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Cthuchi Zamarra

Tambores de guerra tras el tsunami

Tambores de guerra tras el tsunami

Tambores de guerra tras el tsunami. Perspectivas de futuro del proceso de paz en Sri Lanka

Sri Lanka, esa pequeña isla tropical situada en el extremo sur de la India, ha sido testigo de uno de los más virulentos conflictos étnicos de los últimos años en el Sur de Asia. Más de sesenta mil personas han sido asesinadas o han muerto en combate una vez el conflicto alcanzó la forma de guerra civil. Las diferencias étnicas entre tamiles y cíngalos son grandes, hablan distintas lenguas, emplean distintos alfabetos, distintas tradiciones, distintas religiones e incluso distintos gustos musicales. Mientras que los cíngalos son budistas y desarrollaron una cultura propia diametralmente diferente a la cultura tamil que, debido a la cercanía con Tamil Nadú, el estado más meridional de la India, ha sido siempre fuerte en la isla (de hecho hasta el siglo XIV se podía acceder a píe a la misma). De este modo, desde 1983 varias han sido las guerras que han asolado Tamil Eelam, la parte tamil de la isla, ubicado en el norte y el este de la misma. Aunque los contendientes principales han sido la guerrilla independentista de los Tigres de Liberación de Tamil Eelam (LTTE según sus siglas en inglés) y el gobierno de Sri Lanka, entre 1987 y 1991 el ejército de la India combatió la insurgencia mediante las llamadas Fuerzas de Pacificación Indias (IPKF según sus siglas en inglés). El interés de la potencia regional, lejos de apoyar la independencia tamil, se centraba más bien en sofocar la insurgencia ante el peligro de que el secesionismo se extendiera a Tamil Nadú, una región que siempre ha contado con fuertes movimientos separatistas. Paradójicamente el propio gobierno de Tamil Nadú en aquella época apoyaba a los insurgentes aportando entrenamiento y recursos logísticos.

Así pues, el alto el fuego entre el LTTE y el Gobierno de Sri Lanka, efectuado gracias a la mediación de Noruega en 2001, parecía en su momento abrir una puerta a la esperanza para el cese de la violencia. Sin embargo tras las aparentes buenas intenciones de ambos contendientes se esconden intereses políticos nada pacíficos que han hecho que alto el fuego haya sido violado más de cinco mil veces por el LTTE y varios centenares por parte del Ejército de Sri Lanka (SLA, según sus siglas en inglés), tal y como ha denunciado la Sri Lankan Monitoring Mission (SLMM), la organización creada por los países escandinavos para controlar el proceso de paz.

Por un lado el LTTE afirmaba que renunciaría a sus fundamentales pretensiones de independencia a cambio de una extensa autonomía para Tamil Eelam, las zonas Norte y Este de Sri Lanka, tamiloparlantes. Sería una vuelta a la vieja idea de federalismo que los eelamistas, vocablo con el cual son denominados los nacionalistas tamiles, habían manejado en los primeros años de movilizaciones tras la independencia de los británicos en 1948, cuando trataban de resistir a las políticas discriminatorias llevadas a cabo por los primeros gobiernos cíngalos en las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta. En ese tiempo, la eliminación del inglés y el tamil como idiomas oficiales, así como la limitación de acceso a la universidad a estudiantes de etnia tamil, para compensar la mejor preparación tradicional de estos, eran las principales muestras de esa represión de los tamiles por parte de los cíngalos que conseguían así quitar de su administración a las élites tamiles que tradicionalmente habían formado parte del cuerpo de funcionarios británico y que consistía su ocupación tradicional. Sin embargo estas dos polémicas leyes, dicatadas la primera por el presidente S.W.R.D. Bandaranaike en 1956 y la segunda por su viuda, Sirimo Bandaranaike en 1971 (padres de la expresidenta Chandrika Bandaranaike Kumaratunga, en el cargo durante las dos últimas legislaturas), en realidad encubrían una impunidad notoria en cuanto a cientos de asesinatos, destrucción de viviendas y otros tipos de agresiones y amenazas que ocurrían en los disturbios crónicos en los que se atacaba a las familias tamiles de las zonas cíngalas o en los que la propia policía atacaba a la población civil en la zonas tamiles.

