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George Lakey. ZNet

La no-violencia como «espada sanadora»

La no-violencia como «espada sanadora»

Crítica de «El pacifismo como patología» de Ward Churchill Por George Lakey, Director de Training for Change (Educación para el cambio)

«Pacifism as pathology: Reflections on the Role of Armed Struggle in North America» [El pacifismo como patología: reflexiones sobre el papel de la lucha armada en Norteamérica] Ward Churchill, Arbeiter Ring 1998, Winnipeg, Canada, 176 pág.

El libro de Ward Churchill, «El pacifismo como patología» se ha convertido en un importante punto de referencia para muchos de los «nuevos activistas» que han llenado las portadas de «la batalla de Seattle», de Washington DC, de Filadelfia, Los Ángeles, Praga y otros enfrentamientos con la injusticia social y económica. Ward Churchill es un activista del Movimiento Indio Americano y otros grupos, un prolífico escritor y es profesor de estudios étnicos en la Universidad de Colorado.

Al relacionarme con los nuevos activistas decidí escribir una respuesta al libro de Churchill, espoleado por la posibilidad de participar en un debate público con él en Boulder, Colorado en febrero de 2001. Tuvimos un intercambio estimulante y vibrante; la gente de la audiencia resaltó el interés de ver a dos activistas mayores, con diferencias importantes, discutir como aliados en busca de la aparición de un terreno común.

Ward y yo buscamos ambos fuentes de poder que sean suficientemente fuertes como para cortar las cadenas de la injusticia y la opresión, a la vez que ayuden a sanar a esta magullada Tierra y su gente explotada. Martin Luther King creía que la no-violencia era «la espada que cura» así que el título para este ensayo lo he tomado de los escritos de King. Empezaré con algunos puntos en que estamos de acuerdo Ward y yo, y luego seguiré con la crítica de algunas de las ideas que sostiene Ward.

Tabla de contenidos
* ¿En qué estoy de acuerdo con Ward Churchill?

* Se necesita: Una estrategia para una revolución violenta en los EE.UU.

* El pacifismo, ¿es axiomático entre los progresistas en los EE.UU.?

* Los judíos asesinados en el holocausto, ¿eran no-violentos?
* ¿El éxito de la no-violencia depende de la amenaza de violencia por parte de otros?

* Pero, ¿no son capaces los gobiernos de destrozar militarmente cualquier movimiento no-violento que quieran?

* ¿No es aconsejable la violencia para la auto-defensa?

* ¿La no-violencia es una «cosa de blancos»?

* ¿Hay una división racista entre la gente blanca que crea instituciones alternativas y la gente de color a cargo de las acciones en la calle?

* ¿No quiere un activista pragmático estar abierto a cualquier táctica en cualquier momento?

* ¿No es una «revolución no-violenta» una contradicción?
* ¿Cómo puede un revolucionario pragmático, sin una estrategia, decidir entre la violencia y la no-violencia?

* ¿Cómo podemos decidir qué queremos mientras se están creando las estrategias?

¿En qué estoy de acuerdo con Ward Churchill?

Estamos de acuerdo en que el mundo padece injusticia generalizada, explotación y va por un camino sin solución en relación a las necesidades del planeta. Hemos experimentado personalmente la opresión de crecer en la clase trabajadora; él al ser indígena y yo al ser gay, aún hemos sentido en mayor medida la dureza y el dolor de la opresión. No nos hacemos ilusiones sobre el capitalismo, sobre las estructuras jerárquicas autoritarias o sobre el criminal imperio estadounidense.

Cuando examinamos los resultados de los movimientos sociales de la última mitad de siglo, estoy de acuerdo con la decepción de Ward respecto a que los movimientos considerados un éxito por los defensores de la no-violencia no hayan conseguido más cosas. El racismo sigue bien vigente en los EE.UU. a pesar de los logros concretos del movimiento por los derechos civiles en cuanto a discriminación en la vivienda, derechos de voto y acción afirmativa. La industria nuclear aún construye sus plantas mortíferas en el extranjero y sigue envenenando a la gente aquí, por medio de los residuos nucleares, a pesar del éxito del movimiento antinuclear en detener la construcción de nuevas plantas. El imperio estadounidense continúa las intervenciones militares alrededor del mundo, que lo convierten en el asesino número uno del mundo, a pesar del éxito del movimiento contra la guerra del Vietnam en crear un «síndrome de Vietnam» que pone ciertas restricciones a los gobernantes.[1]

Aunque comparto la decepción de Ward acerca de que esos movimientos, y otros, no consiguieran más, quizá difiero con él al celebrar los éxitos que sí tuvimos. Creo que, como activistas, ganamos más con una combinación de auto-crítica Y auto-afirmación que sólo con re-examinarnos.
Estoy de acuerdo con que los pacifistas a veces son moralistas y vanidosos, incapaces de abrirse a un debate pragmático genuino sobre los posibles cursos de acción, para, en vez de eso, usar una ideología moral para esconderse de considerar abiertamente otras alternativas.
Ward resalta que los activistas no-violentos tienen una tradición de correr riesgos reales e incluso sacrificar sus vidas por el cambio social. A la vez, ha habido muchas protestas no-violentas que se han conformado con una presencia educada y arrestos rituales, minimizando el riesgo y minimizando el impacto. Estoy de acuerdo con esta crítica.

También estoy de acuerdo con que excluir dogmáticamente la lucha armada de toda consideración, en vez de pesar los pros y contras de mezclar tácticas violentas y no-violentas, no contribuye a la creación de una estrategia. En el debate de Boulder puse el énfasis en que la estrategia y visión de futuro a largo plazo es lo que el movimiento necesita por encima de todo.

Estoy de acuerdo con Ward en que una gran forma de pensar sobre la lucha es pragmáticamente: ¿cuáles son los medios que tienen la mayor posibilidad de reducir el sufrimiento, aumentar la justicia y crear una sociedad nueva?
Por lo tanto este ensayo se centra especialmente en el pragmatismo. Responderé a los retos de Ward en términos de realidades concretas y prácticas. Lucharé contra algunas de sus hipótesis en términos pragmáticos. Discutiré su lectura de la historia en algunos puntos en términos de cuáles eran las realidades del poder. Y describiré algunos movimientos que aprendieron, a partir de su propia experiencia pragmática, que podían haber luchado con mayor éxito a través de la acción directa no-violenta que de la violencia. Se necesita: una estrategia para una revolución violenta en los EE.UU.

Ward escribe que su objetivo es desmitificar el pacifismo y desafiar su moralismo. Añade que no intenta articular una estrategia de lucha armada para los EE.UU: esa es una tarea aparte.

La «revolución violenta» y la «revolución no-violenta» se encuentran en la misma situación en este caso: ninguna tiene una estrategia preparada para los EE.UU. Hay una enorme necesidad de pensamiento estratégico tanto por parte de los defensores de la lucha armada como por parte de los defensores de la lucha no-violenta.

