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o el cuestionamiento a la cultura patriarcal de dominación

Antimilitarismo y feminismo (Juan Carlos Yuste)

Antimilitarismo y feminismo (Juan Carlos Yuste)

MILITARISMO VS

ANTIMILITARISMO Y FEMINISMO

o el cuestionamiento a la cultura patriarcal de dominación

 

Por: Juan Carlos Yuste (MOC Paraguay)

 

 

Militarismo como dominación

 

El movimiento antimilitarista lo componen hombres y mujeres que, conjuntamente, trabajan por la desmilitarización social. En este tema, a menudo se atribuye más visibilidad a los hombres porque las FF.AA. están repletas de ellos y algunas instituciones militares, como el servicio militar, sólo obligan a los varones. Pero como veremos más adelante el militarismo es mucho más que instituciones militares concretas o personas de uniforme; se trata mas bien de una manera de ver el mundo, de entender las relaciones de las personas y de lograr el consenso y la eficacia en una sociedad. Es algo que nos afecta a todas y a todos por igual, y por eso el movimiento antimilitar siempre ha trabajado el tema género como parte constitutiva de su actuar. Pero quizás el mejor punto de partida para comprender la visión que el movimiento antimilitarista tiene del tema género sea la concepción que se tiene del militarismo.

 

Lo primero que habría que señalar es que ser antimilitar no significa ser antimilitares, a nosotros/as nos preocupan las instituciones no las personas, no tenemos nada contra los militares ni sus familiares y nuestro trabajo es para que se integren en la sociedad civil como ciudadanos y no como casta privilegiada. Dicho esto, entendemos el militarismo como un sistema de dominación bélica que consiste en la influencia, presencia y penetración de las diversas formas, normas, ideología y fines militares en la sociedad civil, cuya lógica está determinada por la resolución violenta de los conflictos.

 

De esta manera el militarismo no sólo es la insubordinación y desobediencia de la corporación militar a la autoridad civil o el exceso en sus funciones legales, sino también la presencia en una sociedad, la penetración en su cultura y todo lo que representa, en fin, la preparación de una sociedad para la guerra. Asimismo el militarismo no es algo protagonizado exclusivamente por militares sino que, a menudo, los civiles prestan su apoyo o derechamente dirigen políticas con este enfoque militarista.

 

Esta definición tiene evidentemente más coincidencias con los enfoques de autores anglosajones como Martin Shaw o Anthony Giddens que con otros más restrictivos, y por cierto desfasados, como Pasquino (1998:962-970).

 

La palabra clave, pues, para entender el militarismo seria: “dominación” y no “militar” pues éste sólo sería una forma extrema de aquel. No es necesario vivir en dictadura para hablar de militarismo, ya que una democracia tutelada cuyos límites democratizadores estén marcados por esta lógica es igualmente militarista, aunque, eso si, más sutil y menos chocante. Y es la dominación, como fin último, precisamente, el punto central de preocupación entre los movimientos antimilitarista y feminista.

 

Para el feminismo el tema del poder han sido objeto de atención creciente, sobre todo en lo que hace a su monopolio masculino y a la discriminación en el acceso de la mujer al mismo. El control ha sido otro de los puntos destacados por el movimiento feminista, basado en la experiencia directa de control del hombre sobre la mujer. El debate sobre el poder y sobre el control que se da en el feminismo es similar al debate que se da en el antimilitarismo sobre la dominación; son dos maneras y lenguajes de hablar de un mismo fenómeno.

 

La intención de la dominación ha estado basada tradicionalmente en la posesión de la riqueza (existente en el territorio o en la simple fuerza de trabajo), pero históricamente ha ido asociado a objetos de dominación caracterizados por diferencias ciudadanas, étnicas, religiosas o de género. En estos últimos casos un pueblo se impone a otro por el hecho de tener unos derechos de ciudadanía, una cultura, religión o color de piel diferentes. En el caso de género, un sexo se impone a otro para asegurarse su subordinación y control.

