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Por Sumaya Farhat-Naser y Gila Svirsky. Jerusalem Link

Nos negamos a ser enemigas

Nos negamos a ser enemigas

Aunque la información no ha llegado todavía a los medios internacionales, queremos que el mundo sepa que las mujeres de Israel y Palestina están listas para hacer la paz.
Durante casi dos décadas, las mujeres han sido la parte más vibrante, atrevida y progresista del movimiento pacifista a ambos lados de nuestra división.

Las mujeres Palestinas e Israelíes han estado reuniéndose y negociando unas con otras durante años, incluso cuando cada acto de hablar con la otra era ilegal en Israel y estaba prohibido en Palestina.

Esas negociaciones empezaron en secreto hace años en casas e iglesias. Luego nos sentimos seguras negociando en Basilea, Berlín, Bruselas, Boloña y otras ciudades europeas. Hoy, nos reunimos abiertamente cuando podemos, a menudo en encuentros simbólicos, como el Centro Notre Dame, en la frontera entre el Jerusalem Palestino e Israelí.

Aunque haya habido disenso y debate, y aunque el contexto en el que hemos discutido haya sido a menudo doloroso, siempre hemos puesto por encima una visión común de paz. Si hubiera dependido de nosotras hace ya mucho tiempo que hubiésemos hecho un acuerdo de paz que zanjara las cuestiones difíciles entre nosotras.

Las mujeres abogamos por el fin de la situación de ocupantes y ocupados. Queremos ver a Israel y Palestina como dos estados separados, lado a lado, con Jerusalen como capital compartida por ambos. Queremos una solución justa para acabar con el sufrimiento de los refugiados. Creemos que ambas naciones tienen el mismo derecho a estado, independencia, libertad, seguridad, desarrollo y a una vida digna.

Y un punto crucial de acuerdo: Nosotras condenamos todo tipo de brutalidad, violencia, terrorismo- ya sea por parte de individuos, grupos políticos, gobiernos o de militares. Ya hemos tenido suficientes matanzas a ambos lados. Demasiados niños palestinos e israelíes han muerto o quedado huérfanos o lisiados de por vida, y demasiados de nuestros hijos, padres y hermanos han hecho esas matanzas. Porque la guerra victimiza no sólo al inocente, también brutaliza a los perpetradores.

Mujeres Israelíes y Palestinas nos hemos comprometido a educar a nuestros propios pueblos sobre la validez de ambas reclamaciones de este territorio y hemos buscado contrarrestar la demonización en la que ambas sociedades se empeñan. Hemos promovido el diálogo entre mujeres, prestado nuestras condolencias a las familias de las víctimas de ambos lados, hemos sido arrestadas por protestar contra el consenso de nuestras propias naciones, y hemos hablado claramente exigiendo una solución justa.

Y, aparte de nuestras actividades públicas organizadas, también operamos como agentes secretos. No sólo somos las madres, maestras, enfermeras y asistentes sociales de nuestras sociedades. También somos agentes secretos sirviendo política con la cena, impartiendo lecciones de no violencia a cada niño o niña en nuestras clases, a cada paciente a nuestro cuidado, a cada cliente que atendemos, a cada hijo e hija que amamos. Nosotras implantamos ideas subversivas de paz en la mente de los jóvenes antes de que los agentes de la guerra se den cuenta. Es un proceso largo, cuyos resultados no son visibles de la noche a la mañana, pero en cuya eficacia creemos.

El movimiento de paz de las mujeres en Palestina y en Israel cree que ha llegado el momento de acabar con el baño de sangre. El tiempo de abandonar nuestras armas y nuestros miedos.

Nosotras nos negamos a aceptar más combates en nuestras vidas, en nuestras comunidades, en nuestras naciones. Nos negamos a seguir con el miedo. Nos negamos a entregarnos a la violencia. Nos negamos a ser enemigas.
Publicado en Mujer Palabra el 7 de octubre del 2006

Traducido por Leonor Taboada en la Red de Mujeres de Negro contra la guerra en octubre 2006.


Sumaya Farhat-Naser es activista del Jerusalem Center for Women.

Gila Svirsky es activista de Coalition of Women for Peace.

Sumaya y Gila

Leer más: Mujeres israelíes y palestinas


Mujeres trabajando por la paz El Enlace Jerusalén
Sumaya Farhat-Naser

Tomado de:
http://www.lolapress.org/elec3/arts...