La última vez que un gran número de activistas hablaron seriamente sobre «revolución» en los EE.UU. (a finales de los 60), el activista y escritor socialista Martin Oppenheimer se encontró en discusiones públicas con líderes activistas que defendían la violencia pero que no podían presentar una estrategia. Para ayudarles, a ellos y a sí mismo, escribió «La guerrilla urbana» [2], en que desarrolló dos estrategias diferentes usando la lucha armada y las examinó en el libro en términos de posibles consecuencias. De forma pragmática, en ambos casos las estrategias de lucha armada conducían a un desastre para la democracia y la justicia.

Para los activistas que hacen algo más que hablar, que realmente quieren cambios, la necesidad de crear una estrategia persuasiva para la revolución, usando lucha armada, es tan grande como siempre. Esa estrategia aún no existe.

La forma en que nos ponemos a desarrollar estrategias está influida por nuestras hipótesis sobre cómo funciona el mundo, así que comparar esas hipótesis será útil. Pero, por mucha discusión que haya sobre esas hipótesis, eso no elimina el trabajo duro de crear una estrategia. Dado que muchos de los nuevos activistas están en las universidades, y bastantes tienen medios económicos y pueden emplear el tiempo necesario para hacer esta pesada tarea, espero que aceptarán el reto! ¿Es axiomático el pacifismo entre los progresistas en los EE.UU.?

En su libro Ward afirma que el pacifismo es la ideología de la acción política no-violenta, y que es axiomático entre los progresistas convencionales de Norteamérica. Si quiere decir que la no-violencia está integrada en la forma en que la mayoría de progresistas diseñan sus campañas por el cambio, no estoy de acuerdo.

Hace unos años me llamaron a Washington DC para ayudar a una gran coalición progresista que había estado trabajando en pro de una legislación que ayudaría a gente pobre y trabajadora. Su campaña estaba fracasando y querían que les ayudara a diseñar una serie de protestas no-violentas. Mi primera pregunta al grupo de líderes nacionales fue «¿Dónde está la energía para la rebeldía en vuestra coalición?». Silencio. Finalmente, empezaron a contar la historia de varios grupos militantes que habían dejado la coalición desilusionados. Es decir, no quedaba ninguna energía para la rebeldía. «En ese caso», les dije, «esta será una reunión corta». No podéis lanzar una acción directa no-violenta potente sin energía para la rebeldía. Habéis llevado esta campaña como una operación convencional de presión y no podéis, en el último momento, dar marcha atrás y convertiros en un movimiento de protesta no-violento!"
Este es sólo uno de muchos ejemplos. El compromiso generalizado de la mayoría de líderes progresistas en Norteamérica es hacia métodos convencionales como campañas electorales, grupos de presión, denuncias, cartas, peticiones, relaciones públicas y cosas parecidas, en vez de acción no-violenta. Esto siempre ha sido así. Cuando surgió Martin Luther King como líder por los derechos civiles, los grupos establecidos esperaban que él y sus tácticas no-violentas desaparecerían: tenían puesta su confianza en las denuncias y los grupos de presión. Incluso el movimiento obrero, nacido en la militancia en el siglo XIX, prefiere hoy apoyar a candidatos electorales a las huelgas.

Es comprensible que Ward y yo no estemos de acuerdo en esto, porque aunque usamos palabras similares estamos observando en realidad cosas diferentes. En su libro Ward utiliza «pacifismo», «no-violencia» y «revolución no-violenta» de forma equivalente, aunque resultan ser muy diferentes en la práctica.

La no-violencia o, como yo prefiero llamarla, la acción no-violenta, se usa mayoritariamente a nivel de base, cuando la gente necesita «el calor de la calle» para conseguir un objetivo. Manifestaciones, sentadas, ocupaciones, huelgas, boicots: hay muchos métodos de acción no-violenta sobre los que podemos leer cada día en los periódicos, y la gente los usa porque a menudo funcionan mejor que métodos más convencionales como las cartas o visitar al alcalde. Las organizaciones nacionales, profesionales de la oposición, no incluyen la acción directa no-violenta en su pensamiento, como he dicho, pero los activistas de base recurren mucho a ella precisamente porque funciona, para salvar árboles o para conseguir viviendas para gente sin hogar o para forzar un cambio en la política contra el SIDA o para forzar a las empresas textiles a dejar de utilizar maquiladoras.

En los EE.UU., la acción no-violenta la utiliza sobre todo la gente pobre y trabajadora, más la gente de color que los blancos, y más la gente joven que los mayores. Aunque la mayor parte de acción no-violenta en los EE.UU. la efectúan organizaciones comunitarias de clase trabajadora, también la han utilizado profusamente los sindicatos, gays y lesbianas, gente con discapacidades, ecologistas, estudiantes y otros.

El «pacifismo», por otra parte, es una ideología, un sistema de creencias que mantiene que es inmoral herir o matar a gente para conseguir tus objetivos. Los pacifistas creen que un buen fin no justifica matar. Además, su comprensión de las causas y efectos es que los buenos fines surgen de los buenos medios, como sale un buen pastel de buenos ingredientes. Creen que tanto la moralidad como el sentido común exigen que «vivamos el cambio que queremos ver». Probablemente los pacifistas más conocidos para la gente de los EE.UU. sean Martin Luther King Jr, César Chavez, que fundó la United Farmworkers [Trabajadores agrícolas Unidos] y Mohandas K. Gandhi.

Una inmensa mayoría de los que participan en acciones no-violentas en los EE.UU. no son pacifistas. El Dr.King sabía muy bien que la mayoría de afro-americanos que arriesgaban sus vidas en su campaña no creían en el pacifismo; usaban la acción no-violenta según la situación. Y hay muchos pacifistas que raramente, por no decir nunca, participan en la acción no-violenta, que raramente salen a las calles o hacen huelga o hacen desobediencia civil. Así que mezclar «pacifismo» y «no-violencia», como hace Ward, confunde más que aclara.

Mezclar «acción no-violenta» y «pacifismo» con «revolución no-violenta» aún confunde más las cosas. El «Manifiesto por una revolución no-violenta» [3], la declaración más ampliamente aceptada de esta posición, es mucho más radical de lo que la mayoría de los que hacen acción no-violenta o la mayoría de pacifistas está dispuesta a aceptar. El «Manifiesto» pide el fin del capitalismo empresarial, del sistema de naciones-Estado y de la destrucción del medio ambiente. Denuncia el patriarcado, el racismo y otros sistemas de opresión social. Proyecta una visión de un orden social completamente diferente en que florezca la libertad, los proyectos económicos sean democráticos y la vida viva en paz con el planeta. Mucho más radicales que los marxistas-leninistas, el «Manifiesto» intenta aprender de los errores de la Izquierda para apuntar enfoques nuevos y creativos para el futuro. Los judíos asesinados en el holocausto, ¿eran no-violentos?