 

Los medios para ejercer este control y dominación que llamamos militarismo se despliegan a través de instituciones, valores, normas y políticas concretas que intentan legitimar sus fines mediante la aceptación y obediencia voluntaria de la sociedad, dejando como última ratio la imposición física. Estas instituciones, normalmente cuentan con rango constitucional y son de carácter permanente, como las FF.AA. de la Nación; o el servicio militar, dirigido a la juventud con un carácter eminentemente educativo en los valores militares.

 

Para la consecución de los fines de la institución es necesario influir en políticas, como el control de la política de defensa como si se tratara de un tema militar; la provisión de los suficientes recursos económicos a través de los gastos militares; o la seguridad a las élites políticas y económicas que mantendrán el status quo en la sociedad.

 

Por último, es necesario la construcción de un sistema de valores que respalden y que sea capaz de crear universos simbólicos que legitimen la desigualdad en la distribución de la riqueza, la desigualdad de oportunidades o simplemente la imposición de unos sobre otros/as. A continuación exponemos un cuadro genérico de los valores civiles y militares, que nos ubican en las diferentes propuestas en pugna. Estos valores son genéricos, por lo tanto no son fáciles de encontrar en estado puro, no obstante nos sirven para analizar el fenómeno y aclararnos a nivel analítico:

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuadro de valores genéricos

civiles y militares

 

Militar

 

Uniformidad

Jerarquía

Autoritarismo

Sumisión

Intolerancia

Subordinación

Patriarcalismo

Obediencia debida

Fines bélicos

 

 

Civil

 

Pluralismo

Igualdad

Democracia

Libertad

Tolerancia

Independencia

Respeto de género

Responsabilidad

Fines pacíficos

 

Este cuadro de valores genéricos contrapuestos nos muestran las diferentes lógicas no solo entre lo civil y militar, sino también entre lo autoritario y lo democrático o entre lo patriarcal y el respeto de género. Son dos visiones contrapuestas del mundo, dos maneras de entender las relaciones personales y societales y en gran medida las dos grandes fuerzas que han orientado las luchas de poder de la humanidad.

 

 

Relaciones entre el militarismo y el patriarcado

 

Ayer escuchábamos a Line Bareiro hablar que “uno de los sistemas de dominación es el patriarcado que es la concentración de la riqueza, el poder, la cultura, etc en manos masculinas. Y la dimensión más tradicional de nuestro patriarcado consiste en considerar la encarnación del poder legítimo al estamento guerrero de la sociedad... El héroe guerrero es el titular natural del poder. Esa casta guerrera es la que tiene el poder de decisión, los atributos de la masculinidad. El poder es masculino; y el que es hombre 100%, es hombre guerrero”.

 

La cultura patriarcal es una de las bases de la cultura militarista, porque se basa en la dominación de un sexo sobre otro, en la asignación autoritaria de un papel social que establece una desigualdad beneficiando sólo a una parte. La cultura militarista también es una de las bases de la cultura patriarcal porque la lógica amigo-enemigo, la respuesta violenta a los conflictos o la organización vertical/autoritaria son características militares que potencian y justifican en última instancia el control patriarcal de la sociedad.

 

Como dice la pensadora feminista Cynthia Enloe, la militarización de las personas, hombres y mujeres, tiene dos sentidos: por un lado éstas pueden verse forzadas a comportarse de una forma determinada que permita a los militares tener más poder; por otro lado, las personas pueden introducir los valores militares dentro suyo, otorgando una legitimidad natural a los actos militares.

 

Respecto al primer sentido, las mujeres de zonas en guerra son a menudo violadas, prostituidas, asesinadas o forzadas a prestar ayuda de cualquier tipo. Su vida y el control de su cuerpo, sus sentimientos y pensamientos se militarizan en base a la prioridad de algún ejército o policía militarizada, cuyos funcionarios las utilizarán de acuerdo a sus nociones de “defensa” y “enemigo”. En zonas sin guerra, también se militariza la vida de las mujeres, como sucede cerca de las bases militares, sobre todo cuando estas se encuentran fuera del propio país; o a niveles mucho más simples, cuando una mujer tiene miedo de ir a una comisaría a denunciar una violación o sentarse en los ómnibus en el asiento del pasillo por miedo a quedar atrapada por un hombre.

