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Apuntes sobre la noviolencia del 15-M

Apuntes sobre la noviolencia del 15-M

El texto que publicamos a continuación ha circulado por las listas del movimiento 15M con motivo de un debate en torno a la no violencia:


El 15-M es un movimiento noviolento. Es algo que está tan en su esencia que ni siquiera ha sido una decisión tomada en asamblea: va de suyo, se ha impuesto como una pura evidencia. No decidimos nuestro ADN, partimos de él.

Tan fuerte es esta “decisión no decidida” que nadie por ahora la ha contravenido, a pesar de las provocaciones, los desalojos, las palizas. (Hay otras “decisiones no decididas” que son de todxs conocidas: ser un movimiento horizontal, inclusivo, respetuoso, sin representación, no querer nada con siglas y con partidos políticos, etc.).

La noviolencia no significa noconflicto. Hemos ocupado plazas, nos hemos manifestado sin permiso, hemos bloqueado desahucios, hemos echado a la policía de los barrios… Es decir, la noviolencia del 15-M no es pasiva, no es acatamiento de la legalidad ni asunción de los términos convencionales de la política, sino que es activa, rebelde, desobediente y creativa.

La opción por la noviolencia no es una opción por rehuir el conflicto, sino por plantearlo en los propios términos, escogiendo los escenarios y marcando los ritmos.

De hecho, el 15-M ha podido hacer lo que otros movimientos más “radicales” llevan años intentando sin ningún éxito. Es cuestión de fuerza. El movimiento 15-M tiene la fuerza que otros movimientos no tuvieron.

¿Qué significa tener fuerza? Tiene fuerza quien puede alterar y modificar la realidad, cuestionar las agendas dominantes e im-poner los propios problemas, hacer ver lo que se quería ocultar y decir lo que está prohibido decir, transformar las vidas, los lazos y las vibraciones entre los seres humanos.

Violencia y fuerza no son sinónimos. La fuerza que unx tiene no se mide por el nivel de violencia que puede ejercer. La fuerza del 15-M pasa (entre otras muchas cosas) por su capacidad para acoger la pluralidad, llevar la iniciativa y ser imprevisible. Si el movimiento 15-M ha “decidido” ser noviolento es porque intuye muy claramente que las acciones violentas -agresión, intimidación o amenaza, disturbios y enfrentamiento con la policía- debilitarían esas tres claves de su fuerza.

El poder lleva buscando clarísimamente imágenes de disturbios desde el primer desalojo de Plaza Cataluña: son imágenes mil veces vistas que confirman todos los clichés que dividen y aislan a los que protestan del resto de la población. El movimiento ha sido súper-inteligente al desertar continuamente de los escenarios que nos preparan y en los que nos esperan. Nos salimos por la tangente. Resulta llamativo que desde el interior del movimiento todavía haya quien esté dispuesto a proporcionar al poder político y mediático las imágenes que está pidiendo para erosionar el apoyo social y la legitimidad ancha del 15-M.

Nos salimos por la tangente porque no queremos que nos empujen a la ya muy conocida espiral de represión/detenidos/heridos/miedo/rencor/reacción/campañas antirrepresivas, donde perdemos toda la iniciativa para seguir haciendo preguntas a la sociedad sobre cómo queremos vivir juntos, cómo queremos gobernamos, qué se hace con la riqueza que producimos entre todos, etc.

La violencia nos hace previsibles: refuerza las posiciones y los roles (policía represor/manifestante víctima). Llamar “hijo de puta” a un policía confirma la situación y el reparto de los papeles. Cada cual ya sabe quién es, qué identidad tiene y qué debe sentir hacia el otro. Seguramente no es algo muy grave, pero tampoco tiene nada de subversivo. Por el contrario, los gestos que hemos visto a menudo en las manifestaciones del 15-M de interpelar positivamente a la policía, con formas de comunicación irónica o empática, descolocan la situación: desconciertan, incomodan e inquietan, interrumpen los automatismos, cuestionan los clichés, hacen preguntas, cortocircuitan lo previsible, lo que cada cual sabe que tiene qué pensar, hacer y sentir.

Nosotrxs frente a la policía. La policía frente a nosotrxs. Es una imagen demasiado cómoda de lo que hacemos, es una línea de separación demasiado simple. Nuestra lucha no es así. El enemigo con el que nos batimos es una “lógica” que, en primer lugar, nos atraviesa a nosotros mismos (por ejemplo, en las mil decisiones cotidianas por las cuales sostenemos este sistema del que formamos todxs parte porque no hay ningún afuera). Hay una gran “potencia de humanización” en el movimiento 15-M. Decimos que somos seres humanos y no mercancías en manos de políticos o banqueros. Por la misma razón, podemos pensar que un policía es mucho más que su “función” y dirigirnos así a su humanidad (cuando tratamos de entablar diálogo o les recordamos que ellos también están hipotecados, pero también cuando les gritamos “vergüenza” ante un desahucio o una redada).

¿Violencia y no violencia son compatibles? La experiencia dice que la violencia se coloca siempre en el centro de lo que ocurre, como si fuera un torbellino que succiona y arrastra todo lo demás. La noviolencia puede expresarse de muchos modos, la violencia sólo de uno. En las acciones noviolentas cabe mucha gente distinta, en las acciones violentas siempre participa un tipo de gente muy determinada (hombre, joven, con papeles, etc.). Queremos afirmar, tanto en las formas de organización como en los modos de estar en la calle, los rasgos de nuestro ADN: horizontalidad, apertura, multiplicidad.

Perder la iniciativa, perder la pluralidad, perder la imprevisibilidad implica perder la fuerza. Fuerza es radicalidad. La noviolencia es lo que nos ha hecho y nos hace más fuertes y más radicales. Destrozar sin destrozar es la mejor destrucción.

  • 22 de agosto de 2011 14:26, por Pablo

    Pues no sé como se come tanta apuesta por la Noviolencia, y luego están de acuerdo con la existencia del ejército, al cual solo le cuestionan que sea caro y alguna que otra misión en el extranjero que no ven claro que sea solo humanitaria. Me parece que si este movimiento no se radicaliza un poco al final es puro sistema con un poco de lavado de cara. Cuidado no nos arrastren a nosotras hacia una visión light del antimilitarismo.

    Ejércitos abolición. No nos conformemos con menos!

    Salut.

    Propuesta abierta consensuada por el Grupo de Trabajo de Economía sobre gasto militar:

    “Por todo ello, pedimos: Financiación exclusiva del ejército por el Ministerio de Defensa”

    http://madrid.tomalaplaza.net/2011/...

    • 22 de agosto de 2011 15:56, por Invisible

      Me parece que las preguntas del tipo «y por qué el 15M no está en contra de tal o cual cosa» muestran que no se están entendiendo algunas cosas que hacen que este movimiento sea diferente de los grupos de izquierda a los que estamos aconstrumbradas (y que haya sido capaz de triunfar donde estos han fracasado).

      Para la izquierda es fundamental construir y manifestar una enemistad clara y rotunda respecto una serie de «enemigos»: la policía, el ejército, la iglesia, etc. Una enemistad que se expresa como choque, confrontación, demostración de fuerzas…

      Pero el 15M no es la izquierda. Es otra cosa. La fuerza del 15M no consiste en haber visibilizado unos enemigos. La fuerza del 15M consiste en haber construido un gran espacio de unión (personas que quieren estar juntas) desde el cual luchar con mayor fuerza (con escucha y respeto) y mejores armas (la noviolencia activa) contra una democracia corrupta y una economía podrida.

      Yo, personalmente, creo en la abolición del ejército. Pero entiendo que en la sociedad, y por tanto en el 15M, haya opiniones muy diferentes y que no sea fácil alcanzar un consenso sobre el ejército y el militarismo.

      Sin embargo, en estos 3 meses después del 15M, mucha gente se está dando cuenta de cuál es el papel del militarismo en nuestra sociedad (p.ej. el desalojo de Plaza Catalunya o las agresiones policiales en Madrid estos días). En vez de criticar al 15M como si fuera una única organización coherente con unos prinicpios, es mucho más fértil acompañar el proceso del movimiento con humildad, dar información y seguir proponiendo ideas.

      • 22 de agosto de 2011 17:36, por Pablo

        Es tu opinión y la respeto. Discrepo cuando hablas de no se qué gran éxito del movimiento. Si te refieres a que ha sacado a mucha gente a la calle y que ha ocupado muchas portadas de medios de comunicación, pues no lo discuto. Si te refieres a que ha obtenido algún logro político de significación, pues de momento no me lo parece. Ya veremos. También discrepo en lo de la lucha contra una democracia corrupta y una economía podrida. Todo lo que escucho desde este movimiento me deja más que claro que no se desea cambiar ni de tipo de democracia ni de tipo de economía, sino simplemente lavarle un poco la cara a ambas cosas. Debe ser que soy un viejo izquierdista dogmático, anclado en el maniqueísmo y lo confrontativo, e incapaz de abrirme a “lo nuevo” y a esas maravillosas sinergias y procesos generadores de espacios comunes de encuentro y confluencia etc.

        Y no es que estas cosas no me parezcan bien. Al contrario, estoy de acuerdo en que lo más transformador es ir construyendo poco a poco y creando vínculos de unión entre la gente desde los que reflexionar y actuar. Por supuesto. Pero no de cualquier forma y rebajando los ideales hasta extremos irreconocibles en aras del consenso. Yo no creo que por ahí se puedan realizar transformaciones profundas.

