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Por una relación más jocosa con los media

Hacer el Müller (o el García)

Hacer el Müller (o el García)

La presencia en los media es un cuchillo de doble filo. Cuando los movimientos políticos y sociales no son lisa y llanamente silenciados, acostumbran a ser presentados de forma descafeinada y simplista o reducidos a meros estereotipos («violencia juvenil», «desorientación», etc.). La cosa resulta especialmente peliaguda cuando las representantes de dichos movimientos han de presentar su posición en una discusión televisiva; puesto que en el marco de un acto así se ven obligados a aceptar formas de discusión burguesa («diálogo constructivo»....) o simplemente son expuestos como animales exóticos. Una manera posible de conducirse, dados los condicionantes de una discusión pública, a fin de utilizarla para Ios propios fines, es la que nos muestra el proceder de «el Señor y la Señora Müller», que utilizaron su presencia en los media para una táctica de afirmación subversiva.

En mayo de 1980, a raíz de los enfrentamientos con la política cultural municipal en relación a un centro juvenil autónomo, se formó un fuerte movimiento juvenil en Zürich. En las semanas siguientes la confrontación entre la violencia estatal, la política y el movimiento fue en aumento. En junio-julio las protestas juveniles se extendieron a otras ciudades suizas. A los intentos de los órganos estatales de represión de convertir las manifestaciones en carnicerías, el movimiento reaccionó con formas no convencionales de manifestación. El lema de una de las primeras manis, «desnudos contra la violencia», iba en serio, y no fue poca la expectación que levantó el séquito de manifestantes.

El 2 de julio, la cadena de televisión suiza de habla alemana DRS organizó una discusión acerca de la resistencia a la violencia estatal, en la que debían «dialogar» jóvenes con figuras destacadas locales. Los diez jóvenes invitados del movimiento aparecieron vestidos de carnaval y se limitaron a acciones perturbadoras no verbales: silbidos, abucheos, aplausos; los globos y pompas de jabón atravesaban flotando las pantallas de televisión. Las figuras destacadas tuvieron grandes dificultades para tomar la palabra, y el programa fue interrumpido antes de tiempo.

Unos días más tarde, la DRS hizo un nuevo intento de «diálogo con la juventud» como reacción ante la actitud de guerra civil» adoptada por la policía municipal (Frankfurter Allgemeine Zeitung). Se procedió a un nuevo encuentro entre el movimiento, representantes de las autoridades públicas y personalidades destacadas de la izquierda liberal. Entre los ilustres asistentes de la mesa redonda figuraban un concejal, una concejala, el comandante de la policía de Zürich, el presidente de la socialdemocracia zuriquesa y el moderador. Con anterioridad al debate televisivo era dominante la opinión de que tanto la composición de la mesa como el cuestionario preparado por el programa empujarían a los representantes del movimiento a una posición defensiva. En vista del clima político general resultaría fácil atacar al movimiento. Esto llevó al movimiento a desarrollar una nueva táctica. Su dos «representantes se presentaron durante el programa como el matrimonio Müller. Este «Müllern» (hacer el Müller) pasaría a la historia. «Hacer el Müller significa: dejar en evidencia al contrario en su propio papel, manifestando los prejuicios y deseos que no se atreve a decir. Hacer de Müller significa: disfrazarse para destapar al contrario. O también: hacer de pequeñoburgués».

