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Josemi Lorenzo Arribas

Las mujeres y las guerras en la Edad Media

Las mujeres y las guerras en la Edad Media

Fuente original con foro de opinión sobre el artículo


TAMPOCO ACARICIARON BANDERAS.
APUNTES CRÍTICOS SOBRE LAS MUJERES Y LA GUERRA MEDIEVAL

A.C. Al-Mudayna

Universidad Complutense de Madrid

Este artículo fué expuesto en el Congreso correspondiente de la AEIHM (Asociación Española de Investigación de Historia de las Mujeres).

Al aire,
al aire puro
no le gusta acariciar banderas.
GLORIA FUERTES(1)

Hace ya dos años, este mismo foro que ahora nos reúne bajo la rúbrica de Las mujeres y las guerras nos convocaba a otro que llevaba por título Mujeres, regulación de conflictos sociales y cultura de la paz (2). Con “paz” y “guerra” ya tematizadas, pareciera que se completa coherente o, mejor dicho, lógicamente, un ciclo completo, al prestar atención pareja a dos realidades que, por antónimas, enmarcan todo el campo semántico que media entre ambas porque son contrapuestas y excluyentes. Pero no es así. Esquivemos el sofisma lingüístico y veremos cómo “guerra” y “paz” se construyen desde la misma fuente de producción del discurso para sostener una ficción que se ha mostrado muy rentable, y no precisamente para las mujeres.

En estas páginas voy a reflexionar sobre parte del abanico de problemas que se despliega al analizar la actividad de las mujeres medievales en la primera línea de combate. Como en casi todos los ámbitos, las mujeres medievales tienen muy poca presencia en la historiografía tradicional sobre las guerras, casi nula (3), con el agravante de que tampoco ha sido un tema que haya atraido la atención del medievalismo feminista, circunstancia a nuestro parecer cabalmente explicable, como veremos. Si a esto le unimos el hecho de que la guerra es la principal categoría de la Historia Militar, disciplina fosilizada como pocas a pesar del fin del monopolio de los propios militares sobre la misma y, obviamente, impermeable a los avances de la crítica feminista, se dibuja un panorama marcado por la ausencia de información y un nulo interés por este tema de estudio.

Guerras y mujeres

Nos interesa el tema de la guerra por diferentes cuestiones de imaginario. Una es que desgraciadamente la guerra, su amenaza y su preparación, en el año 2000 siguen hoy consumiendo ingentes recursos humanos y de todo tipo, y como en alguna otra ocasión se ha expuesto (4), feminismo y antimilitarismo tienen tanto en común (tanto como militarismo y patriarcado) que sólo debe separárseles a efectos de catalogación cuasi-entomológica. Una historia responsable, por otro lado, sólo puede hacerse estableciendo un diálogo sincero y comprometido con los problemas de la época desde la que se hace historia, es decir, la nuestra (5), y como el problema de la guerra/militarismo continúa siendo un problema urgente, aunque silenciado, en nuestra sociedad, estimo que merece la pena reflexionar también sobre este asunto.
La otra razón que me anima a ordenar y compartir mis ideas en torno a las mujeres medievales y la guerra es que la pretendida dedicación inmemorial de los varones a la guerra ha servido recurrentemente, pero más desde la Modernidad, para justificar los privilegios que el patriarcado les ha ofrecido como sujetos y como ciudadanos en detrimento de las mujeres que no se dejaron seducir por banderas, estandartes, insignias o divisas. La guerra ha deslumbrado a los varones de sociedades enteras y épocas diversas que han ofrecido su tributo fiscal, emocional y de sangre, una y otra vez (6). Los pendones que anuncian la proximidad de la guerra han sido enarbolados por la gran mayoría de los varones pero, ¿y las mujeres?, ¿acariciaron también banderas?