        En mi opinión no creo que a quienes tenemos alguna cosa reflexionada porque llevamos unos años en la política, ahora nos toque disfrazarnos de papeles en blanco y de gente dispuesta a negociar todo tipo de escritos consensuados por mor del buen rollo, sino todo lo contrario. Creo que nos toca explicar aún en más alta voz aquellas ideas por las que luchamos para que sean conocidas y para que no se abandonen. Porque ni nosotras/os los antiguos grupos “izquierdistas” éramos ni somos los portadores de ninguna verdadera senda, ni tampoco el movimiento este por muy nuevo que sea, y por muy no izquierda ni derecha que quiera ser, es tampoco el mesías esperado. Insisto en que mal haremos la gente del antimilitarismo en dejar de exigir la abolición de los ejércitos. El documento de la comisión de economía sobre gasto militar podrá estar muy consensuado en esa comisión pero a mí me resulta inaceptable desde el punto de vista de una ideología y un movimiento que se llame antimilitarismo.

        Pero como decía, es mi opinión, cada cual juegue a lo que quiera.

        • 22 de agosto de 2011 19:10, por Miguel

          Para mí, el éxito del movimiento 15M es haber roto un aislamiento social casi generalizado movilizando a gente que no había participado en casi ninguna experiencia de organización horizontal y acción noviolenta.

          No sé, para mí lo de consensuar una lista de objetivos o reinvindicaciones en una de las distintas asambleas, comisiones, etc. del 15M es algo que no tiene casi ninguna importancia. Son decisiones que ni de lejos representan toda la variedad del movimiento (que es mucho más amplio que la gente que va a las asambleas). Y de hecho no cambian nada, porque las declaraciones de intenciones no cambian qué es lo que piensa una sociedad.

          Lo que sí que cambia cosas son las acciones. Las plazas ocupadas, los desahucios detenidos, las asambleas, las manifestaciones multitudinarias. Por qué no llevar nuestra experiencia a la organización de estas acciones, y no a listas de reivindicaciones sobre la utopía que queremos conseguir.

          Como antimilitarista, como anarquista noviolento, considero que el fin está en los medios. Por eso, creo que mi papel es compartir con otrxs cuáles son los medios por los que apuesto para conseguir un mundo mejor: la horizontalidad, la noviolencia, la radicalidad entendida como atacar las raíces de los problemas, etc. Con esto, considero que los fines que busco llegarán por sí mismos.

        • 22 de agosto de 2011 20:37, por Pablo

          Qué interesante reflexión, Miguel. Permíteme que la continúe.

          Empiezo por el final. Efectivamente una de nuestras frases importantes es “El fin está contenido en los medios como el árbol en su semilla”, lo cual nos enseña que los medios que elijamos deben ser siempre coherentes con el fin que buscamos. Hasta ahí todo bien. Sin embargo tú te llevas la frase a una interpretación muy distinta dándole un poco la vuelta y llegando a decir de alguna manera que lo más importante es el medio, aunque no haya fin. Porque permíteme que no cuente como fin lo que dices de “lograr un mundo mejor”, que viene a ser no decir nada. Es más, para ti el propio medio en sí es el fin. Lo cual me parece equivocado, puesto que sin metas concretas y jalonadas a las que dirigir medios éstos se convierten en puro activismo estéril y autorreferencial en menos que canta un gallo. Por desgracia lo que dices describe bastante bien, a mi modo de ver, el punto en el que se encuentra hoy el activismo antimilitarista que compartimos.

          Esto se extiende a la valoración que haces del 15 – M. Para ti no es importante adónde se dirige o adónde se deja de dirigir éste, y por eso sus textos programáticos te parecen accesorios. Para ti lo único que importa es que hay gente en la calle, mucha gente, manifestándose y participando en asambleas. Concedo que sí hay un pequeño resultado de todo ese gentío actuando en la calle cuando se detienen desahucios (cada vez menos puesto que el estado ha tomado nota y manda a sus gorilas) y cuando se genera cierto debate –por ahora no fructificado en medidas políticas- sobre la dación en pago etc. Por lo demás la gente en la calle es eso, gente en la calle, como la que en su día, después de no haber evitado la guerra de Iraq, volvió a sus casas a seguir con sus vidas consumistas y acríticas y no con un convencimiento especialmente más antimilitarista que el que tenían antes.

          Es posible que en algunos grupos del 15 – M se reflexione y la gente aprenda a funcionar en asamblea, aprenda a no tener siempre miedo de la violencia del sistema (la desobediencia) y descubra muchas cosas que no sabía acerca de cómo funciona todo. Tampoco puedo negar que eso en sí es algo positivo y puede verse como un logro. Pero tiene que ver con lo que hablábamos: Eso es el medio, la herramienta. Pero ¿cuál es el fin? O sea, todo eso ¿para qué se hace? A ti te da igual el fin y fías todo al medio, y creo que a mucha gente del 15 – M también, pero yo pienso que el hacer asambleas, talleres y manifestaciones por el hecho de hacerlas y no tratando de conseguir un cambio concreto y radical en la sociedad, a pesar de todo lo positivo que contiene, está condenado a la extinción más pronto que tarde (o a la integración total en las instituciones, como algunos van ya proponiendo).

          Naturalmente, a pesar de lo que tú dices, el polimorfo movimiento 15 – M sí que tiene un fin, y por eso debate internamente y escribe documentos. Y ese es el problema, que su fin no va más lejos de lavarle un poco la cara al sistema político y frenar algunos excesos económicos.

          El 15 – M presume de no ser “izquierda ni derecha” y de ser totalmente inclusivo a cualquier persona indignada. Ahora pregunto ¿qué encaje puede tener en él una persona anarquista, tal como tú te defines, cuando la mayor parte de su debate sobre profundización democrática se centra en qué aspectos de la ley electoral hay que cambiar y en medidas de control para la función de los cargos políticos? Quiénes no creemos en absoluto en el parlamentarismo no hay nada que podemos aportar en ese debate. Idem con lo económico. Quienes consideramos que el sistema capitalista es brutalmente injusto porque se basa en que los países ricos expolien a los pobres (entre otras cosas) ¿qué pintamos en los debates económicos ultrarreformistas de las comisiones ad hoc del 15-M? Pues con las mismas, quienes trabajamos por la desaparición de los ejércitos tenemos poco que hacer con una gente que aspira a poco más que que las cuentas del ministerio de defensa estén claras. Y no creo que vayamos a ningún sitio, como decía antes, abandonando nuestras ideas, o escondiéndolas en un cajón, para poder participar en la fiesta callejera de este movimiento que de momento no va a cambiar nada importante, más que nada porque no se lo propone ni se lo quiere proponer.

          De todas formas, lo que decía, que cada cual haga lo que mejor crea. Todo esto es muy complejo y nada se puede afirmar con rotundidad. Un abrazo.

          • 23 de agosto de 2011 18:52, por Miguel

            La verdad es que es un debate interesante para todas las personas que venimos de movimientos sociales y participamos en el 15M. Voy a intentar ordenar un poco mis ideas.

            Como yo lo veo, hasta ahora Hasta ahora, la izquierda ha estado empeñada en movilizar a la sociedad ofreciendo unos fines muy coherentes y muy elaborados para alcanzar una sociedad utópica, sin muchos éxitos en los últimos años. Sin embargo, el 15M ha sido un movimiento que ha desplazado la ideología de su papel central en la movilización social. Con unos objetivos muy difusos (en lineas muy generales: denuncia de la democracia representativa actual y de la crisis a la que nos han conducido los poderes financieros) ha conseguido un consenso enorme planteando una movilización con unos medios (asamblearismo y noviolencia) coherentes con el espíritu de la protesta. No es cierto que el 15M sólo quiera cambiar algunos aspectos puntuales del sistema. Tal vez ese sea el objetivo de una parte, pero la realidad es que hay una diversidad mucho más rica que la simplificación maniqueísta entre revolución y reformismo.

            Que para conseguir un cambio social hay que tener posturas más concretas, de acuerdo. Sin embargo, el movimiento lleva tan sólo tres meses en marcha (más unos cuantos más de gestación previa en internet) y de momento no creo que esté preparado para forzar consensos mucho más concretos (sean más reformistas o más revolucionarios) sin perder gran parte de su apoyo. Es cierto que hay gente trabajando en buscar estos consensos (como el grupo de trabajo de economía del que hablas), pero de momento son iniciativas con muy poca influencia sobre el resto del movimiento, en el que sigue habiendo una diversidad enorme.

            Por otro lado, para que llegue el momento en que consensos más concretos sean posibles, el movimiento tiene que seguir creciendo y evolucionando. Y para eso, tienen que pasar cosas, tiene que haber acciones, asambleas, manifestaciones, etc. para mantener la tensión social que se ha generado. Y es en este proceso donde creo que podemos influir mucho más positivamente que forzando consensos para los que el movimiento no está preparado.

