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El síndrome de Irak: Así viven los soldados españoles con trastorno de estrés postraumático

El síndrome de Irak: Así viven los soldados españoles con trastorno de estrés postraumático

Hablamos con exmilitares españoles sobre el Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT) al que se enfrentan tras su experiencia en Irak entre 2003 y 2004.

Pedro García Campos

Este artículo se publicó originalmente en VICE News en español.

«Era un boda. Y ya se sabe cómo es una boda allí [Irak], o por lo menos cómo era hace 13 años[en 2003]. Los invitados se pusieron a celebrar disparando al aire sus AK-47 y varias ráfagas fueron a parar a nuestro puesto. Mi compañero y yo nos miramos y abrimos fuego. Y, claro, yo tiré a dar». El Cabo Primero Fernando Tello pasó por Irak a finales de 2003 como tirador selecto de la Brigada de Infantería Mecanizada Extremadura XI, instalada en la Base de Bótoa en Badajoz, donde Tello nació hace más de 35 años.

En 2003 las tropas españolas aterrizaron en Irak en el marco de la operación Iraqui Freedom (Libertad iraquí), liderada por Estados Unidos y Reino Unido. Lo que se trasladó a la opinión pública como una misión humanitaria, se fue convirtiendo poco a poco en una guerra abierta con emboscadas y acciones reales de guerra, y episodios como el de la boda que relata Tello, a las afueras de Diwaniya, donde se encontraba la Base España, hicieron que muchos militares terminasen regresando de la zona con Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT).

«Lo peor de todo es que si te sucede algo así, tus compañeros y tus superiores te consideran un débil, alguien que no vale para esto, y te van —y te vas— arrinconando», denuncia Tello a VICE News, cuyo contrato temporal con el Ejército de Tierra fue dado de baja una vez en España. «Mi caso lo llegaron a dar por perdido, y los psicólogos militares me dijeron que no podían hacer nada por mí. A muchos compañeros míos les ha pasado lo mismo», recuerda.

Lo que padecía y padece Tello es lo que se conoce popularmente como el Síndrome del Militar Quemado, una manifestación del TEPT derivado de acciones o experiencias militares que «empezó a estudiarse masivamente en Estados Unidos tras la Guerra de Vietnam», apunta a VICE News Luis García Villameriel, Teniente Psicólogo y Reservista Voluntario del Cuerpo Militar de Sanidad y miembro de Psicólogos Sin Fronteras.

Villameriel cree que «el factor clave es la resiliencia de los propios militares a estados de alerta y misiones extremas, amenazas o episodios violentos, es decir: hasta qué punto tienen capacidad de recuperarse y volver al estado anterior a la vivencia traumática».

Los síntomas del TEPT, que según Villameriel «puede desarrollarse a raíz de un episodio en concreto o de una situación continuada de estrés, como en el caso de los soldados de trinchera», son «sobre todo la vivencia recurrente del evento que causó el trauma, las imágenes invasivas, los ruidos que persisten incluso años, la depresión, el abuso de drogas y alcohol, la desestructuración de la vida cotidiana».

«Las expectativas», añade Villameriel, «también pueden influir». Expectativas como las que relata Tello: «Cuando llegamos a Irak pensábamos que íbamos a una misión de paz, a repartir lapiceros, bocadillos y mantas, pero una vez allí, mientras nos ordenaban colocar sacos terreros alrededor de la base, nos fuimos dando cuenta de que íbamos a una guerra».

No existen cifras oficiales sobre el TEPT en el ámbito militar español y, si existen el Ministerio de Defensa las guarda bajo llave. De hecho, el Ministerio de Defensa declinó las peticiones de entrevista llevadas a cabo por VICE News alegando «razones de confidencialidad». En concreto, los motivos fueron que «las instancias sanitarias del Ejército llevan estos asuntos con mucha confidencialidad».

¿Por qué? José Antonio Romero Porro, abogado penalista especializado en en el mundo militar, maneja una hipótesis basada en su experiencia como letrado: «A los altos mandos del Ejército y a muchas capas influyentes de la política española nos les interesa que se dé por hecho que Irak fue una guerra, y aceptar este tipo de realidades y consecuencias es, de algún modo, aceptar que hubo una guerra».

Desde su despacho de abogados de Badajoz, Romero Porro ha llevado los casos de «varios clientes para los que ha sido un verdadero trauma luchar para que el Ejército les reconociese una baja por motivos psicológicos». Uno de ellos fue José Antonio Durán, Cabo Primero de la Brigada de Infantería Mecanizada Extremadura XI, igual que Tello. Durán fue el escolta personal de su jefe de misión en Irak durante su estancia en Irak a finales de 2003, y llegó allí con todos los exámenes psicofísicos en regla.