Escapar a la lógica de la guerra implica escapar a la lógica de esa “paz” que dota de sentido a la primera (7). Esa paz vacía de contenidos, entendida meramente como “ausencia de guerras”, periodo histórico de espera (de la nueva guerra), pacificación, engranaje “h-umanitario” etc.
En realidad, esta impugnación de la lógica binaria no es sino un cuestion-amiento de la propia lógica patriarcal, dicotómica y perversa. Y sí creo atisbar en testi-monios medievales de mujeres, o relacionados con las mujeres, fisuras que tratan de decir lo que en términos de pura lógica (como sabemos, androcéntrica y militarista) es, a lo sumo, un sinsentido. Fisuras a través de las cuales el mundo se ordena de otro modo. Philippe Contamine dice que “La expresión más plena de la no violencia medieval ha de buscarse entre los marginados, los heréticos y sus simpatizantes”(8). La frase, acertada, es matizable. Si el militarismo era un régimen de significado dominante como lo era (y lo es), evidentemente en quienes no lo asumen como universo simbólico propio hay que buscar los rastros de la resistencia. Las mujeres, que son un grupo marginado -no marginal- de la experiencia androcéntrica hegemónica de entender el mundo, frecuentemente han hablado y actuado desde otros planteamientos(9). Por ejemplo, en 1321 una valdense, desde la conciencia de la sinrazón que supone la destrucción de la vida, convencimiento compartido con otras/os compañeras/os de creencia, le explicaba a su interrogador, el obispo de Pamiers cómo “Todo el que mata a un cristiano en cualquier tipo de guerra, comete un pecado”(10), desautorizando la práctica política habitual de la época legitimada de facto por la Iglesia. Postura, por cierto, muy similiar a la de la patricia romana Hortensia y las mujeres a quienes representaba, cuando se opuso en el foro romano al pago de los impuestos porque no quería financiar guerras civiles (11).

Las mujeres en la Edad Media, como es sabido, no estaban obligadas a ir a la guerra; muchos fueros inciden en la exención(12). Sólo ante peligros inminentes la legislación preveía su concurso, invitadas a la igualdad una vez más cuando los varones se han mostrado incapaces de resolver un problema generado por ellos mismos (“si todo lo ál falle-sciese”, dice la prosa jurídica de las Partidas(13)). De hecho, y sin necesidad de recurrir a los ordenamientos legales, sí conocemos numerosos casos de mujeres que asumen funciones castrenses en determinados momentos, personajes “virilizados” al decir de una historiografía que gustosamente las consignó, y tenemos el convencimiento de que un rastreo minucioso y sistemático haría aflorar muchísimos ejemplos más de mujeres guerreras no sólo en las fuentes escritas (14), sino también en las iconográficas(15) o incluso en las orales(16). Pero no es, en absoluto, nuestra intención profundizar en una genealogía de mujeres tan- batalladoras- o- más- que- los- varones, fundamentalmente por falta de interés, por lo que aquí tales referencias permanecerán arrinconadas en las notas al pie de página.

Si por ley las mujeres no participaban en las más o menos regulares milicias medievales, consecuentemente tampoco podían tomar parte en la repartición del botín subsiguiente en caso de que la campaña fuera exitosa, que era una de las formas más comunes de promoción. Pero, a la vez, ese alejamiento del frente de batalla (que es exactamente lo que la equívoca frase “ir a la guerra” quiere decir: en tiempo de guerra, ésta se impone a toda la población vaya o no vaya) también redundó en una menor interiorización de los valores castrenses, cuya experiencia nunca pudieron reconocer como propia. El espíritu de milicia culturalmente ha hecho de los varones, y no de todos, cualificados representantes del mismo, y de las mujeres prioritarias víctimas aun sin haber cogido arma ninguna. Como muestra un botón: una fuente musulmana estima en 99.000 mujeres las capturadas por Almanzor en sus incursiones (17), cifra simbólica que pretende expresar una realidad brutal y generizada: el uso de las mujeres como parte del botín de guerra.

Minerva y la protección de los cuerpos en las guerras

Cristina de Pizán, en La ciudad de las damas, junto a otros ejemplos de mujeres belicosas también aduce testimonios de mujeres que intervienen precisamente para detener la guerra, actitud ensalzada por la autora. Explica la leyenda del rapto de las sabinas (18), ocurrida con motivo de una invitación de Rómulo a dicho pueblo. Ante la previsible destrucción mutua entre los maridos (raptores) de las sabinas y sus verdaderos familiares, la reina de dichas mujeres reúne a todas para explicarles cómo con esa guerra ellas no ganan nada “sea de quien sea la victoria, para nosotras siempre será desastrosa”. Antes bien, pierden a gente querida y necesaria, por lo que le “parece que lo deseable es buscar el medio de parar esta guerra” y conseguir la paz. El medio consistió en ponerse literalmente en medio de ambas facciones contendientes, con sus hijos en brazos, y explicarles cómo preferirían morir a ver cómo unos a otros se destrozaban, logrando “arrastrar su odio y convertirlo en piedad filial”. Padres y maridos “abandonaron sus armas, se abrazaron e hicieron la paz”, facilitando así el inicio de una convivencia en común: las mujeres no han renunciado a sus hombres queridos(19).