Acompañando a esta primera idea federalista, se realizó una campaña de desobediencia civil liderada por el Partido Federal especialmente a finales de los cincuenta y a principios de los sesenta, con la memoria de Gandhi todavía muy presente en esa isla tan cercana a la India. Fue precisamente el fracaso de esta campaña noviolenta, debido según los Tigres (1) a la violencia de la represión, lo que preparó el terreno para el terrorismo eelamista que empezó a actuar en los setenta y para que, tras los disturbios antitamiles especialmente virulentos del Julio Negro, en 1983, en los que muchedumbres incontroladas asesinaron a más de cuatrocientos tamiles, el LTTE consiguiera recursos suficientes para empezar a actuar primero como una guerrilla y luego como un ejército convencional. De este modo, el alto el fuego de 2001 se firmó tras el fracaso de una violenta ofensiva del LTTE para tomar la península de Jaffna, principal foco de población tamil y por lo que había sido el primer objetivo del SLA, que la controlaba tras un virulento asedio en 1995. De haber conseguido el LTTE controlar ese territorio como controla y administra casi la totalidad del resto de Tamil Eelam, probablemente hubiera sido una declaración de independencia de facto lo que hubiera puesto fin a la guerra. Es por tanto un hecho muy a tener en cuenta por lo que influye en las percepciones sobre el equilibrio de fuerzas sobre el que se basa esta frágil tregua. Sin embargo, a pesar de tomar el Paso de los Elefantes, de gran importancia estratégica por se la llave a la Península de Jaffna (y por ello fuertemente defendido) y de llegar hasta Chavakachchery (a tan sólo diez kilómetros de Jaffna), al tiempo del alto el fuego la frontera quedó establecida en Palai, donde hasta el momento sigue. De este modo, volviendo a las reivindicaciones que el Partido Federal hizo en su día acerca de un estado federal, el LTTE consigue su objetivo, que es controlar y administrar Tamil Eelam (nótese que esto es diferente a una llamada a la autodeterminación de los tamiles), puesto que por sus ataques a otras organizaciones políticas tamiles, así como el asesinato de muchos líderes políticos tamiles, hace tiempo ha demostrado no estar interesado en derechos o bienestar para la población tamil que afirma representar.

Por otro lado, el gobierno continua suscribiendo el paradigma oficial de los tiempos que corren al justificar las acciones de guerra contra la población civil y la ocupación militar de Jaffna con la excusa de combatir el terrorismo. Desde luego, la calificación del adversario como terrorista permite la deshumanización del mismo necesaria para poder combatirlo violentamente, es decir, utilizando la misma forma de acción que convierte al enemigo en terrorista, pero no permite contrarrestar el paradigma opuesto, el eelamista, que acusa al Estado de discriminación y represión (es decir, de terrorista). En este sentido las matanzas de civiles causadas por los comandos y suicidas de los Tigres (han llegado a asesinar a un presidente de Sri Lanka, varios ministro y al presidente de la India, Rajiv Gandhi), refuerza esta visión militarista del gobierno a la par que agudiza el conflicto étnico al polarizarse las perspectivas en torno a la etnia. Sin embargo a pesar de las pasadas masacres indiscriminadas de población civil, por supuesto de etnia tamil, llevadas a cabo impunemente muchas veces por el propio SLA o la policía, parece que el Gobierno de Sri Lanka empieza adoptar políticas en dirección al respeto de los derechos humanos y ya se puede ver a la justicia actuando contra los abusos étnicos. No obstante la situación todavía deja mucho que desear y la violencia étnica cotidiana siga estando presente en el país, en el que casi cada día se dan noticias de hechos violentos. Así pues la realidad es que el principal transgresor del derecho humanitario internacional en la actualidad es el propio LTTE, que se ha convertido en un estado totalitario en los territorios que ocupa y un incordio constante en los que pretende ocupar, por no hablar de la extorsión que ejerce sobre la comunidad tamil dentro y fuera del país, el uso pionero de niños-bombas (es decir, atentados suicidas) o el reclutamiento de niños para el combate. El profesor tamil Ratnajeevan, del Centro Internacional para Estudios Étnicos lo ha expesado del siguiente modo:


«Hoy paradójicamente parece que son los tamiles que matan tamiles los que tienen realmente inmunidad. No hay atrocidades tales como pueblos enteros siendo aniquilados por el ejército como al principio de los 90, aunque los problemas persisten en una escala menor, tales como cientos de desapariciones y acciones descontroladas en los años recientes.» (2)

Sin embargo el paradigma de guerra contra el terrorismo que maneja el gobierno, pese a otorgarle legitimidad entre las vícitimas de la violencia de su oponente, no es una buena estrategia para conseguir una paz que vaya más allá de un mero alto el fuego. La estrategia, similar a la usada por Estados Unidos, Colombia, Israel, Rusia y otros muchos países para encubrir intereses capitalistas tras sus acciones bélicas, se centra en objetivos meramente militares y descuida por completo aspectos necesarios para conseguir una percepción del problema étnico que lleve hacia un verdadero apaciguamiento del conflicto. El jurista srilankés Mark Fernando lo expresa del siguiente modo:


«Creo que la causa principal de que prevalezca el conflicto es la anchamente extendida vieja idea de que existen derechos infringidos o denegados (particularmente el derecho a un trato igualitario). Estas quejas se hacen más agudas en asuntos relativos al lenguaje, educación, admisión en la universidad, ciudadanía y empleo público. Condiciones económicas desfavorables y escasez de tierra hacen más agradables estas quejas. Es vano discutir ahora, en el medio de un proceso de paz, si estas quejas eran ciertas, si eran sólo percepciones o de quién era la culpa. Es suficiente con saber que, incluso en el caso de que esas percepciones no fueran ciertas, que están tan firmemente arraigadas que han provocado un conflicto armado. Claramente la solución de tal conflicto ha de pasar no sólo por el respeto y protección de los derechos humanos sino que también debe eliminar la percepción de que ellos están siendo violados. No simplemente hacer justicia, sino también hacer ver que se hace justicia. Crear una solución pacífica debe garantizar que los derechos humanos actualmente reconocidos sean por todos repetados, a la par que se consigan efectivamente los estándares internacionales.» (3).

La conclusión es bien sencilla por tanto, para poder resolver el conflicto hay que acudir a las causas del mismo, que no son otras que las políticas discriminatorias contra los tamiles y la impunidad que permitía la violencia indiscriminada por parte de los cíngalos. Esto que puede parecer evidente es dejado de lado sistemáticamente por los autores cíngalos que desde diferentes ideologías políticas acaban asumiendo como propio el paradigma oficial de guerra contra el terrorismo. Esto implica describir la historia de los acontecimientos centrando la atención en los crímenes del LTTE, aclamando a sus víctimas como héroes de la patria, con la consiguiente omisión o relativización de los crímenes por activa o por pasiva del gobierno o sus instituciones dando como por legítima la actuación de un sistema judicial que permite actuar impunemente a los cíngalos. Sin embargo el hecho de reconocer los problemas en cuanto a discriminación, racismo, impunidad y falta de respeto de derechos humanos por parte del gobierno srilankés no significa ni que se legitime ni se acepte el punto de vista del LTTE, que si bien surgió en un momento de gran represión se ha tenido que amoldar a las dinámicas de acción que implica el uso de la violencia y se ha alejado de cualquier pretensión de legitimidad. La razón de su éxito se debe sin duda al carácter étnico de las reivindicaciones que establece de forma que ya sea mediante la extorsión o voluntariamente se ha ganado el apoyo de la población tamil ante el vacío de poder creado por el asesinato de los líderes tamiles con opiniones divergentes.

La situación de ocupación militar que se vive actualmente en la península de Jaffna y otros territorios de Tamil Eelam controlados por el gobierno es una muestra de cómo la opción militar por la que sucesivamente han ido optando los distintos gobiernos srilankeses deterioran notablemente las condiciones para una posible reconciliación o construcción de una paz positiva que vaya más allá de un mero alto el fuego. De hecho, el ambiente que se vive en Jaffna es tan tenso que la gente, todos ellos en algún momento refugiados retornados con muchos años de guerra en su experiencia, vive completamente aterrorizada (4). La presencia militar es tan notoria, con las ciudades llenas de búnkeres o soldados con el dedo en el gatillo cada veinte metros en las principales arterias de Jaffna, a la par que las llamadas zonas de alta seguridad que rodean posibles objetivos estratégicos impiden el libre acceso a su hogar a miles de personas. El ejército además usurpa funciones policiales de control del orden social y reprimen manifestaciones de la única forma que saben, con el fusil en la mano disparando cuando menos al aire a la par que los estudiantes se van inquietando cada vez más ante el arresto arbitrario de activistas y profesores. En realidad los soldados están también aterrorizados ante el continuo goteo de bajas que siguen teniendo debido a las continuas provocaciones del LTTE y su nerviosismo les incita a actuar a la violentamente en una actitud defensiva cargada de gran agresividad por la tensión del ambiente en el que viven diariamente. Para añadir un poco más de tensión, un nuevo grupo armado, del que nadie duda que está bajo control del LTTE, ha declarado contar con 250 guerrilleros para hacer frente al ejército de ocupación en Jaffna.