El caso más extremo (y doloroso) de confusión de términos es en la descripción de Ward de la experiencia judía del Holocausto. Primero, exagera la pasividad de los judíos durante el Holocausto. Es realmente importante que honremos a los judíos valerosos que lucharon contra el genocidio [4]. Segundo, dice que los judíos que cayeron en el silencio por la intimidación, o que negaban lo que estaba pasando, estaban haciendo acción no-violenta! «La historia nos presenta pocos modelos comparables con los que evaluar la efectividad de la oposición no-violenta a las políticas del Estado, al menos en cuanto a la escala y rapidez con que las consecuencias cayeron sobre los pasivos».[5]
Todos aquellos de nosotros que hemos participado en acciones directas no-violentas conocemos perfectamente la diferencia entre acción y pasividad. Participa en cualquier discusión entre trabajadores sobre ir a la huelga o no y verás la diferencia entre los activos y los pasivos. Participa en cualquier discusión comunitaria sobre defenderse contra un vertido tóxico y verás la diferencia entre los activos y los pasivos.

En los años 30 Gandhi estaba preocupado sobre las tendencias de la Alemania nazi y escribió a un prominente rabino de Berlín urgiéndole a organizar la resistencia y movilizar a tantos judíos y aliados como fuera posible contra esa amenaza. Siempre que Gandhi veía pasividad en una situación injusta, urgía a que la resistencia activa no-violenta sustituyera a la pasividad. De hecho, Gandhi era tan opuesto a la pasividad que aconsejaba que, si vemos una injusticia y las únicas opciones que conocemos son la pasividad y la violencia, deberíamos tomar el camino de la violencia! Por supuesto Gandhi pensaba que en la vida real siempre hay más opciones que esas dos, y que podemos tomar acciones no-violentas que sean efectivas. ¿El éxito de la no-violencia depende de la amenaza de violencia por parte de otros?

Ward arguye que los éxitos de la no-violencia en la lucha de la India contra Gran Bretaña y del movimiento por los derechos civiles en los EE.UU. dependieron en realidad de la violencia. Cree que Gran Bretaña estaba militarmente exhausta después de la Segunda Guerra Mundial y no podía mantener su dominio sobre la India por las armas, así que se rindió. La guerra hizo que la independencia fuera posible. El problema con este argumento es que Gran Bretaña mantuvo otras colonias hasta mucho después de 1948, año de la independencia hindú. Un ejemplo dramático es la brutal represión de la rebelión Mao Mao en Kenya en los años 50 mediante el bombardeo de poblados. Gran Bretaña retuvo la capacidad para una respuesta militar importante ante una lucha armada por la independencia, pero no pudo continuar la dominación contra una lucha no-violenta por la independencia. No es la guerra la que hizo posible la independencia de la India; fue la propia no-cooperación de la gente de la India la que hizo posible su independencia.
En el caso de la lucha por los derechos civiles en los EE.UU., aún a riesgo de simplificar en exceso, plantearía la curva de efectividad en conseguir objetivos tangibles, concretos, así: de 1955 a 1965 la curva crece y crece. Algunos de los objetivos eran: integración en los autobuses (Montgomery, «viajes por la libertad»); integración en comedores y otros lugares públicos (sentadas, acampadas, etc, la campaña de Birmingham y el Decreto de Derechos Civiles de 1964); conseguir el voto para los negros en el Sur profundo (El Verano de Mississipi, la Marcha de Selma, el Decreto de Derechos de Voto de 1965).

La curva empieza a descender a partir de 1965 en términos de grandes objetivos conseguidos por el movimiento, aunque durante los años posteriores se implementaran muchas de las cosas ganadas anteriormente, como conseguir que hubiera cargos electos de raza negra incluso en el Sur profundo. Curiosamente, a partir de 1965 hubo disturbios en ciudades del norte como Newark, Philadelphia, Detroit y Watts, así como el auge de los Deacons of Defense y del Partido de las Panteras Negras. Hacia 1968 incluso una legislación tan inofensiva como un decreto para el control de las ratas en los ghettos de las ciudades era ridiculizada en el Congreso. El movimiento de masas por los derechos civiles perdió mucha de su fuerza precisamente en el momento en que perdió el consenso sobre la lucha no-violenta como la base de la acción masiva. Pero, ¿no son capaces los gobiernos de destrozar militarmente cualquier movimiento no-violento que quieran?

No, si juzgamos por el comportamiento de las dictaduras militares que han sido depuestas por la acción no-violenta. El dictador serbio Slobodan Milosevic tenía un poder militar abrumador en el 2000 y fue depuesto por un movimiento no-violento. Lo mismo con el dictador filipino Marcos en 1986. Igual con las dictaduras de Alemania del Este, Hungría, Checoslovaquia y Polonia en 1989. El Sha de Irán tenía uno de los diez ejércitos más poderosos del mundo, y una policía secreta cuya brutalidad no era inferior a ninguna. Fue depuesto entre 1977 y 1979, de forma no-violenta. [6] Y podría seguir.

Lo que hace que el argumento de Ward en este libro sea tan descorazonador para los activistas es que minimiza el poder de la gente, que es el mayor poder al que tenemos acceso! Los activistas de base no podemos competir con el dinero del gobierno ni con la violencia del gobierno. A lo que tenemos un acceso potencial es al poder de la gente, y minimizar el poder de la gente es una invitación a la desesperanza.

La hipótesis subyacente del libro de Ward es que la violencia es la fuerza política más poderosa del mundo. Esta es una visión convencional, compartida por la mayoría de derechistas, izquierdistas y centristas; es tan popular como lo era el viejo consenso sobre que la Tierra era plana. Y es igual de incorrecta.

Los activistas descubrimos a menudo la debilidad de la violencia a través de nuestra propia experiencia. Recuerdo una conversación que un líder sindical durante un seminario con el Sindicato Unido de Trabajadores Mineros: «Tengo que decirte que prefería los viejos tiempos, cuando una huelga quería decir que podíamos romper cosas, pegar a los esquiroles, disparar a los camiones de la empresa...ya sabes, teníamos muchas armas y sabíamos cómo usarlas. Pero», suspiró, «eso ya no funciona. Adelante, enséñanos la lucha no-violenta!»