Un pasaje todavía más interesante del libro de Cristina de Pizán es aquél en que presenta a Minerva como descubridora de distintas ciencias. A decir de la autora, a esta diosa se le debe la invención del alfabeto griego, de los números, del esquilado de las ovejas y el tejido de la lana, su cardado..., y también inventa los telares, los jugos de los frutos, el aceite y el arte de fabricar carros. Junto a todas estas contribuciones, aún le añade otras un tanto anómalas, porque las mujeres no suelen estar vinculadas a los inventos bélicos: por un lado, se atribuye a Minerva la enseñanza de la disposición de las tropas y los cuerpos dentro de un ejército, así como la técnica del orden del combate; pero por otro, también se la hace creadora de “la técnica del arnés y las armaduras de hierro y acero que los caballeros y soldados llevan en la guerra para proteger sus cuerpos”(20). La justificación de la utilidad de estos accesorios la repite más veces(21): cuidar los cuerpos de los soldados, en definitiva, vigilar y preocuparse por el mantenimiento de la obra de la madre.
Algo similar parece advertirse en la actitud de Jimena Blázquez en 1109, cuando se apresta a defender la ciudad de Ávila del ataque musulmán ante la falta de varones, que están todos guerreando lejos. El cronista, refiriéndose a su actitud, tras dejar sentado que dicha mujer “non semejava fembra, salvo fuerte caudillo”, relata algunos de los preparativos que acomete la gobernadora, mostrando unas preocupaciones muy poco compartibles, a nuestro parecer, con los comportamientos esperables de un jefe militar, y más enlazados con las inclinaciones de la diosa Minerva:
“E Ximena Blázquez, con gran afán de no perder la ciudad, viajava de rúas en rúas, e de morada en morada contando las gentes, e vasteciéndolas de pan e carnes, faciéndolas plegarias non se fugiessen e que oviessen ossadía de bien defender su ciudad. E con pocos escuderos e de algunos homes, maguer non oviessen entera sanidad, fazía los repartimientos, e señalava onde avía cada home de velar e otear la arribada de los moros”(22).

Nuevamente los detalles que se intercalan en el discurso historiográfico nos permiten impugnar los múltiples filtros masculinistas que las acciones de las mujeres han sufrido, y que hacen más difícil la labor de la reconstrucción de genealogías de resistencia.


La guerra medieval y las mujeres, ¿fascinadas por ella?

¿Ofrecía la guerra una fascinación tal como ahora los mass-media nos la presentan?, ¿estarían también las mujeres seducidas por las posibilidades de promoción de unas campañas a las que se les negaba el acceso?, ¿no sigue parte del feminismo hoy acariciando ese falso terciopelo bélico que ha ido encadenando los capítulos de los libros de historia?

Una impugnación de esta fascinación por “acariciar banderas” la ofreció Milagros RIVERA con una reflexión inquietante, polémica y sugerente a la vez, al expresar cómo las mujeres medievales hispanas pertenecientes a la Orden Militar de Santiago prefirieron no hacer la guerra y dedicarse al cuidado de los cuerpos y las almas, a la educación de niñas y a defender otras pregorrativas que por razón de su clase sí poseían, que a reivindicar la participación armada a la que sus compañeros sí se dedicaron(23). Con este ejemplo se niega la universalidad de la voluntad de poder, uno de los principios básicos del constructo ideológico patriarcal.

La guerra ha fascinado durante la historia por los beneficios que merced a ella han conseguido los contendientes. La guerra ha deslumbrado, como Virginia WOOLF percibió, porque nos han enseñado a venerarla(24). Pero el sexo del cuerpo de quien guerrea también condiciona los resultados. Quizá una prueba de que una mujer no es más igual al varón porque asuma actitudes guerreras lo tenemos en la Crónica najerense (ca. 1160) que, frente a otras que ofrecen versiones distintas, reconoce el poder dirigente de una mujer. Sancho II cerca la ciudad de Zamora (1072), gobernada por su hermana la infanta doña Urraca(25).

Bellido Dolfos, caballero zamorano fiel a su reina (y por eso mismo considerado traidor por las crónicas castellanistas) mediante una estratagema hace creer al rey enemigo Sancho que abandona a la reina Urraca(25) para pasarse a sus huestes. Y el argumento empleado para convencerle de su “buena fe” es un argumento típicamente patriarcal, seguro de que la complicidad generada por la situación (dos hombres aun de facciones contrarias cara a cara sincerándose y reconociéndose interlocutores para resolver una situación bélico-política) le ganará el favor del rey. Dice Bellido:

“Es mucho mejor confiarnos a un rey (regi tradere) que permanecer bajo el poder de una mujer, que ni podrá ni sabrá gobernar ni a los suyos ni a sí misma, tanto en la paz como en la guerra”(26).