Desde siempre las mujeres y los varones israelíes y palestinos han intentado dialogar, a pesar del peligro que suponía. Se consideraba como una traición y como una forma de reconocer al enemigo. Hasta 1992 los políticos palestinos e israelíes tenían totalmente prohibido ponerse en contacto unos con otros. Los hombres eran obligados a dar explicaciones e inmediatamente eran castigados con penas de cárcel. A las mujeres palestinas, en cambio, no se las creía capaces de ser políticamente activas. De acuerdo con la tradición y el pensamiento patriarcal, no podía aceptarse que las mujeres asumieran actividades políticas. Así que nos encontrábamos individualmente. Durante unos años había réuniones informales y a escondidas.
En 1988 por primera vez se reunió en Jerusalén un grupo más grande de seis mujeres israelíes y seis palestinas. Queríamos elaborar un proyecto conjunto, para no trabajar sólo de forma individual.

En 1989 el Centro laico de Cultura Judía de Bélgica invitó a un grupo de mujeres palestinas e israelíes a un encuentro secreto en Bruselas. Trabajamos en la formulación de principios comunes y de un marco para el trabajo conjunto y la cooperación. Era necesario fijar unas líneas políticas para que nuestro encuentro no fuera denunciado como una conspiración ni como una traición. Teníamos que demostrar a nuestros pueblos que nos reuníamos para beneficio de ambas partes. Formulamos principios como el reconocimiento de los derechos nacionales y políticos, el reconocimiento de la OLP y el rechazo a la violencia.

La Guerra del Golfo de 1990-91 produjo una amplia fisura entre las activistas a favor de la paz en Israel y en Palestina, la desconfianza volvió y las conversaciones enmudecieron.

Como resultado directo, en 1994 se fundaron dos centros de mujeres con ayuda de la Comisión Europea: el palestino «Jerusalem Center for Women» (Centro Jerusalén para Mujeres) en Jerusalén este y el israelí «Bat Shalom» (Hermana de la Paz) en Jerusalén oeste. Ambos centros juntos constituyen el «Enlace Jerusalén».
La creación de dos centros físicamente separados fue intencionada: ambas partes desean trabajar de forma independiente y en libertad, en lugar de adaptarse y de cambiar su postura para agradar a la otra parte. Queremos mantener nuestra identidad política y cultural.

La sociedad israelí posee un estado con estructuras diferenciadas. Dispone del poder económico y, al mismo tiempo, es la potencia ocupante. En cambio, la sociedad palestina vive desde hace más de cincuenta años en el exilio y desde hace más de treinta años bajo la ocupación israelí. Tiene muy pocos fundamentos para construir un estado apenas incipiente y casi no tiene recursos ni capital. En Palestina temas como la educación para los derechos humanos, el sentido cívico o la consolidación del sistema parlamentario son las cuestiones que deben ser trabajadas. Para los israelíes estos son temas de los que se ocupan desde hace más de cincuenta años.

Nuestras diferencias se manifiestan en la vida cotidiana. Para los palestinos los días festivos de la semana son los viernes y los domingos, mientras que para los israelíes es el sábado. Nuestros días de fiesta nacionales y religiosos se celebran en épocas diferentes y están relacionados con formas de comportamiento diferentes. En el mes musulmán del Ramadán no se puede comer, beber ni fumar durante todo el día; tampoco se suele ofrecer nada a las personas invitadas. Si las interlocutoras israelíes desconocen estas convenciones sociales, pueden llegar a sentirse molestas. También los sistemas sociales son muy distintos. Las mujeres israelíes ganan un salario promedio que es el doble de lo que ganan las palestinas. Tienen seguridad social, pensiones de jubilación y un seguro de enfermedad. Sin embargo, las mujeres palestinas que participan en las discusiones no disponen de nada similar.

Para las mujeres palestinas e israelíes que trabajan por la paz es importante convencer a ambas partes de la necesidad de trabajar juntas. Este trabajo de convicción es más sencillo si empezamos por nuestra propia casa, antes de intentar dialogar con la otra parte. Por este motivo, cada centro tiene un programa propio orientado a las necesidades de su propia sociedad. El Enlace Jerusalén sirve como una plataforma para realizar programas conjuntos que se ocupan de analizar la situación política y de formar a las mujeres para el trabajo político.

