Bueno, si afirmas suscribir enteramente mi comentario, entonces igual no estás tan lejos como piensas de la gente que realizó esa acción.
Yo decía que me parece una acción muy pedagógica, ya que los antimilitaristas acuden y se hacen presentes en el mismo lugar en el que una empresa de armas trata de “venderse” a la sociedad, en concreto a unos estudiantes de ingeniería, como si fuera una empresa como cualquier otra y tratando de borrar por completo cualquier posible señalamiento o debate sobre si lo que hace es o no moral. Entiendo que te pueda resultar agresivo y molesto el hecho de que alguien irrumpa donde no se le ha invitado y acapare durante un tiempo la palabra para “imponer” su idea. Al final cada cual se siente como se siente. Es lo mismo que pasa cuando alguien hace una huelga; aunque el motivo esté justificadísimo siempre hay un tercero que sufre alguna molestia. Pero para eso están también nuestras actitudes personales de comprensión y de empatía. Sinceramente no creo que la perturbación causada por esta acción a las personas presentes haya supuesto secuelas importantes para ninguna de ellas. Ni siquiera un gravísimo percance para la organización del acto. Y desde luego nada comparable a los efectos de esas armas y de esa industria que se trata de denunciar. Date cuenta que las instituciones no suelen tener a bien “invitar” a grupos críticos como los nuestros a este tipo de eventos, y que a veces la Acción Directa Noviolenta constituye la única forma de hacerse escuchar y sortear un poco el bloqueo informativo y la censura.
Por las otras cosas que dices opino como quienes te han respondido arriba. Creo que si aspiramos a un mundo futuro sin ejércitos y sin guerras no podemos dedicarnos a armarnos como sociedad ni para atacar ni para defendernos. ¡Otro que no sabe donde vive!, dirás quizá.Y no es tan así. No creo que aquí nadie se llame a engaño con respecto a lo mal que están las cosas y a lo complicado, si no casi imposible, que puede resultar el cambiarlas. No hace falta más que ver el telediario del mediodía para comprobar cómo los ejércitos de nuestros países occidentales están presentes en medio mundo imponiendo su orden político y económico a base de bombardeos, por solo poner un ejemplo de las mil cosas que funcionan mal en el planeta y que ponen en peligro real la vida de millones de personas cada día. Digo esto para darte parte de razón. Los miedos de quienes optan por el armamentismo no son irreales, sino que están bien fundados. El peligro existe.
Sin embargo ante este estado de cosas tenemos tres opciones. La primera, que es la que abrumadoramente sigue la gente en nuestras sociedades del primer mundo, es pasar de todo, no querer saber nada y dedicarse a vivir cada cual su vida buenamente. La segunda, que es la que tú propones en tu comentario viene a ser algo así como “ya que las cosas están tan mal y no tienen remedio, aprovechémonos todo lo que podamos y estemos entre los que ganan y no entre los que pierden”. Puede ser una actitud, si quieres realista y pragmática, pero debes comprender que desde una valoración moral o ética resulta de lo más cuestionable, lo mismo que la anterior. Ten en cuenta que esta elección convierte a quien la realiza en plenamente partícipe y cómplice de todos los males que resulten de ella, los cuales sabemos que son terribles.
La tercera opción es la de comprometerse para intentar que las cosas cambien.
Sobre esta tercera opción podemos hablar. Precisamente porque sí sabemos en qué mundo vivimos y ya estamos maduritos maduritas para no caer en utopismos, somos conscientes de la enorme limitación y dificultad de lo que queremos hacer. Pero que no esté en nuestras manos hoy acabar con el militarismo en el planeta no significa que no podamos hacer nuestra aportación, poner nuestro granito de arena, comenzar a andar los dos o tres primeros pasos de los millones que hacen falta para que ese objetivo sea alcanzable. Porque nada se consiguió de repente y porque cualquier cambio que valió la pena en la sociedad estuvo siempre precedido por la labor pequeña, anónima y casi desapercibida de una minoría que confió y tuvo esperanza. Y al revés, porque cuando no hubo esos pocos que aspiraron a más y dieron un paso adelante, la injusticia permaneció y se robusteció.
Otra cosa será hablar de que, incluso siendo pequeños pasos, éstos tienen que caminar en la dirección apropiada. Y en eso es en lo que te daba la razón. Yo no creo que a base de pancartas, concentraciones y acciones directas tan solo, los y las antimilitaristas podamos hacerle ni cosquillas al armamentismo, al militarismo. Esas cosas sirven y tienen su validez pedagógica pero sólo si acompañan y complementan a un trabajo de crítica y de construcción de alternativas al tipo de sociedad que crea al militarismo. Los ejércitos y las actuales guerras “humanitarias” no existen por casualidad. Son la punta de lanza de unas sociedades agresivas que atacan y someten a otras con el objetivo de que la riqueza se acumule en unas zonas determinadas del planeta. Todos nosotros y nosotras vivimos condiciones vitales que se benefician indirectamente de las acciones bélicas del ejército español y del poderío de la industria bélica del estado (entre otras muchas cosas). Mientras no tratemos de incidir en la causa (el modelo de sociedad capitalista, consumista, sin democracia real…) será perder el tiempo todo lo que tratemos de hacer sobre su efecto (el ejército y la guerra). Esa es mi opinión.
Bueno, esperando que todas estas palabras ayuden a cavilar un poco. Salut.