Por otro lado la situación de los tamiles que viven en el sur o el oeste también se va deteriorando a medida que la tensión aumenta en el norte y el este. No sólo su seguridad se ve amenazada por incontrolados o paramilitares, sino que la propia policía efectúa operaciones con el único fin de amedrentarlos. De este modo en el pasado mes de diciembre, con el nombre de “Strangers in the Night” la policía entró en casas de tamiles de la zona oeste y detuvo a más de cien personas para interrogarlas. Lo arbitrario de esta actuación se puso de manifiesto cuando todas ellas fueron liberadas una semana después, cosa que evidenciaba que esta actuación era un claro aviso hacia la insurgencia tamil. Y es que en la lógica de la violencia, cada acción policial o militar o cada provocación del LTTE, funcionan como mensajes enviados no sólo al oponente, sino también al resto de la población y a los propios mediadores, en los que se explicita las diferentes capacidades para ejercer la violencia mientras se preparan los contendientes para acudir a la mesa de negociaciones. De este modo, dado que una vez que se ha entrado en la lógica de la violencia, las cuestiones en torno a la justicia de la causa pierden buena parte de su sentido y se negocia, no en torno a la legitimidad de las pretensiones de unos y otros, sino a la posibilidad de respaldar sus argumentos mediante el uso de la fuerza. Esto por un lado tan sólo permite que se llegue a un alto el fuego definitivo por agotamiento de las partes a la vez que imposibilita posibles acercamientos alternativos que posibiliten una reconciliación efectiva que establezca las vías para llegar a una paz positiva que supere las causas del conflicto.

En este sentido el profesor Jehan Perera ha señalado (5) la importancia tanto del papel que puedan jugar los científicos sociales como las organizaciones pacifistas a la hora de crear un nuevo paradigma que permita una reconciliación efectiva. Mientras que abundan los centros de investigación sobre el conflicto srilankés como Centre for Policy Alternatives, International Centrer for Ethnic Studies o Social Scientists Asociation, las organizaciones que efectivamente están trabajando por la paz son escasas por no decir inexistentes. Para explicarnos esto en primer lugar hay que señalar que la ausencia de democracia efectiva ha creado una situación política en la que se da un vacío en cuanto a movimientos sociales autónomos. En la zona tamil los movimientos alternativos han sufrido una doble represión, primero por la acción violenta de las instituciones del gobierno, pero también cualquier expresión política disonante con la acción del LTTE ha sido perseguida por esta organización y han sido asesinados muchos líderes comunitarios que podían haber liderado procesos noviolentos para conseguir el respeto de los derechos de los tamiles (6). En las zonas cíngalas por el contrario los movimientos se organizaron en torno al nacionalismo cíngalo usado como bandera contra el partido en el poder por la oposición de turno, pero también en torno grupos marxistas de ideología revolucionaria que también han asumido el nacionalismo como forma de identidad. De este modo el grupo marxista la JVP, antes de normalizarse y entrar en el juego político normal, asesinó a numerosos intelectuales de izquierda y voces independientes que expresaban otras formas de comprender el conflicto étnico que vivía el país. En contrapartida unos 17.000 activistas o simpatizantes de este grupo fueron asesinados por escuadrones de la muerte en los años 80 por orden del presidente Jayarwadene.

Así que debida a esta ausencia de movimientos sociales genuinamente pacifistas todo el peso de la construcción de la paz se efectúa exclusivamente desde ONGs, vinculadas muchas de ellas a iglesias cristianas o movimientos de ideología gandhiana, fuertes en esta parte del mundo. Esto significa que la construcción de paz carece de la espontaneidad e independencia que caracteriza a los movimientos sociales, al convertir en actores políticos a ciudadanos que mediante diferentes formas de acción expresan su opinión y presionan para conseguir una transformación de la realidad en la que viven. En un mundo dominado por ONGs, la única forma de aspirar a transformar la realidad en la que se vive es actuando como voluntario, o como trabajador, para alguna de estar organizaciones, lo que significa quedar atrapado en la red de intereses ocultos que las mueven. En la Sri Lanka posterior al tsunami, los intereses de las ONGs se han desplazado hacia la resconstrucción de las zonas afectadas por el maremoto, que trágicamente son también las afectadas por la guerra (y para mayor calamidad los ciclones y tormentas tropicales típicos de esta parte del mundo cuando les toca el monzón correspondiente). Esto quiere decir que muchas organizaciones que en un principio tenían como prioridad fundamental la construcción de paz han desviado sus esfuerzos en función del destino para el cual se les han dado a los recursos que les llegan. Dado la gravedad de la destrucción ocasionada por el tsunami, durante un primer momento de trauma el conflicto pasó a un segundo plano y parecía que el alto el fuego realmente iba a prosperar. Desgraciadamente esto no fue así y en cuanto se han solucionado los problemas derivados del caos inicial se han puesto en marcha la maquinaria de captación de recursos de las ONGs locales a la par que llegaban al país decenas de ONGs extranjeras. De estas ONGs extranjeras, tan sólo la ya ausente Peace Brigades International y la actualmente presente Nonviolent Peaceforce se han preocupado por llevar a cabo tanto acompañamientos a personas vinculadas con la construcción de la paz amenazadas por cualquiera de los grupos armados como por desarrollar las habilidades necesarias para la acción noviolenta y la construcción de paz en las organizaciones y líderes comunitarios. Así pues, lamentablemente tan sólo podemos encontrar