            En ese sentido, podemos seguir el proceso de las diferentes movilizaciones y acciones, paso a paso, para conseguir que los valores que consideramos positivos vayan calando más y más en el movimiento: conseguir más horizontalidad real en las asambleas, conseguir que la noviolencia se asimile como una estrategia a largo plazo y no como una actitud puntual, seguir legitimando la desobediencia civil, procurar que las acciones apunten a la raíz de los problemas, etc.

            Esto es a lo que me refiero cuando hablo de medios. Y sí, creo que asimilar unos medios como valores internalizados de un movimiento va a llevar a plantearse unos fines u otros. Por ejemplo, en el caso del antimilitarismo, la sociedad y el 15M no están por una sociedad desmilitarizada porque mayoritariamente no se ha asimilado la noviolencia como medio para resolver conflictos. Si alguna vez el movimiento acepta la noviolencia como herramienta política de una manera profunda, tendrá que ser antimilitarista si no quiere entrar en una gran contradicción. Igualmente, si se acepta la horizontalidad y el asamblearismo como la forma más justa de organización social, habrá que rechazar la democracia representativa actual.

            En unos pocos meses una parte de la sociedad se ha organizado desde abajo para denunciar a los poderosos, y resulta (sorpresa, sorpresa), que no son todos antimilitaristas (aunque bastantes sí lo son). Sin embargo, se ha abierto un proceso de cambio social en el que podemos participar, aportar y aprender. Y considero que la mejor forma de influir en este proceso es acompañándolo, sin tratar de conducirlo hacia un punto determinado, intentando que sus pasos sean coherentes con nuestros valores. No hace falta esconder lo que somos, sino integrarnos como una parte más de la pluralidad de un movimiento al que tenemos mucho que aportar.

  • 23 de agosto de 2011 21:39, por Pablo

    Buenas. Vengo aquí para que no se estreche más la columna. Sigo el orden de tu comentario.

    Joer, resuelves un par de siglos de esfuerzos de millones de personas, muchas de ellas que dieron su vida, como “un empeño en alcanzar una sociedad utópica, sin muchos resultados en los últimos años”. Recalcas que todas esas gentes, la izquierda “ofrecían fines muy coherentes y muy elaborados”. Se entiende que a todo eso opones el 15 –M, que prescindiendo en general de la ideología ha obtenido “un consenso enorme” por otro tipo de razones. Esa es una de las cosas que me cabrean de este movimiento: Que parece que ha descubierto América, y que lo que se hacía antes de mayo de 2011 y lo que nos empeñamos en seguir haciendo otra gente, con planteamientos anteriores a ese mes, ya no vale un pimiento.

    Que el debate ideológico no juegue un papel central en el 15 - M, y que los objetivos –como bien dices- sean difusos es verdad que juega a su favor. Que su metodología sea amable y atractiva (noviolencia y asamblearismo) también. Pero todo eso solo explica el hecho de que se haya sumado mucha gente y que en ese aspecto haya sido exitoso, no que con ello se hayan creado las condiciones para cambiar cosas importantes en la sociedad. Tampoco ello es garantía de su perduración en el tiempo. Quienes tenemos más años recordamos movimientos con ciertas concomitancias como el 0’7 o la antiglobalización, que duraron un tiempo y luego se fueron desgastando hasta desaparecer poco a poco. El consenso enorme del que hablas es poco más que un vago sentimiento de “indignación” compartido hacia un par de realidades que a prácticamente todo el mundo le constan: que el sistema político vigente tiene muchas lagunas, estando generalmente en manos corruptas, y que hay una crisis de caballo que está golpeando y/o amenazando la economía de la gente. El consenso enorme es esa indignación y miedo compartido y el deseo de buscar chivos expiatorios: léase los políticos de los “mayoritarios” y los bancos. Por cierto que parte de esa leña que se da a los chivos expiatorios nos la estamos llevando también la izquierda revolucionaria de toda la vida.

    Yo no creo que en el 15 – M convivan elementos revolucionarios y reformistas dando lugar a una dicotomía maniquea. No sé que pasará en Zaragoza, pero en Madrid y en otros lugares, como Elche, desde el principio y durante todos estos meses, la gente, distribuida en comisiones, debate sobre tablas programáticas. Hay un buen número de documentos base que desgranan una a una todas las peticiones que el movimiento, entendido como un todo organizado, realiza a las autoridades. El hecho de que esas peticiones se dirijan a tales autoridades ya es una primera muestra de que cualquier batalla en la que esté pensando este movimiento, la concibe dentro del orden institucional. Pero luego no hay documento base, en debate o elaborado –verbigracia este de la comisión de economía sobre gasto militar- que no se mueva en unos parámetros de pura y absoluta reforma. Supongo que habrá gente con ideas más ambiciosas en un movimiento tan masivo, pero a los hechos me remito para afirmar que esas ideas se las dejan en casa cuando van a las asambleas, puesto que “lo revolucionario” no se ve por ninguna parte. No hay tal dicotomía, pues. Y no es cierto que el 15 – M sea un movimiento ni reformista ni revolucionario. La verdad es que es reformista, y lo es de forma más que clara, lo quiera reconocer o no. Le guste la palabra o le deje de gustar.

    Y en ello el movimiento apuesta por el carácter masivo que de momento tiene. Esa es la sensibilidad ampliamente mayoritaria en nuestra sociedad (el reformismo), y el 15 –M se ha encajado ahí. Y tienes más razón que un santo cuando dices que si tratara de forzar más consensos –lo que implica radicalizarse o tomar posturas más nítidas- se dividiría y perdería apoyos. Es una apuesta. No es la que yo haría, pero desde luego es una apuesta. Que de ese “ser muchos” a costa de tener un discurso ambiguo a la larga pueda resultar un movimiento más transformador, como sugieres, está por ver. Yo desde luego no lo creo así. De hecho la Historia es elocuente. Lo normal es ir de lo radical a lo light y no al revés. ¿Qué se puede esperar de un movimiento que desde el principio renunció a ser radical con el objetivo de que cupiera todo el mundo? Nada así cambió nunca nada.

    Dices que el movimiento es joven y no está preparado para alcanzar determinados consensos. Mi opinión es que si esas propuestas más ambiciosas no se plantean y se defienden desde el principio jamás formarán parte del mismo.

    Cuando hablas sobre las cosas que estamos aportando poco a poco durante este proceso (asamblearismo, noviolencia, desobediencia) estoy de acuerdo contigo en que eso está muy bien aportarlo. Aunque la verdad es que el propio movimiento ya se configuró así sin nuestra ayuda, como algo lógico y que cae por su peso. Hoy por hoy a casi nadie le apetecen las jerarquías, la disciplina o la acción violenta. Por suerte. Pero mi discusión contigo no está en esta cuestión. Ya sé que es importante y útil seguir aportando esas cosas, pero la pregunta del millón es ¿qué nos traemos entre manos con todo esto? A mi me preocupa la dirección que juzgo pro-sistema del movimiento y que creo que lo dirige hacia su lenta desaparición o hacia su lenta asimilación por el poder, y en todo caso a la esterilidad transformadora. Por tu parte no das importancia a si el movimiento se dirige hacia uno u otro sitio y te parece que su carácter asambleario, noviolento y masivo ya es como una meta conseguida que hace innecesario hacerse otras preguntas. Evidentemente tenemos deseos y expectativas diferentes.

    Dices, con una brillante argumentación, que la apuesta por unos medios conduce necesariamente al deseo de obtener los fines que se les corresponden. En teoría así debería ser. En la práctica…. las personas somos muy complejas, y más cuando funcionamos en grupo, y sometidas a tantas presiones externas. En todo caso, concediéndote razón, para que ello pueda suceder se necesitan las voces y personas que denuncien la contradicción, que reclamen el ajuste coherente y que estiren de todo el grupo en esa dirección. Verbigracia: es preciso que las personas antimilitaristas del movimiento reclamen de él un posicionamiento en contra de los ejércitos para ser coherentes con el ideal de noviolencia que parece más o menos consensuado. Si nadie dice nada sobre eso veo difícil que de forma espontánea una cosa lleve a la otra. Porque los medios también pueden servir para fines distintos y contradictorios entre si (la noviolencia se utiliza frecuentemente como estrategia sin partir de ningún principio ético, así como el asamblearismo). Tener un fin al que dirigir el medio ayuda enormemente a depurar e interiorizar éste. Y dándole la vuelta: Interiorizar y desear un fin justo, además de acercar más el esfuerzo a su logro (se apunta a la diana), genera mucho más fácilmente un medio adecuado y coherente.

    En tu último párrafo dices que la gente se ha levantado contra los poderosos y que se ha abierto un proceso en el que podemos participar, aprender etc. Pues sí, aunque matizaría mucho el carácter de ese levantamiento, como ya he venido diciendo. De hecho yo me alegro del 15 –M y en la medida de mis posibilidades participo de él y contribuyo a impulsarlo. Dicho esto de tus palabras se deduce que fuera del 15 – M ni había ni hay gente levantada contra los poderosos ni proyectos sociales de interés en marcha. Lo cual es un ninguneo y desprecio al resto de sensibilidades, de activismos y de esfuerzos. Parece que hoy por hoy no haya otra forma de actuar que el 15 – M. ¿Y cual es la diferencia? Dos, a mi entender: La cantidad y la novedad, dos características muy apreciadas en esta sociedad que tenemos que quiere vivir a velocidad de relámpago, siempre estrenando cosas y siempre generando identidades colectivas cuanto más grandes mejor. Frente a eso –y sin despreciar lo bueno que aporta el 15 – M-, me quedo con la calidad y con la experiencia. Como la tortuga de la fábula. Pasito a pasito, pero en la buena dirección.