Yo llamaría a eso «acción no-violenta como último recurso».
Un caso clásico ocurrió en El Salvador en 1944, cuando una rebelión armada fracasó en su intento de derrocar al dictador Hernández Martinez. El gobierno era suficientemente fuerte como para vencer en una lucha armada. Así que los estudiantes iniciaron una insurrección no-violenta, poniendo un gran énfasis en la parte de la no-violencia debido a la derrota utilizando la violencia. Echaron a Martinez de forma no-violenta, el «poder de la gente» triunfó ahí donde la violencia había fracasado. Los estudiantes de la vecina Guatemala quedaron tan impresionados que iniciaron una insurrección no-violenta contra el «dictador de hierro del Caribe», Jorge Ubico, y Ubico fue derrocado también. [7]

Varios movimientos de liberación del Tercer Mundo que usaban la lucha armada han dejado ahora esos métodos y han pasado a usar otros. Los Zapatistas de Chiapas son quizá el ejemplo más conocido de ese fenómeno. A principios de los 80, el Congreso Nacional Africano se dio cuenta que la estrategia de la lucha armada estaba fracasando; era absolutamente insuficiente para derrotar al apartheid. No podía involucrar a las masas de gente en las ciudades que estaba deseando luchar por la libertad. Así que, sin abandonar formalmente la lucha de guerrillas, se volcaron en la lucha no-violenta: boicots, huelgas, manifestaciones de todo tipo. El resultado fue el fin del apartheid a pesar de un Estado muy bien armado y una fuerza policial terrorista. [8]

Cuando los movimientos son suficientemente pragmáticos como para aprender de su propia experiencia, a menudo abandonan la violencia, incluso la destrucción de propiedades. El movimiento sindical polaco «Solidaridad», por ejemplo, era básicamente un movimiento juvenil por la libertad contra la dictadura militar del Partido Comunista. En sus campañas iniciales de acción directa habían mezclado cierta destrucción de propiedades con sus huelgas y ocupaciones. Al evaluarlo, se dieron cuenta que la destrucción de propiedades sólo daba a la dictadura justificación para atacarles con fuerza y reducía el número de aliados que podían obtener. Así que decidieron dejar eso de lado, ampliaron su movimiento y continuaron hasta ganar. Claro que el estado militarizado quería aplastarles, pero no pudo porque el poder de la gente es simplemente más fuerte que el poder militar.

Dado que este hecho entra en conflicto con la visión convencional, yo estaba un poco asombrado de que pudiera ser así. Bernard Lafayette, un miembro del Comité Coordinador de Estudiantes No-Violentos, del Sur profundo, me lo explicó con una metáfora. Bernard contaba que la sociedad es como una casa. Los cimientos son la cooperación u obediencia de la gente. El tejado es el Estado y su aparato represivo. Me preguntó qué le pasaba a la casa si los cimientos se venían abajo. Me preguntó a continuación, «¿Cómo cambiará eso si se ponen más armas en el tejado, tanques mayores, tecnología más sofisticada? ¿Qué le ocurre a la casa, si los cimientos se vienen abajo?»
Tuve que admitirlo: si los cimientos se vienen abajo, el tejado se caerá, no importa cuánto dinero se haya invertido en armas.

Una forma de comprobarlo es examinar el caso de la caída del Sha de Irán. No sólo tenía uno de los mayores ejércitos del mundo y una policía secreta totalmente despiadada, sino también el apoyo de los EE.UU. La oposición decidió usar una estrategia completamente no-violenta y funcionó. ¿Cómo pudo ser eso? Nada en el libro de Ward explica cómo pudo ser posible. No podía ocurrir, según Ward, porque los estados militarmente poderosos aplastan a los movimientos no-violentos.

Los cimientos de la casa del Sha eran la obediencia de la gente. Cuando los cimientos cedieron, la casa se derrumbó.
Nada es más importante para los activistas de hoy que saber esto: la fundación del dominio político es la aceptación de la gente, no la violencia. El poder de la gente es más poderoso que la violencia. Cuanto antes actuemos sabiendo esto, antes podrá caer el imperio de los EE.UU. ¿No es aconsejable la violencia para la auto-defensa, combinada con otras tácticas?

Parece cosa de sentido común que utilices la auto-defensa armada junto a las tácticas de acción no-violenta y el activismo comunitario cuando el Estado intenta pillarte. Aunque conozco casos en que la auto-defensa violenta individual dio resultado pragmáticamente hablando, la historia de las organizaciones que han intentado esa política debería hacernos reflexionar.

El caso más conocido en los EE.UU. es el del Partido de las Panteras Negras, que hizo activismo comunitario, programas educativos, programas de desayunos para niños pobres y adoptó una política de auto-defensa armada. Las Panteras no estaban desarrollando una lucha armada por el cambio social. Esa elección les permitió mantenerse cerca de la gente a la que intentaban organizar, en contraste con el experimento de los Weather Underground, de crear una revolución armada que produjo su aislamiento de la gente y como resultado, una nula influencia política.

Aunque las Panteras afirmaban su derecho a la auto-defensa, que muchos ciudadanos estadounidenses considerarían justamente parte de nuestra tradición, fueron derrotados. Su intento de conseguir la capacidad para la auto-defensa armada dio al gobierno federal racista la justificación necesaria para destruir al menos a uno de sus enemigos.
El gobierno hubiera deseado destruir también las organizaciones de color no-violentas que luchaban por la libertad, como el director del FBI J.Edgar Hoover intentó destruir la influencia del Dr. King, pero el gobierno sólo pudo llegar hasta cierto punto en su actuación contra organizaciones explícitamente no-violentas. Esa es la razón por la que los gobiernos repetidamente pagan a espías para que se infiltren en movimientos no-violentos e intenten convertirlos en violentos. El gobierno a menudo necesita que los movimientos sean violentos para poder reprimirlos de forma eficaz.

En un extraño cambio de perspectiva, hay veces en que las fuerzas violentas necesitan ser protegidas mediante la acción no-violenta.

Cuando el Partido de las Panteras Negras quiso tener su convención nacional en Philadelphia, tenían dificultades en conseguir un lugar para realizarla. Los cuáqueros les permitieron usar su mayor Sala de Reunión. El jefe de policía, Frank Rizzo, vio eso como una oportunidad de amenazar y hacerse el chulo, y nadie podía estar seguro de adónde llevaría la provocación. Así que los cuáqueros rodearon la Sala de Reunión y se mantuvieron unidos para crear un escudo protector entre la policía y las Panteras.
Esto se repitió a mayor escala en las Filipinas, durante el derrocamiento del dictador Ferdinand Marcos, en 1986. Hacia el final de la lucha parte del ejército, dirigida por el General Ramos, se pasó al lado del pueblo. Marcos aún controlaba la mayoría del ejército, al cual ordenó atacar el cuartel de Ramos y someter la rebelión. Las radios católicas que trabajaban con el movimiento popular lanzaron la alarma. Miles de filipinos se dirigieron al cuartel, interviniendo entre los leales a Marcos y los rebeldes, e inmovilizaron de forma no-violenta a las tropas leales, salvando así a los soldados rebeldes que estaban en inferioridad numérica. ¿La no-violencia es una «cosa de blancos»?

Eso sería una gran sorpresa para los cientos de miles de personas de color en los EE.UU., que han utilizado la acción directa no-violenta en sus campañas durante más de un siglo (en 1876 en Saint Louis había afro-americanos haciendo «viajes por la libertad» contra la discriminación en autobuses, por mencionar uno de miles de ejemplos). En cualquier momento determinado hay organizaciones comunitarias de gente de color, en todo el país,que participan en acciones no-violentas: marchas, sentadas, bloqueos de calles, boicots, desobediencia civil, etc. Se podrían escribir libros sólo sobre los sindicatos de gente de color, como los trabajadores de hospital, el personal de hoteles, personal de limpieza, que van a la huelga además de usar otras tácticas.
Una proporción muchísimo más alta de gente de color ha participado en acción no-violenta en los EE.UU. que la gente blanca, y continúan haciéndolo año tras año. Por no hablar del papel de la no-violencia en la lucha anti-colonial en Africa y Asia. Cuando pensamos en la no-violencia, ¿por qué nos vienen a la cabeza tan fácilmente los nombres de Gandhi, King, Aung San Suu Kyi, César Chavez?. Son sólo la punta del iceberg.