«El Señor y la Señora Müller» invirtieron sus roles: en tanto que pequeña burguesía estrecha de miras (la Señora Müller se presentó con rulos ante la cámara) exigieron medidas duras contra la juventud revoltosa. Con gran ímpetu desempeñaron el papel de «voz del pueblo» que Ios políticos, por lo general, creen tener tras de sí. Esto no funcionó sólo porque los atacados querían conservar su imagen de políticos ponderados, sino principalmente porque no supieron cómo comportarse ante este cambio de papeles imprevisto. «El Señor y la Señora Müller» fueron radicalizando sus posiciones conforme avanzaba el debate y, hacia el final, incluso exigieron la abolición sin más de la juventud. Los otros participantes en el debate intentaron continuamente reducirlos a su papel «originario» de jóvenes con inquietudes, pero Hans y Anna Müller desarrollaron un hábil estilo retórico y cambiaron con frecuencia sus posiciones en la discusión. De esta manera consiguieron escapar al «diálogo con la juventud» y mantener hasta el final la estrategia de la afirmación subversiva y del distanciamiento:
«Transcurso: al principio un tira y afloja acerca de los pormenores de las batallas callejeras. El concejal Frick subraya la ausencia de solicitud de autorización de las manifestaciones. Fünfschilling responde que los posibles solicitantes de la autorización se hubieran arriesgado a acabar en la cárcel. «Anna Müller» señala que la policía se había contenido demasiado. «Hans Müller» saca de sus bolsillos pelotas de goma y exige que la policía utilice pelotas más grandes para aumentar el peligro de causar heridas. Los «Müller» impiden hablar al comandante de policía Bertschi, que se propone leer una octavilla llamando a la violencia, interrumpiéndole con gritos de que ya es hora de hacer intervenir al ejército contra los jóvenes y de llevar al paredón a sus líderes. La concejala Lieberherr acaba por perder la paciencia y anuncia, con los ojos chispeantes de ira, que nadie va a conseguir amargarle su tolerancia por los jóvenes. El moderador, Kriesemer, desde un principio apenas si logra pasar de un «No podrían ustedes...» o «¡un momento, un momento!» Sus palabras de conclusión se pierden en medio de la algarabía. Los representantes de la autoridad lanzan improperios, fuera de sí, y «Hans Müller», dándole chupadas a un puro inmenso, grita: «A eso sólo puedo responder: iMoscú!»...»

Los otros participantes de la mesa redonda se dieron cuenta, por supuesto, de que no eran tomados en serio, pero intentaron, con todo, continuar con una discusión seria. La táctica seguida por los «Müller»» puso bajo presión de actuar a los demás. Creyeron tener que comportarse de alguna manera, pero no encontraron ninguna contraestrategia adecuada. Al parecer, la forma «discusión televisiva» y la interrupción de la discusión dos semanas antes no permitía un nuevo escándalo. La discusión comenzada tenía que proseguir hasta su amargo final. «La parte contraria, autoridades y representantes de la policía, reaccionó desorientada, al ver su propia posición elevada al extremo por los «Müller»».

«Hacer el Müller» era la consecuencia de una posición de partida a priori mala. La superioridad del contrario forzó al movimiento a cambiar las reglas de juego. En una carta al diario Tagesanzeiger, un tal F. O. analizaba las trampas de esta situación: «El Gobierno exige a los jóvenes que se estructuren, es decir, que se integren en la estructura ya existente del Estado. Pero si hicieran esto, entonces los jóvenes perderían irremisiblemente. Es por eso que quieren su propia estructura. Eso es lo que demostró el programa de televisión «CH». En vez de mantenerse fieles a las reglas de discusión, con las que apenas si podrían haber salido adelante, optaron por unas propias y desconcertaron así no sólo a los espectadores, sino también a los demás participantes en la discusión. A éstos no les hizo ninguna gracia no ser ellos los que dominaran la situación, a pesar de tener la ley de su parte, sino que la dominaran los representantes del movimiento juvenil».

Los medios de comunicación suizos espumajeaban: «Lo que quedó claro, una vez más y esperemos que par última vez, para cualquiera que se quedara observando este monstruoso abuso, es lo siguiente: que el espíritu de los nuevos revolucionarios es el espíritu del escarnio y de una provocación destructiva». Esto por lo que se refiere al Neue Züricher Zeitung. El FAZ fue el que captó mejor las intenciones de los «Müller»: «El hecho de que el socialdemócrata Fünfschilling haya presentado una queja contra la administración municipal, por las intervenciones policiales repetidamente calificadas de demasiado duras, no le sirve de nada ante los Müller y aquellos que los han enviado a la televisión. A él y a Emilie Lieberherr, justamente, les toca pagar los platos rotas de unas manifestaciones que no rechazan un tipo de política, sino la política como negocio de los políticos sin más

Ciertamente, «el movimiento» declararía poco después: «Nosotros desvalorizamos los símbolos de lo considerado correcto, invirtiendo los rituales y ridiculizándolos (Tagesanzeiger).