 

Todas estas maneras de militarizar-controlar a las mujeres son coherentes con el espíritu militarista por el que la imposición del hombre sobre la mujer es una manera de afirmar el éxito guerrero del varón. En la cultura militar existen numerosas apelaciones a lo sexual como forma de dominación, desde comparaciones del pene con el fusil, entendido como arma de ataque y control; hasta vinculaciones entre la defensa de la pureza e integridad sexual de la novia o la madre y de la Patria (y por lo tanto atacar la Patria enemiga es también atacar la pureza e integridad de las mujeres del enemigo).

 

La segunda manera de militarización se refiere a la introyección de los valores y pautas de comportamiento militaristas. Adoptar una concepción del mundo constituido por Nosotros/as y Ellos/as (especialmente cuando Ellos/as son percibidos como una amenaza física); la opción por solucionar los conflictos a través del ejercicio de la violencia; la identificación del conflicto con las personas y no con el hecho objetivo que lo causa; la percepción de peligro en la pluralidad y la tendencia a la uniformización; o la adopción de una organización vertical y jerarquizada basada en el principio de la obediencia debida, el orden y la disciplina, son maneras de ver el mundo tanto militar como patriarcalmente. No hace falta portar armas, ni vivir al lado de una base militar ni en un país dirigido por militares. Basta con dejarse impregnar y asumir estos valores para estar en el camino de la mili-patriarcalización.

 

Estos valores pueden no ser tan aparentes y reflejarse en algunas actitudes que reconocen la superioridad o prioridad del varón y ceden espacios ocupados por mujeres. Esto se da, por ejemplo, al entregar a varones que vienen de la guerra puestos de trabajo que ocupaban mujeres; o la preferencia de algunas jovencitas por tener una pareja militar; o el orgullo de las madres cuando ven a su hijo de uniforme. Por otro lado algunas mujeres perciben que asumiendo definiciones de feminidad militarizadas pueden acceder a privilegios o simplemente a ser consideradas ciudadanas de primera clase. De esta manera, se reconoce, implícitamente, el mayor valor social de lo militar y de lo masculino conjuntamente.

 

Pero quizás la más sutil de las manifestaciones del militarismo sea tener la percepción de que una estructura como las FF.AA. es la única capaz de garantizar el orden último de la sociedad y la única manera de tener una vida más segura. Estar ligados eternamente a la certeza que necesitamos una mano dura que nos controle y nos encarrile cuando nos equivocamos; alguien o algo que nos defienda primariamente de lo desconocido, de lo exterior, de la inseguridad de un mundo hostil; un punto de apoyo que nos permita vivir con algunas certezas mínimas. En el fondo esta es la misma lógica de dependencia marital que el sistema patriarcal ha impuesto en la psicología de mujeres y hombres.

 

El patriarcado es esencial para la transmisión y desarrollo del militarismo porque no sólo afecta a las relaciones sociales sino que se introduce en las relaciones interpersonales y en la familia, generando una escuela permanente para el aprendizaje de la subordinación y la obediencia, por ejemplo cuando enseña que los hombres mandan y las mujeres obedecen, cuáles son los papeles sociales a los que se puede acceder y a los que no, los límites de su capacidad intelectual y afectiva, el control permanente sobre su cuerpo, espacio, tiempo y trabajo, y hasta la manera de hablar, vestirse y comportarse.

 

El militarismo refuerza también el patriarcado cuando introduce la visión del mundo en los valores patri-militares, existiendo una relación clara entre lo aprendido en la milicia (a través de su estructura, normas, valores) y lo vivido en la casa. Podemos hacer un paralelismo :

 

 

Paralelismos valóricos entre

militarismo y patriarcado

 

Militarismo

 

Lógica amigo - enemigo

 

Solución violenta de conflictos

 

Peligro en la pluralidad

 

Tendencia a uniformizar

 

Organización vertical/autoritaria

 

Mayor efectividad militar vs. civil

 

Protagonismo militar

 