Tampoco los medios de comunicación ni las escuelas nos han servido para saber lo que realmente está pasando. Hacen que la violencia sea glamurosa. Es tarea nuestra, de los activistas, diseminar la información sobre el poder de la gente. ¿Cuántos activistas saben que Kwame Nkrumah condujo con éxito una campaña no-violenta por la independencia de Ghana en los 50? ¿O que Kenneth Kaunda dirigió otra en Zambia en los 60? ¿O la lucha coronada por el éxito de los estudiantes nepalíes en pro de una mayor democracia hace pocos años? ¿O la prolongada campaña no-violenta por la democracia en Taiwán, que soportó torturas, asesinatos y sufrimientos generalizados antes de conseguir el triunfo en los 90? ¿O el cambio estratégico del Congreso Nacional Africano hacia una mayor confianza en la acción no-violenta a principios de los 80 que llevó al fin del gobierno del apartheid? ¿O la heroica lucha de los Mohawks en Québec que salvó a su tierra ancestral de convertirse en un club de golf para blancos? [9]

Ya no quiero ni hablar del mito de que la acción no-violenta es inherentemente de clase media, eso aún está más fuera de lugar que el mito de que es blanca. Una proporción mucho más alta de gente trabajadora ha participado en acción no-violenta que de gente de clase media. Puesto que los sindicatos han sido las «fuerzas de choque» de la lucha de clases, leer su historia es leer una buena parte de la historia de la acción no-violenta en los EE.UU. ¿Hay una división racista entre gente blanca que crea instituciones alternativas y gente de color a cargo de las acciones callejeras?

Ward parece que no da mucho valor a lo que tradicionalmente se ha llamado ’trabajo pre-figurativo’: construir alternativas para que se empiece a gestar una nueva sociedad en el interior de la vieja. Es más, afirma que los blancos evitan los riesgos construyendo alternativas, permitiendo así que tomen riesgos la gente de color en la calle.

Me parece a mí que Ward minimiza la inmensa importancia del trabajo cultural y de las alternativas en las comunidades de color. Desde mucho antes que la Nación del Islam fuera objeto de portadas por sus alternativas, los afroamericanos , por ejemplo, han estado recreando su cultura y recuperando su orgullo. Para algunos líderes de color, las alternativas han sido un imperativo pragmático y estratégico.

Tomemos, por ejemplo, el análisis de Gandhi sobre la condición del pueblo Hindú como resultado de la opresión de la Gran Bretaña blanca. Vio signos abundantes de opresión asumida: dependencia, opresión de las mujeres, abuso de las drogas, alcoholismo, preferencia por los bienes made in Britain, baja auto-estima. Gandhi odiaba el autoritarismo y no quería dedicar su vida a una lucha que acabara en una dictadura de color para sustituir a una dictadura blanca. Así pues, lanzó lo que llamó el «Programa Constructivo» que pretendía dar poder a los hindúes haciéndolos más sanos y construyendo instituciones alternativas. Su programa constructivo era también su programa antirracista.

¿Le quitó eso tiempo para la acción directa? Por supuesto. El Congreso Nacional Hindú sólo hacía una campaña nacional masiva una vez cada diez años o así. Mientras tanto hacían muchas acciones directas locales y también, lo cual es igualmente importante, hacían «trabajo prefigurativo». Su estrategia se enfrentaba al enemigo en muchos frentes, no sólo en el frente del combate callejero. Así cuando llegaban a lanzar la lucha general, tenían mucha más fuerza de la que hubieran tenido con la simple rabia.

César Chávez, dándose cuenta que los esfuerzos unidimensionales anteriores para organizar a los trabajadores agrícolas en California habían fracasado, diseñó una estrategia que incluía la construcción de cooperativas e instituciones alternativas como primer paso. Razonaba, correctamente según se vio, que los trabajadores duramente oprimidos necesitaban la capacidad y la confianza que les podía dar la construcción de organizaciones antes de estar preparados para la lucha. La lucha no-violenta que dirigió después fue un éxito total y permanece como un modelo especialmente para los activistas que trabajan con gente pobre de color.

Gandhi y Chávez tienen en común con guerrilleros como los luchadores vietnamitas por la libertad o los sandinistas de Nicaragua, lo siguiente: la intención de construir la nueva sociedad mientras se va desmantelando la vieja. Cuando los activistas en los EE.UU. buscamos una estrategia pragmática para la liberación aquí, debemos tomar eso en cuenta muy seriamente.

Como persona blanca, debo decir que los blancos tenemos una necesidad imperiosa de conseguir una forma de ser saludable que deje de lado la arrogancia y el racismo. Como gay también he visto las formas en que la homofobia ha herido a mi gente y ha reducido las energías disponibles para el cambio social, y eso es cierto entre gente de color igual que entre blancos. Como persona de clase trabajadora desafío a los activistas de clase media y alta a trabajar en su propio clasismo, lo cual sin duda alguna crearía un movimiento más asentado, más sostenible y más efectivo. [10]

Así que estoy muy en desacuerdo con Ward en este punto. A no ser que queramos simplemente reciclar la opresión cambiando la gente en los mismos roles, las alternativas deben crearse conjuntamente por la gente de color y los blancos. ¿No quiere un activista pragmático estar abierto a cualquier táctica en cualquier momento?

Algo que preocupa especialmente a Ward Churchill es descartar ciertas tácticas dogmáticamente. Opina que, si buscamos un objetivo, como la revolución, de forma suficientemente sincera, no podemos descartar previamente ninguna forma de conseguirlo. Debemos estar abiertos a cualquier táctica, desde firmar peticiones a la desobediencia civil a la lucha callejera a la guerra directamente, lo que sea necesario.

Cuando me pongo el sombrero táctico, el consejo de Ward me parece razonable. Después de todo, si intento construir una casa, ¿por qué no pertrecharme con el mayor número posible de herramientas?

Pero cuando empiezo a pensar en estrategia, el consejo no me cuadra. He aquí un ejemplo. Los daneses no esperaban ser invadidos por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Improvisaron como pudieron y en una lucha con mucho en juego emplearon una «diversidad de tácticas». En la primera fase sus tácticas fueron desde la colaboración a las peticiones al sabotaje. La diversidad no funcionó: algunas tácticas iban contra las otras. Los daneses pasaron a otro grupo de tácticas diversas: sabotaje, manifestaciones no-violentas y huelgas obreras. De nuevo unas tácticas minaban a las otras, cada acto de sabotaje le daba a los alemanes nuevas excusas para atacar duramente a trabajadores y manifestantes.