Es decir, el argumento desde posiciones patriarcales es incontestable. La aparente deserción no obedece a la legitimidad mayor o menor de Urraca, pero tampoco a la presunta pusilanimidad que se le atribuye a una mujer en tiempo de guerra (de hecho, el autor de la crónica no desconoce la connivencia de Urraca en el regicidio). Bellido deja claro que lo humillante de la situación es permanecer bajo el dominio de una mujer, no por tener más o menos cualidades de mando, sino qua mujer, lo que la incapacita ex origine para gobernar, ya en tiempo de paz, ya de guerra. Ese argumento no precisa de mucha más retórica para hacerlo creíble. Ambos saben de lo que hablan y se reconocen en el mismo sentimiento. Y el rey se fía de la palabra, no ya de Bellido Dolfos, sino de un hombre como él que no consiente estar subordinado a una mujer. El ancestral pacto de género garantiza el acuerdo. Sancho confía en Bellido y es asesinado por él.

Bellido Dolfos pasará como traidor a la historia, a la leyenda y a la literatura(27), autor de una doble felonía. Por un lado, quiebra el pacto vasallático al atentar contra su señor. Menos conocida es la otra traición, pero más poderosa: incumple el pacto de género (el contrato sexual), institución fundante del patriarcado, al mantener fidelidad a Urraca. Quizá en esta clave haya de entenderse el inexplicable castigo posterior que recibe por parte del hombre fuerte de la ciudad de Zamora y ayo de la reina, Arias Gonzalo(28).

“Tratando con gran plaçer de la paz”. Música, afeminamiento y guerras

La actitud que se le supone a los monarcas y jefes militares ha sido contrapuesta siempre al afeminamiento de quienes no compartían esos presupuestos crueles. El cronista Pérez de Guzmán dice de Juan II en Generaciones y semblanzas que el rey cantaba y tañía bien, era aficionado al latín y a la lectura, pero como rey fue un irresponsable que no asumía sus tareas(29). Hace lo propio Pulgar en sus Claros varones con respecto a Enrique IV(30), y así sucesivamente. Por contra, en las reinas estaba mejor considerado dedicarse a estas actividades. De la reina Yolanda, por ejemplo, decían en 1388 que...

toda la vida se passava en danças y salas de damas: y en lugar de las armas y exercicios de guerra, que eran los ordinarios passatiempos de los príncipes passados, sucedieron las trobas y poesía vulgar, y el arte della, que llamavan la gaya sciencia, de la qual se començaron a instituyr escuelas públicas...

No obstante, un grupo de mujeres de la primera mitad del siglo XII nos dará el más alto testimonio que relaciona música y guerra, según informa un célebre pasaje de la Chronica Adefonsi Imperatoris(31): según llegaban los musulmanes a Toledo y ante la falta de hombres que guerrearan, una multitud de mujeres presidida por la emperatriz Berenguela se lanzaron a la calle cantando y tañendo múltiples instrumentos, hasta que los sarracenos, sin entrar ni siquiera en combate y sin producirse por tanto ninguna baja en las/os (no) contendientes, cautivados por el encanto de su música, desistieron de su bélico propósito, retirándose. Se nos escapa cuáles serían los hechos que realmente ocurrieron, pero lo que la crónica imperial quizá quisiera expresar es que las mujeres defendieron la ciudad sin utilizar la violencia, o bien, tensando el argumento, que las mujeres toledanas disiparon la amenaza mediante procedimientos femeninos (¿mediación?), que quedarían simbolizados por los instrumentos musicales aludidos, instrumentario propio de la “música baja” que es la antítesis del asociado a las batallas (atambores, trompetas etc.) y son los habituales de las mujeres(32).

No se nos escapa una reflexión que unifica muchos de estos testimonios: el carácter colectivo de las acciones que las mujeres realizan; ellas suelen actuar en amplios grupos, compuestos sólo de mujeres, ya que no hay referencias a la participación masculina, proceder que puede parecer anómalo por sus menores posibilidades de asociación. Tanto las mujeres toledanas plenomedievales, como las patricias romanas de la época triunviral, las mitológicas sabinas o las mujeres que acompañan a Veturia se juntan con otras mujeres y reivindican otra manera de actuar. Colectiva y públicamente deslegitiman el proceder lógico patriarcal, negángose a colaborar(33). Los nombres propios que aparecen (Berenguela, Hortensia, Veturia) más parecen asociados a una portavocía que a un estatuto heroico individual. Son tempranos ejemplos de cómo la “multitud” emerge en el discurso historiográfico y de cómo son otros los procedimientos y las estrategias que animan las acciones cuando éstas las realizan las mujeres.