Desde el principio, Jerusalén ha sido otra cuestión fundamental en nuestro trabajo, pues es el lugar donde desarrollamos nuestras actividades y es el foco de delicadas cuestiones políticas, religiosas y emocionales..
Cuando surgió la idea de hacer una campaña para un Jerusalén común en otoño de 1996, teníamos la sensación de «estar haciendo lo correcto». El apoyo de la Comisión Europea y de otros finaciadores confirmaba su importancia. Bajo el título «Compartir Jerusalén: dos capitales para dos estados» organizamos una semana con diferentes actividades. Nuestro objetivo era conseguir que una visión llegara a ser realidad por un tiempo: la visión de una ciudad abierta, una ciudad que sirviera como capital de dos pueblos, de dos naciones. Esta no era una actitud popular en la sociedad israelí ni en la palestina, ni tampoco lo es hoy en día. La gran mayoría de los israelíes y de los palestinos piensan que Jerusalén debería pertenecerles a ellos solos. La realidad de la ciudad de Jerusalén es sin embargo bien diferente. Es una ciudad dividida en dos mitades: una judía-israelí y otra mitad palestina, musulmana y cristiana. Para las mujeres israelíes y para las palestinas fue extremadamente difícil aceptar el proyecto, que estuvo cargado de una fuerza emocionalmente explosiva. Amenazaba con hacer parecer a las organizadoras como traidoras y colaboracionistas a ojos de la población.

Al apartarnos del consenso general, como mujeres teníamos menos que perder que los varones. Estábamos orgullosas de atrevernos a hacer algo que a los varones no se les permitía intentar.

La Autoridad Nacional Palestina debía dar el visto bueno a las mujeres palestinas; rápidamente dio su consentimiento. Dado que esta institución no podía tratar el problema de Jerusalén, - pues así se había acordado en las negociaciones de paz, mientras no se construyera una relación de confianza entre las partes - se alegró de que tratáramos este problema con nuestra campaña. El tiempo de espera hasta que Jerusalén se convirtió en un tema de negociación fue aprovechado por el gobierno israelí para ampliar Jerusalén con extensos asentamientos en Jerusalén este. Este tipo de acciones unilaterales destrozaban la confianza entre ambas partes.

En medio de este difícil contexto llegamos nosotras con nuestro proyecto. Recibimos una avalancha de acusaciones: «¡Cómo podéis atreveros a dividir Jerusalén! ¡Cómo podéis atreveros a proponer Jerusalén como capital de dos estados!».

Este tema, especialmente sensible y cargado de emociones, también provocó discusiones y malentendidos entre nosotras mismas, mujeres de paz. Nosotras, mujeres palestinas y israelíes, casi no podíamos superar los miedos estereotipados sobre «las otras», aunque llevábamos más de tres años trabajando juntas. Para nosotras era decisivo admitir que existían dos visiones de los hechos y que había dos historias en vez de una sola. El respeto mutuo puede ser la base para la comprensión política posterior - incluso para la reconciliación.

El peligro de los malentendidos lingüísticos no era nada despreciable. Conseguir ponernos de acuerdo sobre el eslogan del proyecto demostró ser bastante difícil. Llegamos a un acuerdo y pusimos entre comillas la definición de lo que queríamos expresar con «compartir».
Durante un tiempo funcionó. En inglés - pues las mujeres israelíes y palestinas se entienden en inglés - parecía sencillo y claro. Pero cuando se imprimió la traducción del eslogan en árabe y en hebreo, las mujeres israelíes y palestinas recibieron una avalancha de acusaciones. La traducción hebrea fue entendida en parte como «vivir juntos en una ciudad», lo que también se interpretó como «dormir juntos en una cama» o «vivir en un mismo espacio». ¿A quién pertenece este espacio que es Jerusalén? Puesto que Israel está en el poder, esto significaría aceptar la dominación israelí. ¡Nunca!

La traducción árabe fue entendida como «ciudad bocadillo». En Jerusalén hay dos clases de bocadillos: el oriental es una pita, una bolsa de pan redonda que se abre por arriba y se rellena. El bocadillo occidental consiste en dos rodajas de pan separadas. Se abre y se deshace fácilmente. La idea de una ciudad bocadillo fue aceptada o rechazada, según qué tipo de bocadillo se imaginara cada persona. Desde el lado israelí se interpretó unánimemente como un bocadillo occidental, con la idea de que la ciudad de Jerusalén debía ser dividida de nuevo, como antes de 1967.