    Abrazos.

    • 23 de agosto de 2011 22:42

      Cierto que criticar sin proponer es tan fácil que hasta mariano lo hace !!!

      • 23 de agosto de 2011 23:08

        Si no te explicas más...

    • 24 de agosto de 2011 23:58, por Miguel

      A ver, si realmente tienes razón en muchas de las críticas que se le pueden hacer al 15M. Sin embargo, la verdad es que el 15M supera todas las expectativas que podía tener en cuanto a una movilización ciudadana (en cuanto a creatividad, inteligencia, fuerza, etc.), por lo menos la situación de apatía social mayoritaria en la que nos encontrábamos. Y a pesar de su ’reformismo’, el 15M está ejerciendo resistencia y generando conciencia social sobre decisiones políticas (como la reforma constitucional) frente a las que la izquierda actual no podría hacer casi nada.

      Y si bien es cierto que hay bastantes aspectos en los que el 15M puede resultarnos limitado o insuficiente, creo que hay muchísimas más cosas sobre las que el 15M debería hacernos reflexionar a los movimientos sociales tradicionales sobre cómo hemos estado haciendo las cosas hasta ahora y el porqué del agotamiento en el que vivían la mayoría de nuestras fórmulas transformadoras (p.ej.falta de experimentación, desconexión con la sociedad, mantenimiento acrítico de inercias heredadas, militancia ’estética’, etc.).

      Es cierto que podemos aportar muchísisma experiencia y análisis crítico al 15M. Pero el hecho de haber participado en el 15M me ha hecho dudar cada vez más sobre algunas de las inercias e ideas preconcebidas de la mayoría de grupos de la izquierda. De hecho, me frustra bastante ver que mucha gente que viene de la izquierda militante tiende a participar en el 15M con una actitud de «nosotrxs ya venimos de vuelta de todo y vamos a contaros cómo se hacen las cosas».

      Me preguntas que qué nos traemos entre manos participando en el 15M. Para mí, fortalecer un movimiento que, pese a las críticas que podamos hacerle, me parece muy potente y necesario; y por otro lado experimentar con nuevas formas de hacer política, que tal vez no sean las definitivas ni mucho menos, pero ya iba siendo hora.

      Un abrazo.

    • 25 de agosto de 2011 19:38, por Pablo

      Hola otra vez, Miguel. Gracias por tus argumentaciones. Estoy aprendiendo muchas cosas en esta conversación. La verdad es que no voy a insistir en los mismos temas, porque entraría en aburridas repeticiones.

      Me interesa lo que dices sobre el agotamiento de las formas políticas tradicionales. Estoy de acuerdo en lo del mantenimiento acrítico de inercias heredadas, lo estético y tal. No veo tanto lo de la falta de experimentación y lo de la desconexión de la sociedad.

      Te intento explicar cómo veo yo la causa de ese desgaste. Me tengo que remontar bastantes décadas, porque no es un problema de hace dos días.

      - En primero lugar, y lo más importante de todo, es el cambio en las “condiciones objetivas” (para algunas cosas está bien considerar los análisis que hizo Marx). La sociedad ha ido evolucionando en todo: en su manera de vivir (de rural a urbana, de precaria a consumista, de vida al día a vivir a crédito, de cooperativa a individualista…) y en su manera de pensar. En general la sociedad que yo conozco me parece más conservadora que hace 20 años, y ésta ya lo era más que la de antes de la guerra civil. Discursos y objetivos políticos que en los años 30 tenían amplio consenso, habían perdido parte de ese consenso en los años 70, y a día de hoy son superminoritarios. Ejemplo: socialismo y comunismo libertario eran deseos masivos en los años 30, había grupos importantes que los defendían en los 70 y hoy están en el olvido. Ergo, colectivos que sigan aspirando a eso (como algún que otro grupo de AA-Moc), por muy bien que se lo monten lo tienen bien crudo (lo que no quiere decir que se deba abandonar, como luego explicaré).

      - Hoy día la sociedad masivamente desea eso que se llama “estado de bienestar”, y que es más o menos lo que tenemos (parlamentarismo liberal con capitalismo primermundista), pero mejorado a poder ser (no que sea menos capitalista, sino que reparta más dividendos). Colectivos que se dediquen a trabajar por eso tienen el viento de cara. Eso es lo que decía, condiciones objetivas.

      Otra condición también objetiva tiene que ver con la desconexión y pérdida de memoria histórica. Los actuales viejos izquierdistas tuvieron su momento álgido en los años 70 y 80. Fue un izquierdismo ya muy descafeinado con respecto a lo que había habido antes. Pero es que en medio hubo una dictadura muy larga que trituró por completo cualquier tradición revolucionaria, incluyendo su recuerdo. Quienes tras el final del franquismo trataron de resucitar aquello lo hicieron muy a medias y se encontraron con otro tipo de sociedad. Lo que desarrollaron y lo que nos han transmitido a quienes estamos ahora estaba lleno de deficiencias como las que citas y otras que señalo a continuación:

      - Las tradiciones revolucionarias clásicas, especialmente la libertaria combinaban una lucha –casi siempre sindical- por la mejora de condiciones de vida de la gente con una dimensión idealista y fuertemente ética (esa aspiración a la justicia y a la libertad que hacía a tanta gente entregar su vida a la causa). A partir de mayo del 68 –por poner un hito- y en España a partir de la muerte de Franco, la izquierda desecha la segunda dimensión y se queda únicamente con la primera. Es una adaptación a los cambios de la sociedad. En esa época en todo occidente la creación del estado de bienestar marcha a todo trapo. La gente ha abandonado el campo y las ciudades han crecido enormemente. La economía primaria se transforma en secundaria y rápidamente en terciaria. Los deseos de la gente en forma mayoritaria ya no son la justicia y la libertad, sino simplemente llegar a fin de mes, adquirir una vivienda, que los hijos vayan a la universidad e integrarse exitosamente en el nuevo proyecto de estado de ciudadanos diseñado por las élites. La izquierda trata de sobrevivir conectando con las sensibilidades existentes que son cien por cien materiales (de ahí el éxito de sindicatos como CCOO y UGT) o tratando de crear respuestas a algunas contradicciones del sistema que son socialmente incómodas (nacen los movimientos sociales). Evidentemente todas estas formas de hacer política nacen ya insignificantes y poco trascendentes puesto que apuntan a fines cada vez más reducidos y cada vez menos radicales. De hecho la sociedad entiende que en general no necesita a estos grupos activos y poco a poco les va dando la espalda.

      En mi opinión el gran error de la izquierda en el estado español es precisamente haber pactado con las instituciones en la década de los 70 y haber abandonado el mensaje ético así como los planteamientos revolucionarios (salvo grupos tan concretos como minoritarios, que en general han adolecido de una falta clamorosa de pedagogía y análisis).

      ¿Y por qué ahora el 15-M? Pues por la crisis económica y el pánico que se está generando. La gente ya no tiene tan claro que la gestión de la sociedad esté en las mejores manos y comienza a salir a la calle a frenar reformas, buscar culpables, o por simple exteriorizar de forma compartida su malestar. El 15-M está recibiendo y canalizando todo eso. En otros sitios, como en Grecia o recientemente en Reino Unido ha ocurrido el mismo fenómeno pero con distinta manifestación. Pero precisamente por todo lo anteriormente dicho el propósito de este movimiento al final acaba siendo más conservador que otra cosa. Se pretende apuntalar el orden establecido, seguir disfrutando de los servicios que se tienen (pensiones, paro, sanidad…) y para ello se apuesta por corregir los defectos que se cree que han llevado a la situación (exceso de concentración de poder en gestores ineficaces y corruptos; los políticos de los principales partidos y exceso de margen de actuación de las instituciones financieras). A esos dos polos apunta casi toda la reivindicación. Pero lo que se pretende no es otra cosa que robustecer al estado para que regule la actividad bancaria impidiendo sus excesos, y crear mecanismos de control a quienes gestionan ese estado para –también- evitar sus excesos. Ni una palabra de romper con el sistema electoral o con el sistema económico capitalista. Ni una palabra crítica sobre la génesis del estado de bienestar, la mundialización de la economía y cosas así. Por todo ello es por lo que soy tan pesimista con respecto a la posible evolución de este movimiento, máxime cuando incluso la gente que tenéis unos planteamientos más radicales no los estáis apenas defendiendo allí porque pensáis que “no es el momento”.

      Volviendo al inicio. ¿Cual es el reto de quienes estamos en política con una aspiración libertaria y anticapitalista? En mi opinión no cometer el error de volver a renunciar a nuestros principios para sumarnos a la marea social y sentir que somos muchos, que conectamos con la gente etc. Esto podrá ser verdad, pero ¿a qué precio? Creo que tenemos que seguir trabajando en nuestros propios proyectos y esforzarnos en que no sean estéticos y autorreferenciales sino que planteen mensajes nítidos y construyan alternativas reales. Por muy pequeñas que sean, pero reales. Y tampoco estar en una burbuja. Hay que estar en diálogo con el resto de la gente, por ejemplo participando en el 15-M, pero sin disimular nuestra propuesta, antes bien proclamándola sin complejo alguno, especialmente en su dimensión ética, que es la que más se echa en falta y la única que tiene capacidad de llegar al fondo de la conciencia de las personas y movilizarlas para luchas generosas y radicales.

