Si los militares ya de por sí curran en una actividad de suyo violenta en la práctica y también en la teoría (véase el «viva la muerte» de Millán Astray) de vez en cuando nos encontramos algunos efectos colaterales no deseados por la misma institución castrense.
TVE nos ha informado ayer de dos casos relacionados con la violencia doméstica y el asesinato, en el que estaban implicados militares.
En el interior de la Base Aérea de Zaragoza, en una de las viviendas, un capitán ha asesinado presuntamente con su pistola reglamentaria, a su esposa, que a la sazón tenía el rango de cabo primero, y de la que estaba separado, y a su hija de cinco años, para después volarse la tapa de los sesos con otro tiro. Ver noticia
En Cádiz han sido detenidos cuatro militares españoles de la Base Aeronaval de Rota. La policía les relaciona directamente con el incendio provocado con gasolina de una vivienda en la localidad, en el que perecieron un hombre civil y su hija. Ver noticia
Hay violencia doméstica y crímenes protagonizados por personas con otras profesiones, y sin duda los militares asesinos son excepción y no norma, si somos capaces de olvidarnos del ejercicio de su labor en la guerra. Pero en un ambiente en el que se crece entre cantos y loas a la violencia y a las armas, no es de extrañar que la proporción de muertes violentas sea mucho más elevada que en otros gremios como en el de los confiteros o los pintores de brocha gorda por ejemplo.