Patriarcado

 

Lógica hombre/dominador - mujer/dominada

 

Violencia doméstica contra la mujer

 

Comportarse según patrones marcados

 

Control a la mujer

 

Obediencia de la mujer al varón

 

Mayor valor del trabajo masculino

 

Visualización prioritaria del varón

 

 

De esta manera, militarización y patriarcalización serían mutuamente dependientes. La una alimenta a la otra y viceversa, porque se mueven con una misma lógica aplicada a la relación entre hombres y mujeres en un caso, y a la relación entre personas en una sociedad o entre pueblos, en otro caso. Esta misma lógica consiste en el control de unos sobre otras, el ejercicio del poder excluyente o la dominación como obtención de recursos o privilegios. El principio subyacente es, pues, el mismo, y de ahí su interrelación profunda.

 

Esta mutua interdependencia hace que no podamos decir cual dio origen a cual, qué alimenta a qué, no existiendo por lo tanto una causalidad entre patriarcado y militarismo. Los dos son parte de una misma cultura de control, sometimiento y falto de respeto a la otra persona, y se fortalecen mutuamente.

 

Esto ha creado discrepancias sobre las prioridades y enfoques a desarrollar para disminuir y eliminar el patriarcado. Por esto han existido diferentes estrategias desde el feminismo respecto al tema militar, llevando, a veces, al movimiento feminista a poner el énfasis en posturas de reivindicación de espacios militares como espacios de liberación femenina sin tener en cuenta otros efectos secundarios de esa “victoria”.

 

Pero esta interrelación también nos enseña que no podemos dejar de lado a ninguna de ellas y menos trabajar una a expensas de la otra; y que mas bien es preciso trabajarlas simultáneamente para enfrentar un problema que como Medusa parece tener multitud de serpientes en su cabeza. Dejar de lado el militarismo significa permitir que se mantenga en reserva uno de los recursos más poderosos del patriarcado y viceversa.

 

Por último me parece importante hacernos la pregunta: ¿realmente nos parece inocuo para la formación de la personalidad, que cada año 24.000 jóvenes entre 14 y 18 años pasen por las FF.AA.? ¿Cuánto puede distorsionar la vida de un hombre en términos de género o de cultura militarista el paso por el cuartel?

 

 

La respuesta militarista al movimiento feminista o la militarización del feminismo.

 

Recién en el siglo XX, y especialmente en las guerras mundiales, las mujeres empiezan a formar parte importante del engranaje militar, sobre todo en tareas asistenciales y burocráticas. Ellas llenaron eficientemente los huecos que dejaron los hombres que tenían que ir al frente e hicieron posible incrementar el número de efectivos en confrontación. Paralelamente a esta incorporación en masa, numerosos grupos de mujeres lideraron campañas antiguerras y durante muchos decenios los movimientos feminista y antimilitarista caminaron juntos oponiéndose a la militarización y a la exclusión social.

 

El feminismo nació con el signo de la igualdad entre sexos, teniendo importantes avances a lo largo del siglo XX. Durante décadas el movimiento de mujeres ha trabajado para intentar suprimir las desiguales relaciones que la sociedad y la cultura mantienen entre el hombre y la mujer. Los avances logrados por algunos países en estos campos han sido espectaculares teniendo, en la actualidad, un gran consenso social sobre la no discriminación por cuestiones de sexo. Esta consolidación en la percepción social del tema género ha convertido a la mujer en un actor social a nivel mundial, por lo que sus ideas y valores han empezado a ser objeto de preocupación por élites conservadoras provocando una respuesta encaminada a militarizar las propuestas feministas.