      Besos.

  • 26 de agosto de 2011 09:10, por Jose crevillent

    La cuestión esta en que todo puede estar basado en que todo cambie para que nada cambie. En ponerle un barniz nuevo a este sistema que se cae a trozos. En querer defender el barco que se hunde mientras todos bailamos al son de la orquesta como en el titanic.

  • 28 de agosto de 2011 00:59, por Adrián

    Interesantísimo debate, che. Me interesan bastante los razonamientos que han hecho Pablo y Miguel, los cuales en ocasiones eran más complementarios que enfrentados.

    Efectivamente, el 15-M tiene unas posibilidades de conectar con la gente mucho mayor que las que puede tener a día de hoy cualquier grupo izquierdista revolucionario. Tradicionalmente el malestar (la indignación), derivado de los momentos de crisis es el caldo primigenio de movimientos multitudinarios. Unir a gente a través de un sentimiento claro es mucho más fácil que hacerlo a través de una ideología elaborada, pero si combinas ambas cosas aún lo es mucho más. Y esto es el 15-M. Parece que a veces olvidamos que este movimiento también tiene una ideología predominante y que es así desde el principio: aboga por un fortalecimiento del estado de bienestar. Evidentemente, por diversos motivos, esta es la única ideología que a día de hoy puede unir a la gente descontenta.

    Sí, es cierto que es muy ilusionante ver a tanta gente participando en asambleas, tomando decisiones por consenso, practicando la desobediencia, haciendo acciones directas noviolentas..., pero la coherencia entre medios y fines sólo es necesaria cuando se buscan los objetivos más elevados, aquellos escasamente corruptos. Permitidme que considere las reformas al capitalismo que pide el 15-M como un fin viciado, aunque no lo sea la intención de quienes lo buscan.

    También es cierto que la belleza de unos medios como el asamblearismo o la noviolencia pueden facilitar que se inicie la búsqueda de unos fines más transformadores, tan cierto como que los actuales objetivos del movimiento pueden limitar el carácter transformador de estos medios.

    No es fácil determinar qué actitud debemos adoptar ante el 15-M aquellos que deseamos un cambio radical de la sociedad, pues nuestro optimismo ante éĺ depende de las sutilezas interpretativas de cada cual.

    En mi opinión, y basándome en mi experiencia en una ciudad en concreto, creo que es un lugar donde podemos aprender y aportar, pero cada vez menos: nuestra opción política está bastante fuera de lugar en el 15-M. Quizá nuestro deber sea cuestionarnos a nosotros mismos (al margen de la gente que movamos en la calle) e intentar dotar de mayor coherencia a nuestro movimiento, vincular al máximo nuestra militancia a nuestra vida cotidiana, predicar con el ejemplo (sin vanguardismos) e intentar crear -en la medida de nuestras posibilidades- alternativas al capitalismo. En todo caso no debemos olvidar que, más necesario que participar en el 15-M (lo cual es importante), es mantener y trabajar la radicalidad de nuestro mensaje.

    Saludos a tod@s l@s antimilitarist@s e indignad@s que aportan algo de ell@s para crear un mundo mejor.

    • 28 de agosto de 2011 19:26, por Miguel

      Bienvenido al debate Adrián ;-). La verdad es que me está haciendo aprender mucho y me ayuda a poner en claro algunas ideas o intuiciones que tenía.

      Coincidís los dos que nuestra opción política está fuera de lugar en el 15M, y la verdad me parece muy interesante intentar analizar por qué. Intento explicarte cómo lo veo yo. No pretendo que el análisis que hago sea definitivo, sino recoger algunas pistas sobre las cosas que creo que se han estado haciendo mal

      Como yo lo veo, la socieadad en general, y el 15M en particular, ni siquiera se plantean aspirar a construir un sistema nuevo basado sobre otros principios éticos porque: 1) no creen que sea posible conseguirlo y 2) no creen que vaya a suponer una mejora importante respecto a la sociedad actual. Y la izquierda revolucionaria, como responsable de enunciar propuestas por un cambio en ese sentido, tiene gran parte de la responsabilidad sobre esto.

      El punto 1 es consecuencia de que la generación más joven ha crecido mayoritariamente ajena a las movilizaciones sociales anteriores (que perviven de una forma marginal), y apenas ha participado en experiencias de auto-organización y resistencia contra los poderes establecidos. Por su parte, la estrategia de una gran parte de la izquierda está anclada en estrategias de concienciación (de denuncia y ejemplo) y creación de conflicto (entendido como confrontación y demostración de fuerzas) que por sí solas tienen un éxito muy limitado en una sociedad en la que las formas de comunicación están cambiando enormemente (la sociedad red, en la que tan bien se está sabiendo mover el 15M). Y es que el conflicto no vale de mucho si no tiene la capacidad de propagarse y crear nuevos sujetos políticos.

      Así, durante estos meses se ha demostrado la utilidad de otros modelos de conflicto más cercanos a la realidad social (más individualista y dispersa, pero también más rica en flujos de información). Un ejemplo claro es el uso de las redes sociales, y cómo desde éstas se construyen colectivamente mensajes y propuestas que son capaces de ilusionar y movilizar a gran parte de la población, destruyendo la confianza en los mensajes del poder establecido. Otros ejemplos (que están muy bien explicados en este artículo) como el vínculo con la parte quieta del movimiento; la creación de multitud de espacios de participación abiertos e inclusivos (virtuales y físicos); la interpelación positiva, el buscar desviar y neutralizar las acciones del enemigo en lugar de buscar el choque directo; el reinventarse constantemente, no para reaccionar a las acciones del enemigo sino para explotar su propia potencia; no son estrategias nuevas pero funcionan especialmente bien en la sociedad en la que nos encontramos, aunque con frecuencia sean despreciadas por los movimientos de izquierda. Para mí, avanzar en este sentido va a conducir a que la gente tenga más confianza en su propio poder y capacidad de auto-organización y se empiece a plantear metas más profundas.

      Sobre el punto 2, como apunta Pablo las propuestas revolucionarias de la izquierda son muchas veces casi una sombra de lo que eran en el pasado, donde lo estético y la conservación acrítica de fórmulas y dogmas de los movimientos anteriores es la norma. Y la sociedad lo percibe así, despreciando estos movimientos como algo ingenuamente idealista en el mejor de los casos, o una auto-referencialidad elitista y resentida en el peor. Así, la izquierda más identitaria, que supuestamente es la que recoge el legado ético de los revolucionarios pasados, se ha convertido en poco más que una vanguardia de sí misma hacia unas utopías que se idearon como meta para sociedades de hace 100 años (ojo, las propuestas, que no los principios o ideales éticos).

      Me explico. Imagino que un trabajador en los años 30 podía entender fácilmente cuáles eran las ventajas de una sociedad colectivista (p.ej., no depender del patrón y disfrutar directamente del fruto su trabajo). Pero en la sociedad actual, tal como la izquierda presenta estas utopías, no está tan claro cómo un cambio radical podría provocar un cambio hacia mejor. Vivimos en una sociedad que disfruta mayoritariamente de servicios públicos proporcionados por el Estado (de bienestar), y en la que la producción de riqueza ya no está ligada sólo a la producción material sino en mucho mayor medida a la creatividad social y la producción intelectual en el sector terciario (el capitalismo cognitivo). Así, no está tan claro cómo construir una sociedad mejor eliminando el Estado que mantiene una serie de servicios sociales o a otras instituciones como las grandes multinacionales que canalizan (y explotan) la producción de conocimientos.

      Debido a esta falta de alternativas claras, las reivindicaciones ante la crisis se centran en recuperar lo público y controlar la precariedad que trae consigo este nuevo modelo y ni se plantean otra cosa. Hasta que no tengamos propuestas claras sobre cómo se puede gestionar comunalmente la riqueza social que se ha generado en las últimas décadas al margen del Estado y los mercados mientras nos defendemos de la precariedad que estos nos imponen (aquí un ejemplo), nos seguiremos tropezando una vez tras otra proponiéndole una revolución proletaria a una sociedad mayoritariamente post-industrial.

      Por esto, pienso que intentar trasplantar las aspiraciones revolucionarias de izquierda actual en el 15M o cualquier otro movimiento así de diverso y masivo tiene serios problemas. El hecho de que el 15M haya surgido desde gente auto-organizándose al margen de los movimientos de izquierda debería darnos una pista sobre que tenemos que superar algunos problemas importantes. Si la mayoría no comparte nuestros planteamientos tal vez no es sólo porque vivamos en una sociedad adormecida y conservadora, sino porque también nosotrxs cargamos con nuestras propias contradicciones que tenemos que superar. Y la verdad es que salir del gheto de la izquierda y experimentar nuevos mensajes y nuevas formas de conflicto en un movimiento tan rico y diverso como el 15M (que igual en Elche no, pero en otros sitios si que incluye a una parte con aspiraciones más radicales) me parece una oportunidad magnífica para ello.