De este modo tan sólo podemos encontrar una ONG local, llamada Ahimsa (7) (el término gandhiano para noviolencia) trabajando realmente por la creación de las condiciones necesarias para una paz justa se pueda dar en la isla.

Todo esto nos lleva a concluir que lamentablemente las previsiones para la isla son de un aumento de las tensiones que pueden dar al traste con el proceso de paz. En el momento actual las discusiones se centran en si las rondas de negociaciones se deben realizar en Europa, cosa que pide el LTTE, o en Asia, como pide el gobierno. Del mismo modo se discute sobre si la monitorización del proceso se debe realizar por mediadores escandinavos, como se encarga de hacer actualmente la SLMM, o si deben ser asiáticos. A ojos de los nacionalistas cíngalos, la mediación de Noruega consiente demasiado al LTTE, a pesar de que hayan denunciado más de cinco mil violaciones del alto el fuego por su parte, y prefieren un país asiático como mediador, con la idea tácita de que será siempre más afín a sus intereses. De este modo mientras el LTTE y el Gobierno se enzarzan en debates recios sobre donde deben realizar las negociaciones, cosa que anticipa así mismo unas negociaciones duras, dada la igualdad de la capacidad para ejercer la violencia por ambas fuerzas militares, las tensiones constantes crean un clima poco favorable al diálogo. Esto lleva a vaticinar en el mejor de los casos un débil acuerdo de paz que será quebrantado si existe alguna percepción de cambio en el equilibrio de fuerzas que hacen posible el acuerdo, es decir, si se percibe debilidad en el oponente. Esto tiene como consecuencia inevitable que tanto en el LTTE como en SLA se prosiga la dinámica militarista que seguirá desviando recursos tan importantes para la construcción y reconstrucción del país hacia la industria de guerra en todos sus frentes: logísticos, propagandístico y, por supuesto, el más estrictamente militar.

NOTAS:

1) El propio jefe político del LTTE, Anton Balasinghan, lo expresa en Anton Balasinghan “Armed Struggle and Peace Efforts of the Liberation Tigers” . Fairmax Publising . Mitcham (England) 2004. Pag. 116

2) S. Ratnajeevan H. Hole: Backgrounds, En “Enforcing Human Rights: Towards an Egalitarian Sri Lanka”. Edited by S. Ratnajeevan. International Centre for Ethnic Studies. Colombo 2003 .pag 16

3) Mark Fernando. “Nonviolence and The Quest For Peace”. En “Enforcing Human Rights: Towards an Egalitarian Sri Lanka”. Edited by S. Ratnajeevan. International Centre for Ethnic Studies. Colombo 2003. pag 115.

4) La ciudad de Jaffna ha sido completamente desalojada en dos ocasiones, ambas precedentes a la pérdida del control de la mismo por parte del LTTE, una en favor de la Indian Peace Keeping Force en 1990, y otra ante el propio SLA en 1995.

5) Jehan Perera. “Role of the Peace Organitation in post ceasefire Sri Lanka”Dagmar Hellman and Rajanayagam (Edit) “Peace Initiatives towards reconciliation and nation building in Sri Lanka. An international perspective.” Bangi (Malasia).2002.

6) En el libro de Gunasekara podemos encontrar una lista extensa de los crímenes del LTTE, con un apartado dedicado a las élites tamiles opuestas al LTTE asesinadas por estos.

7) Para más información sobre Ahimsa consultar su web: www.ahimsa.lk.

  • 14 de julio de 2006 22:51, por adriana

    la verdad es muy triste ya que tengo un amigo que vive en sri lanka y estoy en contacto casi siempre espero que se arregle las cosas para el bien de uds yo soy de argentina.

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