 

Militarizar el feminismo consiste en despojar a éste de sus contenidos más profundos referentes al cambio de una sociedad de dominación por otra de respeto y tolerancia; cambiar el concepto de poder democrático por el de poder patriarcal. Una de las maneras está siendo integrar a las mujeres en la lógica autoritaria/militar para que éstas sean no sólo objeto sino también sujeto, esto es, protagonistas de la exclusión social. Se trata de un pacto por el cual algunas mujeres (las menos) se integran en las organizaciones de poder, masculinizándose en sus ideas y comportamientos, pasando a ser agentes de dominación sobre la mayoría, incluidas mujeres. Desde este punto de vista, el hecho que mujeres exploten a mujeres legitimaría el propio sistema ante los ojos de una sociedad que tiene sus propias categorías de lo que es feminismo y que a menudo limita este a ocupar espacios en la sociedad. De esta manera al visualizarse a algunas mujeres en algunos espacios masculinos, la perspectiva de género dejaría de tener relevancia analítica para entender las relaciones de poder en una sociedad, ya que una buena parte de la opinión pública creería conseguidas las metas de lo que entienden como lucha feminista por la sola presencia en esos espacios, perdiendo la reflexión sobre el contenido de esos espacios.

 

Se trata de transformar el concepto de poder democrático por el de poder patriarcal, confundiendo la forma con el contenido; de tal manera que si es una mujer (Prime Minister Margaret Tatcher) o su piel negra (Gral. Collin Powell) el que maneja el país con mano de hierro u ordena una matanza, por ejemplo, tiene un plus de legitimidad precisamente por su condición. Entender el poder como compartir las formas sin afectar los contenidos del ejercicio de ese poder puede conllevar situaciones paradójicas como las que señalábamos antes, pero no significa un avance en poder democrático sino una legitimación del poder milipatriarcal.

 

Dejando de lado los casos de masculinización del ejercicio de espacios de poder por parte de mujeres, como Margaret Tatcher en el Reino Unido, Indira Gandhi en India o Benhazir Bhuto en Paquistán, la visualización más clara de esta propuesta de militarizar el feminismo quizás sea la integración de las mujeres a las FF.AA., ya sea de manera profesional, voluntaria o forzada.

 

 

Crítica a la incorporación de la mujer en las FF.AA.

 

Este análisis sobre la incorporación de las mujeres a los ejércitos estatales lo realizamos desde la experiencia y reflexión del movimiento pacifista feminista de los países donde se ha dado con mayor importancia este proceso, especialmente Europa y EE.UU. No obstante otros grupos latinoamericanos de mujeres como el Movimiento de Mujeres Visitación Padilla de Honduras o la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala, tiene posiciones parecidas.

 

Según las Mujeres Antimilitaristas del Movimiento de Objeción de Conciencia del Estado español, en la mayoría de los países donde se ha tenido una discusión sobre la incorporación de las mujeres a los ejércitos existen tres hechos que merecen la pena resaltarse, porque constituyen un marco referencial imprescindible para entender ese proceso:

 

·      Tecnificación de los ejércitos. Actualmente las FF.AA. modernas están altamente tecnificadas y requieren personal cualificado y profesional, por lo que el trabajo de tipo mecánico o físico se va reduciendo y aumentando el de gestión y administración.

 

·      Declive de la aceptación social de los ejércitos. Cada vez los ejércitos están más desprestigiados y se perciben socialmente como desfasados para garantizar los nuevos retos de defensa de las sociedades modernas (donde ya no es el territorio lo que hay que defender sino los valores democráticos, el crecimiento con equidad y justicia, la calidad de vida de la población, el establecimiento de relaciones de mercado justas, etc) además del rechazo creciente de los varones a realizar el servicio militar.

 

·      Problemas demográficos. Cada año se reduce el número total de la población; y en algunos países se empieza a notar la escasez de hombres para llenar el cupo militar.

 

Este marco de referencia, explica algunas de las razones prácticas que han hecho iniciar un proceso de integración de la mujer a los ejércitos ya que incorporar mujeres puede aumentar la productividad de algunos trabajos más administrativos o de gestión, puede dar una sensación de apertura y modernidad que revierta la creciente distancia entre FF.AA. y sociedad, y puede paliar en cierta manera el déficit demográfico que está dejando a los cuarteles sin personal. Pero existen otras razones de fondo que tienen que ver con las maneras de percibir el mundo y con las prácticas y valores que se ofrecen como alternativas a los modelos tradicionales.