  • 29 de agosto de 2011 01:39

    Un inciso. Os copio unas aportaciones de ayer mismo de uno de los dos grupos de facebook que tiene el 15-M de Elche:

    D. R..- G. es 15m un gran ejemplo a seguir en el 15m ,el problema de 15m dry hay que solucionarlo ya!! todos luchamos por lo mismo ,tal vez me equivoque en mis apreciaciones con el 15m ,por lo que e de decir que en el 15m hay gente muy valida!!! todos estamo en el mismo barco lo que hay que hacer es trabajar y dejarse de ostias!!! y el que quiera ecolojismo feminismo y demas no niego que sea ilicito,pero no es el momento !!

    C. A. D..- , mas claro agua ! yo tambien quiero que eliminen la tauromaquia pero no puedo hacer nada si no tengo voz , vayamos primero a reclamar nuestras «cuerdas vocales» !

    A. S. M..- Todos tenemos algo por lo ke luchar yo kiero ke desaparezca el dinero pero todo vendra con el tiempo hay que saber dejar tus propios ideales fuera del movimiento y que no interfieren con este

    (Responde alguien (J.) quejándose de estas cosas y sigue el debate):

    A. S. M..- Totalmente de acuerdo j. yo estoy a favor de las reivindicaciones feministas de los planteamientos ecologicos de la llibertat de llenguatge y de muchos otros ideales que surgen por aki pero no keramos abarcarlo todo lo ke actualmente esta pasando es ke se estan anteponiendo esos ideales a lo ke nos trajo que fue el manifiesto y los 8 puntos y mi opinion personal es en lo ke deberiamos centrarnos por ahora lo otro llegara a su debido tiempo

    • 30 de agosto de 2011 17:08

      Ah, y con la aportaciones de 3 personas en un día en un foro de internet quieres que nos formemos una idea de lo que piensa el 15M en Elche? Penoso y un poco patético el intento de manipular. Presenta algún documento consensuado y aportarás algo, no esta basura.

      • 30 de agosto de 2011 18:50, por Pablo

        Perdón. ¿Con quien hablamos? Lo digo porque estaba dando gusto la conversación hasta ahora, en un tono amable y distendido y entre gente conocida. Me gustaría que quien introduce este tipo de mensajes cortos agresivos y desagradables al menos diera la cara.

  • 29 de agosto de 2011 22:24

    Cada vez son más interesantes las reflexiones, Miguel. Trataré de progresar linealmente a partir de las cosas que dices que me parecen más importantes.

    Estoy de acuerdo con la mayoría de las cosas que dices en el comentario último. Aunque creo que le das mucha importancia a la cuestión de lo estratégico (ubicación de los conflictos, internet…) que a mí me parecen secundaria frente al otro tema que tocas: que la gente no desea dejar de vivir en el capitalismo, tema en el que coincido contigo y que trataré de analizar a mi manera.

    La izquierda clásica llamémosla anticapitalista o revolucionaria hoy está lejos de conectar con la sociedad por dos razones: 1/ por sus propios desméritos, ya enunciados antes y 2/ porque la sociedad amplísimamente no desea los cambios que ésta propone. Así de sencillo.

    Una persona trabajadora media de 1925 tenía claro que el sistema capitalista le perjudicaba personalmente en lo material y por ello deseaba que se diera un cambio revolucionario. Pero además eran ampliamente compartidos anhelos de libertad –de no ser sojuzgados por las autoridades, las policías y los patronos y poder realizar la propia vida con autonomía-, y de justicia, que hacía que se desease que la revolución social fuese universal y no solo para unos pocos. Por eso los sindicatos no eran corporativos sino “de clase”, y por eso, por ejemplo, cuando Gandhi visitó Inglaterra fue calurosamente recibido por los trabajadores industriales que estaban siendo perjudicados por sus campañas de sabotaje y boicot a los productos textiles de la metrópoli. (Imagina cómo recibirían hoy día en Almería por ejemplo a los agricultores franceses que defienden su actividad boicoteando las exportaciones agrícolas españolas, o en Bermeo a un hipotético líder de los pescadores somalíes que se estuviera currando el impedir que los atuneros faenaran allí).

    Frente a eso una persona media de nuestra sociedad no tiene el más mínimo deseo de sustituir el capitalismo por otra cosa. Solo de pensar en tal posibilidad le entra el temor y la desconfianza. Porque tiene claro que hoy día el capitalismo le ofrece una forma de vivir que no ve realizada en otra parte del mundo y con otro sistema. El capitalismo ha triunfado en las mentes de la sociedad y se ha vuelto incuestionable. Este triunfo ha vuelto a la gente egoísta, timorata y mezquina, entre otras cosas. Hoy nadie, e incluyo en ese nadie a casi toda la izquierda y al 15M, lee, debate, analiza la realidad y trata de llegar a comprender cual es la génesis del estado de bienestar en el que se vive acríticamente, salvo para aspectos accesorios. No hay un debate, por ejemplo, sobre las relaciones Norte-Sur que crean los flujos económicos que hacen a unas sociedades ricas y a otras pobres. No hay un debate (o si lo hay, está en retirada) sobre el uso de la fuerza militar en ese juego de expolio. Son cosas sobre las que no se desea reflexionar porque de forma más o menos lateral todo el mundo intuye que el modus vivendi al que no renunciaría ni harto de vino se cimenta sobre una infinita injusticia. Discrepo en la cuestión de que el problema es que no hay una alternativa al capitalismo bien presentada y una explicación detallada acerca de cómo se gestionaría todo lo necesario en otra sociedad. Aunque esa explicación la hubiera con letras de oro (que algunas buenas cosas hay escritas) dudo que hiciera mella en la actual mentalidad colectiva bien adoctrinada.

    El otro tema es la libertad. Las personas de la actual sociedad posmoderna “de bienestar” consideran suficiente poder comprar cosas y asistir a espectáculos, poder viajar por el extranjero, poder opinar en las cartas al director y cosas así. Y si se es “de izquierdas” poder salir a la calle a manifestarse de vez en cuando. Ese margen agota todos sus anhelos de libertad y no desean más. Al contrario, aplauden y reclaman que las leyes sean cada día más duras y prohíban cada día más cosas, que haya más policías, más ley y más “orden”. Porque la “seguridad” que proporciona el monopolio violento del estado (el cual nadie cuestiona) acaba resultándoles más deseable que la libertad en el fondo. Asimismo les parece incuestionable a la par que cómodo que la gestión de la sociedad esté en manos de personas especializadas y no en las propias. La izquierda, incluyendo al 15M (que no quiere ser ni de derechas ni de izquierdas pero que en realidad tiene un programa muy próximo al socialdemócrata) solo se preocupa en este tema también por cuestiones menores (algún exceso policial, la corrupción de los políticos, algún déficit concreto de democracia como lo de la reforma constitucional de estos días) pero el grueso del problema, tal como algunas personas lo vemos y sufrimos, no les consta.

    Los partidos políticos y organizaciones de la izquierda clásica y los “nuevos” movimientos sociales efectivamente cometieron –cometimos, seguimos cometiendo- errores de bulto. Pero en realidad no había mucho que hacer ante la marea pro-estado y pro-sistema capitalista (aunque esto último no se reconoce nunca, a los hechos me remito para afirmarlo como igual de real que la estatofilia) que de la mano del estado de bienestar – sociedad de consumo acabó arrastrando a todo el mundo a su orilla. Y hay que decir que esa misma marea también arrastró a lo más granado de la vieja militancia revolucionaria: La mayoría de sus integrantes fueron dejando una a una sus banderas (salvo elementos estéticos) para abrazar también con fervor en la práctica el credo del estado y el capital. De hecho entre los activistas de antes y de ahora de esa izquierda de partidos, organizaciones y movimientos, era y es difícil encontrar currantes explotados. La mayoría es gente con estudios, en un porcentaje superior al resto de la sociedad orientada hacia o trabajando en la administración. Gente con jornadas laborales cómodas, sin agobios económicos, que se puede permitir buenas vacaciones y conocer el mundo. Nadie más interesado en que las cosas, si cambian, lo hagan moderadamente y no vayan muy lejos que este sector social.

    ¿Qué hacemos entonces? Hay tres alternativas, a mi modo de ver para quienes seguimos aspirando a una sociedad libre y justa.

    1/. Mantener los activismos políticos tradicionales en espera de “tiempos mejores”. Esta alternativa, que siguen los colectivos más autorreferenciales y más divorciados del análisis de la realidad, viene a ser una especie de táctica del avestruz. Esa normal que la –llamémosle- “izquierda integrada” y los nuevos activistas del 15M la contemplen como un auténtico anacronismo y no quieran otra cosa que divorciarse de sus discursos, de sus estrategias y de sus integrantes.

    2/. Realizar las adaptaciones ideológicas y metodológicas pertinentes para integrarse en las nuevas mentalidades y en los nuevos tipos de contestación. Es decir, dejar de ser revolucionarios, anarquistas y anticapitalistas y convertirse en “ciudadanos” defensores de las bondades del estado de bienestar y de las reformas a los excesos del capitalismo cuestionado sólo en su versión neoliberal. Como decía, éste es el camino que ha recorrido una buena parte de la vieja militancia a nivel personal y casi el 100% de los movimientos sociales a nivel orgánico. Si ha sido –esta siendo- exitosa tal transformación lo tendrá que valorar cada cual midiendo su grado de autosatisfacción y realización, y todos/as haciendo valoraciones generales acerca de si este mundo en el que vivimos va a mejor o va a peor. Mi conclusión a este respecto es rotunda: va a peor.