Tras la emisión del programa empezó una campaña de persecución contra «el Señor y la Señora Müller». El concejal participante en el programa, Frick, y el comandante de policía Bertschi se vengaron dando a conocer en los media los nombres auténticos de aquellos. Los fascistas de Nationale Aktion exigieron la expulsión de la «terrorista verbal», nacida en Irak, y la retirada de la nacionalidad suiza a «Anna Müller». Su fama involuntaria reportó a la «Señora Müller» desde cartas de fans hasta amenazas de muerte. A raíz de esto, interpondría una denuncia contra el concejal y el comandante de policía como inspiradores de la campaña de acoso.

El «Señor Müller» fue condenado a catorce meses de cárcel en marzo de 1982 por otro delito. Al parecer, querían convertir su figura en el coco del movimiento. No estuvo presente en la lectura de la sentencia. En vez de esto, un «Comité de montajes judiciales» dio a conocer que el «Señor Müller» había sido raptado por sus compañeros de tribu. En la conferencia de prensa se enseñó además un video en el que se podía ver al «Señor Müller» paseando por las calles de Zürich y, entre otras cosas, «intentando colocarle un libro del Código Penal a un niño como si se tratara de una golosina» (SpassGuerilla, p. 67).

En la película «Züri brannt» (Arde Zürich), del Videoladen de Zürich, acerca del «verano caliente de 1980», se califica esta forma de expresión de «nuevo lenguaje de la revuelta». También el «Müllern» es parte de este nuevo lenguaje: «La noción de «autonomía» es librada, cuidadosamente, de parte de su abstracción, se hace vivible, tanto para el ojo como también para los sentidos más profundamente arraigados. [...] Surge un nuevo lenguaje, nuevas palabras, nuevos símbolos de vivos colores empiezan a recorrer los secos canales de los medios de comunicación de masas suizos. Noticias cifradas, en silencio al principio, pero luego, [...] acaba por grabarse de manera imborrable y con letras inmensas la palabra «rechazo» en el cielo inmaculado de los media».

A.F.R.I.K.A Gruppe


Referencias

- Bögeholz, Hartwig: •Wir haben Grund genug zum Weinen - auch ohne euer Tränengas. Hintergründe des Aufruhrs in Zürich». En: Kritik, nº 26, 1980, pp. 142-154, y Canetta, Maurizio: Zürich gegen Zürich. Zürich/Locarno, 1981.

- Theus, Balz: «Spiel mit dem Feuer. Ein Jahr Jugendbewegung in Zürich». En: Haller, Michael (ed.): Aussteigen oder rebellieren. Jugendliche gegen Staat und Gesellschaft, Hamburgo, 1981, pp. 49-10, p. 53.

- Cit. según Jürgmeier, Howald Regula/Salzmann, Rolf/Scheucher, Peter: Die Angst der Mächtigen vor der Autonomie. Aufgezeigt am Beispiel Zürich, Horgen, 1981, pp. 62 s.

- Eine Stadt in Bewegung. Materialien zu den Zürcher Unruhen. Editado por el Partido Socialdemócrata de Zürich, Zürich 1980, p. 65.

- Sieber, Markus/ Loggia, Patrizia/ Krampke, Thomas: Züri brannt. Das Buch zum Film. Broschüre des Videoladen Zürich, Zürich, 1981, Gruppe Olten (ed.): Die Zürcher Unruhen. Texte. Orte. Verlage, s.f., p. 92, y SpassGuerilla, Münster 1994 (Berlin, 1984), p. 84.


Extraido del Manual de Guerrilla de la Comunicación, Virus, Barcelona, 2000

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