 

Sea como sea el caso es que la mujer parece que vuelve a ser usada por la cultura patriarcal para mantener el sistema; y en este punto nos podemos hacer las mismas preguntas que se plantea Cynthia Enloe para la reflexión:

 

La incorporación de las mujeres en las FF.AA. ¿ayudará a una desmilitarización social? ¿Eliminará el patriarcado de la institución militar? ¿Fomentará los valores de la alternativa feminista? ¿Terminará en la desmasculinización de lo militar? o más bien ¿llevará a la militarización del feminismo? La respuesta a estas preguntas nos permitirá destacar las principales críticas de fondo a la incorporación de mujeres a las FF.AA.

 

Militarización femenina. Durante siglos la mujer ha sido víctima del militarismo, casi nunca su protagonista. Los roles sociales asignados por el patriarcalismo han permitido a la mujer no recibir una formación sistemática y organizada en la violencia y por el contrario tener espacios para desarrollar otros valores humanos. La militarización de la mujer se ha dado a través de las pautas patriarcales, y ahora que la mujer ha empezado a ganar espacios de poder dentro de la sociedad y que se resquebraja el orden tradicional, se percibe como un peligro la falta de una explícita “educación para la guerra” de las mujeres. Desde el antimilitarismo esto se ve como una discriminación positiva que, paradójicamente, ha sido debida al machismo. Integrar a las mujeres en estructuras militares implica socializar explícitamente a la otra mitad de la población en los valores militaristas y por lo tanto patriarcalizarla más aún.

 

Desmovilización de la alternativa feminista. Mediante la incorporación de la mujer al ejército se desmovilizan los planteamientos feministas que apuntan a una sociedad sin dominaciones de género y por extensión a todo tipo de dominaciones. El militarismo busca mantener el statu quo social y está dispuesto a pagar el precio de incorporar a algunas mujeres a estructuras de poder, siempre que repita los mismos esquemas patriarcalistas y autoritarios que dividen el mundo. Ante el avance de la propuesta feminista de sociedad democrática, aceptar cambiar la/os protagonistas (forma) de ejercicio del poder sin cambiar el contenido (fondo) del ejercicio de ese poder es una estrategia de mantención del status quo que como poco retrasará la propuesta democrática si no la desmoviliza en el corto y mediano plazo. Como dicen las mujeres del MOC “que las mujeres empecemos a desempeñar papeles militaristas no nos parece sólo equivocado si queremos mejorar la situación de hombres y mujeres en el mundo, sino también una forma de luchar contra nosotras mismas. En lugar de imitar las acciones de los hombres, deberíamos aprovechar el aspecto positivo de nuestra experiencia histórica para trabajar en el reordenamiento del cuadro de valores que, lejos de los valores militaristas, recuperen el equilibrio de la especie humana consigo misma y con la naturaleza”.

 

Potenciación del patriarcalismo. El mismo grupo de mujeres opina que “el militarismo trata de perpetuar el orden establecido, lo que significa, también, que trata de mantener una mentalidad patriarcal, que es interclasista porque se constituye en un sistema de dominación masculina y divide al mundo en dos géneros con relación de subordinación y mandatario: lo femenino y lo masculino”. Dada la interrelación que veíamos antes entre militarismo y patriarcalismo, fomentar uno de ellos significa retrotraer el otro, por lo que cualquier apoyo o fortalecimiento de lo militar, aunque aparentemente parezca una apertura o ganar un espacio, no es otra cosa que apoyar el proceso de reacomodación de estas instituciones hacia la nueva sociedad patrimilitar del próximo milenio.

 

 

La alternativa feminista - antimilitarista

 

La militarización de una sociedad deja a las mujeres con menos capacidad de controlar sus vidas, y favorece la sensación de superioridad masculina tan afecta al machismo. Atacar los fundamentos de la cultura patriarcal pasa por buscar la superación del fenómeno militar en nuestras sociedades. Este es el desafío planteado.