    3/ Lo que tú decías en algún comentario anterior, pero con otra lectura: Crear, inventar, experimentar, tomando lo bueno de lo viejo y generando cosas nuevas. Creo que hay que estudiar muy detenidamente qué es lo que ha provocado estos cambios de mentalidad generalizados para no colaborar inconscientemente con sus mismas inercias. Teniendo claro que somos una insignificante minoría, pero que tampoco nos queremos dejar arrastrar por la corriente, nuestra labor es ser referencia de otra mentalidad y propuesta y crear alternativas tangibles. Demostrar que hay otras formas de vivir, de relacionarse, de ganarse la vida, de producir y consumir, de participar en la sociedad. Demostrarlo con los hechos, practicando lo que se propone. Y recuperar la dimensión ética. Para mí esto último es clave. La sociedad se tiene que “curar” de su individualismo, de su insolidaridad, de su mezquindad, y para ello necesita los valores éticos y los ideales, que son lo que nos construye como seres humanos y lo que nos lleva a autotrascendernos más allá de los determinismos sociales y económicos. Si algún día se va a poder cambiar esta sociedad hacia algo que valga la pena no será por necesidad, sino por convicción. Y quienes de ello estamos convencidos tenemos el reto de despertar esa inquietud dormida en quienes nos rodean. Igual suena un poco teórico lo que digo, pero te aseguro que si se tiene claro, la práctica política que corresponde a esta mentalidad se concreta fácilmente en cada caso y en cada circunstancia. Eso sí, es mucho más exigente y sacrificada que las otras. Lo primero ser coherentes.

    Salut.

    • 30 de agosto de 2011 13:26, por Adrián

      Hola de nuevo, amigos. Me parecen muy clarificadoras estas aportaciones en el Facebook del 15-M de Elche. Dos son los motivos: por un lado, confirman la idea de que nuestras propuestas están más fuera que dentro del movimiento; por el otro, son una pequeña muestra de las limitaciones de la, en ocasiones, tan alabada sociedad de la información y las redes sociales. Sé que ambas afirmaciones son fácilmente rebatibles -en este debate ya se ha profundizado en la primera-, pero intentaré aclararlas a lo largo de esta respuesta a Miguel.

      Me ha hecho pensar mucho tu análisis, Miguel. Comparto gran parte de las afirmaciones que haces, pero difiero en algunos matices y en la idea de qué debemos hacer.

      Planteas los motivos por los que crees que, tanto la mayor parte de los participantes en el 15-M, como la sociedad en general, no se plantean construir un sistema nuevo con otros principios éticos: 1) no creen que sea posible conseguirlo y 2) no creen que vaya a suponer una mejora importante respecto a la sociedad actual. Luego hablas de la responsabilidad que tiene la izquierda tradicional en esto. Estoy bastante de acuerdo.

      Es cierto que la izquierda se ha anclado en estrategias de escaso éxito, quizá desfasadas, y que, muy probablemente no se haya adaptado a las nuevas posibilidades de la sociedad red. Esto dificulta enormemente que su mensaje sea conocido y creíble, pero deberíamos profundizar un poco más en el asunto. ¿Puede haber abandonado la izquierda alguna estrategia tradicional muy efectiva? ¿Hasta qué punto conviene adaptarse a las nuevas estrategias que ofrece la sociedad red?

      La izquierda ha abandonado claramente la concienciación mediante el ejemplo. Me duele decirlo, pero la mayoría de los militantes somos gentes con ideas revolucionarias; para nada somos revolucionarios. Así es difícil que otras personas vean realizable un cambio profundo. Como has dicho en otra intervención las declaraciones de intenciones no cambian qué es lo que piensa una sociedad. Lo que sí que cambia las cosas son las acciones.

      En cuanto a esas posibilidades que nos da la sociedad red, evidentemente las reconozco; sin embargo, no estoy convencido de que a largo plazo nos convenga que éste sea nuestro terreno de juego. Centrándonos en la redes sociales, éstas existen, la gente se comunica habitualmente por ellas y es donde reciben gran parte de la información que les llega a diario. También es cierto que fomentan la existencia del debate, pero ésta es sólo una de las caras del poliedro. En ellas predomina el flash informativo, la sobrecarga de la anécdota, la caducidad de lo que tuvo importancia y ya ha dejado de tenerla. Haremos mal en confundir la abundancia de noticias (información), con el conocimiento que reflexiona sobre ellas y la sabiduría que las vincula a opciones vitales. Para profundizar en este proceso es necesaria la calma; lo, hasta cierto punto, permamente; precisamos, de alguna forma, aburrirnos; y el aburriemiento es casi imposible en Facebook. Abusando de estos métodos será difícil cambiar de verdad las cosas.

      Pasamos ya al punto dos. La gente, mayoritariamente, no cree que el cambio ético que proponemos modifique a mejor la sociedad. La izquierda revolucionaria tiene parte de culpa, pues no ha actualizado su discurso y predica aún fórmulas de hace cien años. Haces al respecto un análisis muy acertado, pero siempre en lo material. Por muy válidos y actualizados que fueran todos nuestros análisis de la sociedad, iban a tener muy difícil calar en las mentes mientras éstas no salgan de la visión reduccionista y materialista del mundo. Trabajar en una profundización del estado de bienestar sólo ayuda a que esta visión se enquiste y se alimente de las conciencias.

      Por todo ello hago una apuesta por la tercera alternativa que propone Pablo para quienes queremos transformar la sociedad: crear, experimentar, pensar, evitar las tendencias clásicas de la izquierda, pero también las de la sociedad actual. Analizar la realidad para modificarla y poder crear una verdadera alternativa ética, en gran parte con el ejemplo. Siempre teniendo claros unos fines.

      ¿Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera la maza sin cantera? (Silvio Rodríguez)

      Un abrazo a tod@s l@s que me estáis haciendo comerme el coco.

  • 2 de septiembre de 2011 20:22, por Pablo

    Copio este trozo de un documento favorable al 15M que analiza retos del mismo. Al loro con el último párrafo, y cómo mete en el mismo saco y trata con inusitada dureza a todos aquellos/as que no terminamos de sentirnos cómodos con el programa ideológico actual de este movimiento.

    Adelantándome al anónimo comentarista que llama basura y manipulación a alguna aportación que no le ha convencido, reconozco que esto no es un “documento consensuado” del 15M. Dudo que existan documentos consensuados sobre sensibilidades y querencias. Pero la página donde está publicado el artículo es una de las principales difusoras de todo lo que hace el 15 Madrid en estos momentos, y desde luego son maneras de ver y juzgar las cosas que yo ya me he encontrado ampliamente por escrito y en directo en gentes del 15M de aquí y allá. Por suerte ni están todos los que son ni son todos los que están, pero que la forma de juzgar las cosas que se muestra en este artículo y que podría complementarse con los comentarios sueltos de miembros del 15M de arriba (esos comentarios no eran excepcionales, por cierto, y por desgracia, sino que son usuales en las páginas del 15M Elx) haberla háila.


    5. La identidad

    El 15M está sometido a exámenes constantes. Muy pocos de esos exámenes son propios. Los profesores son otros y tienen claro que “el movimiento debe ser lo que yo era antes de que existiera el movimiento”.

    El discurso de lo anterior se presenta como autoridad no a partir de argumentos concretos en problemas concretos, sino simplemente por estar antes. Esos exámenes dicen, por ejemplo, que el movimiento no es suficientemente de izquierdas, o no está lo suficientemente definido, o no responde a las preguntas que le hago con las respuestas que me gustaría.

    Esas cuestiones no responden a problemas reales, sino a abstracciones ideológicas. A identidades que existían previamente. Fronteras rígidas que vuelven a dibujar lo que es posible y por tanto, a reducir el espacio de experimentación. Identidades cerradas que dicen lo que “se puede o no se puede hacer”, que introducen debates poco o nada concretos y nos conducen a insoportables peleas de egos.

    Siete fronteras para el 15M
    http://madrilonia.org/?p=4878

    • 4 de septiembre de 2011 17:53

      Ah, pero este texto está puesto como crítica al 15M? Porque a mí me parece una acertadísima caracterización de la postura FRENTE al 15M, entre arrogante y condescendiente, del viejo dogmatismo de cierta izquierda que a estas alturas NO ENTIENDE NADA de lo que está pasando y que ha quedado instantáneamente obsoleta desde el 15 de mayo.

      • 4 de septiembre de 2011 20:53, por Adrián

        Me gustaría que concretaras más qué quieres decir; pues tu crítica queda un poco abierta.

        Quizá la mejor actitud ante una crítica sea reflexionar sobre ella y ver si nos puede hacer replantearnos nuestras ideas. Esto no quiere decir que vayamos a cambiar nuestra forma de pensar: debemos ser tan críticos con las críticas como con nosotros mismos. Esto se lo he visto hacer a mucha gente que militaba mucho antes del 15-M, mucha de la cual ha aprendido del movimiento a la vez que ha cuestionado lo que le parecían carencias en éste.