Durán fue entrevistado por VICE News en Badajoz en junio de 2015: después de meses de gestiones, él y Romero Porro, «que más que cliente y abogado» eran «amigos», recuerda Porro, estaban dispuestos a contar su historia. Una historia que les había llevado desde el regreso de Durán a España hasta la adjudicación, en 2006, de una pensión extraordinaria por baja «en acto de servicio». Eso pasando por ingresos psiquiátricos y varios intentos de suicidio.

«Al llegar de Irak se le diagnosticó TEPT», en concreto «un trastorno ansioso depresivo de matiz paranoide con origen reactivo en las experiencias vividas en Irak», explicaba entonces a VICE News Romero Porro, lo que devino en una baja. Después de varios recursos, «el Ministerio de Defensa reconoció que esa baja se había producido en acto de servicio, lo que implicaba el pago de esa pensión extraordinaria», recuerda Romero Porro.

Después de denunciar un pacto de silencio sugerido por los mandos al volver de la misión de Irak, y tras contar sus experiencias, unas horas después de la entrevista Durán se quitó la vida en Badajoz. «Su muerte fue muy comentada entre la tropa y los exmilitares de la zona. Él era muy conocido en Badajoz, muy popular. Fue un mazazo, un golpe muy duro para todos, y a la vez un empujón para seguir denunciando nuestra situación», cuenta Fernando Tello.

La mujer de Tello, Ana Belén Suárez, también era militar en Badajoz. Se conocieron antes de Irak y volvieron a encontrarse cuando Tello regresó de la misión. «Fernando cambió por completo: antes de ir era una persona alegre a la que le gustaba estar de fiesta y tocar la guitarra a todas horas. Ahora ya no hace nada de eso: no puede salir con mucha gente, todo le asusta, no puede escuchar música alta, no puede conducir un coche viajando solo... Vivir con alguien con TEPT es muy duro», explica Suárez.

«Para los mandos militares españoles eres un número: les da igual lo que te pase con tal de que no hables», matiza Suárez. Uno de los pocos militares españoles dispuestos a hablar es Marcos Pérez, portavoz de la Unión de Militares de Tropa (UMT) y presidente de la Organización de Apoyo a la Tropa y Marinería (OATM), que revela a VICE News que el Ministerio de Defensa le ha «negado varias veces los datos específicos de soldados con TEPT que han pasado por el Ejército español en los últimos años».

«Es una vergüenza que se les diera de baja por estas razones, no se les haya apoyado y no se les haya hecho un seguimiento», denuncia Pérez: «No se puede utilizar a los militares de carácter temporal que han servido a España y luego dejarles tirados como kleenex».

José Carmona fue compañero de Fernando Tello en Irak. También era Cabo Primero, también tenía un contrato temporal con el Ejército de Tierra y también es de Badajoz. A Irak llegó «con muchas ganas de ayudar, que fue lo que nos vendieron», y acabó «viviendo ataques» que le dejaron «traumatizado de por vida». En uno de esos ataques, Carmona perdió las uñas «rascando el suelo para encontrar una salida mientras llovían los morteros».

Carmona, que fue dado de baja mientras estaba en Irak y acabó «en una empresa privada que se dedicaba a distribuir alimentos para las cocinas de las bases españolas», recibe a Vice News en el parque de la Ciudadela de Badajoz. «No voy a mentir: después de que el Ejército te deje tirado y te sientas solo y con este problema, y después de no poder dormir ni hacer una vida normal... piensas en suicidarte».

«¿El TEPT? Te lo describo rápido», responde Carmona: «No puedes dormir, te levantas soñando con misiones, con amigos muertos, con disparos... Y si oyes un golpe fuerte o un portazo cerca de ti, pegas un bote que flipas y te pones en alerta... Y luego están las depresiones y las ganas de tomarte la justicia por tu mano. Te sientes muy solo, aislado, subido en una barca perdida en el océano y sin ver tierra».

Como en «cualquier otro episodio traumático de la vida», continúa el Teniente Psicólogo Luis García Villameriel, «hay personas que logran recuperarse y otras que no. Para los militares es lo mismo». Eso sí, «el problema es que el ámbito militar la tendencia al suicidio se multiplica por seis con respecto a la población civil».

Fuente: https://www.vice.com/es/article/qve...

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