 

En sociedades con ejércitos institucionalizados se siguen produciendo violaciones a los derechos humanos, y concretamente de mujeres, por ejemplo las denuncias de violaciones de civiles por parte de militares del ejército belga e italiano durante las misiones de paz de la ONU en Somalia, las denuncias oficiales de prostitución infantil en el Cuartel General del ejército italiano en Bosnia hace menos de dos meses, o el comercio sexual y violaciones en las cercanías de cualquier base militar estadounidense. Así mismo algunas organizaciones feministas de estos países no dejan de señalar el espíritu patriarcal que destilan las corporaciones armadas de países desarrollados, señalándolos como uno de los últimos bastiones institucionales del patriarcado mantenido por tod@s l@s ciudadan@s.

 

En el caso paraguayo institucionalizar el ejército será un avance desde una perspectiva política a corto plazo, pero ello no garantiza una reducción del sistema patriarcal ni una perspectiva de conseguirlo siquiera. Lo que se logrará será redefinir el nuevo rol militarista y patriarcal de las FF.AA. para que encaren con éxito su sobrevivencia como institución en el siglo XXI.

 

El antimilitarismo busca un cambio de paradigmas donde el concepto de seguridad y defensa sea definido en términos no militares, y por lo tanto apuntar a la abolición de las FF.AA. como un paso para la abolición de relaciones tanto personales como estructurales de dominación. Los pasos concretos que nos irán llevando por esos caminos han estado centrados en temas como el servicio militar, gasto militar, o violaciones de los DD.HH. por agentes armados, pero es necesario incluir trasversal y efectivamente la perspectiva de género en estos trabajos así como ampliarlos a temas como la cultura patrimilitar. Necesitamos redefinir conceptos como masculinidad unido en una cadena a otros conceptos como nacionalismo, militarismo y patriarcalismo; construir una ética de la democracia y la convivencia basada en el respeto al/a otr@; y superar estructuras de reproducción y socialización de valores patriarcales y autoritarios.

 

Existe un delicado equilibrio en esta transición desde una sociedad militarista hasta una sociedad democrática desmilitarizada, cosa que exige avanzar paso a paso. Perder el horizonte utópico o limitar los cambios a una simple reducción de fuerzas o a un sometimiento formal al poder civil no apunta al corazón mismo del patriarcado y deja la puerta abierta para que perviva dentro del Estado uno de los elementos de difusión más importantes de esta cultura de dominación. Los casos de Costa Rica, Panamá o Haití hacen parecer posible llegar y vivir ese horizonte utópico.

 

El movimiento feminista ha ido profundizando sus planteamientos y superando etapas como el del igualitarismo a medida que el enfoque de liberación femenina ha ido desechando como positivo tomar como punto de partida y referencia el modelo cultural masculino. Hoy día la construcción de una ética feminista de liberación integral, los aportes en el mundo de la ecología y en las luchas por la paz y las libertades muestran que, aún sin saberlo o sin declararlo conscientemente se ha seguido una línea antimilitarista bastante clara. De tal manera que la ética feminista se ha ido conformando en la punta de lanza de la construcción de una ética humana de convivencia pacífica.

 

Para terminar quiero hablar de las Mujeres Antimilitaristas del Movimiento de Objeción de Conciencia-Paraguay. En agosto de 1995 las mujeres que participaban del MOC decidieron ser protagonistas de la lucha antimilitarista y presentaron su objeción de conciencia ante el Parlamento. Ellas decidieron SER objetoras, no solo acompañar a sus amigos o novios objetores, en un tradicional papel de auxiliar del varón, sino ser ellas mismas protagonistas de la lucha antimilitarista. Se declararon objetoras porque el militarismo nos afecta a todos y a todas, y no les importaba que no las obligaran legalmente al SMO porque ellas objetaron al militarismo no a una de sus instituciones puntuales. Este fue su comunicado público y sus razones:

 

 

COMUNICADO DE PRENSA

PRESENTACIÓN DE MUJERES OBJETORAS DE CONCIENCIA

 

El miércoles 9 de agosto, un grupo de 11 MUJERES vamos a presentarnos públicamente como OBJETORAS DE CONCIENCIA a las 8:30 de la mañana frente a la comisión de DD.HH. en la casa de la cultura. En Paraguay hay 8 mujeres que ya se han presentado anteriormente como objetoras pero éste es el primer grupo formado exclusivamente por mujeres. Con tal motivo queremos expresar los motivos de nuestra objeción:

 

Objetamos al Servicio Militar ya que en el mismo se aprende la imagen machista del hombre, entendida como el macho, fuerte, insensible, que aguanta todo, el guerrero, educado para la vida dura de “afuera de la casa”, al contrario de la mujer, débil, floja, ingenua, educada para servir en la casa y ser el reposo del guerrero, hecha exclusivamente para atender al hombre.