Lo que realmente funcionó para mantener la integridad danesa y minar la máquina de guerra nazi fue la siguiente estrategia que surgió: incluía una prensa underground, huelgas masivas (en una ocasión incluso una huelga general), manifestaciones no-violentas y pasar judíos de contrabando al santuario sueco. [11]

La estrategia que surgió era internamente consistente, de forma que las tácticas se apoyaban unas a otras en vez de restar unas de otras.

He aquí un ejemplo más cercano a nosotros. Un pequeño grupo de activistas del Movimiento por una Sociedad Nueva consiguió obstaculizar un objetivo de política exterior estadounidenses gracias al diseño de una estrategia de campaña que era internamente coherente. Los EE.UU. estaban apoyando, como hacen a menudo, una dictadura militar que estaba matando a miles de personas. De hecho, el dictador paquistaní Yayah Khan estaba matando cientos de miles de personas en Bengala Oriental, que quería su independencia. El gobierno de los EE.UU. mentía sobre su apoyo, pero los activistas descubrieron que barcos paquistaníes se dirigían a puertos estadounidenses para recoger cargamentos militares para continuar las masacres. El grupo se dio cuenta que si los estibadores se negaban a cargar los barcos el gobierno de los EE.UU. se vería frustrado.
El problema era que los estibadores de la Costa Este tendían más bien a apoyar al gobierno, y además querían alimentar a sus familias. Los activistas intentaron repetidamente persuadir a los estibadores que actuaran en solidaridad con los bengalíes orientales, sin éxito. Se necesitaba un poco de acción. El grupo anunció un bloqueo del puerto que esperaba el próximo carguero paquistaní y empezó a practicar «maniobras navales» con botes, veleros y el resto de su flota de juguete. Los medios de comunicación dieron cobertura en directo y los estibadores llegaron a ver por televisión, así como en persona, el extraño comportamiento de unos manifestantes que parecía que creían que podían detener a un carguero con sus minúsculos barquitos. La táctica aumentó la motivación de los estibadores para escuchar y discutir, y así llegaron a aceptar que, si los activistas creaban el piquete, ellos se negarían a traspasarlo!

Cuando finalmente la campaña hubo funcionado en esa ciudad los activistas la llevaron a otras ciudades portuarias y finalmente, el Sindicato Internacional de Estibadores acordó que los trabajadores no iban a cargar armas dirigidas a Pakistán en ningún lugar de los EE.UU. El bloqueo iniciado por un grupo pequeño funcionó porque el grupo creó tácticas de acción directa específicamente dirigidas a la parte del público que más debía influenciarse. [12]

La campaña hubiera fracasado si algunos activistas hubieran decidido romper cosas en los muelles: tales acciones hubieran apartado a los estibadores, que eran los aliados clave, que hicieron que la campaña fuera un éxito. Es más, los activistas que hubieran sido tolerantes con la «diversidad de tácticas» que incluyera destrucción de propiedad hubieran sido irresponsables, porque hubieran estado fallándoles a los bengalíes que estaban siendo atacados. En el clima actual entre activistas anti-globalización, algunos activistas puede que dejen de lado la efectividad para estar a buenas con sus amigos en el movimiento, pero esa es una decisión difícil si realmente te importan las tortugas o la gente pobre del tercer mundo.

La diversidad de tácticas abierta a todas las posibilidades es como intentar construir una casa sin una estrategia, una casa que incluya panales solares, una chimenea, una estufa de gas gigante, calefacción con radiadores eléctricos, inmensas ventanas cara al norte, aislamiento térmico, un jacuzzi en cada habitación, una habitación de meditación dedicada a la simplicidad, etc. Cuando construimos una casa debemos elegir, guiados por un concepto general. Eso es lo que tiene sentido cuando construimos una casa o un movimiento revolucionario. ¿No es una «revolución no-violenta» una contradicción?

Ward Churchill rechaza la idea que uno pueda ser a la vez revolucionario y no-violento. La no-violencia es esencialmente reformista, mantiene, y la revolución implica violencia. Agradezco este desafío, porque cada día en cualquier periódico leemos sobre acciones no-violentas que fuerzan cambios de políticas y otras reformas; ¿adónde nos dirigimos para aprender sobre las posibilidades de la acción no-violenta para el cambio revolucionario?
En la primavera del 68, Francia experimentó una insurrección revolucionaria de masas que llegó muy cerca de echar al gobierno. Es lo más cercano a lo que estamos hablando que ha ocurrido últimamente, porque ocurrió entre lo que se llama una «democracia industrial liberal avanzada». Es muy relevante a los debates que escucho entre activistas.

En Mayo los estudiantes en París iniciaron una lucha por la reforma educativa ocupando las universidades y manifestándose en las calles. La policía respondió brutalmente y pronto se corrió la voz sobre el sufrimiento de los estudiantes. Los sindicatos franceses, que tenían sus propias razones para el descontento, decidieron hacer huelga. Pronto había 11 millones de trabajadores en huelga, y muchos de ellos habían ocupado sus trabajos. La ocupación se convirtió en la táctica del momento: los trabajadores ocuparon gigantescas fábricas de automóviles, los enterradores ocuparon los cementerios y las bailarinas ocuparon el Folies Bérgère.

La lucha se endureció. Las demandas se radicalizaron, de la reforma a la revolución, tanto entre trabajadores como entre estudiantes. Algunas ciudades cortaron el contacto con el gobierno central y empezaron a emitir su propia moneda. El presidente De Gaulle se vio forzado a consultar con los generales de las tropas francesas acantonadas en Alemania para asegurarse que estaban listas para venir a casa y efectuar una represión masiva, porque no estaba seguro de la fiabilidad de las tropas que estaban en Francia. La mayoría de estudiantes y trabajadores estaban a un lado de la polarización y los ricos estaban al otro. La cuestión era la clase media: ¿hacia qué lado oscilaría? Muchos de ellos eran padres o amigos de estudiantes y estaban indignados por la brutalidad policial e inicialmente eran favorables a los estudiantes.

La televisión estatal entró en la lucha en pleno mostrando una y otra vez escenas de destrucción de propiedades por los estudiantes, por ejemplo llevando coches a los cruces y quemándolos para crear barricadas, un mensaje poderoso no sólo para la clase media, preocupada por sus propiedades, sino incluso para los trabajadores que habían ahorrado durante años para comprarse un coche.
También, la clase media se encontró con un vacío ahí donde debería haber habido una visión: si el Estado era derrocado, ¿qué sitio tendrían ellos en la nueva sociedad? Nadie podía responder a esa cuestión porque no había ningún manifiesto por parte de estos nuevos revolucionarios que pudiera tranquilizar a nadie. Todo lo que la clase media podía hacer era sentarse con sus miedos ante la televisión a ver las llamas.

