples problemas endémicos de nuestro militarismo (luego me referiré a ellos); ninguna apuesta por la seguridad humana; ninguna crítica a la visión estratégica y geopolítica que nos hace partícipes de la OTAN y de su estrategia global de dominación-violencia; ninguna pretensión de transarme para desmilitarizar la seguridad y la sociedad, ni para transferir a las necesidades sociales el enorme esfuerzo destinado a mantener el sistema militar actual; ninguna participación social para definir nuestra mayoría de edad en materia de seguridad y para que la sociedad pueda debatir y deliberar qué queremos defender, cómo queremos hacerlo y quiénes deben ser los «sujetos» de tal defensa.

Y ¿Qué decir de la deprimente batería de enmiendas que éstos mismos hacen cuando se tramitan los presupuestos generales del Estado? ¿o de la no menos deprimente política de control que se desarrolla en la anodina y sesteante (son por la tarde a primera hora) Comisión de Defensa del Congreso?

Ejemplos todos ellos de que en materia de militarismo, todo está atado y bien atado y las personitas de a pie no pintamos nada, salvo pagar y agradecer.

  • Lo que dice en sí la actual directiva

Aún cuando la DDN debe definir la política de defensa, lo cierto es que es un documento de carácter más bien propagandístico y repleto de lugares comunes, cuyas principales argumentaciones tienen la virtud de usar muchas palabras para no decir nada, o al menos nada que valga la pena.

Porque lo que se dice en la realidad de los hechos, se dice de forma opaca y por otros medios más desapercibidos (por ejemplo, con las constantes ampliaciones de créditos para compra de armas o para inflar el presupuesto año tras año del Ministerio de Defensa, promocionando con las altas magistraturas del Estado la venta de armas a países indecentes u ocultando partidas de gasto y actividades militares bajo los presupuestos de otros ministerios ajenos al militar o de otras instituciones tan poco sospechosas como el CSIC, AEMET o los barcos que financia para operaciones militares el Instituto Social de la Marina o el Ministerio de Agricultura, pesca y la retahíla de atributos de su nomenclatura).

a) escenario cambiante y peligroso

Así y todo nuestra actual directiva (puede consultarse aquí) define (como han venido haciendo las anteriores) un escenario «múltiple y cambiante» de amenazas de carácter «complejo», «transnacional» y «global» (le ha faltado decir ubicuo y perfecto para definir al dios de los filósofos), dentro del cual nuestro país es un «socio responsable y solidario, plenamente comprometido con la paz y la estabilidad global» hasta el punto de ser hoy en día un «proveedor de seguridad con un modelo propio y definido» con, entre otros, «la experiencia de más de treinta años de participación de nuestras fuerzas armadas en operaciones fuera del territorio nacional».

El escenario internacional así de difuso se concreta en una «erosión notable del orden internacional y en un protagonismo inusitado del recurso a la fuerza», que ha amplificado los retos, «que proceden ahora tanto de actores estatales en competición como de otros no estatales (terrorismo y crimen organizado) con una gran capilaridad entre todos ellos, especialmente evidente en las acciones de desinformación y las agresiones en el ciberespacio».

También entran entre nuestros riesgos precisados de enfoque militar «el cambio climático o, incluso, las pandemias» (afortunadamente no parece que la invasión por los marcianos o la epidemia fascista vayan a causar de momento problemas) y, en todo caso, «los ciudadanos exigen que se protejan sus valores, intereses y estilo de vida» presentes y futuros.

Seguramente esta descripción vale tanto para una mala novela distópica, como para arreglar un roto o remendar un descosido, porque es puro humo y malamente puede describir las prioridades y las necesidades globales (la mayoría de naturaleza no militar, ni nacionalista, ni relacionadas con los ejércitos a no ser que los contemplemos como un peligro añadido), y menos aún para ofrecer un enfoque militar y militarista de solución, pero sirve a nuestro gobierno para definir la justificación de mantener nuestro sistema de defensa militar, proporcionando «capacidades, especialización y disponibilidad únicas» (¿qué pensarán los personales sanitarios, educativos, los reponedores y trabajadores del sector alimentario, el sector científico y la sociedad en su conjunto de tan arrogante esencia de lo militar?) y para que, a pesar de que es evidente que no existen en la mayoría de los escenarios problemas de «defensa», la defensa «forma parte de la solución a cualquier problema de seguridad» (póngase usted malo y lo curará a este paso un sargento Arencibia o un capitán Vitorino vestido de ignífugo de la UME).

b) Deseos de nuestro despotismo «hilustrado» (con hache).