Dispuestos a no creer que el rasero igualador de “más violencia” sea bueno para las mujeres (ni para los varones ni para nadie), pensamos en las ventajas universales que tendría imaginar, ensanchar y hacer visible un orden simbólico donde “violencia” sea un demérito, una actitud desprestigiada sin valencia social. Una lucha prioritaria por un orden social donde la guerra y el uso de la fuerza no sólo no forme parte principal del imaginario social, sino que desaparezca del horizonte de creencias (la fe en que una guerra solucione más problemas de los que provoca) y miedos de las personas. Es decir, desaprender la guerra (34). Sin paliativos de ningún tipo creo que una sociedad así sería (y, en su caso, lo ha sido) más feminista que otra en la que varones y mujeres, seducidos por las diversas coreografías del dios Marte, participaran escrupulosamente por igual en la preparación, financiación, dirección y ejecución de la guerra con su posterior pacificación.

Algo así debía intuir la mano redactora de la crónica llamada Anónimo de Sahagún (principios del siglo XII) cuando presentaba la idílica situación de la vida en un mundo sin la amenaza de la guerra, donde...

“ninguna villa o lugar avía menester de se enfortaleçer con çerca, por quanto cada uno avía paz e se goçava de gran seguridad, e los biejos se asentavan alegremente so su bid e figuera tratando con gran plaçer de la paz, la cual entonçe mucho rresplandecía; los mançevos y bírgines traían grandes danças e alegres bailes en las cruçijadas de los caminos, audiendo gran plaçer e tomando consolaçión de la flor de la jubenil hedad, e la tierra mesma se alegrava de sus labradores, como ellos se goçavan de la mesma tierra...”(35).

Con un punto de inocencia, -esa inocencia que cuestiona e impugna radicalmente el horizonte categorial patriarcal y militarista-, me permito preguntar ¿qué letra tendría la música de esas danzas y bailes en que vírgenes y mancebos se afanaban despreocupadas/os cuando había paz? Una propuesta:

“Al aire,
al aire puro,
no le gusta acariciar banderas”.

Josemi Lorenzo Arribas es coordinador del MÁSTER EN ESTUDIOS FEMINISTAS Y DE GÉNERO que organiza la Universidad Complutense de Madrid.

Notas:

(1) (1995): “Las banderas separan...”, Mujer de verso en pecho. Cátedra, Madrid, p. 171. Fragmento del poema incluido en la tercera parte de este poemario, titulada “Haced sólo una zona, a ver si de una vez la paz se asoma (Poemas a la paz)”.

(2) Mujeres, regulación de conflictos sociales y cultura de la paz (1999): Anna AGUADO (ed.), Valencia, Universitat de València.

(3) No aparecen, por ejemplo, en: VERBRUGGEN, J.F. (1997): The Art of Warfare in Western Europe during the Middle Ages from the Eight Century to 1340. Suffolk, The Boydell Press, 2ª ed.; GARCÍA FITZ, Francisco (1998): Ejércitos y actividades guerreras en la Edad Media europea. Madrid, Arco Libros; FERNÁNDEZ DE LARREA, Jon Andoni (1992): Guerra y sociedad en Navarra durante la Edad Media. Bilbao, Universidad del País Vasco; o SÁNCHEZ PRIETO, Ana Belén (1990): Guerra y guerreros en España según las fuentes canónicas de la Edad Media, Madrid, Servicio de Publicaciones del EME, por citar referencias bibliográficas accesibles.

(4) LORENZO ARRIBAS, Josemi (1999): “Antimilitarismo y feminismo: las mujeres, la campaña Insumisión y 25 años desobedeciendo”, Mujeres, regulación de conflictos sociales..., op. cit., pp. 177-200, espec-ialmente 177-186.

(5) LORENZO, J., CUADRA, C., MUÑOZ, Á. y SEGURA, C. (1997): “Las mujeres y la historia: ciencia y política”. La historia de las mujeres en el nuevo paradigma de la Historia, C. SEGURA (ed.), Madrid, Laya, pp. 73-93.

(6) TORTOSA, José Mª (1998): “La construcción social de la belicosidad viril”. El sexo de la violencia. Género y cultura de la violencia, V. FISAS (ed.), Barcelona, Icaria, pp. 221-238.

(7) GARCÍA CALVO, Agustín (1991): “Contra la Paz”. Archipiélago 7, pp. 29-39. En el mismo número de esta revista es recomendable también el artículo de GONZÁLEZ SÁINZ, J.A.: “Ni paz ni guerra sino todo lo contrario”, pp. 65-74.