        Por otra parte, la reflexión ideológica nada tiene que ver con los egos, y lo que tiene de abstracta está en su búsqueda de posibilidades que no se han llevado a cabo. Claro está, esta abstracción debe acabar concretándose. Obviar esto invita a repetir las mismas fórmulas que se vienen empleando desde el poder. Su propia abstracción nos invita a superar en la práctica esas «fronteras rígidas».

        Por otra parte, dudo de la viabilidad de muchas propuestas de las comisiones del 15-M, sinceramente, no las veo como respuestas concretas a problemas concretos, sino como fórmulas mágicas sacadas del recetario del capitalismo reformista. Me parecen tan abstractas y reduccionistas como las que se han venido proponiendo desde esos grupos izquierdistas tan desfasados según algunos.

        Y, por último, nada ha quedado «instantáneamente obsoleto después del 15 de mayo»: o ya lo estaba o aún es válido. Tampoco queda invalidado nada por ser anterior al 15-M.

        Por favor, que no se me malinterprete, he aprendido muchas cosas en el 15-M y seguro que voy a seguir aprendiéndolas, pero también lo he hecho y lo seguiré haciendo con gente crítica con éste y que milita en otros movimientos.

        Saludicos.

      • 4 de septiembre de 2011 21:37, por Pablo

        Hola de nuevo anónimo y sintético comentarista. Discrepo parcialmente de lo que dices.

        El texto podrá ser caracterización más o menos adecuada de “una” postura frente al 15M, que efectivamente existe, si bien es tan minoritaria que viene a ser la caricatura de sí misma que el texto dibuja. Sin embargo no es, como tú dices, la caracterización de “la” postura frente al 15M, y precisamente ese reduccionismo simplificador en el que el texto y tú incurrís de meter en el mismo y ridículo saco a todo aquel que ose criticar al 15M, es el que traslada a vuestro campo la arrogancia, la condescendencia, el dogmatismo y el no querer entender.

        Salut.

    • 7 de septiembre de 2011 17:15

      Veo que la gente del 15M de Madrid ha revisado el texto anterior y lo ha cambiado notablemente. El nuevo punto 5, que copio debajo, rectifica de forma muy importante el texto anterior y por suerte lo resume de una forma mucho más razonable.

      Invitación a la reflexión: las 7 fronteras del 15M

      Este texto fue leído en la Asamblea General del Sol del pasado 4 de septiembre por la comisión de Difusión en Red y se reproduce aquí para continuar el debate en internet:

      5. La identidad

      El 15M está sometido a exámenes constantes. Los juicios suelen venir por parte de quien quiere que cumplamos sus expectativas previas. Continuamente intentan poner etiquetas al 15M, nos aplican identidades rígidas que vienen de antes. Identidades cerradas que dicen lo que “se puede o no se puede hacer”, que introducen debates poco o nada concretos y nos conducen a insoportables peleas de egos.

      http://madrid.tomalaplaza.net/2011/...

      • 7 de septiembre de 2011 17:16, por Pablo

        Se me olvidó firmar, por no ser confundido con anónimo.

  • 4 de septiembre de 2011 21:00, por Miguel

    Hola, creo que a partir de estos comentarios entiendo mejor de dónde viene vuestra postura. Aunque hay algo que no entiendo.

    Habláis de crear una alternativa ética, de recuperar unos valores que impulsaron los movimientos revolucionarios del pasado y que gran parte de la sociedad, la izquierda y el 15M incluidos, han perdido. Por esta razón, afirmáis que nuestras propuestas no tienen cabida en el 15M, y que por lo tanto, más importante que participar en este movimiento es crear alternativas que, aunque minoritarias, sean consecuentes con el cambio que queremos conseguir. Hasta donde yo sé, esto no es algo nuevo, y desde hace mucho tiempo hay gente empeñada en crear estas alternativas éticamente coherentes (p.ej., diferentes cooperativas de consumo, de trabajo, o incluso comunidades donde experimentar nuevas formas de vida). Por otro lado, parece que estos proyectos están muy lejos de provocar un cambio en la sociedad.

    Y digo yo, si lo que queremos es que la sociedad se plantee contradicciones éticas, que se plantee cuáles son las raíces de los problemas que sufrimos, que crean en que es posible una vida más plena buscando realizar sus aspiraciones de justicia, libertad, etc. ¿Por qué nos empeñamos en no querer tener nada que ver con la gente que no piensa igual que nosotros?

    El 15M ha conseguido crear multitud de espacios en los que compartir propuestas sobre cómo cambiar la sociedad (desde la red, hasta las plazas o incluso a veces los medios de comunicación). Si tenéis tan clara vuestra postura, ¿por qué no aprovechar y llevarla a estos lugares comunes para que pueda crear conflicto, intentar remover conciencias y propagarse? ¿Por qué no aprovechar los canales de comunicación que nosotrxs no hemos sabido crear y el 15M sí? Eso sí, con inteligencia, y como dice el artículo de antes tratando problemas concretos y no abstracciones ideológicas, porque si no vamos a seguir cayendo en los mismos errores de siempre.

    • 4 de septiembre de 2011 21:29, por Pablo

      Hola Miguel, sobre lo que dices en el último párrafo, pues en esas cosas estamos. Porque, al menos por mi parte, las dudas y las críticas no se hacen desde quien mira el paisaje, sino desde la pertenencia a un colectivo que desde el principio ha estado y está participando en este movimiento, de forma más o menos implicada según la disponibilidad y las ganas de cada uno de sus miembros, pero con un interés como grupo en participar, de ponerse a disposición, de aprender (por supuesto) y tratar de lograr esas cosas que dices. Todo lo que propones es lo que estamos tratando de hacer de unas formas y de otras.

      Dicho esto, y yendo a las otras preguntas que haces, no se trata de “no querer nada con la gente que no piensa igual que nosotros”. Se trata de, ante distintas propuestas de activismo político y social puestas sobre la mesa, ver cuáles nos resultan razonables y válidas aunque no contengan todas nuestras ideas y, si las hay, cuáles nos parece que no llevan a sitio bueno aunque contengan buena parte de nuestras metodologías y principios. Creo que esta es una duda que no viene mal plantearse. Porque tal como tú lo expresas en este último comentario, o como yo lo estoy entendiendo, lo único que habría que tener en cuenta es la cantidad (como ahora, y por primera vez en décadas, hay miles de personas en las calles…) y la velocidad (esas experiencias autogestionarias minúsculas que no están cambiando nada…).

      No voy a repetir por enésima vez cuáles son los aspectos del 15M que no me terminan de convencer y que me tienen en la duda de si no será una lucha que termine de robustecer definitivamente al estado liberal-capitalista. Ojalá no sea así, y de momento participando y en diálogo con este movimiento me considero. Pero sí te invitaría a tener un poco más en cuenta esas pequeñas experiencias cooperativas, autogestionarias, ecológicas etc, o a las minorías que aspiran a cambios realmente revolucionarios que tratan también de evolucionar y actualizarse, que aunque son tan pequeñitas que hoy por hoy no tienen resultados visibles, sí me parece que apuntan en una dirección buena. No desprecies lo pequeño, porque a veces las semillas del futuro fueron minúsculas, como “granos de mostaza” que decía un símil bíblico.

    • 4 de septiembre de 2011 21:56, por Adrián

      Hola de nuevo, Miguel.

      Ciertamente pienso que, a día de hoy, estas propuestas transformadoras y éticas están lejos de la postura predominante en el 15-M. También creo que más importante que participar en éste, es trabajar alternaticvas profundas y coherentes (lo cual no exluye lo primero).

      Es cierto que estos proyectos existen desde hace tiempo y que la sociedad, siempre al margen de ellos, no ha ido a mejor. Pero esto por sí mismo, no niega la validez de este camino. Lejos de «empeñamos en no querer tener nada que ver con la gente que no piensa igual que nosotros.», muchos de los que defendemos esta vía queremos que nos sirva para comunicarnos con la sociedad.

      Echando la vista un poco hacia atrás, no creo que este sea el momento histórico en el que se están haciendo más experimentos revolucionarios, por llamarlos de alguna manera. No obstante, sí se me ocurre alguna experiencia de este tipo a gran escala muy transpormadora; verbigracia, las colectividades anarquistas del 36. Y no estoy mitificando acríticamente ningún hecho histórico; sólo quiero remarcar el carácter transformador que pueden tener y que sé que no se va a dar a corto plazo.

      Sin embargo, sí observo que, aunque existan escasas experiencias transformadoras, la mayoría de la izquierda revolucionaria no se ha implicado realmente en ellas. También observo que ésta viene centrando muchos de sus esfuerzos en acciones que no conectan ni con la realidad ni con la gente. Esto quiere decir que, mientras no se trabaje bien en esto, llevarlo como propuesta poco concreta al 15-M será como hablar sobre el sexo de los ángeles. Sí realmente queremos cambiar la sociedad, tendremos que creérnoslo, intentarlo y, a la vez, difundir el mensaje (en el 15-M y en muchos más lugares).

      Por último, y esto es simplemente mi experiencia, he observado que la gente se suma mucho antes a cambios reformistas concretos que a propuestas éticas más a largo plazo; también, que es a estas últimas a las que se suma con mayor entusiasmo cuando cree en ellas.

      Posdata: sé que no se puede generalizar con un movimiento tan amplio como el 15-M.

      Saludines.

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