En dicho escenario «queremos mantenernos en el grupo de cabeza de los estados miembros (de la UE) comprometidos con el desarrollo de los instrumentos del Tratado de la Unión relativos a Seguridad y Defensa» y «. . . aumentar y modernizar las capacidades militares, y fortalecer la base industrial y tecnológica europea».
También queremos «reforzar las capacidades de la Alianza Atlántica» porque «creemos en una OTAN sólida» y «eficaz ante desafíos a la ciudadanía (no sabemos si planetaria, europea, atlántica o modestamente española) en cualquier dirección».
Y respaldamos además a la ONU (de hecho somos uno de sus principales contribuyentes en materia de tropas desplegadas por doquier)

c) Líneas generales

Pasando del cuento a las cuentas, el documento aborda las que llama «líneas generales y objetivos de la política de defensa», que resumimos:

1) Proteger a España y los españoles, manu militari, de acuerdo con el (muy controvertido porque otorga un peso al ejército abrumador y que no aparece en ninguno de los textos constitucionales de nuestro entorno) artículo 8 de la Constitución.

2) Contribuir a la paz internacional en el marco de los compromisos adquiridos por España (es decir, contribuir más bien al estatus quo caracterizado por su injusticia y su inviabilidad).

3) Mantener un sistema de defensa creíble de carácter disuasivo, tanto hacia el interior, como de cara al exterior y con arreglo a nuestro peso internacional.

4) Hacer uso hacia dentro del propio Estado (se ha visto en la pandemia) de las fuerzas armadas como parte de la gestión de crisis y emergencias interiores, continuar con las labores tradicionales de «defensa territorial» de los ejércitos y mantener, hacia fuera, el actual intervencionismo, ya sea bajo las banderas OTAN, UE, ONU o propias, ya participando en coaliciones militares «ad-hoc».

5) Amplificar nuestra «diplomacia de la defensa» (que ha conseguido nuestra participación militar en diversas zonas del planeta y ha consolidado nuestra política de «fronteras de seguridad avanzada» básicamente para situar nuestra «frontera militar» en el amplio espacio que va desde el golfo de guinea hasta el índico pasando por todo el Sahel)

7) Reforzar el papel militar del CNI, de la UME y de la nueva moda de la «cibereguridad».

8) Reforzar la industria militar.

9) Impulsar una «cultura de la defensa» pensada más bien como adoctrinamiento que como participación democrática.

10) mejorando las condiciones de los militares.

Estos diez mandamientos se concretan en dos mantras que implican un enorme esfuerzo económico y de recursos: modernizar las fuerzas armadas (que nunca acaban de estar todo lo modernizadas que se requiere) y profesionalizar las fuerzas armadas (que nunca acaban de conseguir la profesionalización y reconocimiento que precisan) para poder seguir haciendo de éstas el ariete político, económico y de intereses compartidos que la élite necesita para postularse en el exterior y mantenernos a raya en el interior.

¿Está, amable lector, de acuerdo con todo esto? ¿Le han pedido su opinión al respecto? ¿No? Pues espere sentado, porque la exclusión de este debate forma parte de las reglas de juego y su opinión no cuenta para nada, como ocurre con otras esencias del tarro, como la monarquía, el papel de la Iglesia y otras grandes palabras que nos acompañan con su color de ala de mosca desde hace tantos lustros.

  • ¿Para qué sirve esta directiva?

Muy sencillamente, para tres cosas:

  • Consolidar un modelo de defensa militarista , caracterizado por el sobredimensionamiento de nuestra estructura militar, el sobrepeso de los ejércitos, el intervencionismo interior (ya sea frente a un difuso e indefinido enemigo interno o encomendando a los ejércitos un papel relevante en cualquier tipo de problema o crisis) y exterior (90 operaciones militares en el exterior desde los años 80, más de 16.000 millones de euros gastados en ellas y más de 120.000 efectivos participando de las mismas) del mismo, la sumisión a la política de la OTAN y al creciente militarismo de la UE, el fomento de la industria militar, la venta de armas y el negocio de la guerra (con un creciente trato de favor a los señores de la guerra, la consolidación de las puertas giratorias y de un oligopolio militar-industrial y la puesta a disposición de la venta de armas de recursos significativos del Estado, incluyendo la promoción del mismo por parte de ministros, altos cargos y ex altos cargos y las principales magistraturas del Estado), el abrumador gasto militar que mueve todo ello, una deuda ilegítima y salvaje por compra de armas innecesarias, una nefasta transversalidad del militarismo a todos los espacios políticos y sociales (gasto militar oculto en casi todos los ministerios, exenciones de impuestos y tasas para actividades de toda índole relacionadas con el militarismo, apoyo institucional, subvenciones y ayudas en todos los niveles administrativos, desde ayuntamientos a Comunidades autónomas, pasando por diputaciones, empresas públicas, instituciones, organismos autónomos y entes de todo nivel) y una pervivencia, cuando no fomento desde el poder, de un militarismo sociológico de signo autoritario, ultranacionalista, conservador y confesional que es el caldo de cultivo para la minoría de edad de la sociedad en materia de seguridad.
  • Cronificar los males endémicos de nuestro militarismo, que, autocitándome en el libro que se puede descargar gratuitamente «Manual para entender el militarismo» resumo en:
  1. Gigantismo
  2. Opacidad y falta de transparencia
  3. Clientelismo
  4. Sumisión a la OTAN y ausencia de soberanía
  5. Política intervencionista
  6. Despilfarro
  7. Gasto desmesurado e insostenible
  8. Deuda ilegítima y Programas de Armas innecesarios
  9. Ineficiencia
  10. Especulación y puertagiratorismo
  11. Venta de armas (y conflictividad)
  12. Garante de las esencias (unidad territorial y enemigo interno)
  13. Confesionalidad y militarismo sociológico
  14. Militarismo cultural, sociológico y organizacional
  15. Gran contaminador
  16. Que no defiende la seguridad humana
  • Cerrar cualquier debate sobre una alternativa (lo que no es lo mismo que un cambio cosmético) global a éste modelo, basado en la seguridad humana; precisamente cuando lo vivido en la pandemia que seguimos padeciendo nos ha mostrado la enorme distancia entre nuestras necesidades y problemas de seguridad y el modelo de defensa que tenemos, que no está pensado para responder a nada de ello, así como la ineficacia, incompetencia y abrasadora peligrosidad de meter a los militares hasta en la sopa. Cuando nuestra sociedad clama por más inversiones sociales y menos gastos militares, la DNN recientemente firmada, elude el debate. Cierra la posibilidad de cambio y no propone ninguna medida para la participación social en las grandes definiciones de la política de defensa, porque seguimos siendo, para nuestra élite diluviana menores de edad en materia de defensa y nos basta con obedecer y pagar sin rechistar la cuenta del festín.

- Pero ¿no hay alternativa?

A juzgar por lo que dicen (y hacen) los nuevos/viejos partidos políticos, no hay alternativa, ni otro horizonte pensable, ni es posible promover la desmilitarización de la seguridad y la superación del modelo de defensa militar por otro de seguridad humana basado en los derechos y necesidades humanas.
Lo mismo, exactamente lo mismo, que decían respecto de las propuestas ecologistas, feministas o de cualquier otro signo transformador hasta que la gente con sus prácticas ha desmentido la falta de alternativas y ha puesto el dedo en la llaga: no es un problema sólo de preferencia ni de posibilidad de la alternativa, es que sin transitar hacia ella y sin abandonar el modelo vigente lo que no hay es solución, sino colapso.

Me permitiré añadir, dada la extensión de este texto, que sobre la alternativa a la defensa militar si se ha escrito. Citaré el libro del Colectivo Utopía Contagiosa «Política noviolenta y lucha social» del año 2012, editado por Libros en Acción, la editorial de Ecologistas en Acción, en el que se describe la viabilidad de una alternativa de desmilitarización y un camino para abordarla.
En la actual reclamación de seguridad humana y cuidados, nuestros partidos políticos sólo abordarán cambios sustanciales en materia de defensa cuando no hacerlo les pase factura real, lo que de momento no ocurre, y cuando las practicas sociales sean capaces de desencadenar la suficiente movilización para ello.

Nota: los comentarios podrán ser eliminados según nuestros criterios de moderación.
  • Nueva Directiva de Defensa Nacional

    2 de agosto de 2020 16:59, por Issa

    Buscando grupos que sigan trabajando por los viejos y arrinconados valores:

    Libertad, Justicia, Igualdad, Paz, Fraternidad, Dignidad.... Democracia

    Veo el desierto; un páramo vacío con apenas algunas hierbecillas dispersas, sin coordinación entre ellas, como el Grupo Tortuga, que no sé cuantas personas lo constituyen, pero temo si no será como aquel CIAR, http://ciaramc.org/ "Colectivo" que editaba el excelente boletín "Armas contra la guerra" y que desapareció con el fallecimiento de Alfredo Embid, un zaragozano imprecindible.

    Aquí el enlace a su últmo boletín:
    http://ciaramc.org/ciar/boletines/c...

    Parece que el capitalismo global ha acabado con toda oposición organizada, coordinada, no partidista, en España.

    ¿Me equivoco?
    ¿Hay alguien intentándolo?

    bigornia@hotmail.com

    Responde este comentario