 

Objetamos al Ejército por ser el brazo armado de este sistema basado en todo tipo de injusticias en el que unos pocos acaparan las riquezas y explotan al gran resto manteniéndoles en la pobreza.

 

Objetamos al militarismo como fenómeno que impregna a todos los ámbitos de la sociedad valores como la obediencia frente a la creatividad, la prepotencia respecto al otro/a, el machismo frente a las relaciones de respeto entre los sexos, la violencia frente al diálogo en la resolución de los conflictos, la sumisión frente a la responsabilidad y la autogestión, el autoritarismo frente a la libertad, etc.

 

Todo ello sitúa a la mujer en un mayor grado de marginación respecto del hombre.

 

Las mujeres representamos 1/3 de la población activa mundial, realizamos 2/3 del trabajo mundial por una décima parte de su salario medio y controlamos un 1% de la riqueza mundial.

 

Vemos necesario criticar y no aceptar aquellas definiciones de cultura, situaciones o instituciones que no faciliten un camino de liberación para la mujer, al margen del grado de participación que tenga el hombre en ellas.

 

Para detener el creciente militarismo nosotras, las mujeres, debemos ser capaces de construir esquemas de organización social alternativos mediante la participación en espacios culturales, sociales, políticos, etc. potenciando valores tales como la confianza mutua, solidaridad, cooperación, etc. Espacios, donde las decisiones sean asumidas y tomadas de manera consensuada, donde la autocrítica nos permita no reproducir esquemas que conlleven a cualquier tipo de marginación.

 

Buscamos que los hombres tomen conciencia de las prácticas, roles y valores machistas que nos imponen. Que se autocritiquen y se corrijan.

 

Pretendemos que las mujeres tomemos conciencia de la situación de discriminación que padecemos y nos unamos para revelarnos y lograr dignificar tanto nuestra condición de mujer como nuestra sociedad.

 

No hay posibilidad de cambios reales en las relaciones humanas y sociales sin la participación de las mujeres en dichas transformaciones. Por ello es necesaria también la implicación de la mujer en la lucha antimilitarista para ir construyendo desde ya una sociedad justa así como para ir consiguiendo la liberación de la mujer.

 

MUJERES ANTIMILITARISTAS - M.O.C.

 

 

 

 

 

 

Bibliografía

 

 

BOBBIO, Norberto, MATTEUCCI, Nicola y PASQUINO, Gianfranco (1998). Diccionario de política. 2 vols. Ed. Siglo XXI, México.

 

Enloe, Cynthia (1995). “Para desmilitarizar la sociedad”. Mujeres en Acción 1/95 Isis internacional.

- (1992) “La militarización de la vida de las mujeres”. Papeles para la Paz. Nº 44. Centro de Investigaciones para la Paz. Madrid.

 

Grupo de Mujeres Antimilitaristas. Mujer y Antimilitarismo. Ed. MOC.

 

Neidhardt, Kathleen (1995). Militarismo desde una perspectiva de género. Memoria II Encuentro Latinoamericano de Objeción de Conciencia. Red de Objeción de Conciencia Chile. Santiago.

 

ROLC (1996). Memoria III Encuentro Latinoamericano de Objeción de Conciencia. Ed. CONAVIGUA. Ciudad de Guatemala.

 

SERPAJ AL (1993). Militarismo y sociedad. Cuadernos de Estudio 7. Serpaj AL. Buenos Aires.

 

 


Antimilitarismo y feminismo (Juan Carlos Yuste)
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