Ya sabemos el resultado: el movimiento perdió y el Estado y los grandes capitalistas ganaron, aunque el susto consiguió algunas reformas. Una pregunta que podríamos preguntarnos los activistas aquí en los EE.UU. es ¿por qué los estudiantes echaron de su lado a los aliados que eran esenciales para su éxito?

Hay muchas razones y los lectores interesados en ese caso pueden leerlo en mi libro [13]. Las razones más importantes para nosotros son:

* Los estudiantes actuaban según la tradición que decía «revolución=violencia o al menos destrucción» y puesto que habían adoptado una postura revolucionaria aceptaron que iba todo junto. No fueron capaces de innovar sobre los medios de la revolución. * Los estudiantes no comprendieron que los pilares de la «casa» francesa, de su ordenación política, era el consentimiento de sus habitantes, y que podían ganar aumentando la no-cooperación no-violenta de la gente. En 1968 no tenían los ejemplos de la caída del Sha de Irán, de Marcos, de las dictaduras de Europa del Este, etc, así que no pudieron darse cuenta de que el poder popular es más fuerte que la lucha armada.

El sufrimiento de los trabajadores y estudiantes franceses no fue en vano si los activistas aprendemos de su experiencia. La acción no-violenta es tan coercitiva, o más, que la violencia para luchar contra los opresores pero la base de esa coerción es completamente diferente. El poder coercitivo de la violencia surge básicamente de la destrucción: clásicamente, destruyendo el ejército enemigo, y en estos tiempos otro tipo de destrucción también. Los activistas que utilizan la violencia necesitan destruir, destruir y destruir, hasta que el enemigo se rinda o pierda su capacidad de resistir.

El poder coercitivo de la acción no-violenta, por el contrario, surge de la no-cooperación. La dependencia del enemigo en el consentimiento de vuelve contra él cuando la gente se niega a «seguir como siempre». Incluso el Sha tiene que hacer las maletas; incluso Hernández Martínez tiene que abandonar el país. En algunos casos la dictadura se rinde, en otros el aparato entero se disuelve, como en Alemania del Este.

Si los estudiantes franceses hubieran sabido que sus posibilidades reales de victoria se basaban en la no-cooperación no hubieran necesitado barricadas ni destrucción de propiedades - esas tácticas tienen mucho más sentido en una estrategia que desemboque en la lucha armada. ¿Cómo puede un revolucionario pragmático, sin una estrategia, decidir entre la violencia y la no-violencia?
Hablando con propiedad, no puede. Sin varias estrategias entre las que comparar, un activista que insista en ser estrictamente práctico lo tiene crudo. Tomemos la confusión de violencia con «radical» o «revolucionario». Hay muchos casos en que se usa la violencia para la reforma, no para el cambio radical. Pensad por ejemplo en los Teamsters [sindicato estadounidense] disparando a los autobuses de Greyhound durante una huelga. ¿Usaban la violencia para sustituir la propiedad capitalista de la empresa por la de los trabajadores? No lo creo. O los blancos que linchaban a negros. ¿Hacían campaña por devolverlos de vuelta a Africa (un cambio revolucionario) o para «mantenerlos en su sitio» (una reforma, desde su punto de vista)?

La violencia no es la marca de fábrica del radicalismo o del fervor revolucionario porque se usa constantemente para muy diversos objetivos, incluyendo simplemente la auto-afirmación. Lo que convierte a la violencia en revolucionaria es que forme parte de una estrategia por un cambio social fundamental, y esa estrategia para los EE.UU. del siglo XXI es algo que aún estamos esperando.
El revolucionario práctico, duro, estrictamente pragmático, querrá hacer una comparación entre las estrategias que usen la lucha armada y las estrategias que usen el poder de la gente, en términos de qué estrategias tienen más posibilidades de conseguir ganar y llevarnos a nuestra visión de una nueva sociedad. En ese momento podrán los activistas discutir entre las diversas estrategias armadas y no-violentas. ¿Cómo podemos decidir qué queremos mientras se están creando las estrategias?

Dado que incluso los más pragmáticos entre nosotros no podemos tomar una decisión bien informados hasta que existan esas estrategias, estamos todos en el mismo barco no-pragmático por el momento. Debemos tomar nuestras decisiones personales basados en otras consideraciones. Así es como decido yo personalmente.

Estoy tremendamente cabreado por lo que se me ha hecho como hombre de clase trabajadora y como gay. No puedo intentar recordar el número de veces que me he topado con los estereotipos de «cortito», «violento», «ignorante», «gandul» o «bestia sexual», «pederasta», «guarro», «marica», «inmoral», «rarito». A pesar de años de lucha interior, que han curado mis heridas de diversas formas, aún llevo en mis hombros el peso de mis complejos.
He sido discriminado, aunque no me han atacado físicamente en serio. He visto a amigos hacer cosas terriblemente auto-destructivas a causa de la opresión que habían internalizado; he estado en grupos activistas que no avanzaban porque sus complejos les llevaban a acabar con sus propios líderes; he llorado con amigos que se humillaban a sí mismos, permaneciendo en el armario cuando no había necesidad, y con amigos que no creían en sus posibilidades por la clase de la que provenían.
Esta experiencia continuada de dolor me hace, en principio, estar a favor de la violencia como medio de auto-afirmación. Aunque raramente exploto en compañía de mis amigos, me encantaría explotar públicamente y «montar un número».

Dado todo eso, mi elección estratégica de acción no-violenta es una base, una base sólida que me sostiene y me permite ser el tipo inteligente de clase trabajadora que realmente soy, una base que me sostiene y me permite ser el gay equilibrado que realmente soy, y que apoya mi creatividad. Cada vez que me pierdo en la niebla de mi propia rabia, tengo un principio a mano que me hace recordar las cosas más importantes, y así puedo parar un minuto y centrarme, para empezar a buscar otras opciones.
Y a menudo funciona. Me he encontrado rodeado por una banda hostil en una calle céntrica desierta en la mitad de la noche y mi creatividad empezó a echar humo como si fuera Einstein. Encontré una forma no-violenta de salvarme. Un adolescente fuera de sí me amenazó con un cuchillo y encontré un camino que nos sacara a ambos de la perdición. Conseguí que la policía dejara de pegarme, conseguí que ultraderechistas me dejaran tranquilo después de perseguirme, podría seguir pero ya os hacéis a la idea. Cuando decidí irme a Sri Lanka como voluntario para convertirme en un guardaespaldas no-violento de los activistas por los derechos humanos amenazados de muerte, un buen amigo me rogó que aceptara su regalo de una pistola y un chaleco antibalas. Los rechacé, para entonces confiado ya en que, en el momento de la confrontación, encontraría una manera mejor y más segura de salir adelante.
Una forma de escoger es prestar atención a mis prejuicios y compensarlos aceptando un principio que me mantiene en pie [14].