(8) CONTAMINE, Philippe (1984): La guerra en la Edad Media. Barcelona, Labor, p. 364.

(9) Sin ir más lejos, algunas de las primeras sentencias judiciales contra insumisos en los años 70 pretendían paternalistamente aplicar algún tipo de atenuante por entender trastornos psíquicos en el desobediente que le “afeminaban”. Rechazado este punto por los aludidos aun a pesar de renunciar por ello al posible beneficio penal, la cárcel por delito político fue la respuesta institucional.

(10) Idem.

(11) Según Apiano, 1.400 mujeres acompañaron a Hortensia a efectuar su protesta: LORENZO ARRIBAS, Josemi (1996): “Hortensia: ¿antimilitarismo en la Roma del siglo I a. C.?”, Mnemosyne [Revista elect-rónica. Universidad de Valladolid] 3, pp. 20-49; RIVERA GARRETAS, Mª-Milagros (1990): Textos y espacios de mujeres (Europa, siglos IV-XV). Barcelona, Icaria, pp. 35-6.

(12) Un amplio listado en: DILLARD, Heath (1993): La mujer en la Reconquista. Madrid, Nerea, p. 30.

(13) Partida II, 19, 3.

(14) CONTAMINE cita a un puñado de ellas, anónimas unas y más conocidas otras, como la condesa de Evreux, Leonor de Aquitania, Jeanne de Montfort, Juana de Arco o Jeanne Hachette (op. cit., p. 305). Ya en el contexto hispano podemos encontrar a Jimena Blázquez defendiendo Ávila de los musulmanes en 1109; las mujeres de Quesada peleando armadas junto a sus maridos a finales del siglo XV; la con-esa de Plasencia ganando la villa de Alcántara etc... (CARLÉ, Mª del Carmen (1988): La sociedad hispano medieval. Grupos periféricos: las mujeres y los pobres. Argentina, Gedisa, pp. 75-8); las dos mujeres de Zamarramala abatidas por los musulmanes en tiempos de Enrique IV cuando suministraban ar-mas a sus maridos para defender su aldea (ALONSO DE PALENCIA (1973): Crónica de Enrique IV. Madrid, BAE, libro VIII, cap. VII, p. 19) etc... La plausibilidad de encontrar mujeres armadas la expresa el Fuero de Sahagún (1085) en su escatocolo, estableciendo unas claúsulas penales espirituales dirigidas a quienes incumplieren lo estipulado, donde se refieren indistintamente a varones o mujeres armadas: “Si vero quod non spero aliquis de mea progenie vel extranea fuerit prosapia, qui has leges et foros secun-dum quod resonat in titulo capitulo primo date per vim, per fraudem, confundere voluerit rex, vel imp-erator, aut regina, pontifex infolatus, clericus vel monachus ordinatus, consul aut princeps, armatus vir aut femina que hoc tentaverit, non habeat sors cum Deo neque sanctis eius, excomunicatus et maledict-us existas...” (MUÑOZ Y ROMERO, Tomás (1847, facsímil 1972): Colección de fueros municipales y cartas pueblas de los reinos de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra. Madrid, Ediciones Atl-as, p. 305).

(15) Por ejemplo, miniaturas de mujeres en torneos (sustituto social y simbólico caballeresco de la guerra en tiempos de “paz”) en VERDIER, Philippe (1975): “Woman in the Marginalia of Gothic Manuscripts and Related Works”. The Role of Woman in the Middle Ages. R. T. MOREWEDGE (ed.), Albany, State University of New York Press, pp. 121-160, vid. figs. 13-15, 19 (pp. 176-7, 181).

(16) Sirva como ejemplo la serie de romances de origen medieval, con sus variantes, de La doncella guerrera, donde una mujer, disfrazada de varón, lucha como un héroe más (RODRÍGUEZ-BALTANÁS, Enrique J. (1989): “El Romancero, ¿femenino o feminista? Notas a propósito de «La doncella guerrera»”. Drao. Revista de Literatura 1, pp. 51-62.).

(17) PÉREZ DE TUDELA, Mª Isabel (1998): “Guerra, violencia y terror. La destrucción de Santiago de Compostela por Almanzor hace mil años”. En la España medieval 21, p. 24.

(18) PIZÁN, Cristina de (1995): La ciudad de las damas. M-J. LEMARCHAND (ed.), Madrid, Siruela, libro II, cap. XXXIII, pp. 144-6.

