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Estragos del modelo neoliberal en Colombia

Aún no es tarde para cuestionarnos

Aún no es tarde para cuestionarnos

Aún no es tarde para cuestionarnos

Por: Leonardo Jiménez
Objetor de Conciencia – Medellín -Colombia

Los acontecimientos políticos actuales evidencian una verdad casi absoluta: el mundo gira en torno al capital, y son los dueños de éste sus verdaderos gobernantes, que desde la invisibilidad dictan medidas, imponen restricciones, fabrican guerras y también democracias, originan el virus y patentan la vacuna, instalan presidentes en el poder y también los sustituyen.

Su única finalidad es la de adquirir más poder económico, acaparar todas las riquezas, ser los dueños del conocimiento, de los recursos naturales y de los bienes públicos, por los cuales los ciudadanos pagamos vitaliciamente tantos impuestos. Cada día dependemos más de capitales extranjeros para sobrevivir, las nuevas formas de esclavitud cada día se hacen más visibles y son legitimadas por nuestra pasividad y desconocimiento.

En las tres últimas décadas Colombia a padecido las consecuencias de la imposición del modelo neoliberal de desarrollo, que ha llevado al deterioro del medio ambiente, la depredación y privatización de nuestros recursos naturales y ha acelerado el proceso de concentración de la riqueza en un grupo de cinco familias millonarias del país, que tienen el control de los medios de producción internos, los medios de comunicación, y el mercado nacional, esto ha llevado a millones de personas en todas las regiones de Colombia a vivir en condiciones de pobreza absoluta.

Amparados en este despiadado modelo de desarrollo, nuestros gobernantes locales y nacionales han acelerado el proceso de privatización de los servicios públicos, y peor aún, han establecido regimenes jurídicos mercantilistas a derechos fundamentales consagrados en la declaración universal de los derechos humanos como son la educación, la salud, la vivienda, el alimento, el conocimiento, e incluso la cultura.

Esa lógica acaparadora, mercantilista y competitiva impuesta por los señores dueños del capital y sustentada en el modelo neoliberal, trajo consigo la imposición de modelos de pensamiento homogenizantes y totalitarios que se disfrazan con nuevos nombres y argumentos cuando estos modelos se agotan, pero que siempre tienen la misma finalidad: conseguir la polarización y la división de las sociedades hasta llevarlas a los extremos de la confrontación armada e imponer maneras de ser y pensar que favorezcan y alimenten la esencia misma del modelo neoliberal, es decir: “consumir y obedecer”.

En los ochentas este modelo de pensamiento se denominó lucha anticomunista, tras los atentados del 11 de septiembre se le llamó lucha contra el terrorismo, y trajo consigo en nuestro país la estigmatización de la protesta social, y de toda reivindicación de los derechos y la dignidad humana.

Llegamos por la implementación de este modelo a su consecuencia más nefasta, más fuego para hacer arder el conflicto armado colombiano, una guerra abierta nombrada internacionalmente como conflicto de baja intensidad que por más de 40 años ha desangrado a la sociedad colombiana, dejando millones de víctimas civiles.

Una guerra en la que cada vez vemos más lejana la posibilidad de un proceso de diálogo y negociación en el que se incluya a la sociedad civil, entre otras razones, por la falta de cohesión social de las iniciativas de paz promovidas por organizaciones de la sociedad civil, sin mencionar claro está, la postura guerrerista del señor “patrón” y sus secuaces del gabinete ministerial.

Nuestro referente de Estado Nación o Nación Soberana desaparece, todo parece indicar que en un futuro no muy lejano sólo los obedientes, los que caminen en una sola dirección – la que ordenen los señores del capital, aquellos que tienen en sus manos el poder económico, que compran gobiernos para administrarlo y se hacen de ejércitos legales e ilegales para defenderlo – tendrán el derecho a existir en este mundo.

En este complejo panorama nacional y mundial no dejo de preguntarme una y otra vez: cuando los recursos naturales se agoten, qué respiraran los señores dueños del capital ¿su dinero?, cuando no haya más agua que beber qué beberán, ¿su dinero?, cuando los campos se echen a perder y no haya campesinos que labren la tierra porque les han aniquilado, qué comerán ¿su dinero?.

Aunque el panorama parece poco esperanzador, aún no es tarde para tocarnos, cuestionarnos, y orientar nuestra labor social y política hacia procesos de desarrollo, participación, exigibilidad y defensa de derechos que nos permitan avanzar en la construcción de una sociedad más justa en la que el ser humano y la madre tierra sean lo más importante.

Alternativa Antimilitarista - Moc
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