Otra forma de escoger es darse cuenta de nuestra propia cultura y tomar responsabilidad por la forma en que nuestra cultura nos condiciona. Soy un hombre y el condicionamiento de los hombres es muy claro. ¿En qué están de acuerdo John Wayne, George W.Bush, Mao-Tse-Tung y cualquier Director Ejecutivo? Que el poder político surge del cañón de una pistola. Esta creencia sobre el poder es el paradigma reinante en toda nuestra cultura, pero los hombre tenemos un papel especial en implementar ese paradigma porque se nos educa para estar preparados para matar y para ser muertos. Dondequiera que manda el patriarcado, la violencia reina «cuando llega el momento de la verdad».
Las opiniones de la activista Starhawk sobre el poder son mucho más interesantes que la sobre-simplificación del patriarcado. Describe tres tipos de poder: el poder-sobre (la dominación, cuyo ejemplo más dramático es el acto de matar), el poder-con (la cooperación con otros, el trabajo en equipo) y el poder-desde-dentro (la fuerza psicológica y espiritual) [15]. A mí, como hombre, se me educó para creer implícitamente que el poder-sobre es el más fuerte; cuando se requiere la fuerza más potente posible, estamos programados para ni tan sólo cuestionar la violencia.
Lo maravilloso del ser humano es que a veces nos salimos de nuestras cajitas culturales, e incluso los hombres pueden ser más creativos de lo que su programación espera. Abdul Gaffar Khan, de la Frontera Noroeste en la India colonial, fue educado en una cultura nómada aún más centrada que la mía en las armas y en la versión violenta del honor masculino. Salió de su condicionamiento y organizó un movimiento de su feroz gente Pathan para resistir de forma no-violenta contra los ingleses. Los ingleses lucharon con más crueldad contra la campaña de los Pathan que contra cualquier otra, pero los Pathan eran disciplinados y resistentes

Mi cultura dice «Para ser un hombre de verdad debo estar preparado para utilizar la violencia». Yo decidí no cooperar con ese guión. El patriarcado ha perdido su credibilidad conmigo. Me comprometo a la estrategia de la no-violencia y desafío al patriarcado a hacerme cambiar de idea jugando con mi identidad.
Sí me gusta ser pragmático, que es por lo que me he pasado cinco años escribiendo el libro «Estrategia para una revolución viva», un marco pragmático para empezar a crear una estrategia revolucionaria específica aquí en los EE.UU. [16]. Espero que pronto tengamos estrategias diferentes con las que discutir y debatir. Mientras tanto, lo que a mí me funciona es tener un lugar en que estar en la historia continuada de la lucha no-violenta, mientras me uno con otros camaradas para crear y aprender.

NOTAS

1 Una de las formas en que el síndrome de Vietnam tuvo efecto más tarde fue en impedir que Ronald Reagan invadiera Nicaragua con tropas estadounidenses, efecto amplificado por la amenaza de la Declaración de Resistencia, de crear disturbios masivos y provocar un revuelo público

2 Chicago: Quadrangle Books, 1969

3 Este documento se creó mediante un proceso colectivo e internacional y se publicó en diversos idiomas. George Lakey, «A Manifesto for Nonviolent Revolution» /Philadelphia: Movement for a New Society, 1976), reimpreso en Richard Falk, Samuel S. Kim, Saul H. Menddlovitz (eds.), «Toward a Just Worl[d Order» (Boulder, Co.; Westview Press, 1982) pp. 638-652).

4 Para aprender más sobre la fuerte resistencia no-violenta de los judíos ante los Nazis, ver el artículo de Yehuda Bauer en «Protest, Power and Change» [1997] ed. Roger S. Powers and William B. Vogele, pp. 276-277. [regresar]
5 Ward Churchill, «Pacifism as Pathology», citado anteriormente, p.37

6 Ver la historia de Stephen Zunes en «Unarmed Resistance in the Middle East and North Africa,» en Stephen Zunes, Lester R. Kurtz, and Sarah Beth Asher, eds., «Nonviolent Social Movements : A Geographical Perspective» (Malden, Mass.: Blackwell Publishers, 1999) pp. 44-46.

7George Lakey, «Powerful Peacemaking: A Strategy for a Living Revolution», (Gabriola Island, British Columbia, Canada: New Society Publishers, 1987) cap. 2 [regresar]
8 Stephen Zunes, «The Role of Nonviolence in the Downfall of Apartheid,» «Nonviolent Social Movements» (citado anteriormente), pp. 203-230.

9 Para ver una mayor muestra de los miles de casos de acciones no-violentas masivas de gente de color, ver Bill Sutherland and Matt Meyer, «Guns and Gandhi in Africa: Pen African Insights on Nonviolence, Armed Struggle and Liberation in Africa» (Trenton, NJ: Africa World Press, 2000); Philip McManus and Gerald Schlabach, eds., «Relentless Persistence: Nonviolent Action in Latin America» (Gabriola Island, British Columbia, Canada: New Society Publishers, 1991); Patricia Parkman, «Insurrectionary Civic Strikes in Latin America: 1931-1961» (Cambridge, Mass.: Albert Einstein Institution, 1990); Stephen Zunes, Lester R. Kurtz, and Sarah Beth Asher, eds., «Nonviolent Social Movements: A Geographical Perspective» (citado anteriormente); Gene Sharp, «The Politics of Nonviolent Action» (Cambridge, Mass.: Porter Sargent, 1973).

10 Un libro claro e inspirador de una mujer que construyó una organización de base enfrentando abiertamente las divisiones de clase y raza en nuestra sociedad es el de Linda Stout, Bridging the Class Divide" (Boston: Beacon Press, 1996).

11 Eso se ha capturado de forma vívida en el documental «Una fuerza más poderosa: un siglo de conflicto no-violento», que se emitió en el Public Broadcasting System en el 2000 y que está disponible en Films for the Humanities and Sciences, PO Box 2053, Princeton, NJ 08543-2053; web site: www.films.com. El libro que lo acompaña es de Peter Ackerman and Jack DuVall, «A Force More Powerful: A Century of Nonviolent Conflict» (New York: St. Martin’s Press, 2000).

12 Esta campaña, que tiene más que enseñarnos sobre acción directa que espacio para exponerlo hay aquí, se describe golpe a golpe por Richard K. Taylor, «Blockade», (Maryknoll, N.Y.: Orbis, 1977). Esta campaña de solidaridad con Bangladesh ocurrió en 1971-72.

13 «Powerful Peacemaking: A Strategy for a Living Revolution», citado anteriormente, cap. 2 [regresar]
14 Barbara Deming escribe de forma elocuente y poderosa sobre esto en su ensayo «Revolution and Equilibrium» publicado en 1968 en Liberation Magazine, disponible en el A.J. Muste Memorial Institute, 339 Lafayette St, New York, NY 10012

15 «Dreaming the Dark: Magic, Sex and Politics» (Boston: Beacon Press, 1988), cap. 1 [regresar]
16 La edición revisada se llamó «Powerful Peacemaking: A Strategy for a Living Revolution», citado anteriormente
Gracias a Skylar Fein y LeRoy Moore
Copyright 2001 George Lakey

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