(19) Veturia sería otro ejemplo de cómo la mediación de una madre ante un hijo belicoso con deseos de venganza puede llegar a parar una guerra, decisión que toma la madre acompañada de todas las patricias de la ciudad (ibid., II, cap. XXXIV, p. 147).

(20) I, cap. 34.

(21) I, cap 38, 101: “va a enseñar a los nobles caballeros el arte de fabricar las cotas de mallas, para que sus cuerpos estuviesen mejor protegidos en la guerra; era una armadura más bonica, más sólida y más noble que la que tenían antes, que sólo estaba hecha de cuero”.

(22) ARIZ, Luis (1607; facsímil 1978): Historia de las grandezas de la ciudad de Ávila. Alcalá de Henares (facs: Ávila. Caja General de Ahorros y Monte de Piedad de Ávila), Parte II, § 27, f. 44r. Cierto es que a renglón seguido la heroína abulense “Otrosí, repartió dardos, benablos, vallestones e toda la farina que se falló en la morada del señor obispo...”, ganándose así la fama para la posteridad, al confundirse con cualesquiera otros de los guerreros históricos.

(23) RIVERA GARRETAS, Mª Milagros (1997): “La historia de las mujeres, ¿es, hoy, la historia?”. La historia de las mujeres en el nuevo paradigma de la historia. Cristina SEGURA (ed.), Madrid, Al-Mudayna, 63-72. También en “El cuerpo femenino, significante de autoridad: la historia sin serpiente”, recogido su libro El cuerpo indispensable. Significados del cuerpo de mujer (1996). Madrid, horas y HORAS, 73-77.

(24) “¿Acaso no ha quedado demostrado que la educación, la mejor educación del mundo, no enseña a abo-recer la fuerza, sino a utilizarla?” (Tres guineas (1999). Barcelona, Lumen, p. 54). Este libro es, posiblemente, el precedente contemporáneo más sólido de lo fructífera que se revela la conjunción de feminismo y antimilitarismo, pero ahora no podemos detenernos en este tema.

(25) No todas las fuentes coinciden a la hora de atribuirle la ciudad a Urraca (LUIS CORRAL, Fernando (1993): Zamora de las crónicas al romancero. Salamanca, Fundación Sánchez-Albornoz, pp. 31-4).

(26) “Multo melius est nos regi tradere quam esse sub femine potestate, que nec suos nec se, sive pace sive bello, poterit aut noverit gubernare” (Crónica najerense (1985): Antonio UBIETO (ed.), Zaragoza, 2ª ed, lib. III, cap. 42, p. 114).

(27) “Allí fue muerto a traición, según se dice, por cierto satélite de Satanás, llamado Bellido Dolfos” (Crónica latina de los reyes de Castilla, cit. en LUIS CORRAL, op. cit., p. 43). Todas las crónicas y el Romancero insisten en la misma idea, que hará fortuna también en el teatro barroco y en la narrativa rom-ántica.

(28) Castigo atenuado por la presión de Urraca que salva la vida de su súbdito (Primera Crónica General de España, cit. en LUIS CORRAL, op. cit., p. 42).
(29) Cit. en BOASE, Roger (1981): El resurgimiento de los trovadores. Un estudio del cambio social y el tradicionalismo en el final de la Edad Media en España, Madrid, Ediciones Pegaso, pp. 92-3.

(30) Ibid. p. 105.

(31) “Magna turba honestarum mulierum cantantes in tympanis et cytharis et cimbalis et psalteriis” (Chronica Adefonsi imperatoris (1950), Luis SÁNCHEZ BELDA (ed.), Madrid, CSIC, § 150, p. 117).

(32) LORENZO ARRIBAS, Josemi (1998): Musicología feminista medieval. Madrid, Al-Mudayna, pp. 50-1.

(33) Sería muy sugerente la comparación con las estrategias noviolentas que contemporáneamente escoge la desobediencia civil para oponerse al régimen de violencia que administra el Estado.

(34) Tomo prestada la expresión de BASTIDA, Anna (1994): Desaprender la guerra. Una visión crítica de la Educación para la Paz. Barcelona, Icaria.

(35) Cit. en PASTOR, Reyna (1990): Resistencias y luchas campesinas en la época del crecimiento y conso-lidación de la formación feudal. Castilla y León, siglos X-XIII. Madrid, Siglo XXI, 2ª ed., p. 127.

Obviamos el carácter sumamente partidista de la crónica, que hace del reinado de Alfonso VI esta utópica descripción para contraponerlo al que le siguió.

