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Desobediencia civil electrónica (Laura Baigorri)

Desobediencia civil electrónica (Laura Baigorri)

En 1994, el colectivo Critical Art Ensemble (CAE) http://www.critical-art.net/ introdujo por primera vez el modelo de la Desobediencia Civil Electrónica http://aleph-arts.org/pens/dec_simul.html, a partir del modelo de desobediencia civil callejera y desarrolló la táctica de la amenaza simbólica fundamentada en el bloqueo o la «sentada virtual».

La acción más representativa de esta modalidad de cibersabotaje ha sido el proyecto SWARM http://www.thing.net/ rdom/swarm.html, que llevó a cabo el grupo Electronic Disturbance Theater http://www.thing.net/ rdom/ecd/ecd.html durante la celebración de INFOWAR http://www.aec.at/infowar/, el Festival Ars Electrónica de Linz (Austria) que tuvo lugar en 1998. Para ello crearon un software llamado FloodNet cuyo funcionamiento consiste en enviar órdenes de recarga a la página que desean intervenir. Así, si varias personas lo utilizan simultáneamente contra una web determinada, la página queda bloqueada y nadie más puede entrar en ella. Durante esa edición del festival, EDT propuso un ataque a tres bandas: la web de la presidencia mexicana (en apoyo al zapatismo http://eco.utexas.edu/faculty/Cleaver/zapsincyber.html), la web del Pentágono (contra el ejército de los Estados Unidos) y la web de la bolsa de Frankfurt (símbolo del capitalismo internacional).

A pesar de que la acción fue secundada por unos 20.000 usuarios, los afectados consiguieron desarticularla a las pocas horas de su inicio; desde entonces se han propuesto otras acciones concretas, aún sabiendo que van a ser detectadas y solventadas muy rápidamente, porque el poder de esta propuesta radica en la amenaza.

Esta inicativa se incluye dentro de las manifestaciones del artivismo -neologismo surgido de la palabras arte y activismo y utilizado para referirse a las obras de la red que participan de ambos intereses- y, consecuentemente, comparte con este tipo de proyectos esa autorreferencialidad tan representativa de la endogamia del medio. Porque la totalidad de la acción se desarrolla en Internet y es allí, en ese entorno no-presencial, donde exclusivamente se perciben sus efectos. No se ataca a objetivos físicos y concretos -el presidente mexicano, el Pentágono, la Bolsa de Frankfut-, sino a sus representaciones en el ciberespacio. Entonces ¿qué efecto real ha ejercido esa presión en el resto del mundo, es decir, en la (mayor) parte del planeta que no está conectada a la red?

Uno de los principales debates de los últimos tiempos sobre el activismo en la red ha sido la confrontación entre impacto mediático y movilización real, y ciertamente, la resistencia en la red ha resultado ser más simbólica que real. Sus detractores argumentan que no es realmente operativa porque ha cambiado el «verdadero» espacio público por una escena virtual que opera con simulaciones: ya no se trata de problemas sociales, sino de problemas «mediales». Y también se le acusa de acumular tópicos autoreferenciales, pues la mayoría de sus ofensivas no van más allá del propio medio (Internet).

David Garcia y Geert Lovink, «El D-E-F del Tactical Media» http://aleph-arts.org/pens/def.html

El principal problema que se le plantea hoy al activismo en la red es su efectividad, su verdadero impacto social. Y aquí resultan muy valiosas las reflexiones de Stefan Wray cuando se pregunta abiertamente: «¿Son efectivos estos métodos de activismo computerizado? La respuesta a esta pregunta es: depende de lo que consideremos efectividad. ¿Qué es efectividad? Si el objetivo que persigue el hacktivismo es llamar la atención sobre cuestiones específicas llevando a cabo acciones fuera de lo común que atraigan la atención de los medios de comunicación, entonces se puede decir que el nivel de efectividad es alto. Sin embargo, si la efectividad se mide en función de la capacidad de las acciones para catalizar y fomentar una movilización de las personas que tenga un alcance más profundo, entonces probablemente estas nuevas técnicas no sean efectivas. Esta distinción resulta, por tanto, importante. Parece poco probable que el hacktivismo se convierta en una herramienta organizativa. El hacktivismo más bien parece un medio para aumentar y suplementar esfuerzos de organización que ya existen, meter ruido y llamar la atención».

Stefan Wray. «La desobediencia civil electrónica y la world wide web del hactivismo: La política extraparlamentaria de acción directa en la red». http://aleph-arts.org/pens/wray.html

La solución parece hallarse en la hibridación entre ambos mundos. Así pues, se trataría de conectar el mundo real con el mundo de las redes, de combinar la acción social que moviliza a la población con este tipo de ofensivas mediáticas. No se trata ya de contemplar a la red como una sustitución, sino como un refuerzo. Desde diferentes perspectivas se propicia esta concepción del net.activismo como una estrategia complementaria a otras acciones presenciales, aunque algunas iniciativas sólo conciben esta hibridación como una mezcla entre nuevos medios y medias tradicionales.

Luther Blissett, «El Xyz Del Activismo En La Red» http://aleph-arts.org/pens/xyz.html.

El control mediático resulta determinante, pero la supervivencia de estas contraorganizaciones dependerá siempre, y en último término, de una transformación social paralela en el mundo exterior.

Laura Baigorri. Fragmento de «No más arte, sólo vida. Prólogo», publicado en el catálogo de Panorama 2001 http://www.panoramaenlinia.net. Arte, teoría, nuevas tecnologías, música y cine. Museo Comarcal de la Garrotxa, Olot (Girona). 2001.

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