A pesar de todas las dificultades, la campaña fue un éxito. Hubo conciertos, discusiones y una manifestación en que participaron diez mil personas. La presencia de los medios de comunicación fue muy amplia. Entre nosotras la campaña había hecho explícitas las preguntas fundamentales: ¿Cómo tratar la asimetría entre las mujeres israelíes y las palestinas? ¿Cómo lograr construir una relación de cooperación en la que tengamos los mismos derechos y nuestras opiniones valgan igual? En un primer momento todas considerábamos Jerusalén como nuestra propiedad y al final habíamos llegado a la convicción de que la ciudad debía ser compartida.

Las mujeres palestinas e israelíes tenemos una visión distinta sobre el trabajo necesario para construir la paz. Gila Svirsky, que asumió la dirección de «Bat Shalom» poco después de la campaña, expresaba así esta diferencia: «Las mujeres palestinas piden que discutamos sobre cuestiones políticas, mientras las israelíes quieren hacer amistades. Las mujeres israelíes participan en los grupos de diálogo con las palestinas para poder dormir mejor por las noches; las palestinas, para impedir que las israelíes se vayan a dormir tranquilas»..

Sumaya Farhat-Naser nació en Birseit, cerca de Jerusalén. Estudió en Alemania y enseña botánica en la Universidad de Birseit. Entre 1997 y 2001 fue directora del centro palestino «Jerusalem Center for Women».

El texto es la versión resumida de un capítulo del libro «Arraigada en la tierra de los olivos», escrito en alemán y publicado en 2002 por la editorial Lenos-Verlag, en Basilea (Suiza). Esta editorial se ha especializado en literatura escrita en árabe y en alemán. Por desgracia, los libros de Samaya Fahrat-Naser aún no están disponibles en otras lenguas - al igual que la página web de la editorial www.lenos.ch, en la que se puede encontrar más información sobre la editorial y sobre la autora.

Traducido del alemán por Rosa Morillo Balado.


En la tierra de los olivos
Sumaya Farhat-Nasser
Editorial:El Aleph Editores
Trad.:Anna Tortajada
ISBN: 84-7669-750-3
Colección: Personalia, 54
Páginas: 240
PVP: 18,90 €

UNA HISTORIA DE MUJERES POR LA PAZ “Tropecé con esta obra mientras buscaba documentación para escribir yo misma un libro sobre las mujeres que en Israel y Palestina luchan juntas por la paz, una paz justa” explica Anna Tortajada en este libro que ha traducido y prologado.

Farhat-Naser, la autora, nos relata cómo dos grupos de mujeres, unas palestinas y otras israelíes, decidieron sumar esfuerzos y crear The Jerusalem Link, proyecto que pretende acercar a las dos partes de este conflicto para asentar las bases de la convivencia. En palabras de la autora, ellas obran como agentes secretas, sembrando pensamientos subversivos de paz en los corazones de los jóvenes, antes de que los agentes de la guerra se den cuenta.

Naser nos cuenta el día a día de una mujer que no puede acercarse a su huerto, que está sometida a un estricto control por la policía de las dos partes, que no puede planificar nada porque no sabe si al día siguiente podrá salir de casa; nos habla de la quema de libros y de instrumentos musicales y de un sinfín de barbaridades que impiden un día a día en libertad.

Cuando el trabajo a pie de calle ya no fue posible, Sumaya Farhat-Naser se puso a escribir para dejar constancia de todo el trabajo realizado por unas mujeres que lucharon, durante más de dos décadas, por encontrar puntos de encuentro, soluciones y compromisos que respondieran a los intereses de palestinos e israelíes, a pesar de la cerrazón de los dirigentes de los procesos de paz.

Sumaya Farhat-Naser, nacida en 1948 en Birseit (Jordania Occidental), se trasladó a Alemania donde cursó el bachillerato en un internado de religiosas evangélicas. Posteriormente, realizó estudios de Biología, Geografía y Pedagogía en la universidad de Hamburgo. Fue distinguida con el Premio Ciudad de Augsburgo de la Paz, en su edición del año 2000, por su labor en el acercamiento entre palestinas e israelíes. Este premio lo han recibido otras personalidades de la talla de Mijail Gorbatchov. En el 2002, el proyecto puesto en marcha por Farhat-Naser, The Jerusalem Link, obtuvo el Premio Internacional Alfonso Comín. Madre de tres hijos, actualmente es titular de la cátedra de ecología en la universidad de su ciudad natal. Desde 1997 dirige la publicación Jesuralem Center for Women/Jerusalem Links

Bat Shalom/

Jerusalem Center for Women

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