  • 28 de febrero de 2008 00:50, por Igualdad

    Por Dios Santísimo, había leido estupideces, pero esta se lleva la palma. Primero sueltas el rollo de que las guerras no deberían de ser el tema principal de la Historia( cual pondrías tú en la edad media en españa???la creación de fundaciones fascistofeministas???lo siento xo esas pobres gentes se libraron del azote feminista, ERA LO QUE LES FALTABA) Despues de esta declaración tan antibélica, te vas hasta Roma, para contarme la gran aportación de la mujer a la guerra, diciendo incluso que cuatro que se alistan son o igual o mejores que los soldados. Si era así, porque no formaban los ejercitos solo con mujeres???????? Luego parece que reivindicas los inventos de la Diosa Minerva como hechos por la mujer. ¡pero por favor un poquito de seriedad hombre!! que todos sabemos que los Griegos utilizaban la mitología para explicar lo que no entendían!!!!vamos que no es verdad!!! Pero lo mas fuuerte que me parece es que hagas un recorrido por la historia recordando el gran papel de la mujer en las guerras, habiendo dicho antes que las guerras deberían dejar de estudiarse. Vamos a ser un poquito congruentes leche!! Si no hay que dar tanta importancia a la historia militar no seas la primera que se pone a investigar exaustivamente todo nombre femenino que aparezca en los libros bélicos.

    Vale que hoy en dia seais mucho más consideradas que los hombres por parte de las instituciones, y que buscando una falsa igualdad esteis cosiguiendo la superioridad jurídica sobre el hombre, y la que se atreva a discutirmelo que se lea antes la Ley de violencia de género, a ver que opina cuando se de cuenta que el mismo acto es delito si lo hace un hombre, y solo falta si la que lo hace es una mujer. Pero no vais a poder cambiar la Historia. Si Escipión, Julio Cesar, Alfonso X o Carlos I y V sabemos que fueron hombres, también sabemos que siempre ’tuvieron el apoyo de alguna mujer.

    - La historia no la hacen los hombres ni las mujeres, sino el conjunto, es decir, la persona. Por cierto: el/los = masculino. La/las = Femenino. LO/LOS = NEUTRO
    Lo sabíais no? Entonces porque estais poniendo de moda la perogrullada de decir: LOS españoles y las españolas... ARTÍCULO NÉUTRO!!! LOS = ELLOS Y ELLAS!!

    - El Feminismo hace resurgir al Machismo-

    Por que ser machista es un insulto y ser feminista es defender derechos??

    • 28 de febrero de 2008 14:01

      Pues no entiendo mucho tu comentario, más bien estoy en total desacuerdo, pero el final te deja en muy mal lugar:

      los es el plural del artículo masculino el. Cuando se habla de «los españoles y las españolas», por ejemplo, nadie está aludiendo a un género neutro sino que intenta acoger el género masculino y el femenino a un tiempo.

    • 29 de febrero de 2008 22:00, por FERNANDA

      bueno tengo que desir q todos tenemos muchas dudas o y preguntas pero no puedo explicar como pudieron las mujer sobrevivir ala naturaleza ya q los hombres siempre se llevan el credito eso es verdad ellos inventaron :
      la constitucion
      los carros
      la televicion
      los libros
      LA GUERRA!!!!

      inventos de nosotras:
      las vacunas
      el pañal desechable
      rodillos para la ropa
      la ciensa

      bueno
      me despido
      FERNANDA

  • 16 de marzo de 2013 23:54

    Hola. Tan sólo quisiera decir que toda crítica es buena, mientras sea coherente y constructiva.

    En este sentido disiento profundamente en varios puntos del artículo, sobre todo, porque no se pueden tirar por tierra a dos grandes autores en la materia de la historia militar, como son Jon Andoni y García Fitz.

    En primer lugar,se alude a que ambos autores no han tratado el tema, como si fuera algo residual para ellos que no tuviera relevancia, pero, ¿podrías decirme cuantos repartimientos específicos de mujeres hay en la reconquista del área del Tajo como para que se pueda hacer un estudio científico y riguroso?. Pienso, que más que obviar, lo que hay es una profunda carencia de fuentes. En segundo lugar, creo que hay que conocer mejor la obra que se está criticando. En lo que respecta a la obra de García Fitz que se cita, es un breve estudio (de unos 70 folios creo recordar), en el que el autor trata de exponer dos ideas fundamentales: la evolución de los ejércitos de todo el occidente medieval y, sobre todo, desterrar el mito militar de la falta de táctica y estrategia durante el medievo. Esto es, el análisis operativo e institucional del ejército de toda Europa en unas breves páginas, por lo que a mi parecer, no tiene nada que ver con roles sexuales, sino con la propia institución.

    Sin más, un saludo.

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